martes, 30 de abril de 2019

Meditación: Juan 3, 16-21


Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. (Juan 3, 17)

La buena noticia del Evangelio consiste en que Dios Padre nos amó tanto que envió a su Hijo único al mundo y estuvo dispuesto a sacrificarlo para salvarnos de la muerte segura a la que nos llevaban irremediablemente nuestros pecados y maldades. En efecto, gracias a la muerte y la resurrección de Jesucristo, todo el que crea en él puede experimentar la vida del mundo venidero ahora mismo, en esta vida.

¡Qué increíblemente generoso e ilimitado es el amor de nuestro Dios! Y es un amor que crece y se amplía cada vez más en nuestra vida. Es como un pequeño arroyo que va creciendo hasta hacerse un río grande y caudaloso. Nuestro Padre quiere que su amor fluya de nosotros para que seamos portadores de su gracia. La condenación cede ante la misericordia, y el odio ante la compasión. Tanto quiso el Padre adoptarnos como hijos suyos que entregó a su propio Hijo para salvarnos de la muerte eterna.

A veces quizás nos dejamos llevar por la impaciencia, cuando vemos que nos cuesta practicar la caridad en forma constante, y nos parece que nuestra fe es muy débil cuando nos comparamos con algunos santos y personajes bíblicos. Sin embargo, el poder de la vida eterna está en nuestro interior, aun cuando no lo aprovechemos ni vivamos de acuerdo con él. Pero si nos decidimos a confiar plenamente en la vida nueva que Cristo ganó para nosotros, podemos empezar a recibir la fuerza necesaria para vivir entregados a Dios a pesar de las dificultades.

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de San José Obrero, patrono de los trabajadores, fecha que coincide con el Día Mundial del Trabajo. Esta celebración litúrgica fue instituida en 1955 por el Papa Pío XII, que en aquella oportunidad pidió que “el humilde obrero de Nazaret y padre adoptivo de Jesús, además de encarnar la dignidad del obrero, sea también el solícito guardián de ustedes y sus familias… Que sea para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios y defensa en las penalidades y los riesgos del trabajo.”

Todos somos obreros en la viña del Señor, por eso pidámosle al Señor que nos conceda una comprensión más profunda y clara de su gran amor y su protección.
“Padre santo, te agradecemos infinitamente por darnos la vida eterna mediante tu Hijo Jesús. Ayúdanos, Señor, a vivir cada día como verdaderos cristianos.”
Hechos 5, 17-26
Salmo 34 (33), 2-9
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR del Evangelio según San Juan 3,7b-15

Evangelio según San Juan 3,7b-15.
Jesús dijo a Nicodemo: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".
"¿Cómo es posible todo esto?", le volvió a preguntar Nicodemo.
Jesús le respondió: "¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?
Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.

RESONAR DE LA PALABRA

Apreciados hermanos y hermanas:

Camino de la pascua descubrimos en los textos bíblicos toda una catequesis. Estamos invitados a comprender como los seguidores y seguidoras de Jesús llevan adelante la propuesta del Reino por él iniciada.

Lo que leemos en el episodio de Hechos, más allá de ser un cuadro idealista de las relaciones comunitarias, es un acto de protesta contra las injusticias que provocaba el sistema político, económico y religioso. Se favorecía la concentración de poder y riqueza en ciertos grupos y se dejaba sin oportunidades a las grandes mayorías. Los discípulos y discípulas del resucitado, buscan revertir ese orden de cosas, construyendo comunidades que defiendan la igual dignidad de sus miembros y el bienestar de todos y todas. No es casualidad que la comunidad a la que se dirige el evangelista esté llamada, desde la figura de Nicodemo, a «nacer de nuevo». Están siendo invitados a una nueva forma de relacionarse, con los demás y con el mundo, que los impulse a la transformación de las estructuras políticas, económicas, sociales y religiosas. Sólo desde una vida capaz de morir a sí misma, como lo hizo Jesús, es posible hacer brotar el verdadero amor.

Necesitamos derribar los muros que hoy nos separan y nos impiden vivir como hermanos y hermanas. ¿Seremos los y las creyentes capaces de apostar por economías alternativas que generen oportunidades para los descartados del sistema-mundo?

Es lamentable el pensamiento de aquellos que no ven alternativa, y vislumbran inevitablemente el fin de la humanidad. Antes que pensar en el fin de la humanidad deberíamos de plantearnos, seriamente, el fin de este sistema político-económico que parece estar encaminándonos hacia el abismo.

Fredy Cabrera
Misionero Claretiano
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

Meditación: Hechos 4, 32-37

La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma.
(Hechos 4, 32)

Leyendo los Hechos de los Apóstoles empezamos a vislumbrar el sorprendente cambio de vida que experimentaron los cristianos en la Iglesia primitiva. De personas egocéntricas e inclinadas a la confrontación, pasaron a ser creyentes que “todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.” Allí se acabaron el egoísmo y la codicia, características que evidencia toda la gente de todas las épocas, y surgió una generosidad que satisfacía las necesidades de todos los miembros de la Iglesia. Sobre esto Lucas dice que “Dios los bendecía mucho a todos.”

¿A qué se debía semejante cambio? Lo dice claramente el mensaje que proclamaba la Iglesia primitiva: el nombre, la vida, la muerte redentora y la resurrección gloriosa de Jesús. Los primeros cristianos sabían, por la predicación del Evangelio y su vivencia personal, que la resurrección de Cristo era una fuente de poder y curación para toda la humanidad.

En efecto, la resurrección de Jesús transformó todo el orden mundial, porque en ella, Cristo puso fin al viejo orden del pecado, venció a Satanás y cambió los criterios del mundo. Por el Bautismo y la fe en su muerte y su resurrección, cada miembro del Cuerpo de Cristo puede resucitar con él y recibir poder para experimentar una vida nueva. Sí, ahora podemos tener la victoria en el combate contra los impulsos desordenados de la naturaleza pecadora.

La generosidad mutua que demostraban los integrantes de la iglesia en Jerusalén es digna de ser destacada. Como muestra del nuevo orden instaurado por Cristo Jesús, las antiguas barreras y el egoísmo generados por el pecado fueron derribados; y el fruto del Espíritu (en este caso, la unidad y la generosidad) abundaba entre los fieles cristianos. Tanto movió a algunos el amor de Dios, que el levita José de Chipre vendió su propiedad y entregó el producto a los apóstoles. ¡Qué señal más patente de la acción del Espíritu en la Iglesia!

Oremos para que a nosotros también el Espíritu Santo nos haga testigos fieles y auténticos del gran don del amor que actuaba en la Iglesia primitiva y demos así un testimonio creíble de Jesucristo, nuestro Salvador.
“Padre celestial, concédenos demostrar de palabra y obra la victoria de Cristo sobre los poderes del mal.”
Salmo 93 (92), 1-2. 5
Juan 3, 7-15
fuente: Devocionario católico La Palabra con nosotros

RESONAR del Evangelio según San Juan 3,7b-15

Evangelio según San Juan 3,7b-15.
Jesús dijo a Nicodemo: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".
"¿Cómo es posible todo esto?", le volvió a preguntar Nicodemo.
Jesús le respondió: "¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?
Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.

RESONAR DE LA PALABRA

Apreciados hermanos y hermanas:

Camino de la pascua descubrimos en los textos bíblicos toda una catequesis. Estamos invitados a comprender como los seguidores y seguidoras de Jesús llevan adelante la propuesta del Reino por él iniciada.

Lo que leemos en el episodio de Hechos, más allá de ser un cuadro idealista de las relaciones comunitarias, es un acto de protesta contra las injusticias que provocaba el sistema político, económico y religioso. Se favorecía la concentración de poder y riqueza en ciertos grupos y se dejaba sin oportunidades a las grandes mayorías. Los discípulos y discípulas del resucitado, buscan revertir ese orden de cosas, construyendo comunidades que defiendan la igual dignidad de sus miembros y el bienestar de todos y todas. No es casualidad que la comunidad a la que se dirige el evangelista esté llamada, desde la figura de Nicodemo, a «nacer de nuevo». Están siendo invitados a una nueva forma de relacionarse, con los demás y con el mundo, que los impulse a la transformación de las estructuras políticas, económicas, sociales y religiosas. Sólo desde una vida capaz de morir a sí misma, como lo hizo Jesús, es posible hacer brotar el verdadero amor.

Necesitamos derribar los muros que hoy nos separan y nos impiden vivir como hermanos y hermanas. ¿Seremos los y las creyentes capaces de apostar por economías alternativas que generen oportunidades para los descartados del sistema-mundo?

