domingo, 9 de octubre de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 17,11-19

 

Evangelio según San Lucas 17,11-19
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.

Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia

y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".

Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.

Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta

y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.

Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?

¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".

Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".


RESONAR DE LA PALABRA


UN CORAZÓN AGRADECIDO

He leído en una estadística que cada día damos las gracias más de veinte veces. Las damos cara a cara, por teléfono, por correo electrónico, whatsApp, con SMS… Muchas veces de forma automática, sin apenas darnos cuenta. Como podríamos haber dicho un «okey», un «vale» o un «bien, estupendo».

Pero, ¿cuántas de estas veces somos capaces de mostrar de verdad gratitud? Porque hay una gran diferencia entre «dar las gracias» y mostrar nuestro agradecimiento. Decir «gracias» a menudo es una respuesta automática, un convencionalismo social, a veces incluso es «interesado»: gracias por su atención, gracias por comprar en nuestros almacenes, gracias por viajar con nuestra compañía y esperamos verles de nuevo a bordo...

Pero el auténtico agradecimiento va mucho más allá de pronunciar la palabra “gracias”: es mostrarle a la otra persona que realmente valoramos y apreciamos lo que ha hecho por nosotros o lo que nos ha dado. Ese agradecimiento brota cuando uno se siente «especial», emocionado con un detalle (o algo más que un detalle) que han tenido conmigo, cuando te das cuenta de que han procurado agradarte, cuando alguien ha ido mucho más allá de lo que es su obligación, molestándose más de la cuenta, cuando te han hecho sentir "especial"...

Por ejemplo: Recuerdo en cierta ocasión por tierras leonesas, que andaba buscando un lugar determinado en una ciudad del todo desconocida para mí, y estaba perdidísimo. Al parar el coche para preguntarle a alguien que pasaba por allí... aquel buen hombre abrió la puerta del coche, se subió y me dijo: "es muy complicado que se lo explique: yo le voy diciendo"... Al llegar estábamos bastante lejos del lugar de donde había montado, y al bajarse del coche, le pregunté: "¿Y ahora cómo regresa usted a donde estaba antes?". Me dijo: «pues regreso con el corazón contento de haberle podido hacer a alguien un favor». Y se alejó con una enorme sonrisa de despedida.
Otra vez tuve ocasión de acompañar a un hermano de comunidad a hacerse unas pruebas médicas, porque andaba mareado. Me pareció lo más normal hacerlo. Al poco rato de volver se presentó diciéndome que ya sentía un poco mejor, lo justo para haber salido a comprarme un tarro de altramuces, que sabe que me gustan.
Y en estas últimas semanas me he visto casi abrumado por tantísimas personas que se me han acercado para despedirse de mí antes de marchar a mi nuevo destino: aplausos, abrazos, regalos, mensajes escritos, lágrimas, agradecimientos por mi trabajo, por mi trato... Incluso de personas con las que no recordaba haber hablado siquiera. No esperaba tanto en absoluto: sorprendido y reconfortado. Y casi siempre sin saber cómo reaccionar. Son los pequeños y grandes detalles... que a la vez se convierten en un reto personal: aprender de todas estas personas, imitarlas de alguna manera. Un «gracias» no nos resulta suficiente.
El gran peligro de nuestras relaciones personales es la «costumbre/rutina» y el «descuido» de estas pequeñas grandes cosas: saber tener detalles y el decir «gracias» conscientemente. Esta cultura de hoy nos enseña que estamos cargados de derechos, y por lo tanto, los otros están llenos de obligaciones. Tienen que: atenderme pronto y bien, escucharme atentos, ayudarme, contestar el teléfono inmediatamente, darme... cuando a mí me hace falta, cuando lo pido, cuando me conviene... Porque... yo lo necesito, yo lo pago, yo tengo derecho, me lo merezco... Se nos da bien quejarnos y protestar. Unas veces con razón, y otras sin ella. Pero pocas veces ocurre que alguien te diga a ti o a tus superiores: «me ha servido, me ha ayudado, me ha gustado, se nota que estaba bien preparado...».

 En la escena evangélica de hoy, Jesús ha curado «porque sí», sin que se lo hayan pedido siquiera, a diez leprosos. Ellos sólo reclamaron del Maestro «compasión». Se habrían conformado con que tuviera por ellos un sentimiento de pena, de ternura, de «empatía» con su desgraciada situación. Lógica consecuencia de su maldita enfermedad que provocaba la indiferencia de la gente, y también odio, rechazo, antipatía, exclusión... Y es que vivían desterrados de la ciudad, sin contacto con nadie que no fuera un enfermo como ellos, sin recibir ni una caricia, ni una palabra amable, quizá alguna limosna. Había un dicho en tiempo de Jesús: “Cuatro categorías de personas son como los muertos: los pobres, el leproso, los ciegos y los que no tienen hijos”. Todas las enfermedades eran consideradas un castigo de Dios por los pecados, pero la lepra era el símbolo del pecado mismo.

Pues bien: de aquellos diez leprosos sanados... sólo uno se tomó la molestia de regresar «alabando a Dios» a gritos, echándose a los pies de Jesús y dándole gracias. Doble dirección de sus agradecimiento: Dios y Jesús como instrumento suyo.

El Maestro se queja: «¿dónde están los otros nueve? ¿Sólo uno ha vuelto para dar gloria a Dios?». Y sólo de él afirma que está salvado. Los diez recibieron el regalo de la curación. Pero sólo uno fue capaz de descubrir detrás de ello la mano de Dios. Para 9 de ellos es «¡qué bien, qué suerte!», a lo mejor «qué majo era aquel Maestro». Pero sólo uno da gloria a Dios. Y de su alabanza y agradecimiento, de ese corazón sensible y de esos ojos creyentes... le ha llegado la salvación.

Uno recuerda espontáneamente al gran Francisco de Asís, con su canto de alabanza: «Alabado seas mi Señor por el hermano sol, el hermano fuego, la hermana noche, la hermana madre tierra...» Desgranaba agradecido a Dios mil motivos de alabanza por dones concretos, diarios y frecuentes que descubría por todas partes en su vida. Hasta la muerte era «hermana». Tenía un corazón agradecido.

En cada Eucaristía, repetimos: "en verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar". Y me vienen unas palabras del Papa Francisco, al comienzo de una misa: «Doy gracias al Señor y os invito a todos a tener un corazón agradecido. Mirad qué suerte tenemos para estar aquí juntos, compartir, levantar la mente, el alma, la mirada, volver a soñar juntos, en nombre del Evangelio, en nombre de ese Jesús que vive y reina en todos los corazones que lo escuchan». Y en otro momento reconocía:: «A mi edad uno comienza a aceptar que la vida le pase la cuenta, es decir que le vaya señalando las personas que lo ayudaron a vivir, a crecer, a ser cristiano, sacerdote, religioso... Y, al reconocer el bien que me han hecho tantas personas, voy gustando cada día más el gozo de ser agradecido».

 Es decir: acudir a celebrar la «Acción de Gracias» (que, como sabéis, es lo que literalmente significa «Eucaristía») supone haberse ido preparando durante la semana, en la oración y en la vida diaria, para ir cultivando ese corazón agradecido. Traer el alma llena de alabanzas al «Bondadoso Señor» (como decía San Francisco) por sus muchos dones, por sus criaturas, por las personas, por sus múltiples regalos. Desgranar cada día en los tiempos de oración los mil motivos que los ojos de la fe van descubriendo en lo que pasa y en lo que nos pasa. «Siempre y en todo lugar».

