jueves, 31 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA San Lucas 2,16-21

 Evangelio según San Lucas 2,16-21.

Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,
y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

A los ocho días de la Navidad, celebramos a Santa María, Madre de Dios. El Hijo y la Madre. El Niño y la Mujer. La Presencia y la Esperanza.

En el relato de Lucas, los pastores se acercan al portal y descubren “a María, a José y al niño”. Cuando nos acercamos a Dios, siempre nos encontramos a la vez con sus testigos, y eso nos convierte, a la vez, en testigos: “todos los que oían se admiraban de lo que decían los pastores”. María es la mujer testigo de la fuerza de Dios en la debilidad y de la respuesta humana en generosidad. Encontrarnos con ella también nos hace testigos valientes, desde nuestra debilidad, en medio de nuestro mundo. Y José es testigo de la ternura, de la obediencia y de la acogida. Para recordar esto, el Papa Francisco ha dedicado este año 2021 a su figura. Estamos en “el año de San José”.

En el Evangelio de hoy se nos dice algo más: “María guardaba todo esto en su corazón”. El Corazón de María es el cofre donde se conserva todo lo valioso, como regalo de la vida para desplegar la existencia en gratuidad y en generosidad. Así fue la vida de María: recibiendo lo que Dios le fue dando, acogiendo lo que le fue pidiendo y desplegándose de dentro a fuera, desde el corazón al mundo.

El año nuevo es abierto por Santa María y San José como un signo de lo que fue su vida y de lo que puede ser la nuestra: apertura, confianza, entrega. ¡Feliz año nuevo! ¡Feliz día de María, en el recuerdo también de su esposo!

En el comienzo de este nuevo año,
junto a María, madre de Dios y madre de la Iglesia,
te ofrezco lo que soy para que, como en ella,
mi vida sirva a esta historia de amor con la humanidad
que quieres tejer con nosotros, desde siempre y para siempre.
Que así sea.

Tu hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF

miércoles, 30 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,1-18


Evangelio según San Juan 1,1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

En el último día del año, terminando la octava de Navidad, se nos recuerda el prólogo de Juan, que condensa esa historia del Dios-con-nosotros que recordamos y actualizamos en estos días.

Terminar un año es tiempo de balances y de esperanzas.

Miramos atrás para ver lo que fue, desde la distancia que dan los días, en perspectiva. Y en esa mirada, podemos distinguir lo que fue realmente importante de lo que no dejó de ser intranscendente, por mucho que pareciera otra cosa. Y se puede abrir el corazón para dar gracias, profundamente, por todo lo recibido en esos días vividos. Quizá primero por conservar la vida, que no conviene dar por supuesta, y que este tiempo de pandemia nos está ayudando a recordar. Y por la fe. Y por las personas queridas. Y por las dificultades que nos pueden ayudar a crecer…

Miramos adelante para esperar lo que está por venir. Con una espera activa, que se predispone a hacer algo bueno con lo que se nos regale de ahora en adelante. ¿Qué será? ¿Cómo vendrá? ¿Qué podré hacer con esto… o con aquello…? Quizá hoy es un buen día para pedir, y para confiar.

Junto con la plegaria que viene a continuación, te invito a preguntarte: ¿qué agradezco y qué pido hoy?

Gracias, Señor, por este año que termina.
Gracias porque, en medio de la vida de cada día,
Tú te has hecho presente… También en la dificultad.
Dame tu mirada para agradecer todo lo recibido…
Y sobre todo, gracias por ser Dios-con-nosotros,
de quien recibimos “gracia tras gracia”.

Nuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 29 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,22.36-40


Evangelio según San Lucas 2,22.36-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

¿Alguna vez has contemplado el crecimiento de una planta? En algún video se muestra ese crecimiento condensado en unos minutos, mediante la toma de imágenes a lo largo de varias semanas, meses y años… Lo que comienza siendo una semilla, casi imperceptible, termina siendo una planta, un árbol, que muchas veces regala su fruto… para dar vida a otros seres vivientes. Nos gusta comer el fruto, aunque a veces olvidamos que para llegar a ello hace falta plantar, regar, cuidar, esperar… La naturaleza tiene sus tiempos y sus ritmos. Y cuando pretendemos otra cosa estamos violentando la realidad.

