Evangelio según San Mateo 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
UNA DESPEDIDA QUE ES ENVÍO
Una Iglesia más como la quiso Jesús
Cada evangelista ha concluido de distinta manera su Evangelio y las experiencias y relatos de la Pascua. La que más grabada tenemos todos es la escena de la Ascensión, exclusiva de San Lucas, y que nos narra al final de su Evangelio y al comienzo del Libro de los Hechos. Él quiso redactar una catequesis «visual», separando para resaltar tres aspectos de la Pascua: 1) la Resurrección del Señor y algunas apariciones, 2) la Ascensión o despedida y fin de las apariciones y 3) Pentecostés, el nuevo tiempo del Espíritu y la Iglesia. Hoy el Señor se despide y «sube al cielo» a la vista de sus discípulos, dejándoles lo que Mateo considera el mensaje principal de Jesús al marcharse: su misión.
Para comprender lo que Lucas nos quiso decir con su relato de la «Ascensión del Señor» (primera lectura) es bueno que nos fijemos en que ANTES de ascender... Jesús se dedicó a «bajar»:
• Bajó del cielo, al seno de una mujer nazarena. Como también «bajó» a un pesebre en una cueva de Belén. Rebajó su «grandeza» divina, para ser uno de nosotros, un crío, totalmente dependiente del cuidado de sus padres (como todos los niños). Así lo describe San Pablo en uno de sus conocidos himnos: «Cristo, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango, y se hizo uno de tantos...».
Y toda su vida anduvo «bajando»: al Jordán, para bautizarse entre los pecadores. Bajó a donde estaban las clases más bajas y rebajadas de la sociedad, para estar con todos y compartir su situación dolorosa e ignorada conscientemente por políticos y religiosos. Al suelo se echó para lavar los pies a sus discípulos. Y por andar entre pecadores, prostitutas y gente de mala fama «su prestigio personal» quedó por los suelos .Y por los suelos se arrastró llevando a cuestas el madero de la cruz, para terminar colgado sin aspecto casi humano, despreciado, machacado y rechazado por todos.
• El ser humano prefiere «subir»: al podio de las medallas deportivas, del cine o de la canción, a los resultados electorales, a los puestos directivos, a todo tipo de cargos con consideración social y buenos sueldos (también ocurre dentro de la Iglesia, como repetidamente denuncia el Papa Francisco)... Algunos, además, no tienen inconveniente en subirse sobre la espalda de los demás (su dignidad y derechos) para sentirse superiores.
Jesús, en cambio, eligió bajarse y rebajarse, y tan abajo quedó que -de nuevo con Palabras de Pablo- "Dios lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre". O, como nos dice el evangelista Mateo en el Evangelio de hoy: «se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra». Por Amor Jesucristo bajó para estar con los que estaban más abajo... y por eso... el Padre quiso levantarlo a lo más alto.
• Y ya que Jesús dice haber recibido «pleno poder», ¿a qué poder se refiere? Y también ¿cómo deben entender y ejercer el «poder» sus discípulos?
Jesús «huyó» toda su vida del poder. Precisamente fue una de las tentaciones en el desierto: «le subió Satanás a lo alto y le ofreció el poder y todos los reinos del mundo». Pero Jesús lo rechazo. Cuando los que asistieron a la multiplicación de los panes, quisieron coronarlo como rey... Jesús se esfumó. Y además advirtió a sus discípulos que no fueran como los poderosos de este mundo... Ni siquiera debemos usar «títulos honoríficos» (padre, maestro, rabí... eran los de entonces; hoy serían...), ni tampoco busquemos los primeros puestos, ni reverencias, ni... La tarea principal del que esté al frente de la comunidad es «servir». Por poner solo un ejemplo del «breve» Papa Juan Pablo I:
El obispo-presidente del IOR (Banco Vaticano) debe ser sustituido: en cuanto usted lo crea oportuno. Deberá hacerse de manera justa y con respeto de la dignidad de la persona. Un obispo no puede presidir o gobernar un banco. Aquella que se llama sede de Pedro y que se dice también santa, no puede degradarse hasta el punto de mezclar sus actividades financieras con las de los banqueros, para los cuales la única ley es el beneficio y donde se ejerce la usura, permitida y aceptada, pero al fin y al cabo usura. Hemos perdido el sentido de la pobreza evangélica; hemos hecho nuestras las reglas del mundo”.
Por eso, el «poder» que dice tener Jesús es el de haber vencido a las fuerzas del mal y de la muerte, y que el Padre le haya constituido Señor del Universo, dando un «certificado de calidad» a sus valores y estilo de vida.
