lunes, 4 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 8,5-11

 

Evangelio según San Mateo 8,5-11
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole":

"Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente".

Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".

Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.

Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace".

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.

Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos".


RESONAR DE LA PALABRA


Comenzamos el Adviento y lo hacemos con un personaje que queda en la memoria de los cristianos y cristianas de muchas generaciones. Jesús dijo de él: “En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe”. Un centurión era alguien importante, no por su relevancia moral sino por su poder y su capacidad de generar miedo a su alrededor en nombre del Imperio. Cien soldados estaban a su cargo, sabía lo que era mandar y la debida obediencia, por ello se relaciona con Jesús desde estos parámetros.

Sorprenden varias cosas. Lo primero que su petición de curación es para un criado. En principio, alguien que no tiene por qué tener un lazo afectivo. Pero parece que había algo especial entre ellos, aunque no sepamos qué.

Otra cosa que llama la atención es que el centurión recurre a Jesús, un pagano a un judío. Distintos religiosamente, culturalmente, a nivel de estatus social… A pesar de todo lo busca y, lo más sorprendente, no solo se encuentran, sino que se entienden profundamente.

Y lo último, aunque habría mas detalles, es la frase que queda en el recuerdo de cada uno de nosotros: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para “sanarme”. La salvación que no depende de la dignidad de nadie, La salvación que entra en nuestras casas con la Palabra y en la Palabra. Salvación nunca merecida, pero sí regalada por Jesús que la abre a la Creación entera, a la toda la Casa común: “Vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”

Miguel Tombilla, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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