Evangelio según San Marcos 3,20-21
Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer.Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado".
Queridos amigos:
En la vida hay días donde parece que todo va adelante, y otros donde todo parecen dificultades. Así sería también la vida de Jesús.
Hoy el pasaje evangélico nos narra un episodio paradójico: en medio de su actividad inicial, después de sus primeros signos y de haber instituido su grupo de amigos y colaboradores más estrechos, la familia de origen de Jesús no entiende lo que hace, desaprueban su acción y se lo quieren llevar con ellos.
Aunque no se especifica qué miembros de la familia eran, podemos pensar que desde la concepción de familia extensa de la época, podría haber primos u otras personas con otros grados de parentesco, junto con María, la madre de Jesús. No es la primera vez que se nos dice que a María le cuesta entender: en el relato de Jesús perdido y hallado en el templo, a la edad de 12 años, Jesús le recuerda que Él debe “estar en las cosas de su Padre”. Y al final de su vida, María sigue sin entender del todo, aunque no por ello dejará de estar “al pie de la cruz”.
A partir de este episodio breve, que continuará con la oposición de los escribas y una respuesta de Jesús que incluye una precisión sobre quiénes son “su madre y sus hermanos”, podemos extraer algunas claves para nuestra vida.
En primer lugar, que las cosas de Dios no son fáciles de comprender ni de encajar a la primera. Porque el Señor no se queda en las apariencias, sino que ve el corazón. También estamos llamados a ir más allá de lo aparente, buscando el sentido de lo que vemos en la realidad y en los otros, antes de dar un juicio definitivo, y buscando orientar nuestra vida desde el querer de Dios.
En segundo lugar, la familia de origen es importante, como raíz de la vida y como “iglesia doméstica” donde muchos empezamos a conocer y a querer al Señor. A la vez, los cristianos tenemos una familia más amplia y más importante: “la gran familia de los hijos de Dios”, formada por quienes creemos en Dios y buscamos su Reino, y llamada a llegar a todos, uniendo a toda la humanidad más allá de edades, razas o clases sociales.
Y por fin, el amor a Dios sobre todas las cosas puede llevarnos a conflictos con nuestra familia de origen o con otras convenciones sociales, por muy “políticamente correctas” o mayoritarias que sean. La fidelidad de Jesús a la voluntad de Dios, más allá de la incomprensión por parte de su familia o de la oposición abierta de muchos, es luz para iluminar los conflictos de nuestra vida y de confiarnos a su Espíritu para seguir caminando en fidelidad.
Nuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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