jueves, 13 de junio de 2019

Meditación: Mateo 5, 20-26

Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos. . . (Mateo 5, 20)

Avisos comerciales, sitios web de autoayuda, libros de psicología popular: parece que para donde mires te están animando a no pensar mucho en el sentido profundo de la vida y los desafíos que en ella encontramos. El mundo nos impulsa a buscar la respuesta más fácil y rápida “y serás feliz”.

Pero esta visión de la vida fácil y rápida no tiene aplicación para vivir nuestro llamado al discipulado, ¿no es así? Por mucho que lo intentemos, no podemos simplemente reducir el plan eterno de Dios para la salvación a tres sencillos pasos. Si fuera así de simple, entonces la justicia de los escribas y fariseos habría sido más que suficiente, pues en realidad ellos eran bastante rigurosos en su práctica religiosa.

Entonces, por un lado, tenemos el llamado a una vida rigurosa; pero, por otro lado, debemos cuidarnos de no pensar que eso se refiere a la cantidad de cosas que hacemos, como por ejemplo dar cinco pasos en vez de tres. Es mejor pensar que lo importante de la vida consiste en la clase de cosas que hacemos. Por ejemplo, justo después de decirnos que debemos ser mejores que los escribas y los fariseos, Jesús nos dice que no debemos enojarnos unos con otros, que debemos perdonar y ser amables al tratar a los demás. Entonces, la justicia de la que nos habla el Señor no es un asunto de hacer más cosas, sino de demostrar mayor amor; de dar generosamente, perdonar de corazón y ser compasivos al hablar.

Esto no es fácil de hacer. Lo que Jesús nos pide es nada menos que elevarnos por encima de nuestras debilidades humanas y tratar a los demás con el mismo amor que él nos tiene a nosotros. Desde luego, él nos ofrece su gracia, pero nos toca a nosotros tomar la decisión de seguir el camino de la rectitud.

¿Has intentado perdonar a alguien, pero no has podido hacerlo? ¿Albergas enojo o resentimiento contra alguien? Pídele al Señor que te ayude a dar un paso más hacia su nivel de santidad; pídele que te haga conocer mejor su amor, para que tú puedas amar a tus hermanos en Cristo, e incluso a tus enemigos, cada día un poco más. Esto no sucederá de inmediato, pero si sigues pidiéndoselo, sucederá pues Jesús se ocupará de ello.
“Señor Jesús, enséñame a ser misericordioso, como tú eres misericordioso.”
2 Corintios 3, 15—4, 1. 3-6
Salmo 85 (84), 9-14

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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