También esto lo vivió Jesús. Su crecimiento fue progresivo. Quien le viera de un día para otro, no percibiría apenas ningún cambio externo. También fue recién nacido, tuvo cinco años, cumplió los doce, llegó a los dieciocho, a los veinticinco, a los treinta… En la esperanza de vida de aquella época, podemos decir que, aunque su vida fue interrumpida violentamente, Jesús pasó por todas las edades del ser humano: niñez, juventud y madurez. Y en ese crecimiento supo de la importancia del día a día, de cada palabra y cada gesto, de la perspectiva que dan los años… Y experimentó que el Padre estaba a su lado, en todo momento y circunstancia. “El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba”.

Así es nuestra vida. A veces quisiéramos crecer más rápido. A veces quisiéramos disfrutar de los frutos… sin haberlos plantado… o cuidado… o sin esperar a que estén en su sazón. Y la experiencia enseña que no es bueno saltarse etapas, sino que conviene saber esperar, en actitud de acogida y responsabilidad.

El Dios de la Vida, que conoce por experiencia lo que es el ritmo de las cosas desde su encarnación en la persona de Jesús, acompaña ese crecimiento, alentándolo desde dentro… en la espera de que cada cual dé los frutos esperados, para la vida del mundo. ¿En qué momento de tu vida te encuentras hoy?

Nuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 28 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,22-35


Evangelio según San Lucas 2,22-35
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.

También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él

y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.

Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,

Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,

porque mis ojos han visto la salvación

que preparaste delante de todos los pueblos:

luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,

y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

La Palabra de hoy nos presenta lo que podríamos llamar un “personaje secundario” de los Evangelios, que sin embargo puede ser un icono de una vida fecunda y lograda. Se trata del anciano Simeón.

Simeón era un “hombre justo y piadoso”. Desde ese dato podemos imaginar que, como tantos hombres y mujeres de aquel tiempo –y de todos los tiempos, había vivido una vida más o menos sencilla, con sus luces y sombras, con sus certezas y dudas, en acogida de Dios y en servicio humilde hacia los demás. “Una buena persona”, “un hombre de Dios”, podrían comentar de él sus vecinos. Seguro que algunos simpatizaban con él más que otros, que ya se sabe que siempre pasa. Pero no tendría grandes enemigos declarados. Porque en su corazón había siempre un lugar para el perdón y la reconciliación. Quizá porque él también necesitó ser reconciliado y perdonado en más de una ocasión. Y era de los que, en medio de la confusión del mundo -en su época y en todas las épocas- no había perdido la esperanza. Y “aguardaba el consuelo de Israel”. Con una profunda confianza en el Dios en cuyas manos vivimos, nos movemos y existimos. Este es Simeón. Con toda su historia. “El Espíritu Santo moraba en él”.

Este es quien, en el relato de Lucas, toma al niño en brazos y bendice a Dios. Sus palabras son toda una muestra de confianza y de lucidez. Le dice a Dios que ya, cuando quiera, entiende que su vida ha llegado a su meta, porque se ha encontrado con el Dios-con-nosotros. Y a la vez que dice eso, anuncia ese futuro nuevo: ha llegado la “luz para alumbrar a las naciones”… y orienta a María con unas palabras que quieren fortalecerla para lo que pueda venir.

Simeón personifica la historia de Israel. Con todas sus idas y venidas, alianzas y traiciones, ahí está un pequeño resto manteniendo la confianza en el futuro nuevo que Dios les había prometido.

Simeón personifica la historia de cualquier persona. En búsqueda, con posibilidad de acoger al Dios-con-nosotros y de anunciar la novedad de su Reino.

Necesitamos más ancianos como Simeón. También jóvenes y personas de mediana edad. Que desde la experiencia de una vida vivida en confianza, no busquen aferrarse a nada, sino transmitir esa confianza a los que vienen por detrás. Tú también puedes ser Simeón. ¿Te lo crees?

Nuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 27 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 2,13-18


Evangelio según San Mateo 2,13-18
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".

José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.

Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.

Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado.

Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:

En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

A los tres días de la navidad, se celebra la fiesta de los “santos inocentes”, partiendo del relato del Evangelio de San Mateo de la matanza de los niños por Herodes. Una escena en la que aparecen los “personajes principales” de este tiempo de Navidad: la luz y las tinieblas, la debilidad y la esperanza.

La luz molesta a las tinieblas. Porque son incompatibles. Por eso Herodes quiere hacerla desaparecer, y trama su plan. Y en esa lucha, recreada en tantas escenas de la Biblia y del cine contemporáneo, resplandece la fuerza de la debilidad: una pareja que se pone en camino con su hijo recién nacido, huyendo a la tierra donde sus antepasados habían sido esclavos, para salvar su vida. Y en esa debilidad, surge la esperanza…

Jesús, desde su nacimiento, asume la historia de su pueblo, pasando por los mismos lugares por donde pasó y por sus mismos aprietos. Y al asumir esa historia, asume también nuestra historia de luces y de tinieblas, de luchas y de esperanzas. Porque la historia del Pueblo de Dios narrada en la Palabra es también nuestra historia.

En la fiesta de hoy recordamos a todos los que en el mundo han vivido esta misma historia de persecución, de huida y de muerte inocente. En el pasado y en el presente… Víctimas concretas de las tinieblas que quieren dominar la historia: niños, mujeres, hombres, ancianos… Víctimas de la enfermedad, de la pandemia que vivimos y de tantas otras situaciones.

Frente a esa tiniebla, Dios no despliega sus ejércitos ni acaba con el mundo de manera drástica… sino que ofrece algo mejor: su Hijo, naciendo entre nosotros, es la fuerza en la debilidad, la luz que alienta toda esperanza y que ya se ha comenzado a transmitir… hasta los confines del mundo.

Ya hay mucho camino recorrido y aún queda mucho por hacer. Pero ya está puesto, en el corazón del mundo, la semilla de un mundo nuevo. ¿Seremos capaces de acoger y cuidar esa semilla, para que vaya dando su fruto?

Nuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 26 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,22-40

 

Evangelio según San Lucas 2,22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.

También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él

y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.

Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,

Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,

porque mis ojos han visto la salvación

que preparaste delante de todos los pueblos:

luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,

y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.


RESONAR DE LA PALABRA

«SAGRADA» FAMILIA

No resulta fácil hablar hoy sobre la «familia», con tantas susceptibilidades, tantos modelos diferentes, tantas experiencias distintas, y no todas positivas... Pero ya sabemos que «donde hay amor allí está Dios». Y si le ponemos por delante el adjetivo «sagrada», aún es más difícil. Salvo días como hoy, es poco frecuente que los predicadores tengamos en cuenta la familia, el matrimonio, y tantos aspectos que forman parte de ella. Sin embargo, la realidad familiar (sea la que sea) forma parte de la experiencia de todos y cada uno de los seres humanos, y también de los creyentes.

Creo que hoy es día sobre todo para animar, acompañar, y rezar por todas las familias, y dejar a un lado juicios sobre los distintos "estilos" familiares, y mensajes apocalípticos sobre la crisis familiar, etc. 

Estos días navideños son, por definición, «familiares». Es evidente el esfuerzo de encontrarse juntos alrededor de una mesa, o visitar, o llamar por teléfono o videoconferencia, o hacer unos regalos... ¡Qué mal rollo que el coranavirus haya condicionado y limitado tanto estos encuentros! 

No obstante, también son días en los que afloran las dificultades y conflictos, latentes o disimuladas en otros momentos del año. Porque, una vez que estamos juntos ¿qué? ¿de qué hablamos? ¿qué tenemos que decirnos? ¿cómo hacemos para no tocar ciertos temas y que no salten chispas? Son días en que se hace más visible el sufrimiento de las familias que se han roto, y «toca» que los hijos se repartan entre el padre y la madre. Son días en que recordamos con tristeza a los que ya no están. Y son días en que aquellos que no tienen a su familia cerca, por la razón que sea, se sienten especialmente solos.

Es verdad que no todo es sufrimiento, y que, cuando una familia se lleva bien, es una de las mayores fuentes de gozo, equilibrio, seguridad, ternura... etc. Pero ¿y qué pasa cuando las cosas no han resultado bien? ¿No hay derecho a rehacerse, a intentar curar las heridas y buscar la estabilidad por otros caminos?

