Evangelio según San Lucas 17,20-25
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente,y no se podrá decir: 'Está aquí' o 'Está allí'. Porque el Reino de Dios está entre ustedes".Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.Les dirán: 'Está aquí' o 'Está allí', pero no corran a buscarlo.Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación."
Queridos hermanos:
Estas especulaciones sobre la fecha de la parusía y los cataclismos cósmicos finales, motivos típicos del género llamado apocalíptico, siguen haciendo las delicias de la espiritualidad de algunos grupos cristianos más bien marginales, nada expertos en las formas literarias bíblicas ni en la hermenéutica de textos antiguos. Un sano deseo de “fidelidad” a la Palabra de Dios, acogida con respeto y evitando la injerencia en ella del pobre saber humano, puede llevar a callejones sin salida. Algunas sectas que en otra época daban cronologías sobre el final (año 1914, año 1960…) se van volviendo más cautas.
En realidad el proceso se dio ya dentro del Nuevo Testamento. La primera generación cristiana estaba convencida de la pronta vuelta de Jesús, que pondría fin al mundo presente. Pero después de la guerra judía contra Roma, en torno al año 70, en vista de que con la destrucción del templo y de la ciudad misma de Jerusalén no había llegado el final esperado, todo el patrimonio de pensamiento cristiano, incluidas ciertas frases de Jesús, tuvo que ser reinterpretado; finalmente, sin negar la temporalidad del cosmos y de la historia humana, se renunció a todo saber cronológico. El escrito pseudónimo conocido como segunda carta de Pedro, probablemente el más reciente del NT, afirma con modestia que “para Dios un día es como mil años y mis años como un día” (2Pe 3,8).
El tercer evangelista quiso ofrecer, actualizados, dichos difíciles de Jesús, y él mismo lo tuvo difícil. Escribe tardíamente, quizá hacia el año 90, cuando ya no se cuenta con una parusía cercana ni se piensa, como algunos contemporáneos de Jesús, que el reino de Dios (o “días del Hijo del Hombre”) consistirá en eliminar el poder político romano.
Para este evangelista, y para nosotros, lo importante es saber que el Reino de Dios transforma el interior de la persona (“acontece[rá] dentro de vosotros”), aunque no se reduce a mero intimismo, sino que se irradia en novedad de vida. Y también desea que el creyente viva una auténtica contemporaneidad con Jesús (“ver los días del Hijo del Hombre”), estando atento en cada momento a su palabra, su presencia, su llamada. Esto lo subraya conservando el “dicho de majestad” de Jesús: la generación contemporánea del Mesías tuvo un privilegio irrepetible, que quizá no supo apreciar y… la ocasión ya no volvió; que el creyente no viva ahora en el despiste, que abra los ojos cada día al paso de Jesús.
A pesar de su reflexión y aplicación pastoral tardía, el evangelista no olvida el carácter futuro de la consumación del Reino (“venga tu Reino”: Lc 11,2), ni tampoco su categoría de plenitud y gloria deslumbradora; pero advierte al creyente que a ellas solo se llega como llegó Jesús: pasando por la humillación, el menosprecio, la entrega de la vida.
Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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