miércoles, 8 de mayo de 2019

Meditación: Juan 6, 35-40

Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre.
Juan 6, 35

Cuando termina un importante partido internacional de fútbol, los canales de televisión presentan los pormenores de las mejores jugadas, los casos de controversia, los goles de uno y otro lado, todo ello matizado con entrevistas a los jugadores y entrenadores.

Algo parecido podríamos pensar que es la temporada de Pascua: Un largo “programa posterior al partido”, porque no hay ningún otro acontecimiento en la historia de la humanidad más importante que la muerte y la resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. Por eso bien vale la pena examinarlo en todos sus detalles y llegar a entender su significado de la mejor manera posible.

¿Y cuál es uno de los entendimientos más importantes que podemos adquirir en esta temporada de Pascua? ¡Que fuimos creados para la eternidad! Así lo explicó el Señor a sus discípulos: “La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día” (Juan 6, 40). Cuando un joven piensa en la voluntad de Dios para su vida, suele considerar cuál será la vocación que tenga: ¿Quiere Dios que yo me case o que sea monja o sacerdote? ¿Debería yo ser maestro de escuela, misionero o contador? Pero lo más importante de todo es el hecho innegable de que la voluntad de Dios, aparte de la profesión o apostolado que tú escojas, es que tengas vida eterna y vivas junto a él para siempre.

Esta verdad es la que sustenta todo lo demás. No es algo confuso, discutible ni incierto. Tu Padre quiere llevarte al cielo y lo ha querido siempre, tanto así que envió a su Hijo único a dar su vida para salvarte a ti y a muchos otros. Lo que Dios quiere es que tú nunca estés separado de su amor y su presencia. Todo lo demás son detalles, tal vez importantes, pero nunca más que el hecho de que tú eres valioso para Dios, pues él quiere que tú pases con él la eternidad.

Ahora mismo, Dios está junto a ti y te dice: “No tengas miedo; yo te ayudaré a hacer lo que te pido. Yo te daré todo lo que necesites para que vivas junto a mí para siempre.” Así que, hermano, haz oración, pídele guía a tu Padre celestial y pon atención a las señales e inspiraciones que en cualquier momento o circunstancia recibas para saber qué hacer.
“Padre eterno y fuente de amor, quiero estar junto a ti para toda la eternidad. Guíame, Señor, y protégeme siempre en tu presencia.”
Hechos 8, 1-8
Salmo 66 (65), 1-7

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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