lunes, 25 de septiembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 8,16-18

 


Evangelio según San Lucas 8,16-18
Jesús dijo a la gente:

"No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.

Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.

Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener".


RESONAR DE LA PALABRA

Leemos el Evangelio de hoy y vamos a conceder que Jesús tiene razón: Nadie enciende un candil para meterlo debajo de la cama. Estamos de acuerdo. Pero la verdad es que uno se pone a leer el Evangelio y no sé es eso exactamente lo que vemos. Más bien, la sensación es que Dios ha preferido manifestarse en lo oculto y escondido de este mundo. Desde el nacimiento de Jesús hasta su muerte todo sucede en una pequeña esquina del mundo conocido de entonces. Jesús se mueve toda su vida entre los pobres y entre la gente marginal. Con los jefes del pueblo, con la gente importante, más bien hay choques y distancia. Es significativo el hecho de que Jesús no se mueve siquiera en el ámbito del tempo de Jerusalén, que no era el centro del mundo precisamente pero sí al menos el centro de la nación judía. Y hasta su muerte, ejecutado como un malhechor, sucede fuera de las murallas de Jerusalén y lejos del templo. Todo eso sucediendo en una esquina perdida del mundo de entonces, bien lejos de Roma, la capital del imperio, donde pasaba lo que verdaderamente importaba.

Un buen asesor de marketing y publicidad habría aconsejado a Dios escoger caminos muy diferentes para mostrar al mundo su mensaje de salvación. Pero o no le contrató o Dios quiso hacer las cosas a su manera. Y su manera no es la nuestra. Dios quiso poner su luz en las habitaciones pequeñas y humildes de los pobres. Dios quiso estar cerca de los que no importaban a nadie, de los que eran prescindibles. Esa fue su forma de encender su candil y dar testimonio de la luz. La luz de Jesús ilumina a los que están cerca. No es un gran foco que deslumbre. Se parece más a ese gesto de la vigilia pascual en el que todos los participantes van encendiendo su pequeña vela pasándose el fuego de unos a otros. Son muchas velas pequeñas pero que terminan dando luz y calor a toda la comunidad.

Nuestro Dios es un Dios de los pequeños gestos, de la luz del candil y no del foco de mil vatios. Quizá tendríamos que pensar esto para este día y para todos nuestros días: apuntarnos a los pequeños gestos que dan luz a la vida de los que nos rodean.

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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