martes, 4 de junio de 2019

Meditación: Juan 17, 1-11

Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo. 
Juan 17, 1)

Antes de su pasión y muerte, el Señor elevó una plegaria final a su Padre, que leemos en el capítulo 17 del Evangelio de San Juan. En ella, intercedió por todos los creyentes, tanto los de esa época como los del futuro. ¡Qué privilegio es leer estas palabras hoy, dos mil años después, y saber que Jesús pensaba también en nosotros cuando las pronunció! Además, si meditamos en esta oración llegaremos a entender mejor cómo oraba Cristo y cómo era su comunión con el Padre.

Jesús declaró que había llevado a cabo la obra que el Padre le había encomendado, y que había dado a conocer el nombre y el carácter de Dios a los hombres a quienes había sido enviado: “Ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste” (Juan 17, 7-8). Lo que Cristo hizo en la tierra fue manifestar el carácter de su Padre a sus discípulos y a todos los creyentes que vendrían más tarde.

En los cuatro evangelios leemos constantemente que Jesús hablaba de su Padre. Por lo que decía Cristo llegamos a saber que el Padre es todo amor y misericordia y que nos recibe como el padre al hijo pródigo. Jesús dijo: “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Juan 17, 3). En efecto, en esos últimos momentos que pasaba en la tierra, su más sentido anhelo era que los creyentes llegáramos a conocer a nuestro Padre celestial.

¡Tan intenso es el deseo de Dios de que lo conozcamos íntimamente que envió a su propio Hijo a hacerse uno de nosotros! Por lo que Jesús dijo sabemos que el Padre es totalmente digno de confianza, que siempre está dispuesto a ayudarnos; siempre listo a volver a recibirnos, aunque lo hayamos ofendido repetidamente. Él nos da su paz, nos sana y nos llama para que lo sigamos. A pesar de que es infinitamente superior a nosotros, nos invita a entrar en su corazón, ¡porque nos ama con amor eterno! Lo que más desea es que nuestras almas vuelvan a reunirse con él. Hermano, pídele a Jesucristo que sea tu Señor y Salvador y así te salvarás tú y tal vez puedas llevar a tus seres queridos al Señor también.
“Gracias, Cristo Jesús, por revelarnos a tu Padre. Sin ti, estaríamos irremediablemente perdidos y privados de toda esperanza. Ayúdanos a dar a conocer al Padre a todas las personas que veamos hoy día.”
Hechos 20, 17-27
Salmo 68 (67), 10-11. 20-21

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