Cuando tratamos el tema de la educación de los hijos, más de un padre/madre pregunta: «¿Por qué no vendrán los niños a este mundo con un manual de instrucciones debajo del brazo?». Unas veces por exceso, y otras por defecto, no es rara la sensación de muchos padres de no estar haciéndolo bien, o de darse cuenta demasiado tarde, o de sentirse culpables, o de desentenderse porque «es muy difícil»...

¿Qué pueden aportarnos las lecturas de hoy para este tema de la convivencia familiar?

§ Empecemos diciendo que los evangelios nunca llaman «sagrada» a la familia de Jesús ni a ninguna otra. Por otro lado, llama la atención que en boca de Jesús nunca aparecen las palabras «padre» o «madre» para dirigirse a José o a María, ni «hermano» para referirse a sus parientes cercanos, como era costumbre en la cultura judía. Jesús sólo llama «padre» a Dios. Y expresamente pide a sus discípulos que a nadie llamen Padre sino a DIos. En cuanto a su madre, sólo se refiere a ella como desde lo alto de la cruz , para encargarle al discípulo amado que la cuide. En cuanto al nombre de «hermano» lo reserva para los discípulos, que deben tratarse así entre sí: «Si te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti», «entre vosotros, todos sois hermanos», «¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Los que escuchan mi Palabra y la cumplen...

Es el modo de decirnos que la «familia» verdadera, la cristiana, la suya, es mucho más grande que la que viene por los lazos de la carne y la sangre. Por tanto, la «familia» tiene que salir de sí misma para poner «calor de hogar» en este mundo tan poco hogareño. Y que, por lo tanto, no entró en su proyecto hacer de la propia familia una especia de fortaleza, burbuja o refugio para tiempos difíciles: Nosotros, y los nuestros, aquellos con los que nos llevamos bien y no nos dan problemas... "Si amáis a los que os aman, ¿qué hacéis de extraordinario?". Sus discípulos estamos llamados a multiplicar los padres, las madres, los hermanos, los abuelos en nuestro entorno cristiano y social. Se trata de que se extiendan y triunfen los vínculos del amor, todas esas cosas que forman parte de la convivencia familiar: el diálogo, la acogida, el perdón, el servicio, los detalles, el sacrificio, etc. Dentro y fuera de casa

§ En segundo lugar, sí podemos considera y llamar«sagrada» a una familia cuando está consagrada a Dios. Es decir: cuando en ella está muy presente Dios, cuando contamos con Él en los problemas y decisiones de cada día... La oración, la escucha de la Palabra, el diálogo buscando juntos la voluntad de Dios es ago indispensable en toda familia que quiera llamarse cristiana, el perdón mutuo. Probablemente los pastores de la Iglesia no hemos puesto muchas energías en enseñar y acompañar todo esto. Pero también es cierto que no pocas familias consideran que basta con estar juntos, vivir bajo el mismo techo, y comer de la misma nevera, y juntos cuando se pueda. ¡Qué fundamentales son los grupos de matrimonios que reflexionan, comparten y aprenden juntos a partir de sus experiencias! Probablemente en la parroquia los tenéis, o podéis proponer que se pongan en marcha.

§ En tercer lugar, las lecturas nos subrayan que los hijos no son propiedad de los padres. Lo de «presentarlos» a Dios (algo «parecido» a nuestros Bautismos) era la manera que Israel tenía de subrayar el infinito respeto que se merecen. Los hijos no están llamados a ser «imagen y semejanza» de sus padres, ni a cubrir ausencias afectivas cuando faltan otras personas al lado. Aunque también hay que afirmar que los hijos no son quiénes para interferir en la vida de sus padres, tenerlos a su completa disposición, y exigirles a veces cosas que no les corresponden.

Los padres tienen encomendada una «tarea sagrada»: ayudarles a conocer y a vivir a Dios, a servirle. Los hijos tienen que crecer y robustecerse (como decía el Evangelio respecto a Jesús), pero también «en sabiduría y en gracia». Esta «sabiduría» de la que habla la Escritura se refiere a la sabiduría de aprender de la vida y aprender a enfrentarse personalmente con las dificultades y retos que va planteando la vida. Una sabiduría existencial.