Es lamentable el pensamiento de aquellos que no ven alternativa, y vislumbran inevitablemente el fin de la humanidad. Antes que pensar en el fin de la humanidad deberíamos de plantearnos, seriamente, el fin de este sistema político-económico que parece estar encaminándonos hacia el abismo.

Fredy Cabrera
Misionero Claretiano
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 29 de abril de 2019

Meditación: Hechos 4, 23-31

Ahora, Señor. . . concede a tus siervos anunciar tu palabra con toda valentía. (Hechos 4, 29)

De esta manera oraban los discípulos cuando eran arrestados y cuando los amenazaban con azotarlos y encarcelarlos por anunciar el nombre de Jesús. En lugar de acobardarse o buscar venganza, pedían valentía para seguir predicando. Y Dios respondía llenándolos más del Espíritu Santo y comunicándoles una audacia inquebrantable que jamás antes habían experimentado.

Los discípulos sabían que Dios quería derramar su Espíritu para establecer su Reino en la tierra; porque en realidad el Señor no se limita a perdonar las faltas de cada uno, sino que anhela liberar a todos de la esclavitud del pecado y del miedo a la muerte; quiere sanar a sus hijos en cuerpo y alma; desea que su justicia elimine toda opresión y que su paz acabe con todo tipo de esclavitud. Pero ante semejante persecución, los discípulos respondieron con una actitud de amor; amor no solo a Jesús, sino a todos los que todavía no habían escuchado el mensaje de las maravillas que el Señor quería hacer en ellos.

La persecución de los cristianos, en la antigüedad y en la vida actual, es motivo de temor para muchos, pero si confiamos en las palabras del Señor, sabemos que Dios protege a los suyos y, si nos toca ser mártires por la fe, el Señor cuidará de nuestros seres queridos que permanezcan en esta vida.

Esta es la extraordinaria hermosura y bendición del tiempo de Pascua. Jesús venció el pecado y la muerte para que los fieles tuviéramos parte en su propia vida; por eso, lo que nos corresponde hacer a nosotros como pueblo redimido es, no solamente adoptar su palabra como norma de vida, sino ayudar a construir el Reino de Dios en la tierra mediante la oración sincera, las obras de misericordia y la evangelización.

Los Padres del Concilio Vaticano II dijeron: “Numerosos mártires dieron y dan preclaro testimonio de esta fe, la cual debe manifestar su fecundidad impregnando toda la vida… de los creyentes e impulsándolos a la justicia y el amor, sobre todo respecto del necesitado” (Constitución Pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 21).
“Jesús, Señor nuestro, concédenos valentía para dar testimonio de que tú eres el Salvador del mundo y el que cura y venda las heridas de los corazones dolidos, que sanas a los enfermos y brindas justicia a los oprimidos.”
Salmo 2, 1-9
Juan 3, 1-8
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR del Evangelio según San Juan 3,1-8

Evangelio según San Juan 3,1-8.
Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos.
Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: "Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él".
Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios. "
Nicodemo le preguntó: "¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?".
Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.
No te extrañes de que te haya dicho: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".

RESONAR DE LA PALABRA
Apreciados hermanos y hermanas:

Hoy hacemos memoria de Catalina de Siena y la liturgia nos invita a hacer un alto en la lectura continuada de hechos de los apóstoles y del evangelio de Juan, propios de este tiempo de pascua. La primera carta de Juan reflexiona en aquello que acontece cuando en nuestra vida se contraponen realidades. Sabemos por el bautismo que estamos llamados a ser luz en medio de las tinieblas. Ser testigos de «la luz resucitada», tiene fuertes implicaciones para nuestra vida: los creyentes estamos llamados a dejarnos siempre iluminar por Jesús, en un mundo que parece caminar con demasiada ingenuidad.

En el texto se confronta fuertemente a aquellos que, «creyendo ser luz» se engañan a sí mismos y a los demás. Basta ser críticos frente a lo que nos ofrece la industria alimentaria y farmacéutica, a quienes no les interesa la nutrición o la salud integral de las personas. Notamos que lo que verdaderamente importante, en la sociedad de consumo, es el incremento del gran capital que sostiene al actual sistema.

