Evangelio según San Lucas 10,1-12
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:'¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'.Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
RESONAR DE LA PALABRA
A quienes estábamos acostumbrados a iglesias llenas y a muchas vocaciones sacerdotales y religiosas, nos choca constatar la escasez actual de vocaciones. Nos duele sentir que quizá la Iglesia esté de algún modo mermada. Y nos duele, sobre todo, la división que hace eco a las divisiones sociales e ideológicas.
Y sin embargo hoy se nos dice que la mies es mucha. Pero, ¿dónde está? Porque, por un lado, nuestra sociedad está inmersa en un claro invierno demográfico (alentado por medidas políticas nefastas), y por otro, no vemos un gran entusiasmo por regresar entre quienes quizá fueran bautizados, pero que ahora viven una intensa desafección… o quizá simplemente indiferencia ante la religión.
Según el diccionario, la mies es la semilla de la que se hace el pan, o el tiempo de la cosecha… Es decir, algo bueno, muy bueno. Entonces, si la mies es mucha, hay mucho bueno ahí fuera, mucho potencial de pan, de alimento para el mundo. Pero quizá no se sepa o no se reconozca. Lo imperativo, pues, reconocer tal bondad e invitar a esa semilla o bien recoger lo que ya está maduro. ¿Quién deberá hacerlo? “Los trabajadores, pocos”. ¿Es que no todos los cristianos son o deben ser trabajadores? ¿Dónde están? Quizá algunos piensen que la cosa no va con ellos, que los trabajadores son otros. Pero, en cierta manera, todos los cristianos tienen el deber de llamar a otros, de cosechar, de ir a la mies y descubrir lo mucho bueno que existe.
En nuestros templos vemos a menudo a jóvenes piadosos y comprometidos. Algunos habrán tenido ya un encuentro personal con Cristo y otros quizá sientan la sed. Otros muchos jóvenes quizá sientan que falta algo, y estén en búsqueda. Quizá alguien les haya hecho la invitación a seguir a Cristo más radicalmente. Pero quizá muchos también, que sienten la sed, no hayan escuchado un anuncio explícito, o una invitación directa. “Pedid al Padre que envíe obreros a su mies”… pero, ¿cómo van a ir si no han escuchado la llamada? Y, ¿cómo escucharán la llamada si nadie se la presenta como opción posible e invitación personal? Serían grandes trabajadores que recogerían la mies que tiene el potencial de alimentar al mundo. Es necesario ayudar a los jóvenes a escuchar la invitación. Y también—o quizá, sobre todo—todos los cristianos deben escuchar la llamada a buscar y a encontrar el pan, el bien en todos, y a llamar a esas semillas a entregarse a la misión. Así se hará pan para el mundo. Pan que Dios transformará en el Cuerpo de su Hijo entregado para la salvación. Anunciad que el Reino de los cielos está cerca.
Carmen Fernández Aguinaco
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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