Evangelio según San Mateo 13,18-23
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".
La historia de la humanidad está teñida de sangre, de violencia. Por mucho que nos cueste reconocerlo es así. Basta con que echemos una ojeada a los libros de historia. No hay periodo de la historia que esté libre de batallas y sangre. No hay cultura que pueda decir que ha vivido siempre en paz. Hay batallas a muchos niveles. Se enfrentan las naciones. Pero también se enfrentan las familias, los amigos. La violencia parece que está metida en el tuétano de nuestros huesos, que forma parte de nuestro ser. Quizá sea fruto de la inseguridad, del temor, de la lucha por sobrevivir, que no siempre ha sido fácil para las personas a lo largo de la historia.
Cuando pensamos en lo opuesto a la paz, solemos pensar en las guerras entre naciones. Pero hay muchas más formas de violencia. Hay también una forma de violencia oral. Me he sorprendido muchas veces encontrándome con personas, absolutamente pacíficas en sus formas –diríamos que incapaces de matar a una mosca– que al hablar de los políticos (obviamente de los que son opuestos a sus ideas) destilan una violencia realmente increíble en sus palabras. Otros echan una violencia tremenda al volante, cuando conducen. Otros la generan en el campo de deportes (¡pobres árbitros!). Hay violencia entre las personas, en las relaciones humanas.
Hoy celebramos la fiesta de Santa María, Reina de la Paz. A Jesús por su mediación, le pedimos que nos libere de esa violencia que nos invade a veces por dentro como un cáncer. Y que nos haga hombres y mujeres de paz.
La paz no es sólo ausencia de violencia física. La paz es capacidad de diálogo, de escucha del otro y de sus necesidades. La paz es tolerancia frente al que no piensa como nosotros. La paz es respeto a los derechos humanos. La paz es justicia y atención especial para los más necesitados, para los pobres, para los marginados. Vamos a trabajar todos juntos por la paz. Este día y todos los días. Porque el Reino de Dios es reino de paz.
Fernando Torres cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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