martes, 14 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 17,7-10

 

Evangelio según San Lucas 17,7-10
El Señor dijo:

«Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'?

¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'?

¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'.»


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

En algunas agrupaciones de amigos, y también en comunidades o grupos cristianos, existe el denominado “amigo invisible”. Es aquella persona que cumple incluso cometidos que no le corresponden, que hace pequeños o grandes servicios de los que casi nadie se va a enterar, o al menos no van a saber quién los ha hecho. Tales personas no presumen, pues saben que lo suyo es el servicio, como lo fue en el caso de Jesús. Por otra parte, el servicio a los hermanos es ya un privilegio, y por tanto no una carga ni una hazaña propia de la que uno mismo pueda gloriarse. En ese campo generalmente nos quedamos cortos: S. Pablo decía que en el ámbito del amor fraterno estamos siempre en deuda (cf. Rm 13,8).

Son inquietantes algunas tendencias en la Iglesia actual que me parece que van en dirección errónea. Frente al evangélico “amigo invisible” hay ciertos colectivos (prefiero no nombrar) muy empeñados en que se les dé “visibilidad”. Se trata de que no sean ignorados, que se sepa que están ahí, que sean debidamente valorados… Hoy Jesús nos deja claro que ese no es el camino. El que se sabe “siervo inútil” prefiere que su obra no se vea, porque considera que será defectuosa, y que no tendrá mucho de que presumir.

La búsqueda de “visibilidad” es admisible cuando se hace por otros, como signo de reconocimiento, de que apreciamos su valía, su persona. En cambio la búsqueda personal del propio aplauso, o la “reclamación” de un reconocimiento, acaba con la gratuidad evangélica, elimina el gozo de servir, y… como dice el refrán castellano, “alabanza en propia boca envilece”.

Es probable que en la Iglesia naciente no hayan estado ausentes algunas de estas “pretensiones”. Y los dirigentes de comunidades tuvieron que recordar a sus fieles ciertas sentencias de Jesús que sirviesen de correctivo. Él criticó duramente a los dirigentes religiosos judíos que buscaban puestos destacados en las sinagogas y saludos honoríficos por las calles (Mt 23,6s). En contraposición, Jesús prohíbe a los suyos la búsqueda de títulos, siendo conscientes de que deben situarse siempre en relación fraterna, de iguales, por ser todos hijos de un solo Padre y discípulos, ¡por siempre!, de un único Maestro.

Jesús enseñó a los suyos a no presumir de buenas obras, a que “no supiese su izquierda lo que hacía su derecha” (Mt 6,3). Él, según explica de manera aguda y casi humorística algún profesor de NT, es el Señor, lleva puesto el manto real, pero debajo del mismo lleva oculta, ceñida, la toalla de secar los pies a los discípulos (Jn 13,5.12). Jesús es el Maestro y Señor que ha asumido el papel de “siervo invisible”, ceñido para siempre con una toalla que nadie ve.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 13 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 17,1-6

 

Evangelio según San Lucas 17,1-6
Jesús dijo a sus discípulos: "Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona!

Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños.

Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo.

Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: 'Me arrepiento', perdónalo".

Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe".

El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

A veces los evangelistas crean escenas catequéticas en las cuales Jesús se sienta como Maestro, los discípulos le rodean y él comienza a impartir orientaciones. Lucas hoy no lo dice exactamente así, pero esa es la escena que construye para dar contexto unitario a unas enseñanzas de Jesús que él debió de impartir en momentos diversos. Nos invita a escuchar al Gran Catequista, que hoy brinda tres enseñanzas apenas conectadas entre sí.

Con una hipersensibilidad propia de nuestro tiempo, nos inclinaríamos a ver en la primera de ellas una prevención frente a la posibilidad de echar a perder la vida de un niño. Pero ni aquí ni en Mt 18 se usa la palabra “niño”, sino “pequeño”, término que equivale a débil, a persona que, por carecer quizá de suficiente formación cristiana, pueden fácilmente ser desorientada, o se la puede hacer caer en el camino. Con los débiles debe tenerse un cuidado exquisito. La palabra griega skándalon significa piedra en la que se puede tropezar. La carta de Santiago habla, por ejemplo, del poder de la palabra, con la cual podemos transmitir vida o muerte, ánimo o desencanto; a los seguidores de Jesús les está prohibido esto último. Con una imagen hiperbólica terrible, Jesús prohíbe cercenar el entusiasmo, ganas de vivir, o ilusión en el camino de fe de los demás.

El segundo pensamiento de la catequesis de hoy se centra en la corrección y el perdón. Jesús está formando una comunidad en la que todos tienen una obligación para con el otro: ayudarle a reencontrar la senda certera si la ha perdido. La corrección no es un “echar en cara” o “cantar las verdades” al prójimo, sino indicarle bondadosamente cómo salir del error en que pueda haber incurrido. Y el perdón generoso es distintivo de los de Jesús; en algunos ámbitos del judaísmo (v. gr. Qumrân) solo se conocía el castigo y la excomunión del pecador. Lo de Jesús es diferente, nuevo: una vida deteriorada por una actitud errónea puede ser rehecha, una y mil veces. El seguidor de Jesús es generoso, como su Maestro: ¡perdona siete veces a quien en un día le ofende siete veces! Jesús no pide que se aclaren las cosas y se arreglen los pleitos: hay situaciones humanas tan complicadas que no admiten otra salida que el perdón, la supresión del mal por olvido voluntario. ¡No perdamos tiempo en explicar, aclarar y justificar! Jesús era muy sabio.

El tercer punto de esta catequesis versa sobre el poder de la fe. El tenor originario del dicho de Jesús se perdió al traducirlo al griego: no sabemos si habló de arrancar árboles o montañas (cf. Mt 21,21); S. Pablo debió de conocer la segunda versión, pues habla de “una fe que traslade montañas” (1Co 13,2). Pero eso es asunto menor y lo dejamos para expertos en arameo; de una u otra forma, nuevamente con hipérbole oriental, Jesús enseña que la fe hace posible lo imposible. Y los ejemplos los tenemos al alcance de la mano: dar la vida por otro, como hizo el P. Kolbe en Auschwitz; dejar un ambiente de confort para vivir con los más carenciados, como hizo Teresa de Calcuta…

La petición de los discípulos que precede a la tercera instrucción podemos nosotros colocarla como título a los tres puntos: “Auméntanos la fe”

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 12 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,1-13

 

Evangelio según San Mateo 25,1-13
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.

Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.

Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,

mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.

Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.

Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.

Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.

Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'.

Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.

Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.

Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos',

pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'.

Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.


RESONAR DE LA PALABRA

No sabéis el día ni la hora

Queridos hermanos, paz y bien.

Quedan pocos días para el final del año litúrgico. En dos semanas celebraremos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Por ello, las lecturas huelen a final. Y hablan de final. Es que hay que estar preparados, porque no sabemos ni el día ni la hora. Sería un buen modo de terminar la homilía, preguntando si estás preparado, pero resultaría muy corta, así que vamos a reflexionar un poco más.

Todos esperamos algo. El bebé aguarda las caricias de su madre; y la llama llorando si tarda. El niño aguarda en el patio del colegio a que vengan a buscarlo, y aguarda con ansia el día de su cumpleaños o Navidad y con mucho tiempo anda pensando lo que le van a regalar. El adolescente aguarda a sus amigos: los necesita, está perdido sin ellos. Se siente nervioso si el teléfono móvil no suena para avisarle dónde y cuándo salen. El estudiante espera los resultados de su último examen; y pregunta al profesor con insistencia: ¿han salido bien?, ¿hay muchos suspensos? El enamorado aguarda a su amada en ese sitio donde siempre quedan. Puede que llegue un poco tarde, pero llegará, y entonces se olvidarán del reloj. La madre aguarda el nacimiento de su bebé, lo va sintiendo dentro, lo acaricia desde fuera, y hasta le habla, y prepara todo con cuidado para cuando llegue. Y pone especial atención en no hacer nada que puede dañar al bebé: ¡es tan débil! El trabajador espera su paga, la renovación del contrato temporal, el ascenso y se inquieta pensando qué pasará si alguna de estas cosas falla. Los padres aguardan al hijo que salió de viaje, a que la hija les traiga el nieto a casa. El preso cuenta los días que le faltan para salir en libertad, y el enfermo que no consigue dormir espera que de una vez pase la noche y amanezca. El anciano que vive solo está deseando que el cartero le traiga noticias, que suenen el teléfono o el timbre de la puerta...