En el Evangelio, los aparentemente sabios, contrapuestos a los sencillos, nos dan la clave para comprender el plan redentor de Dios. Los sabios, aferrados a sus principios y muy seguros de sí, desconfían de toda propuesta liberadora. Recibimos por parte de Jesús la invitación a optar, por un estilo de vida más sencillo (saludable), en armonía con todo lo creado. Optar por el «buen vivir» (el «sumak kawsay» de los pueblos andinos), como un plan de vida que nos haga más respetuosos para con la «madre tierra». Y como parece ser difícil el camino (porque se ha nadar a contracorriente del sistema-mundo), Jesús ora diciendo: «vengan a mí», ofreciendo todo su respaldo para los cansados y agobiados. Estamos invitados también a orar por nuestras comunidades para que no se cansen de seguir los pasos transformadores de Jesús. 

Fredy Cabrera
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA 

domingo, 28 de abril de 2019

CORONILLA (o Rosario) de la DIVINA MISERICORDIA


Instrucciones para el rezo del rosario de la Misericordia
Se reza con un rosario normal, de cinco misterios con 10 cuentas cada uno

+En el nombre del Padre,

+y del Hijo,
+y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial
"Expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó para las almas y un mar de misericordia se abrió para el mundo entero. Oh! fuente de vida, insondable Misericordia Divina, abarca al mundo entero y derrámate sobre nosotros" (Diario, 1319).
Las tres oraciones de introducción (Padre Nuestro, Ave María y el Credo):Padre Nuestro
Padre nuestro que estás en los cielos,santificado sea Tu nombre, venga a nosotros Tu reinohágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.Danos hoy nuestro pan de cada diay perdona nuestras ofensasasí como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en tentación,y líbranos del mal.Amén
Ave María
Dios te salve María, llena eres de graciael Señor es Contigo.Bendita Tú eres entre todas las mujeresy bendito es el fruto de Tu vientre Jesús.Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadoresAhora y en la hora de nuestra muerte.Amén.
Credo
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,Creador del cielo y de la tierra,y en Jesucristo, Su único HijoSeñor nuestro, que fué concebido por obra del Espíritu Santo.Nació de Santa María Virgen, padeció bajo Poncio Pilato,Fué crucificado, muerto y sepultado,descendió a los infiernos y a l tercer díaresucitó de entre los muertos,subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre Todopoderoso.Desde ahí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.Creo en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católicala comunión de los Santos, el perdón de los pecadosla resurrección de los muertos y la vida eterna.Amén
Luego con las cuentas del rosario normal se rezan 5 decenas. Cada decena en las cuentas grandes se comienza diciendo:
"Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y los pecados del mundo entero."
Y en las cuentas pequeñas del rosario se responde:
"Por Su dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero". (diez veces)

Al terminar las cinco decenas se dice tres veces:
"Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero."
Al último, ésta Jaculatoria y la oración final:
Oh Sangre y Agua que brotaste del Santísimo Corazón de Jesús como fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.
Oración Final
"Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia en sí Mismos. Amén" (Diario, 950).
Concluir con la Señal de la Cruz. 
Las promesas de Jesús para quien rece el Rosario de la Divina Misericordia

  • "Reza incesantemente este rosario que te he enseñado. Quienquiera que lo rece recibirá gran misericordia a la hora de la muerte".
  • "Por medio de este rosario obtendrás todo lo que me pides, si lo que me pides está de acuerdo con Mi voluntad"
  • "Cuando un pecador, por más grande que sea, rece este rosario con confianza y amor, llenaré su corazón de paz."
  • "Quiero que Mis sacerdotes recomienden el rezo de este rosario como última esperanza de salvación, por los pecadores"
  • "Cuando se rece este rosario al lado de un moribundo, me pondré entre Mi Padre y el alma del agonizante como un Redentor Misericordioso."
  • "Oh, qué gracias más grandes concederé a las almas que recen este rosario; las entrañas de Mi Misericordia se estremecen por quienes lo rezan".
  • "Hija Mía, me son muy agradables las palabras de tu corazón y por el rezo del rosario de la Misericordia acercas a Mí a la humanidad entera".
  • "Hija Mía, anima a las almas a rezar el rosario de la Misericordia que te he enseñado. A quienes lo recen les daré lo que me pidan. Cuando lo recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz... Proclama que ningún alma que ha invocado Mi Misericordia ha quedado defraudada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en Mi bondad".

(De las revelaciones de Jesús a Santa Faustyna Kowalska).
No cabe más clara manifestación de cercanía y disposición de acoger en Su seno a toda la humanidad. Jesús se desborda en Misericordia, especialmente con aquellos que estando alejados de Él, vuelven a Él sus ojos y su corazón, aquellos que habiéndole ofendido regresan arrepentidos a Sus brazos. Siempre los encontrarán abiertos como los de una madre, no para reprender ni castigar, sino para abrazar y estrechar al hijo contra Su corazón,  cubrirlo de ternura y de besos y darle todos los tesoros de Su casa. Ésa es la esencia del Padre  y ésa es la misión del Hijo. Ser Misericordioso como Su Padre Celestial es Misericordioso. Sólo pide confianza en Su Palabra y abandono en Su Misericordia.

sábado, 27 de abril de 2019

Meditación: Juan 20, 19-31

Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.
Juan 20, 20

Los apóstoles se alegraron sobremanera cuando vieron al Señor resucitado. Estaban a puertas cerradas por miedo a los judíos, pero cuando Jesús se les apareció les causó gran alegría, consuelo y paz. Cuando vieron al Señor la primera vez faltaba un solo apóstol, Tomás. Más tarde, éste se negó a creer cuando sus compañeros le dijeron que habían visto el sepulcro vacío y a Jesús vivo nuevamente.

La traición de Judas y la crucifixión de Jesús había sido un duro golpe para Tomás y el mundo se le había venido abajo. ¡Pero qué sorpresa se llevó cuando vio que de repente Cristo se les apareció nuevamente, incluso después de que él había negado con tanta insistencia lo que sus amigos le habían contado! En un solo encuentro con Jesús resucitado, la duda y la tristeza dieron paso a una firme convicción y una alegría indescriptible.

Hoy, 2000 años después, el encuentro con Cristo sigue causando un gozo inefable en todo el que encuentra al Señor personalmente.

Hoy celebramos el Domingo de la Divina Misericordia, instituido como celebración universal por San Juan Pablo II para tomar conciencia de que, si no fuera precisamente por la infinita e insondable misericordia de nuestro Padre celestial, que por iniciativa propia quiso enviar a su Hijo unigénito a morir para salvarnos, todos estaríamos irremisiblemente perdidos e iríamos a la condenación eterna a la que nos llevaban nuestros propios pecados y maldades.

Esta misericordia se manifestó real y visiblemente en la vida, la muerte y la resurrección de Cristo Jesús, nuestro Señor, y el instrumento que Dios utilizó, en nuestra época, para enseñarnos a reconocer su misericordia divina y propagar la devoción fue Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca canonizada por el mismo San Juan Pablo II en el año 2000.
“Padre eterno, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.”
Hechos 5, 12-16
Salmo 118 (117), 2-4. 13-15. 22-24
Apocalipsis 1, 9-11. 12-13. 17-19

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 20,19-31

Evangelio según San Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

RESONAR DE LA PALABRA

¡Paz a vosotros!

La fiesta de la Pascua de Resurrección es la más importante de la Iglesia. No sólo se dedican cincuenta días a su celebración, los que van del Domingo de Resurrección al de Pentecostés. Además, los ocho primeros días son como si cada uno fuese el primero. Es la Octava de Pascua, que va del Domingo de Resurrección al que hoy celebramos. La noticia, la gran noticia, sigue siendo la misma: Jesús ha resucitado.

Si el domingo pasado eran las mujeres las que recibían la noticia, ahora son los hombres, un grupo de apóstoles y discípulos, los que tienen la experiencia de encontrarse con Jesús Resucitado. En realidad, todos esos encuentros con el Resucitado sirven básicamente para confirmarlos en todo lo que habían vivido con Jesús a lo largo del tiempo que le siguieron hasta su muerte en la cruz.

Durante aquellos años, Jesús les había enseñado muchas cosas. Les había hablado del Reino y de Dios, al que llamaba su “Abbá”, su “papá”. Frente a la imagen de un Dios arrogante y vengativo, justiciero y castigador, les había hablado de un Dios Padre de misericordia y amor que desea la felicidad y la libertad en fraternidad de todos sus hijos e hijas. Habían visto como se acercaba a todos y hablaba a todos pero que tenía un especial cariño para los necesitados, los oprimidos, los abandonados. Había hablado de la justicia y de compartir los bienes de la tierra. Había comido con ellos muchas veces y les había enseñado que vale más servir y amar que dominar, poseer y controlar. Les había prometido el Reino pero también les había dicho que el Reino estaba dentro de ellos.

Todo eso se confirma en sus apariciones. Si la Resurrección podía ser vista como un signo del poder sin límites de Dios, cuando Jesús se presenta a sus discípulos, lo primero que hace es desearles la paz. “Paz a vosotros”. La presencia de Jesús no inquieta, no destruye, no oprime sino que es portadora de paz, paz para los corazones y paz para todos. Los que habían visto como la violencia del odio, de la venganza, de la muerte, destruían –y parecía que para siempre– la vida y el sueño de Jesús, ven ahora como la fuerza de Dios es capaz de crear Vida y Paz más allá de la muerte que creamos los hombres.
 
No es un sueño, como le hace ver a Tomás en la segunda aparición. Es el mismo Jesús que conoció, el que murió en la cruz. Tampoco era un sueño su mensaje. Ni era un sueño su forma de hablar de Dios. Ante nosotros se abre un futuro de esperanza porque, como dice la lectura del Apocalipsis, “el que vive” está vivo en medio de nosotros y nos invita a seguir el camino de la vida, de la verdadera vida, de la vida plena.

Para la reflexión
¿Cuándo pienso en Dios, cuando rezo, o quizá cuando me siento pecador, siento miedo o temor? ¿Por qué? ¿Qué siento cuando hoy escucho en el evangelio a Jesús decir: “Paz a vosotros”? ¿Cómo puedo ser portador de paz a los que me rodean?
Fernando Torres cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

Meditación: Hechos 4, 13-21

Nosotros no podemos dejar de contar lo que hemos visto y oído. (Hechos 4, 20)

Desde el comienzo mismo de la creación, Dios ha tenido el deseo profundo de llenarnos de su amor y movernos a compartir ese amor con nuestros semejantes. En el libro de Números, Dios le dijo a Moisés que reuniera a 70 “ancianos” para ungirlos con su Espíritu y así le ayudaran a gobernar. Dos de ellos, Eldad y Medad, no llegaron a la tienda de la reunión, pero Dios derramó su Espíritu sobre ellos también, dándoles el mismo don que les dio a los demás (Números 11, 26-30), y la gracia de Dios siguió derramándose hasta que todos los que habían sido escogidos se llenaron de ella.

Más tarde, encontramos a otros dos hombres interesantes, Pedro y Juan. Los jefes religiosos y los maestros de la ley reconocieron que eran dos “hombres incultos y ordinarios.” Antes, ellos habían tenido miedo de los judíos, cuando Jesús fue crucificado; pero eso quedaba en el pasado. ¡Ahora no podían contenerse! Se sentían compelidos a hablar, porque tenían que dar a conocer el mensaje que los había transformado tan radicalmente. No solo habían convivido con Cristo Jesús, sino que el Espíritu Santo había venido a habitar en el corazón de cada uno; más aún, sabían que este regalo no era solo para ellos, sino para todo el que quisiera creer.

En el Evangelio de hoy, Jesús envía a sus discípulos diciéndoles: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Marcos 16, 15). ¡Que entusiasmados deben haber estado ellos al escuchar esta misión! Desde entonces el Evangelio se ha venido extendiendo y millones de personas han llegado a conocer al Señor.

Queridos hermanos, Dios está deseoso de llenarnos de su Espíritu Santo y darnos un deseo irresistible de compartir su vida con los demás; quiere infundirnos valor para hablar sobre la gloriosa esperanza que tenemos en Cristo Jesús, y ayudarnos a compartir el regalo de la salvación con nuestros familiares, compañeros de trabajo, vecinos y hasta desconocidos. Recordemos que llevamos a Jesús vivo en el corazón y que él quiere comunicar su amor tierno y compasivo a todas las personas que encontramos. Además, nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo y él siempre cumple sus promesas.
“Amado Jesús, gracias por los instrumentos que escogiste para que me hablaran de ti. Pongo mi corazón en tus manos para que me unjas como instrumento para la salvación de otros.”
Salmo 118 (117), 1. 14-21
Marcos 16, 9-15

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,9-15

Evangelio según San Marcos 16,9-15.
Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

El final del evangelio de Marcos es un añadido; y da la noticia de las apariciones del resucitado. El Cristo resucitado se hace encontradizo, se hace ver y se da a conocer: a María Magdalena, a los discípulos de Emaús… El que es encontrado por él no puede menos de contar lo que ha visto y oído. La experiencia de encuentro incluye la misión de anunciarlo. Verlo y anunciarlo son dos caras de la misma experiencia. El anuncio es llamada a la fe; es invitación a creer. El texto del evangelio insiste en que los destinatarios no creen. Jesús mismo reprocha a los once su incredulidad porque no creen en el testimonio de los que le han visto resucitado y vivo. Ya en la etapa pre-pascual Jesús reprochaba la dureza de corazón de los discípulos a la hora de entender el camino de Jesús, sus actitudes y prácticas.

En la etapa post-pascual, la comunidad cristiana sigue escuchando el mandato de Jesús: Id y proclamad… Y la Iglesia siente que no puede menos de contar lo que ha visto y oído. Siente la necesidad de seguir proclamando la misericordia eterna del Señor y contando sus hazañas. Especialmente la gran proeza de la resurrección de Jesús y los milagros que los testigos siguen haciendo en su nombre…

¿Sentimos nosotros la urgencia de anunciar la resurrección de Jesús? ¿Necesitamos nosotros creer y esperar en la resurrección? ¿Estamos contentos y satisfechos con esta vida presente y no anhelamos más?

Bonifacio Fernandez, cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 26 de abril de 2019

Meditación: Hechos 4, 1-12

Este hombre ha quedado sano en el nombre de Jesús de Nazaret. (Hechos 4, 10)

Hoy leemos que el cojo de nacimiento fue sanado en el poderoso nombre de Jesús y pudo finalmente entrar en el templo brincando de gozo y alabando a Dios. El milagro fue tan magnífico que se formó un tumulto, y Pedro les anunció la resurrección de Jesús y el mensaje de la salvación, de la cual la curación del cojo era una prueba irrefutable. ¡Qué gozosa esperanza debe haberse apoderado de los presentes que creyeron! Así fue como se formó la primera comunidad cristiana, llena de júbilo y de la presencia del Señor.

Pero las autoridades religiosas rechazaron la buena noticia. Pese a la evidencia del ex lisiado que tenían ahora de pie ante sus ojos y al hecho de que ellos mismos admitían que esto se debía a algún poder sobrenatural, no quisieron aceptar la explicación que Pedro y Juan les dieron. En esto se ve claramente la dureza de su corazón. Veían con sus propios ojos a un hombre que hasta hacía unos momentos era inválido y que ahora saltaba y alababa a Dios —muestra innegable de una curación milagrosa— pero no quisieron aceptarlo.

A veces nosotros los creyentes también reaccionamos con dureza de corazón, incluso cuando vemos algo que sin lugar a duda es obra del Señor. Esto se debe a las ideas preconcebidas y erróneas que a veces tenemos acerca de Dios, porque si creemos que él no es más que un juez severo y no un Padre bondadoso y compasivo, tendemos a oponer resistencia. Otras ocasiones en las que se nos endurece el corazón son cuando nos negamos a perdonar a alguien o cuando insistimos tanto en nuestros propios razonamientos que nos cerramos por completo a las inspiraciones del Señor.

Dios desea sanar a todos sus hijos y darles un corazón dócil. Ahora mismo, mientras usted lee estas líneas, ore para que el Señor le toque el corazón; búsquelo y dígale que quiere conocerlo más y que desea recibir una gracia más grande de fe y confianza. Dios le escuchará y le dará la capacidad de aceptar cualquier cambio que sea necesario. Todo lo que él quiere es que usted tenga un corazón humilde en su presencia.
“Jesús, Señor mío, resucitado y exaltado, toca mi corazón y suavízalo. Me presento delante de ti con humildad. Quiero recibir todo lo que desees darme en todos los aspectos de mi vida.”
Salmo 118 (119), 1-2. 4. 22-27
Juan 21, 1-14
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 21,1-14

Evangelio según San Juan 21,1-14.
Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así:
estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".
El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.
Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas

La nueva forma de presencia del Mesías requiere una pedagogía. El resucitado es el mismo Jesús pero no es lo mismo. Jesús se presenta en la orilla del lago, pero nos discípulos no saben que es Jesús. Están en medio de la faena cotidiana de la pesca. La nueva forma de presencia no es invasora: invita a echar de nuevo las redes, prepara la comida de pan y pescado, les invita a almorzar. Jesús reparte el pan y el pescado. Su presencia se hace certeza en los discípulos, la sienten, la notan; el discípulo amado confiesa “es el Señor”. No cabe duda el Resucitado está con ellos.

Como comunidad nacida de la Pascua seguimos anunciado y proclamando la gran noticia: este es el día en que actúo el Señor; nos llena de gozo y de alegría. Su amor es eterno, su misericordia es eterna. Resucitó a Jesús de entre los muertos; su acción es la antítesis de las acciones de los jefes del pueblo. Ellos son los arquitectos que desecharon a la piedra angular. Dios lo ha constituido en ángulo y fundamento del edificio entero. Ha sido un milagro patente. Sólo el Dios resucitador puede hacerlo. Y la Iglesia se siente con el encargo de anunciar esto. Y con la valentía para hacerlo incluso frente a los adversarios. Se siente legitimada y capacitada para continuar la misión de Jesús: sigue curando a los enfermos que lo hacía Jesús en su historia. Y en su nombre.

¿Tenemos experiencia de la resurrección?
¿Necesitamos que alguien o algo no se nos muera para siempre?

Bonifacio Fernandez, cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 25 de abril de 2019

Meditación: Lucas 24, 35-48

La paz esté con ustedes.
Lucas 24, 35



Cuando vemos que el nombre de alguien va precedido de la palabra “San” o “Santa”, podríamos pensar que esa persona la consiguió por sus propios méritos, y que posiblemente llevó una vida muy apacible y sin grandes dificultades ni problemas.

Marcos era hijo de María, una viuda en cuya casa se reunían a menudo los primeros cristianos. A pesar de que no era uno de los Doce Apóstoles, lo más probable es que fuera uno de los seguidores de Jesús. También acompañó a su primo Bernabé y a Pablo en su primer viaje misionero, pero por alguna razón los dejó prematuramente. A su siguiente viaje, Pablo desistió de llevarlo, pues consideraba que Marcos había desertado de la causa y no era de fiar.

Afortunadamente, Bernabé no se dio por vencido. Mientras Pablo se fue a Siria con Silas, Bernabé se llevó a Marcos a Chipre y esa segunda oportunidad era todo lo que el joven necesitaba. La tradición nos cuenta que Marcos fue luego a Roma y se convirtió en el intérprete de Pedro. Más tarde escribió el primer evangelio. Eventualmente, Pablo perdonó a Marcos, pues vemos en 2 Timoteo que le encomendó un servicio y calificó su compañía de “consuelo”. Finalmente, la tradición dice que Marcos fundó la iglesia de Alejandría y ahí fue martirizado.

Ahora, ¿qué habría pasado si Bernabé hubiera seguido a Pablo y hubiera rechazado a Marcos? El joven posiblemente nunca se hubiera convertido en “hijo” espiritual de Pedro. Lo que es peor, posiblemente nunca hubiera escrito su evangelio. ¿Significaría esto que probablemente Mateo y Lucas tampoco habrían escrito sus evangelios? Si Bernabé no hubiera tenido compasión de Marcos, quien sabe qué clase de Biblia estaríamos leyendo hoy.

La historia de Marcos nos anima a no darnos por vencidos los unos con los otros. La gracia y el amor de Dios cubren no solo “una multitud de pecados” (1 Pedro 4, 8), sino también deserciones, indecisiones, fallas y caprichos individuales. Bernabé vio algo en Marcos que Pablo no pudo ver. A través de los ojos de la misericordia y la paciencia, vio el potencial de Marcos.

Todos tenemos el potencial de ser santos. Todo lo que necesitamos es que alguien tenga paciencia y nos de ánimo. ¿Existe un “San Marcos” en tu vida?
“Amado Padre, ayúdame a fijarme en los dones de las personas que me rodean y no en sus limitaciones. Muéstrame cómo amarlas, animarlas e inspirarlas.”
Hechos 3, 11-26
Salmo 8, 2. 5-9

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros