Evangelio según San Lucas 8,19-21
Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud.Entonces le anunciaron a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte".Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".
Para entender bien este evangelio y la radicalidad de la afirmación de Jesús “mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”, hay que ponerse en aquel mundo de entonces. La familia de hoy no es lo que era entonces. Hoy los lazos familiares se han aflojado o limitado mucho. La familia es sobre todo una realidad afectiva. Esto es de enorme importancia. Pero en aquel tiempo la familia era mucho más que eso. La familia era el círculo de seguridad único de que disponían las personas ante los riesgos de la pobreza o la enfermedad. Recordemos que entonces no había ningún tipo de seguridad social, de pensiones de jubilación ni estado del bienestar. El estado no hacía nada por las personas más allá de cobrarles impuestos. Alejarse de la familia era perder la seguridad mínima necesaria para vivir. Fuera de la familia todo era peligroso. Renunciar a la familia era quedarse solo ante los muchos peligros de la vida.
En ese contexto se entiende la radicación de lo que dice Jesús. El Reino que anuncia trae consigo una nueva relación entre las personas que supera la relación de sangre. Se abre una nueva fraternidad, un nuevo vínculo. En realidad, Jesús no hace más que señalar la realidad más básica de nuestra fe: somos hijos e hijas de Dios, somos creaturas suyas. Esa es la relación familiar más amplia y real. Somos familia de Dios. Pasa que esta familia es muy grande. Va más allá de la relación inmediata de sangre. Rompe las fronteras de las razas, los pueblos, las lenguas, las ideologías, el sexo.
Jesús se mueve ya en esa nueva realidad del Reino. Y por eso mira a los que le rodean con unos ojos nuevos. Los que escuchan la palabra son conscientes de esa nueva realidad y también cambian su relación con los demás. Se está empezando a levantar una nueva familia, abriendo a la humanidad a una nueva esperanza. Sin fronteras. Sin límites. Sin hacer diferencias entre los nuestros y los otros. Quizá por eso –aplicación práctica– Caritas atiende a todos los necesitados sin cuestionarse si van a misa o no, si hablan nuestro idioma o no. Simplemente porque son hijos e hijas de Dios. Es decir, hermanos y hermanas nuestros.
Fernando Torres, cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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