Así podemos entender que su llamada/envío a los discípulos no es a «montar un tinglado poderoso» a base de buscar adeptos. No quiere multiplicar el número de bautizados, o engordar las estructuras eclesiales (que por aquel entonces ni existían)... sino... hacer discípulos, que es bien distinto.
Siguiendo con el mismo lenguaje empresarial del texto anterior, otro Papa (Benedicto XVI) escribía:
"Cada empresa tiene el derecho de promocionar su producto. Pero la Iglesia no es una empresa. Sólo debe anunciar a Cristo. No debe atraer hacia sí, ni engrandecer su rebaño, ni procurarse clientes, sino mostrar el rostro de Jesús. La fe no es una mercancía, ni propiedad de un grupo en expansión. Nosotros no poseemos nada. La Iglesia anuncia a Cristo, no busca consenso. No se puede presentar como misión lo que no es otra cosa que burda propaganda sectaria o parcial. El mensaje de Cristo debe ser anunciado incluso allí donde no gusta. La Iglesia es Iglesia de mártires, no Iglesia que martiriza. Una Iglesia tolerante, que no persigue a sus adversarios".
• Por eso hay que prestar atención a los «pequeños grandes detalles» del relato evangélico de hoy.
Jesús les ha citado en un monte. Así, ¿sin especificar? Bueno, es que en la predicación del Reino, las Bienaventuranzas, fueron proclamadas en un «monte». Y en un monte, se transfiguró Jesús y explicó a sus discípulos que el camino de la gloria pasa por el sufrimiento y el rechazo. En un monte fue crucificado. El monte es el lugar de las revelaciones.
También tiene su importancia «Galilea». Es un lugar cargado de significado. Es lo que el Papa Francisco llama hoy «las periferias». Allí dio comienzo la historia de amistad de Jesús con sus discípulos, y allí desarrolló su misión. Galilea, es el lugar de la gente normal, que sufre y que vive, que busca y escucha la Palabra... Era llamada «tierra de paganos», gentes de poca o ninguna fe. Lejos del Templo, de las leyes, de los distintos grupos políticos y religiosos influyentes, lejos de Jerusalem y Judea... que fueron precisamente quienes rechazaron y condenaron a Jesús. Hay que empezar y estar en donde y con quienes Jesús estuvo y empezó.
• ¿La tarea? Id y hacer discípulos...bautizándolos. Es decir: compartir y contagiar la experiencia que ellos han vivido con el Maestro. El discípulo se deja primero enseñar por el Maestro... y luego hace discípulos. Sí: el discípulo de Jesús es aquel que «hace discípulos», compañeros de vida y de misión. Lo subrayaba también otro Papa: Juan Pablo II:
«El cristiano y la Iglesia o son misioneros o no son tales. Quien ama la propia fe se preocupará también de testimoniarla, de llevarla a los otros y permitir a los otros de participar en ella. La falta de celo misionero es carencia de celo por la fe. Al contrario, la fe se robustece trasmitiéndola» .
El término «evangelización» no es ya sinónimo de catequización, ni de ganar prosélitos o adeptos. Me parece mucho más sugerente el término acuñado por Teilhard de Chardin: «amorizar el mundo». En todo caso, el objetivo es «hacer discípulos, bautizándolos».
Bautizar ¿en qué sentido? En aquellos primeros momentos de la Comunidad Cristiana, el bautizado era el que decidía poner su vida al servicio de Jesús, asumiendo su estilo, e incorporándose al grupo de discípulos (la fe cristiana siempre fue «comunitaria», compartida). Ellos son también los que «guardan sus enseñanzas», las contagian, las hacen vida y las ofrecen a todos.
Propongo, como uno de los mensajes principales de la fiesta de hoy, que es necesario, como tantas voces (incluida de del Papa Francisco) piden desde dentro y fuera de la Iglesia: que ésta se parezca mucho más a lo que Jesús quiso, pues el paso de los siglos la ha ido llenando de elementos poco evangélicos. Que sea mucho más «comunidad de discípulos y testigos» que sirven desde abajo.
Y también que ES URGENTE QUE LOS BAUTIZADOS TODOS PASEN A SER DISCÍPULOS Y EVANGELIZADORES. Testigos de un Dios que quiere estar hoy en medio de todas las Galileas donde los hombres sufran, necesiten palabras y gestos de esperanza, donde haya cadenas que rompen, horizontes que abrir, fraternidades que ofrecer...
Quique Martínez de la Lama-Noriega
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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