martes, 14 de mayo de 2019

Meditación: Juan 15, 9-17

Como el Padre me ama, así los amo yo.
Juan 15, 9

El amor es la vida y la fuerza del Evangelio. En la cruz, Cristo triunfó sobre el pecado, la muerte y Satanás, no porque lo mereciéramos nosotros, sino sencillamente porque Dios nos ama con amor eterno e incondicional. Tan grande es el amor del Padre que llegó incluso a entregar a su único Hijo para salvarnos, aunque no lo merecíamos: “El amor consiste en esto, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros” (1 Juan 4, 10).

Este es el mismo amor que Cristo está constantemente prodigando a sus discípulos, un amor en el cual podemos “permanecer”, descansando en la generosa provisión de Dios, y él nos dice cómo hacerlo: obedeciendo sus mandatos, y amándonos “unos a otros como yo los he amado a ustedes.” No se trata de merecer el amor y la aprobación divina, porque eso ya lo hemos recibido por la misericordia de Dios; se trata de conocer y experimentar su amor en forma personal y práctica, a fin de compartirlo con nuestros semejantes.

En los servicios y actividades normales y especiales que cumplimos en la iglesia, en el vecindario e incluso en el hogar, Jesús nos pide que seamos portadores de su amor para los demás. El mismo Señor quiere que su luz resplandezca en cada uno de nosotros, para que otras personas se sientan interesadas en conocerlo y le entreguen su vida.

Conocer la realidad del amor incondicional de Dios es de importancia vital para nuestra fe. De no ser así, podemos reducir el cristianismo nada más que a una serie de obligaciones y prohibiciones, lo que nos llevaría a tener un mensaje evangélico desprovisto de poder; más bien basado solamente en nuestra dudosa obediencia y no en el amor de Dios, que todo lo transforma. Pero Jesús quiere que su amor sea la base de nuestras obras; quiere misericordia, no sacrificio. Mediante su cruz, Cristo nos ha librado del pecado, que endurece el corazón humano y no nos deja ver su amor infinito y gracias a su sacrificio redentor podemos recibir el poder del Espíritu Santo. El Señor, que te ama como nadie más te ama, te guiará paso a paso en la medida en que tú creas y confíes en él.
“Espíritu Santo consolador, que te derramas con poder sobre todos los que aceptan el amor del Padre, ayúdanos a recibirte con el corazón abierto. Ven, Espíritu Santo, y revélame el amor de Dios, para que yo conozca hoy el poder del Evangelio en mi vida.
Hechos 1, 15-17. 20-26
Salmo 113 (112), 1-8

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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