martes, 30 de abril de 2019

Meditación: Juan 3, 16-21


Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. (Juan 3, 17)

La buena noticia del Evangelio consiste en que Dios Padre nos amó tanto que envió a su Hijo único al mundo y estuvo dispuesto a sacrificarlo para salvarnos de la muerte segura a la que nos llevaban irremediablemente nuestros pecados y maldades. En efecto, gracias a la muerte y la resurrección de Jesucristo, todo el que crea en él puede experimentar la vida del mundo venidero ahora mismo, en esta vida.

¡Qué increíblemente generoso e ilimitado es el amor de nuestro Dios! Y es un amor que crece y se amplía cada vez más en nuestra vida. Es como un pequeño arroyo que va creciendo hasta hacerse un río grande y caudaloso. Nuestro Padre quiere que su amor fluya de nosotros para que seamos portadores de su gracia. La condenación cede ante la misericordia, y el odio ante la compasión. Tanto quiso el Padre adoptarnos como hijos suyos que entregó a su propio Hijo para salvarnos de la muerte eterna.

A veces quizás nos dejamos llevar por la impaciencia, cuando vemos que nos cuesta practicar la caridad en forma constante, y nos parece que nuestra fe es muy débil cuando nos comparamos con algunos santos y personajes bíblicos. Sin embargo, el poder de la vida eterna está en nuestro interior, aun cuando no lo aprovechemos ni vivamos de acuerdo con él. Pero si nos decidimos a confiar plenamente en la vida nueva que Cristo ganó para nosotros, podemos empezar a recibir la fuerza necesaria para vivir entregados a Dios a pesar de las dificultades.

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de San José Obrero, patrono de los trabajadores, fecha que coincide con el Día Mundial del Trabajo. Esta celebración litúrgica fue instituida en 1955 por el Papa Pío XII, que en aquella oportunidad pidió que “el humilde obrero de Nazaret y padre adoptivo de Jesús, además de encarnar la dignidad del obrero, sea también el solícito guardián de ustedes y sus familias… Que sea para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios y defensa en las penalidades y los riesgos del trabajo.”

Todos somos obreros en la viña del Señor, por eso pidámosle al Señor que nos conceda una comprensión más profunda y clara de su gran amor y su protección.
“Padre santo, te agradecemos infinitamente por darnos la vida eterna mediante tu Hijo Jesús. Ayúdanos, Señor, a vivir cada día como verdaderos cristianos.”
Hechos 5, 17-26
Salmo 34 (33), 2-9
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario