viernes, 31 de mayo de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,23b-28

Evangelio según San Juan 16,23b-28.

Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.
Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.
Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes,
ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios.
Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Jesús nos enseña hoy en el evangelio cómo debemos orar para que nuestras palabras alcancen el corazón del Padre del cielo. Es verdad que cuando rezamos, solemos sufrir muchas distracciones, ¡llevamos tantas cosas en la cabeza! Y a veces llegamos a pensar que no vale la pena rezar así, porque nuestra mente no se centra en las palabras que decimos. Pero la verdad es que la oración que hacemos en el nombre de Jesús, siempre llega al corazón del Padre y obtiene su fruto, tal vez no exactamente lo que nosotros querríamos. Pero nadie sale con las manos vacías de la presencia de Dios nuestro Padre.

Jesús quiere además que experimentemos alegría en la oración y nos dice: “pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa”. Es la alegría que brota del corazón que se ha abierto con toda confianza ante la bondad infinita del Señor. Y aunque a veces la tristeza o la angustia o la enfermedad llene nuestra alma, estando frente al sol siempre experimentaremos calor, es calorcito íntimo que nos da la seguridad de que alguien nos escucha y está a nuestro lado.

He aquí una historia sorprendente que demuestra que también en la enfermedad incurable se puede vivir, no sólo con resignación, sino con alegría.

La sierva de Dios María Florencia Domínguez Netto (por sobrenombre Piché) nació en Asunción, Paraguay, el 27 de octubre de 1917. Desde los primeros años de su infancia vivió en Encarnación donde sus padres pusieron su domicilio.

A los cinco años de edad comenzó su enfermedad de parálisis, que ya no la dejaría en toda su vida. La parálisis fue inmovilizando los miembros de su cuerpo y a los nueve años se vio obligada a vivir postrada en cama, de la que ya no salió hasta su muerte, acaecida el 17 de noviembre de 1982. Total 56 años postrada en la cama.

Ella, bajo la luz del Espíritu Santo, penetró en el misterio de la cruz y aprendió a ver en el dolor un favor del Señor y una muestra de su predilección, por eso, cuando más arreciaba el dolor, que según los médicos que la atendieron, tenía que ser muy fuerte, ella solía repetir:

- “Son caricias de mi buen Jesús”.

Adquirió el difícil arte de hacer de la renuncia y el dolor, una fuente de amor y un camino de santidad. Era su medio de apostolado, acercaba a Dios a cuantos la visitaban.

Al cumplir los cincuenta años hizo imprimir un recordatorio: “En recuerdo y eterna gratitud al Señor porque me ha elegido para servirle durante 50 años desde esta cama a través de la enfermedad”. Y ponía la fecha: 6 diciembre 1925 a 1975 y debajo la frase: “Sea mil veces bendito el sufrimiento que me ha acercado a Dios”.

Es admirable el gesto heroico de Maria Florencia aceptando la enfermedad, y admirable también el amor de los familiares que la cuidaron a lo largo de tantos años.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

Meditación: Lucas 1, 39-56

Visitación de la Bienaventurada Virgen María (Fiesta)
Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu
se llena de júbilo en Dios, mi Salvador.
Lucas 1, 39

La visitación de la Virgen María a su parienta Isabel es una prueba irrefutable de que la fe en las promesas de Dios es fuente de un gozo enorme y una gran bendición. Hubo una serie de eventos que sucedieron cuando María fue a visitar a su prima Isabel. El pequeño Juan Bautista, aún antes de nacer, reconoció la presencia de Jesús en el saludo de la Virgen, se llenó del Espíritu Santo y brincó de gozo en el vientre de su madre Isabel, que también se llenó del Espíritu y proclamó con gran fe y alegría: “Bendita tú entre las mujeres.” Viendo que Isabel estaba igualmente encinta, María se alegró tanto al comprobar que el plan de Dios para la salvación del mundo entraba en acción que prorrumpió en jubilosas alabanzas al Altísimo.

¡Qué extraordinaria escena debe haber sido ésta, porque Juan, Isabel y María expresaban un gozo inefable como resultado de su fe en Dios! El Todopoderoso cumplía, en la santísima Virgen, lo que había prometido desde antaño (Miqueas 5, 1-4). Ella confiaba en que Dios cumpliría fielmente su promesa, y se llenaba de júbilo al comprobarlo. María creía en Dios y por eso tuvo ojos de fe para ver el designio divino bajo la luz de la verdad, y entendió que Dios, actuando así, se hacía presente en el mundo de un modo totalmente nuevo.

Es cierto, pues, que el Todopoderoso ha entrado en el mundo y está con nosotros en Jesucristo, nuestro Señor. Lo hizo derribando el muro divisorio que el pecado había levantado entre el ser humano y la divinidad, y devolviéndonos la heredad que nos pertenecía como hijos suyos. Ahora podemos experimentar la paz, el gozo, el amor y la presencia de Dios todos los días. ¡Y podemos confiar en que Dios nos sostiene con su mano victoriosa! (Isaías 41, 10).

En efecto, en Cristo recibimos todo lo que Dios nos ha prometido. Si le pedimos según su voluntad, el Señor iluminará nuestra mente para que, leyendo sus promesas en la Escritura y escuchándolas en la liturgia, entendamos la magnificencia de lo que Jesús ha hecho por nosotros. Nuestro corazón también saltará de gozo por la inmensa gratitud que sentiremos.
“Dios todopoderoso, que inspiraste en la Virgen María el deseo de visitar a su prima Isabel, concédeme, te lo ruego, ser dócil al Espíritu para que yo también cante tus maravillas.”
Sofonías 3, 14-18
(Salmo) Isaías 12, 2-3. 4-6
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

jueves, 30 de mayo de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,39-56

Evangelio según San Lucas 1,39-56.

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. 
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: 
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación 
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos 
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, 
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, 
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Al terminar el mes de mayo celebramos a santa María, la Madre de Dios, que visita a su prima Isabel. Lleva en su seno a Cristo, el Señor. Recorre los caminos de Palestina para compartir la alegría del regalo de la maternidad con su prima, que a pesar de su vejez, espera también un hijo.

En esta fiesta de la Virgen María son muchísimas las alusiones directas de la Palabra de Dios a la alegría, al júbilo, al regocijo, al gozo, a saltar, a danzar, a ser dichosos…

La Palabra de hoy inflama el corazón de agradecimiento, impulsándonos no sólo a contar la experiencia de Dios en nuestra vida, sino también a cantar las maravillas que Dios Padre realiza en sus hijos.

En María podemos contemplar la plenitud de esta alegría, de esta jubilosa alabanza que le hace ponerse en pie, ponerse en camino y atravesar aprisa regiones montañosas y, de este modo, hacer posible y actual la continua visita de Dios a su pueblo, un Dios que disfruta estando con sus hijos.

-¿Cómo es que la Madre de mi Señor viene a mí?, dice sorprendida Isabel. María en medio de aquellas regiones montañosas viene a traer la alegría, porque lleva en su seno a Aquel que es la verdadera alegría, Jesús.

Su canto “Proclama mi alma la grandeza del Señor” es ante todo un estallido de alegría. Y ¿de dónde nace su alegría? De la experiencia de sentirse mirada por Dios. Hoy no es fácil entender lo que significa “ser mirado por Dios”.

María da una importancia enorme a este acontecimiento, por eso dice que todas las generaciones la llamarán bienaventurada, porque no hay nada más grande que pueda acontecer en la vida de una persona que ser mirada por Dios, es decir, elegida por Él.

Todo ello nos conduce a abrir esos “ojos del corazón,” que saben mirar más allá de las apariencias y permiten captar lo que permanece invisible a la percepción de la mente y sólo puede alcanzarse con el amor. Donde reina el amor allí hay ojos que saben ver en profundidad. Sólo conoce de verdad el que ama. En efecto, la capacidad de amar es como una lente de aumento o un microscopio, que te hace ver lo que los ojos normales no ven.

Ojalá nuestra vida sea también un canto nuevo y bello por las maravillas que dejamos hacer a Dios en nuestra pequeñez.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

Meditación: Juan 16, 16-20

[En las diócesis que hoy celebran la Ascensión del Señor, se leen las siguientes lecturas: Hechos 1, 1-11; Salmo 47 (46); Efesios 1, 17-23; Lucas 24, 46-53]

Padre celestial, ¡con qué sabiduría escogiste el tiempo y el lugar en que Jesús vendría a este mundo! Al enviarnos a tu Hijo como una criaturita tierna e indefensa, nos mostraste el poder de la humildad, y mientras Jesús obedecía tu voluntad, nos hiciste ver el poder inmenso de la obediencia inquebrantable y el amor verdadero. Él, soportando el peso de los pecados del mundo, tomó en su propia persona el castigo que merecían nuestras maldades. ¡Pero no pereció! El Cordero inmaculado derrotó el pecado, la muerte y a Satanás. Te alabamos, Señor, porque ahora podemos conocerlo mejor, y te damos gracias por lo grande e ilimitado que son tu amor y tu poder.

La última vez que el mundo contempló a tu Hijo lo vio como hombre traicionado, maldecido y arrebatado por la muerte. Pero, con los ojos de la fe, ahora podemos ver que tu voluntad se cumplió por medio de él: tú, Señor, has sometido “todas las cosas bajo los pies de Cristo” (Efesios 1, 22) y lo has exaltado a lo más alto del cielo, por encima de todo gobierno, autoridad, poder y dominio, y por sobre todo lo que jamás haya existido o vaya a existir.

Padre eterno, nos postramos para adorar a tu Hijo Jesús, nuestro Señor. Y, sobre todo, te damos gracias porque quisiste rescatarnos, aunque estábamos condenados y así nos salvaste del castigo que merecíamos.

Jesucristo, Señor y Dios nuestro, poderoso Rey del universo, te rogamos que nos concedas fuerzas y prudencia para llevar tu regalo de la salvación a todo ser humano. Cuando estábamos sumidos por completo en el pecado, tú nos redimiste y nos amaste hasta el fin y nos has concedido todas las cosas en el cielo nombrándonos coherederos contigo.

Jesús ha inaugurado ya el Reino de Dios, Reino que jamás será destruido, Reino que es eterno. De nosotros depende que este Reino sea grande, sustentado en la verdad y el amor; que se fortalezca en una unión monolítica por medio de la caridad, el perdón y la generosidad. ¿Cuándo fue la última vez que tú, querido hermano, le dirigiste al Señor una oración de agradecimiento, alabanza y adoración?
“Señor Jesucristo, Rey y Soberano mío, te alabo y te bendigo y te entrego mi vida en tus santas y venerables manos para tu mayor gloria y para la salvación mía y de mis seres queridos.”
Hechos 18, 1-8
Salmo 98 (97), 1-4

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR del Evangelio según San Juan 16,16-20

Evangelio según San Juan 16,16-20.
Jesús dijo a sus discípulos: 
"Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver".
Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: "¿Qué significa esto que nos dice: 'Dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver'?. ¿Y que significa: 'Yo me voy al Padre'?".
Decían: "¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir".
Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: "Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras: 'Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver'.
Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Os animo hermanos a la leer con atención y reflexionar la palabra de Dios que tienen en sus manos. Es el mejor alimento diario de nuestra fe, si queremos seguir a Jesús. 
Y lo primero que hay que hacer para tomar esta decisión de seguirle, es escuchar su llamada, tener el oído despierto. Sabemos bien que la fe no consiste primordialmente en creer algo sobre Jesús, sino en creerle a él, a su persona y entregarle nuestro corazón.

Los apóstoles no siempre comprendían lo que Jesús les explicaba, pero confiaban en él, en su persona y estaban a su lado. “No entendemos lo que dice”, se lee en el evangelio de hoy. Y es que para entender a Jesús primero hay que quererle. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos falta la alegría de quienes viven alimentándose de su Palabra y dando gracias cada día de haberle conocido. Jesús es nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestro mejor Amigo que nunca falla. Él nos lleva de la mano hasta el Padre.

Jesús les anuncia que están llamados a dar a luz un mundo nuevo, basado en el amor y guiado por el Espíritu Santo. El dar a luz produce un sufrimiento, pero acaba en una alegría inmensa. Este momento está cercano, casi a la mano. Van a tener valor para enfrentar todas las dificultades que se presenten, porque Jesús está con ellos como el Padre ha estado siempre con Jesús.

Pero cuando falta el seguimiento de Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en el propio corazón y en la comunidad cristiana, nuestra fe corre el riesgo de quedar reducida a una aceptación de creencias, de costumbres, de palabras que no entendemos.

Es fácil entonces instalarnos en algunas prácticas religiosas, sin dejarnos cuestionar por las llamadas que Jesús nos hace desde el evangelio que leemos cada día. Sólo seremos sus discípulos si le damos el abrazo de la fe.

Sucedió el 19 de agosto 2000 en Roma con ocasión de la XV Jornada Mundial de la Juventud ante dos millones de jóvenes reunidos en la Vigilia de oración con el Santo Padre. Massimiliano, nacido en Roma, dio su testimonio: “He nacido en una sociedad en la que todo se puede comprar y en la que tengo de todo. Tengo una familia unida, en casa no me falta de nada, tengo estudios en la Universidad, tengo asegurado mi puesto de trabajo. No he conocido ni la guerra ni las deportaciones ni el control de la libertad, como muchos de los jóvenes que están aquí. Me considero un joven privilegiado. Pero un día leyendo el Evangelio de Jesús encontré estás palabras que me impresionaron muchísimo –las que Jesús dijo al joven rico- :

“Todavía te falta una cosa...” ¿A mí me faltaba algo todavía? Sí, era cierto: ME FALTABA EL AMOR A LOS POBRES... “

Hoy, en pleno siglo XXI, este joven ha sentido el llamamiento a dar lo que tenía a los pobres y a seguir a Cristo. En su encuentro con los pobres de Roma, este joven busca ahora vivir como Jesús, entregando su vida por los demás. Y continúa diciendo: “Procuro hacerme amigo de ellos: ellos ya conocen mi nombre y yo conozco el nombre de algunos de ellos. Y todo esto no lo hago yo solo, pues estoy con un grupo de amigos que tienen los mismos ideales que yo”.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 29 de mayo de 2019

Meditación: Juan 16, 12-15

Cuando venga el Espíritu de la verdad,
él los irá guiando hasta la verdad plena. (Juan 16, 13)

Estas palabras son tan conocidas que a veces nos cuesta entender el profundo mensaje que comunican. Jesús decía que el Espíritu nos enseñaría toda la verdad; que tomaría la verdad que él enseñaba y nos la haría saber. Esto es lo que Dios más quiere de nosotros: que lo conozcamos, experimentemos su amor y su paz y recibamos la plenitud de la verdad divina.

El Espíritu de Dios nos revela a Cristo, el camino, la verdad y la vida, para que sigamos sus pasos. Muchas veces tenemos preocupaciones, dificultades en la familia, el trabajo o la escuela; enfermedades y relaciones problemáticas con amigos o parientes, y queremos que Dios nos dé respuestas y soluciones específicas. Lo que el Espíritu quiere hacer es revelarnos a Jesús, para que en él encontremos el apoyo, la guía y las respuestas que buscamos.

Mucho es lo que podemos aprender acerca de Dios, pero solo por el Espíritu Santo somos capaces de conocer personalmente a Cristo, y recibir su vida y su verdad en el corazón. El Espíritu nos da la revelación, no solo a nivel intelectual, sino en lo más íntimo de nuestro ser. Porque si pudiéramos conocer a Dios solo con la inteligencia humana, ¿para qué necesitaríamos que el Espíritu nos condujera a la verdad divina?

Dios desea comunicarnos sus verdades mediante la revelación espiritual. Ya nos ha enseñado mucho en la Escritura, tanto que nos extrañamos de que aparentemente esa verdad dé tan pocos frutos de santidad y fidelidad. Una de las razones de esto es que por lo general no buscamos la sabiduría del cielo ni esperamos que Dios nos enseñe.

Un grave peligro actual es que no dedicamos tiempo para hacer oración ni para estudiar la Sagrada Escritura, y no esperamos que el Espíritu Santo nos instruya. Es demasiado lo que nos fiamos de nuestros propios razonamientos, o de los criterios de la sociedad en la que vivimos, que de hecho están oscurecidos y retorcidos por el pecado, y rechazamos la Palabra de Dios cuando ésta no coincide con lo que nos dicta el mundo. Esto es algo que debemos cambiar lo más pronto posible, a fin de que el Espíritu Santo pueda actuar libremente en nuestro corazón.
“Espíritu Santo, revélanos a Jesús, y enséñanos las verdades de Dios. Concédenos la paz y la constancia necesarias para meditar en tu palabra.”
Hechos 17 15-16. 22—18, 1
Salmo 148, 1-2. 11-14

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,12-15

Evangelio según San Juan 16,12-15.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 
"Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

La primera lectura nos presenta al apóstol S. Pablo en la ciudad de Atenas. Hoy día es la capital de Grecia; en aquella época era la capital de los filósofos y los sabios. Por eso el apóstol comienza con una explicación del mensaje cristiano de acuerdo con lo que observa en aquella ciudad en la que se discutía de todas las últimas novedades que surgían en el mundo.

Pablo observa que en el lugar donde los sabios se reúnen, hay un altar dedicado al “dios desconocido”. Y tomando pie de alguien a quien no conocen, les habla de Jesús que ha resucitado y juzgará a la humanidad.

Lastimosamente, como dice el mismo apóstol S. Pablo: “Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron: «De esto te oiremos hablar en otra ocasión».

Pero “algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos”.

Es maravilloso ver cómo la palabra de Dios es una semilla que siempre, de una manera u otra, da un fruto en las personas. Y también sucede que cuando pensamos que todo ha sido un fracaso, aparecen sus frutos donde menos esperábamos.

El evangelio de Juan anuncia al Espíritu Santo defensor de los apóstoles. Jesús insiste en que será él quien lleve a los discípulos a descubrir todo el alcance de lo que les ha enseñado. No aportará revelaciones nuevas, sino que llevará a los discípulos a descubrir en profundidad todo lo que Jesús ha querido decir. El Espíritu Santo que mantiene unida a la comunidad le da también la fuerza y sabiduría para enfrentar las injusticias del mundo y los fracasos.

Bernardo, un sacerdote colombiano joven, fue enviado a África como misionero con tres Hermanas Misioneras de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta. Era una región en la frontera entre Somalia y Tanzania totalmente de religión musulmana. Al parecer aquellas gentes no tenían ningún interés en que unos extranjeros cristianos vivieran entre ellos. Por eso nadie les ofrecía hospedaje ni un terreno donde construir sus casitas.

Entonces decidieron instalarse en unos contenedores que habían conseguido transportar hasta allí, pero hacían tantísimo calor dentro de ellos, que apenas podían dormir por la noche.

El sacerdote, para ayudar a la gente pobre, recorría en bicicleta la región, pues no tenía dinero para comprar un coche o una moto. Las Hermanas recorrían a pie visitando las casas donde había personas enfermas para poder ayudarles.

Un día al regresar en la noche se encontraron con que les habían prendido fuego a los contenedores y todo lo que tenían se había quemado.

Bernardo se desesperó y cayendo de rodillas le dijo a Dios:

-Señor, ¿por qué todo esto? Nosotros estamos aquí para servirles. Todos los días recorremos la región visitando a los enfermos, ayudando a los pobres. Y empezó a llorar. 
De lejos la gente miraba…

Al día siguiente sucedió el milagro. Dios tocó el corazón a familias buenas que veían lo que aquellos Misioneros hacían y les ofrecieron sus casas para vivir.
Incluso les ofrecieron terreno para construir sus casitas y huertas.

El misionero esparce la buena semilla, pero es Dios quien la hace crecer. Y el Padre del cielo nunca abandona a sus hijos.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 28 de mayo de 2019

Cómo vivir "Rumbo a Pentecostes?

Estamos viviendo comunitariamente
El tiempo litúrgico más lindo de nuestra Iglesia.
La Resurrección del Señor inicia en nosotros un caminar
En Fe, Esperanza y Caridad hacia la plenitud de Pentecostés.
En el año 2011 habiendo conocido el libro “Rumo a Pentecostés” (Rumbo a Pentecostes) escrito por Mons. Jonas Abib lo hemos propuesto como camino. Pasados 8 años queremos invitarte a revivir ese camino sabiendo que el Divino Espíritu Santo hace nuevas todas las cosas. 

En nuestro camino hacia PENTECOSTES
seguiremos las acciones sugeridas en dicho libro.
Cuatro son las columnas que sustentaran nuestro caminar:

1º Columna
ORAR CON LA IGLESIA
Dice Mons. Jonas que “sólo es posible evangelizar por medio del derramamiento del Espíritu Santo que realizara prodigios y señales y transformará vidas, así como Jesús cuando estaba en la tierra”
Oramos con la Iglesia recitando todos los días la siguiente oración:

Oh Dios que santificas nuestra Iglesia entera
En todos los pueblos y naciones,
Derrama por toda la extensión del mundo
Los dones del Espíritu Santo
Y realiza ahora en el corazón de los fieles
Las maravillas que operaste
En los inicios de la predicación del Evangelio.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
En la unidad del Espíritu Santo.
Amén”

2º Columna
LECTURA ORANTE DE LA PALABRA
“La palabra de Dios necesita ser masticada como el alimento,
Digerida, asimilada y tornarse sangre en nuestras venas, vida en nuestras vidas.” (Mons. Jonas p.11 Rumo a Pentecostés)
La fórmula más eficaz para quien quiere caminar
En los caminos de Jesús es simple: lectura orante de la Biblia y diario espiritual.


























3º Columna
ACTITUD DE FE
No se trata tanto de buenos propósitos sino más bien de actitudes inspiradas por el Espíritu Santo que tienen el poder de transformarnos en nuevas criaturas.
Será el Santo Espíritu quién nos definirá semanalmente una meta y vendrá en nuestro auxilio para alcanzarla. 
Nosotros queremos y buscamos,
El Espíritu Santo, realiza.

4º Columna
GESTOS CONCRETOS
El cristianismo no es tanto una utopía, señala Mons. Jonas, es sobre todo VIDA. Es aprender a vivir como vivió Jesús. Es amar con gestos concretos como Jesús Amó. Es hacer nuevas todas las cosas por medios de gestos simples.

Meditación: Salmo 138 (137), 1-3. 7-8

Después de azotarlos mucho,
los metieron en la cárcel.
Hechos 16, 22

¿Qué harías tú, querido lector, si te tomaran preso, te azotaran y te metieran en la cárcel solo por creer en Cristo? Esto les pasó a Pablo y Silas, pero a pesar de lo terrible que era eso, ¡se pusieron a orar con alegría y cantar alabanzas al Señor! ¿Por qué pudieron reaccionar de esta forma? Porque llevaban en su corazón la fuerza del Espíritu Santo.

¿Cuál fue el resultado de la oración de estos apóstoles? El carcelero y toda su familia se arrepintieron de sus pecados, se convirtieron y aceptaron a Jesús como Señor y Salvador. Si contamos a sus hijos, padres y otros parientes, e incluso sus sirvientes, es posible que ese día se hayan agregado unas 20 personas al Reino de Dios. Todos ellos experimentaron la conversión porque Pablo y Silas se preocuparon más de la propagación de la Palabra de Dios que de lo que les sucedía a ellos en esos momentos.

El carcelero, al ver los efectos de la oración de los discípulos, reconoció que allí estaba la verdad. El terremoto y el hecho de que las puertas de la cárcel se abrieran milagrosamente fueron para él una demostración innegable del poder de Dios. En efecto, si el Señor es un Dios tan poderoso que contesta las oraciones de una manera tan extraordinaria y maravillosa, no hay duda de que hay que ponerle atención, porque tendremos que responderle a él de nuestros actos. ¡Que magnífica iluminación espiritual debe haber recibido el carcelero! Al instante supo que necesitaba la salvación y tuvo la humildad suficiente para pedirle ayuda a aquel que tenía preso: San Pablo (v. Hechos 2, 37).

Hermano, hazte hoy unas preguntas. Primero: ¿He experimentado yo una conversión como la del carcelero? ¿Le he entregado mi vida a Cristo y le he pedido que perdone mis pecados y sea mi Señor? Si no puedes contestar estas preguntas en forma clara y afirmativa, pídele a Dios la gracia de una conversión más profunda. Segundo: ¿Me gustaría tener el gozo de llevar a otras personas a Cristo? Si respondes que “sí”, dedícate a orar y leer la Escritura todos los días, para que la Palabra de Dios resplandezca con mayor brillo en tu corazón. Así podrás ser un buen testigo e instrumento del Señor.
“Padre eterno, que eres generoso y compasivo con todos tus hijos, ayúdame a llevar a otras personas a la conversión. Ven, Espíritu Santo, y derrama tu poder sobre todos los creyentes.”
Juan 16, 5-11
Hechos 16, 22-34

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,5-11

Evangelio según San Juan 16,5-11.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 
"Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?'.
Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido.
Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.
Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio.
El pecado está en no haber creído en mí.
La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán.
Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

El libro de los Hechos de los Apóstoles narra cómo sufrieron los apóstoles y sus colaboradores para difundir la Palabra de Dios por el mundo. La lectura de hoy nos explica que después de golpear con varas a Pablo y Silas, los encerraron sin juicio alguno en la cárcel como si fueran los peores criminales. Lo sorprendente es que ellos no se desesperan y hasta cantan himnos en la oscuridad de la prisión.

¿Ha valido la pena tanto sacrificio? Por supuesto. Esa humillación, esos sufrimientos han preparado el terreno para que la semilla de la Palabra de Dios fructifique en la conversión del carcelero y su familia. Ellos y Lidia, la primera cristiana de Europa, formarán la comunidad cristiana de Filipos, dentro del territorio de la Grecia actual.

En el evangelio escuchamos la conversación que tuvo Jesús con sus discípulos. Veía que se entristecían cada vez que les hablaba de su partida. Y que tenía que regresar junto al Padre. También hoy nosotros nos sentimos abrumados cuando miramos tantas situaciones difíciles que tenemos que enfrentar y nos sentimos solos, como si el Señor nos hubiera dejado de su mano. No, no estamos solos. Jesús nos ha prometido la fuerza de lo alto, es decir al Espíritu Santo, que mora en el corazón de cada uno de nosotros. ¡Y sus promesas se cumplen!
¿Ha cambiado algo en la tierra con la entrada de Jesús en la gloria del Padre? Exteriormente, nada. La vida sigue igual: tiempo de sembrar y de cosechar, de comerciar, de construir casas, de viajar, de llorar y reír, todo como antes. Ni siquiera los Apóstoles han salido favorecidos a la hora de experimentar, como todas las demás personas, dramas y angustias. Sin embargo, algo increíblemente nuevo ha sucedido: todo parece lo mismo, pero es distinto el modo de verlo y de vivirlo. Porque el que tiene fe de verdad ve el mundo con ojos nuevos. Todo está impregnado de sentido, nada entristece, nada asusta. Nuestra fuerza no está en nosotros, sino en el Espíritu Santo que mora en nuestro corazón. La luz de la fe nos ayuda a descubrir más allá de las desgracias, la miseria y los errores humanos, la mano del Señor que construye su reino.

El testimonio de los 51 Beatos Mártires Claretianos de Barbastro, en España, es una demostración de cómo la fuerza interior de la fe en Jesús resucitado es capaz de transformar un grupo de más de 40 jóvenes en Mártires. Es cierto que el martirio no se improvisa, y ellos se venían preparando desde hacía meses. Las semanas de cárcel las enfrentaron juntos apoyándose unos a otros. Pudieron incluso comulgar tomando la eucaristía escondida en el pan del desayuno. La película “Un Dios prohibido” narra con mucha fidelidad histórica los momentos de heroísmo de este grupo de seminaristas claretianos españoles fusilados en 1936.

Nuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 26 de mayo de 2019

Meditación: Juan 14, 23-29

Les dejo la paz. (Juan 14, 27)

En pocas horas, Jesús había anunciado que Judas lo traicionaría, que Pedro lo negaría y que él volvería al Padre, ¿cómo no se iban a sentir desconcertados los discípulos? Jesús sabía que estos anuncios les causarían inseguridad, por eso les prometió que no los dejaría huérfanos y que en el futuro podrían gozar de una nueva relación directa como él. ¿Cómo? Él mismo derramaría el Espíritu Santo sobre ellos, para que los guardara en su paz (Juan 14, 25-27).

De todas las cosas que el Espíritu Santo vino a realizar en los creyentes, probablemente la más importante es su misión de hacer presente a Jesús en nuestro corazón. En efecto, el Espíritu Santo se nos ha dado como primicia de la redención que Cristo ganó para todos mediante su muerte y su resurrección, para enseñarnos y hacernos recordar todas las maravillosas promesas que Dios ha hecho a sus hijos y para profundizar nuestro entendimiento de todo lo que Jesús enseñó y realizó. Esta es la fuente de la paz.

Pero la paz de Cristo no es realmente la ausencia de conflicto o sufrimiento; es más bien un sentido interior de confiada satisfacción que surge cuando nos esforzamos por obedecer la voluntad de Dios; es el gozo que experimentamos al ampararnos bajo la protección del Padre y ofrecerle morada en nuestro corazón. Es la misma paz que nos envuelve día a día cuando nos disponemos a obedecer la voz del Espíritu.

Para esta semana le sugerimos que se proponga escuchar más atentamente la enseñanza del Espíritu, tanto en su oración personal como al cumplir sus labores cotidianas. Pídale a Dios que le conceda un conocimiento más profundo del poder del Espíritu que actúa en su vida y en la de sus familiares, amigos y conocidos; deje que el Espíritu le enseñe y amplíe su comprensión de cuanto lo ama Dios y cuán poderosamente quiere actuar en su vida y en la vida de otros por intermedio suyo. Si lo hace, sepa que la paz de Cristo le acompañará en todo momento.
“Espíritu Santo ven y llena los corazones de tus fieles más plena y completamente. Ayúdanos a permanecer a tu lado, Señor; guíanos y muéstranos el amor del Padre.”
Hechos 15, 1-2. 22-29
Salmo 67 (66), 2-3. 5-6. 8
Apocalipsis 21, 10-14. 22-23

sábado, 25 de mayo de 2019

Difundiendo el Bautismo en el Espíritu Santo

¿Por qué hablar siempre del bautismo en el Espíritu en la Renovación Carismática Católica?

Para nosotros, para la renovación carismática el bautismo en el Espíritu Santo es el motivo principal para existir. Para la espiritualidad carismática seguir a Jesús a partir del Bautismo o efusión del Espíritu Santo es lo principal, porque es el núcleo central. El espíritu es quien produce la renovación.

​El bautismo en el espíritu santo es el corazón de la acción mesiánica de Jesús es bautizar en el Espíritu Santo: «el que viene después de mí los bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Mt 3,11); «aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda en él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo» (Jn 1,32). Es la obra esencial de Cristo, el cumplimiento de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento en que Dios «derramará su Espíritu sobre toda carne» (Jl 3,1ss).

​​El Espíritu Santo ha suscitado la Renovación Carismática Católica para difundir la experiencia de Pentecostés en nuestro tiempo, para decir a todos los hombres y mujeres de nuestra sociedad que Jesús es el Señor, que ha resucitado. Tener la experiencia del bautismo en el Espíritu es vivir un Pentecostés hoy. Las experiencias y cambios de vida producidos tanto en los apóstoles el día de Pentecostés como por todos los que han tenido su bautismo en el Espíritu. Es una gracia única que hace al hombre reconocer el poderío y señorío de Dios. En ese momento «el hombre reconoce que no es nada y que Dios lo es todo» (P. Cantalamessa).

Quienes han tenido la experiencia del bautismo en el Espíritu han quedado deslumbrados, fascinados por Dios. Entonces la respuesta espontánea, natural de quien se encuentra con Dios y queda fascinado, es la misma que la de los discípulos en Pentecostés desencadena un torrente de alabanza, embriagados por el Espíritu Santo. Y después de la experiencia, nadie puede dejar de hablar de Jesús, que está vivo y que es el Señor. Es el Espíritu Santo nos muestra el camino, no solo nos recuerda lo que debemos hacer sino que nos impulsa a que lo hagamos y nos abre las puertas donde quiere que vayamos para evangelizar con poder.

​El bautismo en el Espíritu recibido por los apóstoles en Pentecostés fue el motor de la evangelización que ha llegado hasta nosotros. El bautismo en el Espí­ritu experimentado por los cristianos de hoy será el que hará creíble y convincente la proclamación de la Buena Nueva en nuestro tiempo, haciendo vida las palabras de Jesús: «He venido a arrojar fuego sobre la tierra y cuánto desearía que ya estuviese ardiendo» (Lc 12,49).

¡Renuevate!, ¡no te detengas! Promueve, difunde, y sigue pidiendo a Dios un nuevo Pentecostés, un perenne bautismo en el Espíritu para la Iglesia y para toda creatura (cf. Jl 3,1ss).

fuente: Carisma y Teología