Evangelio según San Lucas 14,12-14
Jesús dijo al que lo había invitado: "Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!".
Romper la cadena
Gran parte de lo que se desarrolla en el comercio humano es el interés propio expresado en la reciprocidad. "Tú me rascas la espalda y yo te rasco la tuya" es el principio que suele guiar las interacciones, tanto a nivel personal como nacional o internacional. Se dice que el genocidio de Ruanda de 1994 no movió a las naciones poderosas a intervenir precisamente porque no tenían nada que ganar con una intervención allí: ¡ni minerales, ni yacimientos de petróleo! En escalas más pequeñas y sutiles, también hacemos lo mismo en nuestros pequeños mundos, que Jesús señala hoy. Nos invita a ser más redentores e incondicionales; a compartir nuestras bendiciones y mesas con aquellos que no pueden devolver el favor.
En otras palabras, dar sin contar el coste y sin expectativas; y muy especialmente, invitar a los que están en los márgenes al centro de nuestras vidas. Y promete recordar nuestras buenas acciones en el día que más cuenta.
Paulson Veliyannoor, CMF
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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