sábado, 27 de abril de 2019

Meditación: Hechos 4, 13-21

Nosotros no podemos dejar de contar lo que hemos visto y oído. (Hechos 4, 20)

Desde el comienzo mismo de la creación, Dios ha tenido el deseo profundo de llenarnos de su amor y movernos a compartir ese amor con nuestros semejantes. En el libro de Números, Dios le dijo a Moisés que reuniera a 70 “ancianos” para ungirlos con su Espíritu y así le ayudaran a gobernar. Dos de ellos, Eldad y Medad, no llegaron a la tienda de la reunión, pero Dios derramó su Espíritu sobre ellos también, dándoles el mismo don que les dio a los demás (Números 11, 26-30), y la gracia de Dios siguió derramándose hasta que todos los que habían sido escogidos se llenaron de ella.

Más tarde, encontramos a otros dos hombres interesantes, Pedro y Juan. Los jefes religiosos y los maestros de la ley reconocieron que eran dos “hombres incultos y ordinarios.” Antes, ellos habían tenido miedo de los judíos, cuando Jesús fue crucificado; pero eso quedaba en el pasado. ¡Ahora no podían contenerse! Se sentían compelidos a hablar, porque tenían que dar a conocer el mensaje que los había transformado tan radicalmente. No solo habían convivido con Cristo Jesús, sino que el Espíritu Santo había venido a habitar en el corazón de cada uno; más aún, sabían que este regalo no era solo para ellos, sino para todo el que quisiera creer.

En el Evangelio de hoy, Jesús envía a sus discípulos diciéndoles: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Marcos 16, 15). ¡Que entusiasmados deben haber estado ellos al escuchar esta misión! Desde entonces el Evangelio se ha venido extendiendo y millones de personas han llegado a conocer al Señor.

Queridos hermanos, Dios está deseoso de llenarnos de su Espíritu Santo y darnos un deseo irresistible de compartir su vida con los demás; quiere infundirnos valor para hablar sobre la gloriosa esperanza que tenemos en Cristo Jesús, y ayudarnos a compartir el regalo de la salvación con nuestros familiares, compañeros de trabajo, vecinos y hasta desconocidos. Recordemos que llevamos a Jesús vivo en el corazón y que él quiere comunicar su amor tierno y compasivo a todas las personas que encontramos. Además, nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo y él siempre cumple sus promesas.
“Amado Jesús, gracias por los instrumentos que escogiste para que me hablaran de ti. Pongo mi corazón en tus manos para que me unjas como instrumento para la salvación de otros.”
Salmo 118 (117), 1. 14-21
Marcos 16, 9-15

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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