Evangelio según San Mateo 13,44-46
Jesús dijo a la multitud:"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."
Queridos amigos:
Hoy Jesús nos vuelve a hablar del Reino de Dios. El centro de su predicación, porque fue el centro de su vida…
En realidad, la humanidad siempre ha buscado “el secreto de la felicidad”, “la piedra de la sabiduría”, “el elixir de la eterna juventud”... “el tesoro”.
Pues bien, Jesús dice que eso, encontrar el Reino de Dios es como encontrar el tesoro de la vida y el secreto de la existencia. El que lo encuentra, es capaz de dejarlo todo por ello.
Su rostro se vuelve luminoso, como el de Moisés (“contempladlo, y quedaréis radiantes”, dice un Salmo).
Sus manos se abren, para dar y recibir.
Su corazón se esponja, con un sitio para todos.
La vida se vuelve confianza, en la salud y en la enfermedad.
El mundo se transforma en la casa de todos.
El futuro se contempla con esperanza...
“Reino de Dios”. Los dos términos son importantes. Porque el Reino no es anónimo, sino que tiene un Padre, Alguien para quien somos alguien, con nombre, con historia, con futuro. Y “Dios del Reino”, porque no es un Dios aislado, alejado, abstraído... Es un Dios que se da a la humanidad, que inaugura un reinado nuevo, que se preocupa por todos.
Cada vez que rezamos la oración del “Padre nuestro”, invocamos a Dios y le pedimos que “venga su Reino”.
“Venga tu Reino, Señor.
Venga a nosotros
y que lo acojamos, lo amasemos y lo repartamos
a manos llenas”.
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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