domingo, 7 de abril de 2019

Meditación: Juan 8, 1-11

Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar.
(Juan 8, 11)

Hoy leemos que una turba de fariseos y escribas fanáticos aprovechan la ocasión de una mujer sorprendida en adulterio para tratar de atrapar a Jesús. Más que condenar a la adúltera, lo que quieren es hacer caer a Jesús en las redes de una situación sin salida. Si logran obligarlo a decir algo en público que pueda ser interpretado como contrario a la ley, habrá caído en su trampa.

Pero ¿qué es lo que hace Jesús? Simplemente se inclina y comienza a escribir con el dedo algo en la tierra, sin sentirse turbado ni intimidado por las actitudes ni los planes de ellos. ¡No es fácil hacer caer a Jesús! No es posible manipularlo para hacerlo abandonar su actitud de amor y misericordia. En medio de todo el tumulto y la conmoción que causaron los acusadores, Cristo permanece en paz y con una declaración clara y penetrante cambia la situación y desarma completamente a sus adversarios (Juan 8,7) y, de paso, salva a la mujer de la muerte.

Hoy, por grave que sea la situación, el pecado o la circunstancia que nos esté atormentando, el Señor puede hacer lo mismo por nosotros. No hay nada que lo desconcierte. Jesús vino a traernos amor y misericordia para salvarnos y librarnos y jamás se distrae de su misión, ni hay nadie que lo haga desviarse de su propósito de librarnos de todo mal y transformarnos para asemejarnos más a él. Por grande que sea el caos en el que nos encontremos, Jesús está allí con nosotros, con la misma calma de siempre y nos ofrece su fortaleza.

¡No pensemos nunca que el Señor nos rechaza o no viene a ayudarnos! Él tiene todas las respuestas correctas y sabe frustrar todo intento del enemigo por acusarnos o condenarnos. Él es el “buen pastor”, siempre capaz de cuidar a su rebaño, siempre dispuesto a salir a buscar y salvar a las ovejas extraviadas. Por eso, hermano, nunca tengas miedo de acercarte a Cristo; él te mira con amor y te espera siempre con misericordia y compasión.
“Jesús, Señor y Redentor mío, ten piedad de mí que soy pecador. Te amo, Señor, y quiero pertenecerte a ti. Ven y líbrame de todo lo que pueda hacerme daño.”
Isaías 43, 16-21
Salmo 126(125), 1-6
Filipenses 3, 7-14
fuente: Devocionario Católico  La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario