Evangelio según San Mateo 28,8-15
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero,con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'.Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.
Queridos amigos y amigas:
¡Feliz Pascua de Resurrección! Os digo esto y no sé bien lo que digo. Detrás de este saludo, que es un eco del mensaje pascual proclamado en la solemnidad de ayer, se esconden muchas convicciones:Que quien ama acaba siempre venciendo.
Que no estamos hechos para las lágrimas.
Que la muerte no destruye nuestra vocación de vida plena.
Que la fe en Jesús no es absurda.
Que el testimonio de su comunidad es verdadero.
Que siempre, siempre, siempre, hay futuro.
La liturgia de este Lunes de Pascua nos propone un fragmento del discurso de Pedro el día de Pentecostés. Sus palabras constituyen una mini-cristología. Nos habla de Jesús mencionando los principales hitos de su existencia:Su origen: Os hablo de Jesús Nazareno.
Su ministerio: El hombre que Dios acreditó realizando por su medio milagros, signos y prodigios.
Su final: Vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz.
Su triunfo: Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte.
Pedro cita el salmo 15, que es el que la liturgia incluye hoy como salmo responsorial. Me detengo en un versículo que alcanza la plenitud de significado en la Pascua de Jesús: Se me alegra el corazón ... porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Escuchemos ahora la voz del Resucitado. Lo seguiremos haciendo, paso a paso, a lo largo de toda esta semana. Hoy nos dice a nosotros lo mismo que, según el relato de Mateo, dijo a las mujeres. Son tres palabras de futuro que se van a repetir con acentos diversos durante los próximos días:Alegraos. La invitación de Jesús a la alegría no es un consejo, sino una orden de obligado cumplimiento. En el círculo de nuestras tristezas, el Resucitado enciende la llama de la alegría. ¡Tenemos tanta necesidad de respirar!
No tengáis miedo. No hay nada que nos paralice más que el miedo. Hemos empezado el siglo XXI acorralados por el miedo. ¿Quién nos puede transmitir la confianza que necesitamos? ¡Sólo el Resucitado!
Id a comunicar. La resurrección inaugura una urgencia. Acomodados en nuestras seguridades de siempre cavamos nuestra propia tumba. Cuando nos ponemos en camino, la fuerza del Resucitado nos restaura.
CR
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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