Todos aguardamos algo o a alguien: el resultado de una prueba médica, unas vacaciones o un viaje, el día de la boda, una fiesta familiar, un puesto de trabajo, el sorteo de lotería, a un amigo... Quien no espera nada ni a nadie está ya como muerto. La espera da ritmo y emoción a nuestra vida, y la imaginación hace ya presente aquello que estamos esperando, y el corazón va preparándose, gradualmente, para recibir y gozar de lo bueno.

Pero: ¿esperamos nosotros a Cristo? ¿Os ha sonado rara la pregunta? ¿Tiene algo que ver con todo lo que venimos diciendo? ¿Inquietud? ¿Preparación del corazón? ¿Ilusión? ¿Nervios? Parece que estas palabras tuvieran poco o nada que ver con «esperar al Señor.» ¿Es que tiene que venir? ¿Y para cuándo? ¿Y para qué nos hace falta? ¿Y cómo hay que prepararse? ¿Y para qué nos va a servir suponiendo que venga? Incluso hasta puede que estorbe o moleste...

El Evangelio de hoy se sitúa en esta clave: diez muchachas jóvenes estaban esperando al novio. Llevaban lámparas, tenían ilusión en que llegara: les esperaba una fiesta de bodas nada menos. Algunas han previsto que la espera fuera más larga de la cuenta, y se han llevado aceite. Pero todas se quedaron dormidas. Esa espera es muy habitual es la Escritura. En muchos salmos se habla de la espera. En la misma celebración eucarística, rezamos en diversas ocasiones:

- Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección: ¡Ven, Señor Jesús! Aquí tenéis: le estamos llamando.

- En el Padrenuestro: «Venga a nosotros tu Reino».

- Después del Padrenuestro: Líbranos, Señor, de todos los males... mientras aguardamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

- En la plegaria eucarística: ... Mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos en esta acción de gracias el sacrificio vivo y santo...

Así pues, decimos que esperamos. Y decimos que buscamos a Dios, o que lo intentamos. Pero, a menudo, nos cansamos. Nos quedamos dormidos. Y no somos previsores. Necesitamos, pues, el aceite de la Palabra de Dios, que viene a sacudirnos, a despertarnos. En la lámpara de nuestra fe hay que poner mucha Palabra, para que nuestra fe no decaiga. En el Bautismo nos ungieron, en la Confirmación nos ungieron con el aceite sagrado. Es muy posible que todavía te quede algo de ese aceite. Y, si lo has descuidado, los demás no te podrán dar del suyo, es personal e intransferible. Si te falta, siempre hay remedio. Tendrás que pedírselo con fuerza al Único que te lo puede dar. Ponte a buscarle otra vez, reza, escúchate dentro y, sobre todo, no te canses. Sigue rezando y leyendo la Palabra.

Porque llegará el Señor a tu encuentro. Eso es seguro. Antes o después. Lo llamamos con frecuencia, aunque sea porque la Liturgia nos lleva. Y si viene y encuentra que te quedaste sin aceite, que dejaste de esperarlo, Él entrará y cerrará la puerta, después de decir que no te conoce. Algo muy duro.

Estad atentos, porque no sabéis ni el día ni la hora. Pero seguro que vendrá. ¡Vaya si vendrá! ¡Y le encuentran los que le buscan! (Como nos recordaba la primera lectura).

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 11 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 16,9-15

 


Evangelio según San Lucas 16,9-15
Jesús decía a sus discípulos:

"Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.

El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.

Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien?

Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?

Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero".

Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús.

El les dijo: "Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios."


RESONAR DE LA PALABRA

No se puede servir a dos señores

Puede que el capítulo 16 del Evangelio de Lucas sea uno de los más discutidos y comentados desde los Padres de la Iglesia hasta nuestros días. Expresiones como “dinero injusto”, “dinero de iniquidad”, “haceos amigos con el dinero injusto”, nos dejan perplejos y confundidos para, acabar casi siempre “llevando el agua a nuestro molino” justificando nuestra propensión a poner en primer lugar la ambición de riqueza (que intentamos disfrazar de prudencia y sensatez e incluso altruismo). Desde que el mundo es escenario del combate entre el bien y el mal desatado por el pecado, en todas las guerras está (y muchas veces en primer lugar) el factor económico.

¿Por qué estamos tan condicionados por el dinero? Nos llamamos discípulos de Jesús. Ese mismo Jesús que puso como ejemplo a los pájaros y los lirios. ¿Creemos, de verdad, en la Providencia que se ocupa de cada uno de nosotros? A mí me parece que en ese afán, tan común en los humanos, hay mucho miedo y mucha necesidad de seguridad. Jesucristo nos dijo y nos lo sigue diciendo hoy: No tengáis miedo.

El final de la lectura del evangelio de hoy presenta la disyuntiva: o Dios o el dinero. Y parece que la respuesta está más que clara por pura lógica y experiencia. La seguridad ansiada, de ningún modo puede asentarse en el dinero. No se puede edificar sobre arena.

En verdad, la vida es siempre una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. Es incisiva y perentoria la conclusión del pasaje evangélico: “Ningún siervo puede servir a dos amos: porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo”. La palabra que usa para decir dinero, mammona, es de origen fenicio y evoca seguridad económica y éxito en los negocios. Es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. La única manera de hacer que fructifiquen para la eternidad nuestras cualidades y capacidades personales, así como las riquezas que poseemos, es compartirlas con nuestros hermanos.

Virginia Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 10 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 16,1-8

 

Evangelio según San Lucas 16,1-8
Jesús decía a sus discípulos:

"Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.

Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'.

El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.

¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'.

Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'.

'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'.

Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'.

Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz."


RESONAR DE LA PALABRA

Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia...

Esta parábola sorprende. El administrador actúa con zorrería, para salvar su situación. Y enterado el amo alaba su astucia. ¿Cuál es la enseñanza de Jesús exponiendo un caso tan evidente de falta de honradez?

Nos quedamos perplejos ante la alabanza a la astucia, sin caer en la cuenta de que no es Jesús el que lo alaba sino el señor del relato. Y casi no prestamos atención a la advertencia final que esta sí es hecha por Jesús: Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.

Como afirmó Benedicto XVI en Velletri el 23 de septiembre 2007, es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad.

Y lo que en aquel momento era mera descripción de la realidad social, pudiera ser válida para nuestros días. Todo parece indicar que hay más astucia y habilidad para el mal que para el bien. O más habilidad para hacer avanzar la injusticia que para lo que se ha encomendado a los hijos de la luz.

San Agustín, comentando este pasaje concluía que las riquezas terrenas deben servir para conseguir las verdaderas y eternas. Nosotros los cristianos debemos emplear los bienes de esta tierra para conseguir la felicidad que no tendrá fin. Emplearlos con sagacidad e inteligencia.

Ahora bien, la única manera de hacer que fructifiquen para la eternidad nuestras cualidades y capacidades personales, así como las riquezas que poseemos, es compartirlas con nuestros hermanos, siendo de este modo buenos administradores de lo que Dios nos encomienda. Dice Jesús: «El que es fiel en lo poco, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho»

Una invitación a repensar qué uso hacemos de las cosas, cómo administramos aquello de lo que podemos disponer y si caemos en la cuenta de que ni nuestra habilidad ni los bienes que poseemos son solamente nuestros. Aunque sean producto de nuestro esfuerzo, siempre son un don de Dios que nos los ha entregado para que los empleemos, como hijos de la luz, para el bien.

Virginia Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 9 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 2,13-22

 

Evangelio según San Juan 2,13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén

y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas

y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".

Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.

Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?".

Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar".

Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".

Pero él se refería al templo de su cuerpo.

Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.


RESONAR DE LA PALABRA

Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán

Desde el s.XII en este día se celebra la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, construida por el emperador Constantino. El nombre oficial es Archibasilica Sanctissimi Salvatoris, es la más antigua y la de rango más alto entre las cuatro basílicas mayores o papales de Roma, y tiene el título honorífico de «Omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput» (madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad de Roma y de toda la tierra).

Toda la liturgia eucarística de hoy abunda en referencias al Templo, a la Jerusalén celestial, a la edificación de la Iglesia, a la Nueva Jerusalén. Somos piedras vivas de esta ciudad celestial. Cristo es la piedra angular y el Templo entero. Nosotros somos el Cuerpo de Cristo… El Cuerpo resucitado al tercer día… Para hablar de todo esto se multiplican las imágenes, las metáforas, la poesía necesaria para expresar lo inefable.

La existencia del que cree en Jesucristo es una vida real, tangible, empírica, traspasada por una vida aún más real pero invisible: es habitante, piedra, miembro de la Iglesia. Y es esa realidad invisible la que colorea y da sentido a lo que sí palpamos, disfrutamos o padecemos en esta tierra.

San John Henry Newman escribió: “no vemos nada de nuestro templo espiritual, pero es la condición requerida para que esté en todas partes. No estaría en todas partes si lo viéramos en alguna; no vemos nada, pero gozamos de todo. […] Es lo que hace decir a San Pablo: Os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a miríadas de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están inscritos en el cielo”.

Cada vez que nos reunimos en el nombre del Señor, podríamos recitar juntos o cada uno en su interior alguna de las antífonas de la liturgia de hoy. O la preciosa oración colecta: “Oh, Dios, que preparas una morada eterna a tu majestad con piedras vivas y elegidas, multiplica en tu Iglesia el espíritu de gracia que le has dado, de modo que tu pueblo fiel crezca siempre para la edificación de la Jerusalén del cielo,. Por nuestro Señor Jesucristo.

Virginia Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 8 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA- Evangelio según San Lucas 14,25-33

 


Evangelio según San Lucas 14,25-33
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:

"Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.

El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?

No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:

'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'.

¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil?

Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.

De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."


RESONAR DE LA PALABRA

Hoy San Pablo, en su carta a los Romanos afirma que el que ama ha cumplido la plenitud de la ley. Es un mensaje de alegría y ánimo: “a nadie le debáis nada más que el amor mutuo”. Al escucharlo no ignoramos que la propuesta presenta muchas dificultades porque nuestra condición humana nos inclina a amar pero también a cerrarnos en el egoísmo, el orgullo, el resentimiento, la comodidad… A veces tomamos en serio esa bobada publicitaria del “tu lo vales” con las que nos venden cualquier capricho o estimamos que nuestro particular derecho tiene primacía sobre todo lo demás.

En el Evangelio de Lucas, es Jesús quién señala cómo tiene que ser ese amor con una dureza que nos resulta difícil de afrontar. Es un pasaje del Evangelio que, cuando lo leí por primera vez, me echó para atrás. Me parecía imposible que aquello estuviera conforme con otros textos evangélicos como la parábola del buen samaritano, por ejemplo. A fin de cuentas el levita y el sacerdote que pasaron de largo, lo hacían por respetar el rito del culto a Dios. Y el bueno era el samaritano. Y ahora encuentro que lo primero es Dios y lo demás hay que posponerlo. Señor, aclárame esto, pedía...

La traducción de la Biblia que yo utilizaba por entonces, usaba el verbo odiar: “Si alguno viene en pos de mí y no odia a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos [...]no puede ser mi discípulo”. Demasiado fuerte. En la última versión aprobada por la Conferencia Episcopal española el verbo es posponer que parece, sin duda, más aceptable. ¿Más fácil? En absoluto.

Porque para amar de verdad al prójimo, al más cercano que es la familia, y al que forma parte de toda la familia humana es necesario, imprescindible, un cimiento: el mismo Jesucristo. Nada podemos edificar sobre arena o sea un sentimiento, un deseo, una emoción, un apego. Él nos dice también “sin Mí no podéis hacer nada”. Posponer nuestros afectos más legítimos, nuestros apegos, nuestra necesidad de dar y recibir afecto significa tener a Cristo como único cimiento. El único que puede poner solidez y fortaleza a nuestro amor. Un amor que ha de manifestarse en obras y que tantas veces es frágil en inconsistente.

Virginia Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA