jueves, 24 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,1-18

 

Evangelio según San Juan 1,1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

Hoy hay una luz que invade el mundo: en el solsticio de invierno del norte, en el solsticio de verano del sur. Una gran noticia, que San Juan nos narra como un viaje apasionante: aquél que es la Palabra, que estaba junto a Dios, viene a nosotros, y viniendo nos abre la puerta para volver, junto a Él, hacia el Padre.
La historia tiene comienzo y final. Venimos del deseo de amor del Padre y vamos hacia ese mismo amor. Y entre tanto, estamos en sus manos, para enlazar nuestras manos entre nosotros.

Pero no todo es tan sencillo: en el mundo hay tinieblas. Y la luz molesta a la tiniebla. Y nuestra voluntad puede recibir o rechazar al Dios que viene a nosotros “en cada persona y en cada acontecimiento”. Ahí nos jugamos la vida…

Lo bueno es que conocemos que “a los que le recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios”. Como el Hijo, por Él y en Él. Y desde Él, todo cobra sentido. “En la vida y en la muerte, somos del Señor”.

Que hoy puedas contemplar el misterio de Belén. Que puedas sentir el calor y la luz que surgen del Dios-con-nosotros, que envían quien lo recibe a dar luz y calor a nuestro mundo. Que a pesar de los años y de las rutinas, puedas sorprenderte de que Dios haya puesto su tienda entre nosotros –por pura gracia- y se haya hecho compañero de camino: “Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer”. Para contarlo y para vivirlo.

¡FELIZ NAVIDAD!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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