Evangelio según San Lucas 17,7-10
El Señor dijó:«Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'?¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'?¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'.»
Demandar a Dios
Hace unos años, un hombre de 27 años, Raphael Samuel, demandó a sus padres por haberle dado a luz sin su consentimiento. Creía que tenía derecho a no nacer. En definitiva, se trata de reclamar los propios derechos, incluso cuando las reclamaciones son un insulto a la inteligencia. Pero, ¿no hacemos nosotros reclamaciones similares, si no las mismas, ante Dios? Es como si Dios nos debiera algo. Pedro preguntó a Jesús: "Lo hemos dejado todo por ti; ¿qué nos toca?". Santiago y Juan reclamaron el derecho a sentarse a su derecha y a su izquierda. Olvidamos convenientemente que, en esencia, somos criaturas y somos nosotros quienes le debemos a Dios. Si Dios nos ha elevado a la categoría de hijos e hijas suyos, es un acto de pura gracia. Como anuncia deliciosamente Pablo: "Ahora ha aparecido la gracia de Dios". Esta gracia no la merecemos, sino que se nos da generosamente.
Paulson Veliyannoor, CMF
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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