§ Para terminar: los cristianos (como personas, como comunidades y como Iglesia) tenemos que apoyar a las familias (sea cual sea el modelo que elijan), dar comprensión cuando aparezcan las dificultades, abrir caminos, acoger... y hacer menos juicios e imposiciones. Tomarnos todos mucho más en serio esto de «construir» familia, y también la gran Familia de la Iglesia. Ccomo dice un proverbio africano: "Para educar a un niño hace falta la tribu entera". 

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 25 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 10,17-22

 

Evangelio según San Mateo 10,17-22
Jesús dijo a sus apóstoles:

Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.

A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,

porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.

Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos y hermanas:

Estamos de lleno en la llamada “octava de navidad”: siete días para seguir celebrando el Misterio... para no hacer duelo (¡litúrgicamente no se permiten las misas de difuntos estos días!) Y sin embargo la Iglesia quiere recordar justamente hoy a san Esteban protomártir (primero de los mártires), es decir: alguien que llegó a entregar la vida por este Jesús que hoy nace en Belén. Poco que ver con adornos navideños huecos y cantos bobalicones. La cosa es seria, muy seria...

El “valor” no está solo en que entregó la vida, sino que dicen de él que vivía “lleno de gracia y poder del Espíritu de Dios”. Cuando las cosas iban tan mal que todos le rodeaban para apedrearlo, fue capaz de fijar su mirada en Cristo, entregarle su espíritu (lo más profundo de sí mismo) y perdonar a los enemigos. Actitudes muy navideñas o al menos, muy evangélicas. Actitudes que no se improvisan si no van cuajando día a día en una vida cotidiana “llena de gracia y de poder del Espíritu de Dios”.

La fiesta de hoy nos invita a pensar una vez más en quién y en qué hemos puesto nuestra confianza... pero de verdad, no sólo de palabra. Preguntémonos a quién acudimos cuando estamos en apuros (rodeados de gente que quiere apedrearnos), en quién nos apoyamos cuando no podemos más, a quién volvemos la mirada en busca de luz... Ojalá, en alguna medida, Cristo El Señor, el Niño de Belén, el Dios de nuestra historia y nuestra vida, se encuentre también ahí y no sólo en las tarjetas navideñas de estos días...Queridos hermanos y hermanas:

Estamos de lleno en la llamada “octava de navidad”: siete días para seguir celebrando el Misterio... para no hacer duelo (¡litúrgicamente no se permiten las misas de difuntos estos días!) Y sin embargo la Iglesia quiere recordar justamente hoy a san Esteban protomártir (primero de los mártires), es decir: alguien que llegó a entregar la vida por este Jesús que hoy nace en Belén. Poco que ver con adornos navideños huecos y cantos bobalicones. La cosa es seria, muy seria...

El “valor” no está solo en que entregó la vida, sino que dicen de él que vivía “lleno de gracia y poder del Espíritu de Dios”. Cuando las cosas iban tan mal que todos le rodeaban para apedrearlo, fue capaz de fijar su mirada en Cristo, entregarle su espíritu (lo más profundo de sí mismo) y perdonar a los enemigos. Actitudes muy navideñas o al menos, muy evangélicas. Actitudes que no se improvisan si no van cuajando día a día en una vida cotidiana “llena de gracia y de poder del Espíritu de Dios”.

La fiesta de hoy nos invita a pensar una vez más en quién y en qué hemos puesto nuestra confianza... pero de verdad, no sólo de palabra. Preguntémonos a quién acudimos cuando estamos en apuros (rodeados de gente que quiere apedrearnos), en quién nos apoyamos cuando no podemos más, a quién volvemos la mirada en busca de luz... Ojalá, en alguna medida, Cristo El Señor, el Niño de Belén, el Dios de nuestra historia y nuestra vida, se encuentre también ahí y no sólo en las tarjetas navideñas de estos días...

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 24 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,1-18

 

Evangelio según San Juan 1,1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

Hoy hay una luz que invade el mundo: en el solsticio de invierno del norte, en el solsticio de verano del sur. Una gran noticia, que San Juan nos narra como un viaje apasionante: aquél que es la Palabra, que estaba junto a Dios, viene a nosotros, y viniendo nos abre la puerta para volver, junto a Él, hacia el Padre.
La historia tiene comienzo y final. Venimos del deseo de amor del Padre y vamos hacia ese mismo amor. Y entre tanto, estamos en sus manos, para enlazar nuestras manos entre nosotros.

Pero no todo es tan sencillo: en el mundo hay tinieblas. Y la luz molesta a la tiniebla. Y nuestra voluntad puede recibir o rechazar al Dios que viene a nosotros “en cada persona y en cada acontecimiento”. Ahí nos jugamos la vida…

Lo bueno es que conocemos que “a los que le recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios”. Como el Hijo, por Él y en Él. Y desde Él, todo cobra sentido. “En la vida y en la muerte, somos del Señor”.

Que hoy puedas contemplar el misterio de Belén. Que puedas sentir el calor y la luz que surgen del Dios-con-nosotros, que envían quien lo recibe a dar luz y calor a nuestro mundo. Que a pesar de los años y de las rutinas, puedas sorprenderte de que Dios haya puesto su tienda entre nosotros –por pura gracia- y se haya hecho compañero de camino: “Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer”. Para contarlo y para vivirlo.

¡FELIZ NAVIDAD!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 23 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,1-14


Evangelio según San Lucas 2,1-14
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.

Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.

Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.

José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,

para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.

Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre;

y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.

De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,

pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:

Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.

Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".

Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:

"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

El Salmo de la Palabra que hoy se nos regala dice “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”.

Y así hace Zacarías. Bendice al Señor, porque ha “visitado” a su pueblo. En los patriarcas, en los profetas, en los sabios, en las mujeres y en los hombres de las distintas generaciones… con sus virtudes y sus pecados… Y al visitarles, les ha “redimido” dándoles una “fuerza de salvación”, al ser un pueblo que ha de mediar esa salvación para otros, viviendo en Alianza con el Creador y devolviéndole en gratuidad lo que él les dio gratuitamente. Y cuando llegó el momento culminante de la historia, hay alguien que prepara la venida del Señor preparando sus caminos… porque se acerca la luz que guiará nuestros pasos por la justicia y la paz…

Anteayer era María. Hoy es Zacarías. ¿Te atreverías tú a hacer un canto al Señor por la Alianza que mantiene con la humanidad? Para no ser ingenuos, no habrá que esconder las sombras, las dificultades, los conflictos… Y para no ser incrédulos, habrá que resaltar la gran cadena de hombres y mujeres que, dejando a Dios ser Dios en su vida, han sacado lo mejor de sí y han extendido su luz en nuestro mundo. Su misericordia. Algunos pueden ser muy cercanos a ti.
Es bueno que tal canto termine en esperanza, como el cántico de Zacarías: “nos visitará el sol que nace de lo alto…”. Dios sigue siendo contemporáneo a cada generación. Y cada generación sigue siendo llamada a preparar sus caminos. A los creyentes nos toca vivir esa Alianza y despejar los obstáculos, para que otros la puedan vivir. ¿Te apuntas a esta bella misión? Un hermoso deseo, a las puertas de la Navidad?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 22 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,57-66

 

Evangelio según San Lucas 1,57-66
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.

Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;

pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".

Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".

Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.

Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.

Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.

Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.

Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

En las vísperas de la Navidad, la Palabra nos cuenta el nacimiento de otro niño: Juan, quien será el Bautista. Su familia, reunida en torno a él, se hace una pregunta: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Como toda vida que surge, todo el futuro está abierto, todas las posibilidades están intactas, todos los horizontes son posibles…

Cada día, el Dios de la vida pone el mundo en nuestras manos. Como una nueva criatura. Y sería bueno que nos preguntásemos: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Es verdad que hay un pasado que condiciona y un presente con sus limitaciones. Pero Dios es capaz de hacer nuevas todas las cosas. Apoyados en él, estamos llamados a hacer crecer las semillas de vida, de fe, de comunidad, de misión, que él ha sembrado en nosotros.

Sería bueno también que nuestro mundo se preguntase con más responsabilidad “¿qué va a ser de estos niños que hoy están naciendo?”. Porque la vida de las futuras generaciones está, de alguna manera, en nuestras manos. Forjar un mundo donde la vida sea posible y se pueda desarrollar como Dios la sueña es un reto para el presente y para el futuro. El Dios “amigo de la vida” nos invita a preguntarnos… y a responder.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 21 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,46-56

 

Evangelio según San Lucas 1,46-56
María dijo entonces:

"Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

En el Evangelio de hoy, María se pone a cantar. Y su voz habla de ella a la vez que recoge la historia de su pueblo.

María comienza alegrándose porque Dios se ha fijado en su vida, por gracia. Y acercándose, ha hecho cosas grandes.

A continuación, recuerda el modo de hacer de Dios: poner abajo a los que están arriba y arriba a los que están abajo; dar al que no tiene y dejar sin nada al que cree tenerlo todo. Así es Dios, que pone el mundo al revés… o quizá al derecho, después de que nosotros lo hubiéramos puesto patas arriba.

Y termina agradeciendo la presencia de Dios en la historia: nunca ha dejado a su pueblo, a pesar de sus infidelidades. Es el Dios que cumple las promesas. Así termina este canto de María.

Y tú, ¿te gusta cantar? Más allá de tener mejores o peores cualidades musicales, hay un canto que, como el de María, brota del corazón. Y recoge lo que Dios va haciendo en la vida. Y lo que puede llegar a hacer. Cantar a la vida es reconocer que, en medio de la ambigüedad, de tantas sombras que nos acompañan cada día, Dios sigue siendo fiel, seguirá estando ahí, cumplirá sus promesas y sigue mirándonos con misericordia.
Que este final del Adviento reavive en nosotros la capacidad de cantar la vida que se nos va regalando. Vivir para cantar.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 20 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,39-45

 

Evangelio según San Lucas 1,39-45
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,

exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Después de que María es visitada por Dios, ella misma se dedica a visitar.

La visita de Dios, que le trajo bendición, confianza y gérmenes de vida, es devuelta por María a Isabel, llevándole eso mismo que ella ha recibido.

E Isabel lo nota. Porque lo que llevamos en el corazón, lo muestran el rostro y las palabras. “Tan pronto como tu saludo llegó a mis oídos, saltó de alegría la criatura en mi vientre”. Las cosas importantes se transmiten así: por contagio. Como la fe, la confianza, el amor, la esperanza… “Y ella quedó llena del Espíritu Santo”.

En la visita a Isabel, María también recibe. Recibe la confirmación del camino que ha comenzado: “Dichosa tú que has creído…”. Y seguro que, tras un tiempo, volvió a Nazaret también llena de alegría.

Las visitas de Dios son don y tarea. Desde la gratuidad, somos queridos y elegidos para una misión. Esa misión nos pone en camino hacia los demás. Y en ese camino, recibimos nuevos dones. Como María.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 19 de diciembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,26-38

 

Evangelio según San Lucas 1,26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.

Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;

él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,

reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".

María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".

El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.

También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,

porque no hay nada imposible para Dios".

María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.


RESONAR DE LA PALABRA

TE NECESITO

A base de haber escuchado tantas veces este relato, tenemos un riesgo: podemos haber perdido la capacidad de ASOMBRO.

Escribía Martín Descalzo:

Creo que, si tuviera que definir la Navidad con sólo dos palabras, elegiría, sin dudar, éstas: Alegría y Asombro. Y, si tuviera que hacerlo con una sola, me quedaría con la segunda de las dos: Asombro. Asombro, porque lo que en ese día ocurre es algo tan desconcertante (eso de que Dios baje a ser uno de nosotros), que sólo porque Él mismo lo ha revelado podemos creerlo. De otro modo lo juzgaríamos una fábula hermosa, pero imposible.

En esta escena casi nada de lo que ocurre es esperable, lógico, razonable. Hemos repetido tantas veces que Dios es «Todopoderoso» (tantas veces en la propia liturgia...), que Dios es totalmente libre y que no se deja condicionar por nadie... (y es verdad, sí). Ese Dios de Palabra tan poderosa y eficaz que creó todo de la nada a golpes de «hágase», ese Dios tan inalcanzable por el hombre en todos los sentidos, y cuyo nombre ni se atrevían siquiera a pronunciar los judíos y ante el que había que cubrirse el rostro, por muy amigo de Dios que uno fuese... Ése Dios, digo, se presenta humildemente -por medio de un Mensajero- necesitado, y pidiendo permiso y colaboración ¡a una mujer, perfectamente desconocida hasta ese momento, y nadie importante! 

Se acerca para decirle:

«Tengo necesidad de ti, de tu persona». «Tengo necesidad de tu entrega y colaboración para mis planes»

«Necesito que me des permiso, si te parece bien. No quisiera avasallar, ni quiero quebrar lo sagrado de tu libertad,

pero vengo a rogarte que colabores conmigo, me haces falta,

he pensado en ti -desde hace tanto tiempo, desde el Edén- para mis planes».

No fue la única vez en la historia en la que Dios solicitó la colaboración del hombre. Pero seguramente no se encontró nunca un sí tan limpio y confiado. Y tampoco fue la última vez en acercarse Dios a los hombres para dirigirnos una Palabra que dé sentido y plenitud a nuestra existencia. Debiéramos caer en la cuenta de que, a menudo, cuando andamos pidiendo lo que sea a Dios... Dios recibe nuestro encargo y a continuación nos pide que le echemos una mano para que pueda cumplirse. Es un «todopoderoso» a la vez «TODONECESITADO». Sin embargo tendemos a «encargárselo» todo a Él... Probablemente por ello, más de una vez, la petición no termina como esperábamos.


En la noche de Navidad, en una cueva, se presentará totalmente necesitado de todo, como niño pequeño y como niño pobre y frágil. Poco «todopoderoso» parece el niño de Belén. A no ser que pensemos en el enorme «poder» del Amor que en Belén se manifiesta de forma radiante. 

Pues eso: ¡Yo estoy en los planes de Dios! Yo estoy en el plan de salvación de Dios, formo parte (o puedo formar parte) de su proyecto. Yo, que no soy nadie importante, y ando metido en mis cosas cotidianas, a veces un poco perdido por ahí, resulta que el Señor también ha puesto en mí sus ojos amantes... Primero me quiere desde siempre, y me ha llenado de gracia. Y luego Dios tiene necesidad de mí, si yo quiero, si me dejo, si me pongo a tiro. ¡¡Increíble!! ¡Asombroso! ¡Inesperado!

Repasa un poco tu propia experiencia personal: Alguien te necesita, te busca y te lo dice. ¿No te sientes halagado e incluso sorprendido cuando esto te ocurre? Ese alguien ha pensado en ti, prefiere contar contigo y te muestra su necesidad, su fragilidad, y confía en una respuesta positiva tuya. Pero si además se trata de que alguien te necesita «para ser y para hacer su plan de ser más persona», para crecer, para madurar, para salir adelante, para ser ella misma... ¡Vaya honor, y sobre todo, menuda responsabilidad!

Todas las personas nos necesitamos mutuamente y nos ayudamos a salir adelante. Y a Dios le pasa algo parecido: necesita de las personas para llevar adelante sus proyectos. Y te necesita también a ti, como necesitó a María. Dios te necesita para hacerse de nuevo presente, para encarnarse, para mostrarse a los demás. Dios te hace importante: eres necesario porque Dios te quiere, porque ha puesto sus ojos en ti.

María escucha a Dios en la voz del «enviado» y en su santuario interior siente «la fuerza de Dios» (Gabriel) que necesitará para disipar dudas y temores, y ponerse a ello. Por eso, María, visitada por Dios, le responde: «Hágase en mí tu plan». Es decir: «Te dejo entrar en mi vida y que dispongas de ella». Ella seguirá siendo «esclava», «pequeña», «del Señor». 

- Yo haré lo que pueda y sepa

Y Dios acepta habitarla, inundarla, llenarla de gracias, de novedad, de Vida, de Verbo, de lo mejor de sí mismo: su Hijo. Dios está con ella. Como está contigo. Y el plan de María ya es el plan de «lo que Dios quiera», un plan que tendrá que ir descubriendo en sus detalles. Será una aventura. No está todo resuelto. Habrá dificultades y desconciertos. Pero «No tengas miedo». Dios no la dejará sola mientras siga siendo la «esclava del Señor».

Hoy, como ayer, Dios necesita de mí para sus planes de salvación. Hoy, como ayer, sigue enviando sus ángeles. Hoy, como ayer, necesita personas decididas y confiadas. Algo se quedaría sin hacer si no le das tu «sí» a Dios. Sin tu «sí» se hace mucho más difícil la Navidad.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf a partir de un texto de Álvaro Ginel, sdb

fuente del comentario CIUDAD REDONDA