miércoles, 16 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 1,1-17

 

Evangelio según San Mateo 1,1-17
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:

Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.

Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón;

Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.

Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé;

Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.

Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá;

Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías.

Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías;

Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías;

Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel;

Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.

Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud;

Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.

Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.

El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.


RESONAR DE LA PALABRA


Jesús, hijo de David, Hijo de María

Empezamos hoy el segundo ciclo del Adviento. En la primera lectura se reproduce la bendición de Jacob a su hijo Judá, de cuya tribu nacerá el Mesías. Más allá del segundo hijo de Jacob, la bendición apunta a David (el báculo y el bastón de mando), que fue capaz de reunir realmente a todas las tribus de Israel.

Mateo en su genealogía de Jesús no se limita a darnos una mera noticia histórica, o una justificación jurídica de la legitimidad mesiánica de Jesús. De hecho, su genealogía presenta saltos y repeticiones, que apuntan más bien a una intención teológica y una confesión de fe: Jesús, verdadero hijo de Abraham y descendiente de David, es más que Abraham y mucho más que David, es “tres veces David”, que, como sugieren algunos autores, sería el significado de las 14 generaciones: DVD – 4+6+4. La insignificancia de los nombres tras el exilio de Babilonia, disuelta la dinatía davídica, destaca que Jesús es el retoño que nace del tronco (seco) de Jesé (cf. Is 11,1).

Para Israel, como para todos los pueblos de la antigüedad, la generación es cosa de varones. Por eso sorprende la presencia de cuatro mujeres en la genealogía. Se ha solido interpretar que pretende subrayar que se trata de una historia jalonada por el pecado (se trataría de cuatro mujeres pecadoras). Pero tal interpretación no cuadra, claramente con Rut, y en realidad con ninguna de las otras (Tamar, Rajab, Betsabé, cuyo nombre ni siquiera se menciona: “la mujer de Urías”), que, o bien fueron víctimas de la maldad masculina (Betsabé), o destacan por haber actuado en favor de la causa de Israel. Más probable es que se deba destacar su condición de extranjeras, que se han insertado en el pueblo elegido. Descubrimos así la apertura universal de este evangelio “judío” de Mateo, claramente expresada en sus palabras finales (Mt 28, 20). Además, en la maternidad de todas ellas hay algo de extraordinario, que anticipa la maternidad de María. Porque la genealogía de Mateo no puede hacer otra cosa que testimoniar la ascendencia davídica meramente legal de Jesús, garantizada por José, que no es el padre físico de Jesús. Al llegar a él, se rompe el ritmo monótono anterior, y no es José el que engendra a Jesús, sino que este nace de María.

La genealogía mateana es un nuevo Génesis (Biblos ghenéseos como en Gn 2, 4 para la creación del mundo). Y la maternidad virginal de María expresa que con el nacimiento de Jesús no sólo se restablece la dinastía de David, ni sólo se cumplen finalmente las promesas hechas a Abraham, sino que se trata de una verdadera nueva creación, una creación “de la nada” de una joven virgen y no por la fuerza de la generación masculina, sino exclusivamente por la fuerza del Espíritu de Dios. Dios cumple las promesas y responde a nuestras esperanzas, pero lo hace rompiendo nuestros esquemas, sin dejarse atrapar por ellos.

Vivimos en el seno de una historia, también nosotros somos el eslabón de una genealogía en la que conviven el pecado y la esperanza. Dios irrumpe en nuestra historia, sanando lo que hay en ella de pecado, respondiendo a nuestras más profundas expectativas. Nuestra historia se transforma así en historia de salvación. Pero como Dios ama las sorpresas y rompe nuestros esquemas, es muy importante que estemos en vela y a la escucha. Sólo así la Navidad se convertirá en algo más que una celebración más, en un acontecimiento que transforma nuestras vidas.

Saludos cordiales

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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