Evangelio según San Juan 3,13-17
Jesús dijo a Nicodemo:«Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
La Exaltación de la Santa Cruz
Queridos hermanos, paz y bien.
La cruz es el símbolo de la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte. Lo celebramos en cada Pascua. En Jerusalén, ya en el siglo V, el día siguiente a la consagración de la iglesia de la Resurrección, es decir, el 14 de septiembre, se dedicaba a la adoración de la cruz. De esta costumbre surgió la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, que se extendió a toda la Iglesia.
En la lectura del libro de los Números asistimos al episodio del ataque de las serpientes en el desierto. El esquema es conocido, el pueblo se rebela, Dios lo castiga, el pueblo se arrepiente y el Señor envía un remedio. En este caso, una serpiente de bronce, que, al mirarla, todos quedaban sanados.
Lo que es la vida. El elemento de salvación esa serpiente de bronce, con el tiempo se convirtió en un objeto de adoración. Fue necesario que Ezequías lo eliminara (Quitó los altos, y quebró las imágenes, y taló los bosques, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban perfumes los hijos de Israel; y le pusieron por nombre Nehustán, 2 Re 18, 4). Hay que tener cuidado, para no desvirtuar lo que, en principio, es un signo de salvación.
Si elegimos la lectura de san Pablo a los Filipenses, se nos recuerda que en la cruz se muestra el verdadero rostro de Jesús, que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por esa obediencia, el hombre Jesús llegó a ser el Cristo resucitado, Salvador, para gloria de Dios Padre. Costó aceptar ese destino, pero con su aceptación, Cristo llenó el abismo que nos separaba del Padre, por el pecado del hombre, incapaz por sí mismo de superar ese vacío. Jesús es el puente entre nosotros y el Padre bueno. Un puente sin peajes, abierto a todos.
Pero no todos quieren pasar por él. Como a Nicodemo, hay muchos a los que les cuesta entender lo que significa la figura de Jesús. Algunos quieren creer, pero no todos lo consiguen. Demos gracias a Dios por el don de la fe, por cierto. El evangelio de hoy nos recuerda que, al ser levantado en la cruz, Jesús se convirtió en símbolo de salvación para todos, como la serpiente de bronce fue salvación para los hebreos en el desierto. La serpiente de bronce fue algo temporal. La cruz de Cristo, el icono del amor de Dios a los hombres, es eterna.
Dios quiere que todos los hombres se salven. El medio para conseguirlo, seguir a su Hijo, Jesucristo. Es difícil, pero no imposible. De cada uno de nosotros depende. No olvidéis las acciones del Señor, nos recuerda el salmo de hoy. El señor ha obrado grandes cosas en nuestra vida. Nos regala su salvación. Incluso en el dolor y el sufrimiento, nos ayuda a encontrar sentido. Pues eso. ¿Qué vas a hacer tú?
Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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