No es suficiente un «te doy gracias por todo, Señor», dicho así en general». Es mucho mejor y nos hace mayor bien, un agradecimiento sorprendido, concreto (con rostros, momentos y lugares), sintiéndonos en deuda de corresponder, -aunque sea torpemente- a sus dones. Al menos reconocerlos. Esto nos ayudará también a ser agradecidos con las personas: valorando sus detalles y esfuerzos, aprendiendo de ellos, y multiplicándolos también nosotros. Un corazón agradecido abre las puertas de la salvación. Un corazón agradecido tiende puentes y reafirma las relaciones. Un corazón agradecido nos hace mucho mejores. Y yo tengo tanto que agradecer a Dios. Y tengo tantos con los que estar agradecido y expresarlo...

Enrique Martínez de la Lma-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 8 de octubre de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,27-28

 

Evangelio según San Lucas 11,27-28
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: "¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!".

Jesús le respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".


RESONAR DE LA PALABRA

Microquimerismo fetomaternal

El "Proyecto Placenta Humana" no ha hecho más que empezar a desvelar para nosotros hechos sorprendentes sobre la vida humana en el útero. El fenómeno del microquimerismo fetomaterno nos informa de que no sólo la madre proporciona recursos al bebé prenatal, sino que algunas células fetales del bebé atraviesan la placenta y entran en la circulación de la madre y se integran en el cuerpo de ésta y siguen funcionando dentro de ella incluso después del parto. En otras palabras, existe una relación continua entre la madre y el niño a nivel intercelular, ¡cada uno lleva al otro! Imagina lo que implica para la Encarnación: Que María llevaba la huella de Cristo a nivel celular dentro de ella en todo momento. La mujer del evangelio de hoy tiene razón: Bendita sea María, que concibió, dio a luz y amamantó a Jesús. Pero, como señala Jesús, nosotros también somos bienaventurados: Dado que en la Encarnación Dios ha entrado eternamente en la humanidad a nivel celular, podemos activar en cualquier momento esta pertenencia escuchando la palabra de Dios y haciéndola.

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 6 de octubre de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,5-13

 

Evangelio según San Lucas 11,5-13
Jesús dijo a sus discípulos:

"Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes,

porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle',

y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'.

Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.

También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.

Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.

¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente?

¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!".


RESONAR DE LA PALABRA

Oración de intercesión

Si al "amigo" de la parábola le costaba levantarse y compartir unos trozos de pan en medio de la noche, ¡imagínate el sacrificio del que había venido buscando pan! No pedía pan para sí mismo: intercedía por otro que acudía a su casa en plena noche, buscando refugio. El "pedid y recibid, buscad y encontrad, y llamad y entrad" del que habla hoy Jesús tiene un gran poder de actualización cuando pedimos, buscamos y llamamos en favor de los necesitados. Como observa el Catecismo de la Iglesia Católica, "desde Abraham, la intercesión -pedir en favor de otro- ha sido característica de un corazón en sintonía con la misericordia de Dios". En la época de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo, como expresión de la comunión de los santos [...] La intercesión de los cristianos no reconoce fronteras"

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 5 de octubre de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,1-4

 

Evangelio según San Lucas 11,1-4
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".

El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;

danos cada día nuestro pan cotidiano;

perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".


RESONAR DE LA PALABRA

Sobre el Padre Nuestro, escuchemos unas palabras del Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2766):

"Jesús no nos da una fórmula para repetir mecánicamente. Como en toda oración vocal, es a través de la Palabra de Dios que el Espíritu Santo enseña a los hijos de Dios a orar a su Padre. Jesús no sólo nos da las palabras de nuestra oración filial; al mismo tiempo nos da el Espíritu por el que estas palabras se convierten en nosotros en 'espíritu y vida'. Más aún, la prueba y la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre 'envió el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! Padre". Puesto que nuestra oración expone nuestros deseos ante Dios, es de nuevo el Padre, 'el que escudriña los corazones de los hombres', el que 'sabe cuál es la mente del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los santos según la voluntad de Dios'. La oración al Padre Nuestro se inserta en la misteriosa misión del Hijo y del Espíritu".

