viernes, 19 de abril de 2019

Meditación: Juan 18, 1—19, 42

Miren el árbol de la cruz, donde estuvo clavado el Salvador del mundo. (Antífona de la Adoración de la Cruz)

Contemplando a Jesucristo crucificado, seguramente el Padre estaba observando todo y ¿qué pensaría al ver a su Hijo clavado en la cruz? La Escritura nos sugiere que, quizá, diría algo así:

“He engendrado a mi único Hijo, pero ahora, gracias a su muerte y su resurrección, he adoptado a muchísimos hijos e hijas de todo pueblo, lengua y nación (v. Hebreos 2, 10-11). Hijos míos, su padre humano, Adán, se alejó de mí y prefirió la muerte espiritual. ¡Pero ahora él y toda su descendencia pueden tener vida nueva! Lo que ustedes heredaron fue la separación de Dios, pero ahora todos los que creen en mi Hijo Jesús tienen una nueva herencia. Ahora, en él, ustedes son coherederos de la vida celestial y eterna (v. Romanos 8, 14-17). En él ustedes heredan todo mi amor, mi sabiduría, mi misericordia, mi poder sanador y mi paz.

“Antes ustedes estaban agobiados por el peso de la culpa y no podían librarse. Pero gracias a la Sangre de mi Hijo, la culpa de ustedes ha sido lavada y borrada (Hebreos 9, 14; Romanos 6, 4). Ustedes vivían sin esperanza y esclavizados por el pecado, el miedo, el afán de placeres pasajeros (Efesios 2, 12), el odio y la ira; pero ahora son libres porque son hijos míos (Romanos 6, 17-18; 8, 21).

“Mi Hijo resucitó de las tinieblas del sepulcro y reclamó su justo lugar en el trono celestial. Él es el árbol de la vida que rechazaron Adán y Eva, pero ahora él los llama a ustedes a comer de sus frutos y recibir la vida (Juan 15, 1-7; Apocalipsis 2, 7). Todos los que buscan la comunión conmigo, la reciben sólo a través de él. Su nombre será exaltado, venerado y bendecido eternamente por encima de todo otro nombre. Toda rodilla se doblará y toda lengua proclamará que Jesucristo, mi Hijo, es el Señor (v. Filipenses 2, 9-11).”
“Padre Santo, concédenos contemplar la plenitud de la gloria de tu Hijo y comprender la eficacia de la cruz para que vivamos en la libertad de tus hijos, y conozcamos el gozo que solo viene de la cruz. Danos, Señor, la gracia necesaria para adorar a Jesús como nuestro Salvador, venerar su cruz y alabar su resurrección, todos los días de nuestra vida. Amén.”
Isaías 52, 13–53, 12
Salmo 31(30), 2. 6. 12-13. 15-17. 25
Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9

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