jueves, 9 de mayo de 2019

Meditación: Hechos 8, 26-40

¿Entiendes lo que estás leyendo? (Hechos 8, 30)

Inspirado por el Espíritu Santo, Felipe inicia esta conversación con una pregunta y eso lleva al funcionario etíope a responder con su propia pregunta. Luego Felipe comparte con su nuevo amigo la buena nueva de Jesús. Algo se estaba agitando en el corazón del etíope y la inocente pregunta de Felipe abrió las compuertas de la gracia.

Compartir la fe a veces parece intimidante. Ojalá fuera tan simple, podríamos pensar; pero no tiene por qué ser así; una sola pregunta amigable puede abrir la puerta. Aunque no lo vemos, Dios va delante de nosotros, como lo hizo con Felipe, y prepara el corazón de las personas inspirando preguntas, como las que el funcionario etíope indudablemente se hacía. Entonces, lo que nos toca hacer a nosotros es dialogar con estas personas para que Dios pueda utilizarnos. ¿Cómo? Al igual que Felipe, podemos interesarnos, preguntar y escuchar.

Primero, interésate: Felipe estaba listo y dispuesto a ir a donde Dios lo llevara para así compartir la buena nueva de Jesús. Es posible que tú no tengas inspiraciones como la que tuvo Felipe, pero el Espíritu te guiará hacia las personas que Dios ponga en su camino. Él te ayudará a interesarte en ellas y encontrar el tiempo necesario para entrar en contacto con esas personas. Aun si es simplemente una sonrisa o una mirada, tú puedes manifestarles que su vida y su destino te interesan. Y eso puede hacer la gran diferencia.

Luego, pregunta: Simplemente haz una pregunta. Muchas personas viven completamente aisladas, pero se sentirían felices si les das atención y te interesas en ellas, en sus familias y en sus preocupaciones. Así puedes descubrir lo que llevan en su corazón.

Finalmente, escucha: No trates de convencer, simplemente trata de entablar un diálogo. Escucha lo que el otro quiera decirte. No se trata de persuadirlo, sino acompañarlo por el camino de su propio encuentro con Jesús. Muchas amistades duraderas y conversiones se han iniciado con una simple conversación amistosa sobre Dios.

Dar testimonio de tu fe no tiene por qué ser complicado. Comienza con lo simple: interésate, pregunta y escucha. Como sucedió con Felipe, el Espíritu Santo te dará oportunidades para compartir tu fe, justo en el momento preciso.
“Señor y Salvador mío, ayúdame a abrir la boca, pero primero ayúdame abrir el corazón para interesarme y los oídos para escuchar.”
Salmo 66 (65), 8-9. 16-17. 20
Juan 6, 44-51
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario