miércoles, 19 de junio de 2019

Meditación: Mateo 6, 1-6. 16-18

Cuando ustedes ayunen. . . (Mateo 6, 17)

El dramaturgo irlandés Jorge Bernard Shaw una vez escribió: “No hay amor más sincero que el amor por la comida.” Esta cita, aunque graciosa, contiene una gran verdad. ¡Nos encanta la comida! No solo porque sacia el hambre, sino que también nos da consuelo y satisfacción. Por eso, para muchos de nosotros, la idea de no comer intencionalmente, es decir ayunar, nos hace sentirnos incómodos.

Sin embargo, recordemos que la cultura a la que pertenecía Jesús estaba más acostumbrada al ayuno que la nuestra. Dar limosna, hacer oración y ayunar eran las tres disciplinas espirituales más importantes en la fe judía. Particularmente hacer ayuno era considerado una expresión elocuente de arrepentimiento y deseo de volverse a Dios.

El ejemplo de un aparato de radio (sobre todo antiguo) puede ayudarnos a entender. Para encontrar la estación que uno busca se hace girar la perilla hasta sintonizar la frecuencia correcta y escuchar con claridad y sin estática. De igual manera, el ayuno era visto como un método útil para “sintonizar la onda” del Señor y escuchar su voz.

Hoy en día el ayuno es tan valioso como lo era en tiempos de Cristo. ¿Por qué? Porque nos da tiempo para acercarnos al Señor en oración, y el hambre nos ayuda a sintonizarnos con el hambre espiritual que nuestra alma tiene de Jesús. Además, nos hace ver la enseñanza del Señor de que no solamente vivimos de pan “sino también de toda palabra que salga de los labios de Dios” (Mateo 4, 4). Mejor aún, el ayuno nos ayuda a sintonizarnos con el Señor pues nos pone más claramente en contacto con su amor, su voluntad y su paz. Estos beneficios espirituales compensan con creces las sensaciones temporales o la incomodidad del hambre.

Cabe observar, además, que Jesús no dijo “si ustedes ayunan”, sino más bien “cuando ustedes ayunen”, es decir, hay que hacerlo. Si no estás seguro de cómo empezar, no te compliques. Decide saltarte una sola comida (almuerzo o cena) y aprovecha el tiempo para hacer oración, meditar en el Señor o leer las Sagradas Escrituras. Intenta hacerlo una vez por semana y luego ve cómo puedes avanzar más. Te sorprenderás lo rápido que puedes sintonizar la “frecuencia” del Señor.
“Señor Jesús, ayúdame a hacer ayuno y alimentarme más de tu palabra.”
2 Corintios 9, 6-11
Salmo 112 (111), 1-4.9
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros.

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