Evangelio según San Mateo 6,7-15
Jesús dijo a sus discípulos:Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.Danos hoy nuestro pan de cada día.Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
El Padre nuestro y la corrección fraterna
Solemos tener nuestros mayores conflictos con las personas más cercanas, con las que más queremos. También sucede en el ámbito religioso, que una de las primeras crisis de fe (si no la primera) se suele dar por situaciones conflictivas en el seno de la comunidad cristiana (la Iglesia, la parroquia, el grupo o movimiento eclesial de referencia), en la que se esperaba encontrar una atmósfera de amor, armonía y entendimiento. Surge así el sentimiento de desilusión, incluso de escándalo, que lleva a preguntarse: “pero, ¿dónde me he metido yo?” Como vemos en la primera lectura, ya en las primeras comunidades cristianas se daban situaciones de conflicto, y no solo entre los “cristianos de a pie”, sino también entre las comunidades y personas de la talla del apóstol Pablo.
La respuesta de Pablo es una auténtica declaración de amor a su comunidad, pero que se traduce en una fuerte corrección fraterna. La aparente dureza de sus palabras se corresponde con la gravedad de la situación, que ponía en peligro la integridad de la fe. Hay cuestiones esenciales en las que no es posible ni deseable transigir: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y siempre, no os dejéis llevar por doctrinas llamativas y extrañas” (Hb 13, 8-9). El amor verdadero, del que Pablo hace gala en su entrega desinteresada y generosa, no puede estar divorciada de la verdad revelada en Cristo y, por tanto, de la corrección clara de toda desviación de ella. No se puede transigir, decimos, en cuestiones que afectan a la verdad que salva.
Pero para que esta “intransigencia” no se torne una rigidez contraria al amor cristiano, es preciso abordar todo conflicto en espíritu de oración, de apertura y súplica al Dios Padre, el único ante el que, pese a todas nuestras diferencias podemos sentirnos hermanos, con vínculos más fuertes que todo posible conflicto. Jesús, maestro de oración, nos introduce con la enseñanza del Padre nuestro en su propia experiencia filial, la unidad en el amor que preserva las diferencias.
José M. Vegas cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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