Evangelio según San Mateo 10,17-22
Jesús dijo a sus apóstoles:Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Una revolución copernicana
En el relato de la muerte de Esteban -el protomártir de la Iglesia- hay un momento extraordinario (que, por cierto, se omite en la primera lectura de hoy, pero que debemos considerar). El versículo 60 nos dice que Esteban murió pidiendo a Dios de rodillas que perdonara a sus asesinos. Esto fue extraordinario, porque hasta entonces ninguna figura del Antiguo Testamento lo había hecho. Incluso el último profeta asesinado en el AT, Zacarías, murió maldiciendo a sus enemigos (cf. 2 Cr 24:22; Lc 11: 50-51). ¿Qué provocó ese 0cambio copernicano en Esteban, y después en todos los mártires de la Iglesia que hicieran lo mismo? Nada más que la gracia del Crucificado, que modeló para todo el mundo cómo afrontar el mal humano con las fuerzas del amor. "Mártir" significa "testigo": testigo de esta revolución del amor que Cristo llevó a cabo. Como prometió Jesús, en esos momentos, es el propio Espíritu Santo quien da testimonio de Cristo, a través de ellos.
Paulson Veliyannoor, CMF
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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