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 4 de octubre de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,38-42

 

Evangelio según San Lucas 10,38-42
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.

Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.

Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude".

Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,

y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".


RESONAR DE LA PALABRA


Hacer de María siendo Marta

Marta ha sufrido mucha mala prensa debido a las palabras de Jesús hacia ella. Jesús no estaba necesariamente rebajando a Marta. Al fin y al cabo, le tenía tanto cariño a la familia de Lázaro y a sus hermanas que es a esta familia a la que elige visitar para pasar unos momentos de descanso antes de que comience su pasión. Cada uno de ellos le era muy querido. Jesús tampoco restaba importancia al trabajo que Marta realizaba; al fin y al cabo, alguien debía ocuparse también de la hospitalidad. Jesús sólo diagnosticó la preocupación y la ansiedad que ella sufría mientras se dedicaba al trabajo. Lo que María había conseguido era la constancia y la calma mental que la ayudaban a centrarse en el presente. Ojalá Marta pudiera seguir trabajando, pero con la mente y el corazón en reposo. ¡Ojalá nosotros también pudiéramos hacer lo mismo mientras realizamos los quehaceres y ministerios diarios!

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 2 de octubre de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 17,3b-10

 

Evangelio según San Lucas 17,3b-10
Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo.

Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: 'Me arrepiento', perdónalo".

Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe".

El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería."

Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'?

¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'?

¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'.»


RESONAR DE LA PALABRA


UNA PIZCA DE FE

Si vacila tu fe (Dios no lo quiera)
y vacila por débil y por poca,
pídele a Dios que te la dé de roca,
¡y acuérdate de mí!
que soy pecador porque soy débil,
pero Dios hizo tan grande la fe mía,
que si a ti te faltara, yo podría
¡darte mucha fe a ti! (Gabriel y Galán)

Quienes dialogan con Jesús en esta escena son los apóstoles, sus principales amigos y los más cercanos a Jesús. Y de ellos ha salido esta petición: «Auméntanos la fe». Me consuela ver que son precisamente los apóstoles, los pilares de nuestra fe, los que están en contacto cotidiano con el Maestro, los que reconocen la fragilidad de su fe. ¡Tantas veces desfallecemos o nos pasan por la cabeza ideas que nos hacen tambalear o cuestionar nuestra fe, nuestra confianza en el Maestro! ¡Qué ignorancia de las Escrituras quienes a veces nos han dicho que «era pecado tener dudas de fe, dudar de Dios». Nos ha dicho el Papa Francisco:

“Si alguien dice que ha encontrado a Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien…Si uno tiene todas las respuestas a todas las preguntas, estamos ante una prueba de que Dios no está con él”.

Hoy soplan vientos recios para la fe. Pasaron ya aquellos tiempos en los que, al menos en apariencia, todos el mundo se consideraba cristiano, y vivían su fe sin mayores conflictos ni sobresaltos. Era «natural» (lo normal) ser cristiano. ¿Pues qué ha pasado para que en pocos años, cueste encontrar quien reconozca humilde y sinceramente: «Yo soy cristiano», «para mí la fe es importante», «no me imagino a mí mismo sin contar en mi vida con Dios». ¿Por qué tantos hermanos se encuentran en una crisis de fe, o la han perdido, o no saben si creen, o en qué creer? Las razones pueden ser muchas. Vamos a fijarnos en algunas de las que aparecen mencionadas en las lecturas de hoy que, puedan ayudarnos a ponernos el termómetro de la fe, y chequear cómo anda nuestro «ser cristianos».

♠ Podemos comenzar por los que han vivido una experiencia parecida al profeta Habacuc, de la 1ª lectura: se han encontrado con la experiencia del mal, de la injusticia en el mundo, del sufrimiento personal o en otros, y se han preguntado: ¿Dónde está Dios? ¿Qué hace? ¿De qué ha servido que le rezáramos, si las cosas han seguido su curso terrible y nos han dejado doloridos y descolocados? ¿Qué aporta el tener fe cuando se nos muere alguien querido, cuando nos agarra una enfermedad terrible, cuando sentimos que el suelo se hunde bajo nuestros pies? Han (hemos) gritado a Dios, protestando, exigiendo alguna respuesta, alguna señal, alguna intervención... ¡y nada pareció ocurrir! El Libro de Job profundiza en este tipo de crisis y de preguntas existenciales.

 ♠ El Evangelio de hoy nos señala una segunda causa: Ideas equivocadas de Dios. Los apóstoles, influidos sin duda por la mentalidad farisea, ven a Dios como un «amo exigente», y entienden la relación con Dios como una serie de creencias, obligaciones y cumplimientos, según los cuales, ganarían unos méritos -a modo de «puntos»- que Dios tendría que compensar de alguna manera. De esto nos quedan todavía muchos restos en nuestro cristianismo tradicional:

«Te estás ganando el cielo a pulso». «Dios se lo pague»
«¿Vale esta misa para el domingo?». «¿Es obligatorio ir hoy a misa?»
«Hay que hacer un sacrificio para que Dios nos ayude»
«¿Qué habré hecho yo para que Dios me trate así?»
«Dios te ha castigado por tu comportamiento»
«Pórtate bien, que el niño Jesús no te va a querer»...
«Pues las monjas no tienen «mérito», porque como no tienen familia que cuidar, se pueden dedicar mejor a su labor. En cambio nosotros los seglares...»

Méritos, obligaciones, premios y castigos... que no encuentran ningún apoyo en el Evangelio de Jesús.

Otro ejemplo: Entre los escombros de las Torres Gemelas se encontró un papel de Mohamed Atta, el pilotó del primer avión que fue estrellado y que decía: “Oración destinada a rezarla cuando entres en el avión”:

“Oh Dios, ábreme todas las puertas,
oh Dios, que respondes a las plegarias y contestas a quien te pregunta,
estoy pidiéndote ayuda, estoy pidiéndote perdón.
Estoy pidiéndote que ilumines mi camino”. (…).
Y terminaba así: “Somos de Dios y a Dios volvemos”.

Pero un atentado que se llevó por delante a más de tres mil personas no puede ser fruto de la oración, ni encontrar en ella apoyo. Estamos ante un falso creyente o, quizá mejor, ante alguien que tiene un Dios totalmente deformado. Tampoco anda muy acertado el Patriarca de Moscú de la Iglesia ortodoxa cuando afirma que «aquellos rusos que sacrifican su vida en el campo de batalla en Ucrania lavan todos sus pecados», o que «el dirigente ruso Putin era el único defensor del cristianismo en el mundo» o cuando habla de una «guerra santa» en Ucrania. Por no mencionar al Presidente de EEUU pidiendo a Dios que bendijera sus tropas antes de partir para la guerra. ¡Cuántas barbaridades se han dicho y hecho en el nombre de Dios, y en la mezcolanza entre política y religión!
No es raro que todas estas ideas sobre Dios entren en crisis... o provoquen desconcierto y rechazo y perplejidad en aquellos a quienes les resulta imposible «creer» en un Dios así.

♠ Podríamos añadir algunas otras causas de la crisis o pérdida de la fe, de orden interno, o personal. Por ejemplo:

- Muchos cristianos no han recibido más formación que las catequesis infantiles y lo que luego escuchan en las homilías... y eso les resulta insuficiente para responder a los complicados problemas de la vida adulta.

- Bastantes cristianos no fueron educados para encontrar a Dios en la oración y comunicarse con él. Aprendieron rezos, ritos, celebraciones... pero no han sido iniciados en una experiencia personal de encuentro con Dios... que es la base de la fe. Y cuando algunos la buscan en la comunidad cristiana... a menudo no encuentran respuestas.

- Hay cristianos que se sienten distantes y poco identificados con ciertas afirmaciones, declaraciones, exigencias, normas y estilos venidos de las jerarquías católicas, especialmente en asuntos de moral y en posicionamientos políticos, que les parecen parciales, trasnochados, injustos, intransigentes, o imposibles de vivir en estos tiempos... Es la desidentificación con la institución eclesial.

- Hay que contar también con los estilos de vida actuales que hacen muy difícil una vida de profundidad, de reflexión, de interioridad. Vivimos tan ocupados, tan volcados hacia afuera, tan acelerados, tan superficialmente... que no queda resquicio para el silencio, para la reflexión, para vivir consentido, para la maduración personal...

- Sin olvidarnos de la mediocridad: Decía la 2ª lectura: «Toma parte en los duros trabajos del Evangelio. No te avergüences de dar testimonio». Cuando el ser creyente no conlleva una implicación personal con la comunidad cristiana, con la transformación de la sociedad... y se queda en un asunto privado («íntimo») entre Dios y yo y en unas prácticas religiosas... es muy fácil que la fe se vaya apagando por inanición, o quede «momificada».

¿Y qué hacemos con todo esto, que de una manera u otra nos va afectando a todos?
Cuando los apóstoles reconocen que su fe es insuficiente, y le piden a Jesús que se la aumente, la respuesta de Jesús es algo desconcertante: les habla del «poder» de la fe y les confirma que la suya es menor que un diminuto grano de mostaza. Para empezar: Dios no es como un «amo» exigente con el que hay que cumplir, o , del que esperar «recompensas», sino como un «Padre» que les hará sentar a la mesa, les servirá, les lavará los pies y les dirá: «no os llamo siervos, sino amigos».

Pablo nos invitaba en la segunda lectura: «reaviva el don que recibiste el día de tu Bautismo», que es un espíritu de fortaleza, de amor y de templanza. O sea: que lo cuides, porque Dios te lo ha dado (don) y es bueno, necesario, te ayuda.
El reto es a la vez personal (a mí me toca ser responsable de ese don y madurarlo) y de la Comunidad... porque la fe nunca es un asunto privado, aunque sea personal. La Comunidad cristiana, de la que tú formas parte, debe ofrecer y facilitar los medios necesarios para cuidar, madurar, compartir y transmitir la fe. Necesitamos construir unas comunidades cristianas diferentes, donde nos formemos juntos en la fe, donde la catequesis no sea cosa de niños y adolescentes, sino de todos, donde compartamos la vida y los compromisos, las dudas y las necesidades de cada hermano; donde aprendamos a «orar» y a encontrar a Dios en nuestra vida diaria; donde purifiquemos nuestras ideas equivocadas de Dios, donde podamos corregirnos fraternalmente cuando estemos metiendo la pata -laicos y pastores-... Con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Todos somos responsables de la fe de todos... y cada cual, además, lo es de la suya. Aunque sólo tengamos «una pizca de fe».

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 1 de octubre de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,17-24

 


Evangelio según San Lucas 10,17-24
En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron llenos de gozo y dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".

El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.

No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!

¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".


RESONAR DE LA PALABRA

Trabajar desde casa

He aquí una mujer que apenas vivió 24 años y que nunca abandonó la clausura una vez que entró en el convento, pero que es reconocida por la Iglesia como patrona de las misiones. La vida de Santa Teresa de Lisieux, cuya memoria honramos hoy, nos enseña varias verdades (i) que el mandato misionero es parte integrante de la llamada de todo cristiano; (ii) que se puede hacer una labor misionera en el contexto dado de la propia vida evangelizando a los que están alrededor y mediante la oración incesante; (iii) que el deseo ardiente de llevar a las almas al conocimiento y al amor de Dios y la oración incesante por las almas son la clave para hacer misiones. Una vez oí hablar de una mujer jubilada cuyo ministerio elegido era leer el periódico cada día y rezar una oración por cada persona mencionada en él. ¿No es un ejemplo increíble de "trabajar desde casa" cuando se trata de hacer misión?

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA