Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.
Jesús dijo a sus apóstoles:"No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada.Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra;y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa".Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
«El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará»
Parece duro y grave este precepto del Señor de negarse a sí mismo para seguirle. Pero no es ni duro ni grave lo que manda aquel que ayuda a realizar lo que ordena. Es verdad, en efecto, lo que se dice en el salmo: Según tus mandatos, yo me he mantenido en la senda penosa. Como también es cierto lo que él mismo afirma: Mi yugo es llevadero y mi carga ligera. El amor hace suave lo que hay de duro en el precepto.
Todos sabemos de qué no es capaz el amor. El amor es no pocas veces hasta réprobo y lascivo. ¡Cuántas cosas duras no tuvieron que tolerar los hombres, cuántas cosas indignas e intolerables no hubieron de soportar para lograr el objeto de su amor!
Pues bien, siendo en su mayoría los hombres cuales son sus amores, ni es preciso preocuparse tanto de cómo se vive cuanto de saber elegir lo que es digno de ser amado, ¿por qué te admiras de que quien ama a Cristo y quiere seguir a Cristo, amando se niegue a sí mismo? Pues si es verdad que el hombre se pierde amándose, no hay duda de que se encuentra negándose.
¿Quién no ha de querer seguir a Cristo, en quien reside la felicidad suma, la suma paz, la eterna seguridad? Bueno le es seguir a Cristo, pero conviene considerar el camino. Porque cuando el Señor Jesús pronunció estas palabras, todavía no había resucitado de entre los muertos. Todavía no había padecido, le esperaba la cruz, el deshonor, los ultrajes, la flagelación, las espinas, las heridas, los insultos, los oprobios, la muerte. Un camino casi desesperado; te acobarda; no quieres seguirlo. ¡Síguelo! Erizado es el camino que el hombre se ha construido, pero Cristo lo ha allanado recorriéndolo fatigosamente de retorno.
Pues ¿quién no desea caminar hacia la exaltación? A todo el mundo le deleita la grandeza: pues bien, la humildad es la escala para ascender a ella. ¿Por qué alzas el pie más allá de tus posibilidades? ¿Quieres caer en vez de ascender? Da un primer paso y ya has iniciado la ascensión. No querían respetar esta gradación de la humildad aquellos dos discípulos, que decían: Señor, concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Aspiraban a la cima sin tener en cuenta las escalas intermedias. El Señor se las indicó. ¿Qué es lo que les respondió? ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? Vosotros que aspiráis a la cúpula de la grandeza, ¿sois capaces de beber el cáliz de la humildad? Por eso no se contentó con, decir: Que se niegue a sí mismo y me siga, sino que intercaló: Que cargue con su cruz y me siga.
¿Qué significa: Cargue con su cruz? Soporte cualquier molestia: y así que me siga. Bastará que se ponga a seguirme imitando mi vida y cumpliendo mis preceptos, para que al punto aparezcan muchos contradictores, muchos que intenten impedírselo, muchos que querrán disuadirle, y los encontrará incluso entre los seguidores de Cristo. A Cristo acompañaban aquellos que querían hacer callar a los ciegos. Si quieres seguirle, acepta como cruz las amenazas, las seducciones y los obstáculos de cualquier clase; soporta, aguanta, manténte firme. Estas palabras del Señor parecen una exhortación al martirio. Si arrecia la persecución, ¿no debe despreciarse todo por amor a Cristo?
fuente del comentario Agustín de Hipona
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