Evangelio según San Mateo 21,28-32
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:"¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: 'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'.El respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue.Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no fue.¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él".
Todo es Gracia
¿Por qué, en las parábolas de Jesús, un hombre siempre tiene dos hijos, y ninguno de ellos es perfecto? Ni en la parábola del hijo pródigo ni en la de hoy los hijos salen perfectos. Quizá sea esa la verdad: no hay hijos perfectos en este lado de la vida. Basta con echar un vistazo a las Escrituras para convencernos de que ninguno de los grandes patriarcas o profetas o reyes o apóstoles es un dechado de virtudes; de hecho, ¡muchos de ellos hicieron cosas terriblemente pícaras! Es aquí donde las palabras de Lord Illingworth, un personaje de la obra de Oscar Wilde de 1893, Una mujer sin importancia, adquieren un significado más profundo: "La única diferencia entre el santo y el pecador es que todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro". "Nos salvamos por la gracia de Dios, no por nuestras virtudes. Sólo tenemos que responder a esta gracia, como hace el hijo menor de la historia, cuyo impulso también procede de la gracia.
Paulson Veliyannoor, CMF
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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