sábado, 4 de mayo de 2019

Meditación: Hechos 6, 1-7

Eligieron a Esteban. (Hechos 6, 5)

Después de recibir la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, los apóstoles empezaron a proclamar la resurrección con valentía. Muchos judíos de Jerusalén aceptaron a Jesús como el Mesías y la Iglesia primitiva crecía día a día; pero junto con ese rápido crecimiento también surgieron las dificultades.

Uno de esos problemas fue la distribución equitativa de los recursos que habían sido donados por los miembros de la iglesia para los necesitados. Lucas nos dice que “hubo ciertas quejas de los judíos griegos contra los hebreos, de que no se atendía bien a sus viudas” (Hechos 6, 1).

En esta primera etapa de la Iglesia, todos los creyentes eran judíos. Sin embargo, algunos —los “hebreos”— eran nativos de Judea que hablaban arameo y utilizaban las escrituras hebreas. Otros —los griegos o helenistas— eran judíos inmigrantes que vivían en Jerusalén pero que habían nacido y crecido en países vecinos de habla griega, por lo que utilizaban la traducción griega de la Escritura. Al parecer, los hebreos miraban a los de habla griega por encima del hombro, como si éstos fueran creyentes de segunda clase, porque los consideraban extranjeros.

Los apóstoles no abandonaron la predicación de la Palabra de Dios para resolver este problema. Más bien, propusieron a la comunidad que eligieran hombres confiables para que nadie fuera desatendido. De esta forma, la Iglesia resolvió su primera crisis interna preservando la unidad y distribuyendo los bienes de una manera más justa para el cuidado de los necesitados.

Esta situación nos recuerda un poco a la Iglesia de la actualidad. No hay suficientes sacerdotes y ocasionalmente hay quienes se sienten desatendidos. Tanto dentro como fuera de nuestras parroquias hay lugares a los que un sacerdote, que siempre está muy ocupado, simplemente no puede llegar; pero nosotros los fieles laicos podemos llevar la presencia de Cristo a esos lugares.

¿Te parece que Dios te está mostrando una inquietud particular o te está pidiendo que atiendas a una necesidad especial? ¡No ignores estas exhortaciones! Ellas significan un nuevo comienzo para ti. Y al igual que los creyentes de la primera lectura de hoy, el servicio que prestes te puede llevar a estar más plenamente capacitado por el Espíritu del Señor.
“Señor Jesús, quiero decir que sí a tu llamado. Ayúdame a servir a tu pueblo con amor y generosidad. ¡Señor, haznos un solo cuerpo!”
Salmo 33 (32), 1-2. 4-5. 18-19
Juan 6, 16-21

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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