Evangelio según San Juan 3,7b-15
Jesús dijo a Nicodemo: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'.El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu"."¿Cómo es posible todo esto?", le volvió a preguntar Nicodemo.Jesús le respondió: "¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
RESONAR DE LA PALABRA
No debió ser fácil para aquellos primeros discípulos el asimilar todo lo que decía Jesús, todo lo que significaba su figura imponente, sus palabras, la novedad de su forma de comportarse, su manera de hacer presente el amor y la misericordia de Dios. Está claro en los mismos Evangelios que les costó mucho entender a Jesús y el significado revolucionario de su figura y su mensaje. Pero sin ellos no habría llegado a nosotros el testimonio de Jesús.
Hoy, celebrando a los apóstoles Felipe y Santiago, en el contexto del tiempo pascual, celebramos y damos gracias por todos los que formaron la primera comunidad cristiana. Muchos han quedado en el anonimato. Para todos creer en Jesús supuso un cambio importante en su vida. Por una parte su vida se llenó de sentido. La esperanza iluminó sus corazones. Pero, por otra parte, se vieron obligados a cambiar sus valores, su forma de entender la vida, sus relaciones con las demás personas. Desde Jesús todo cobraba un sentido nuevo. Ya no valían los antiguos criterios, los hábitos ni los prejuicios. Se sentían libres de todo lo que antes había supuesto una opresión, normas sin sentido, pesadas leyes difíciles de cumplir. Pero ahora había que elaborar nuevas normas, hacerse con costumbres nuevas. Otros valores reinaban en sus vidas. El Evangelio les daba fuerzas para caminar. Pero ellos tenían que hacer el camino. Es de suponer que sus reuniones para hacer memoria de las palabras y de los hechos de Jesús serían para ellos momentos de iluminación. La Palabra, en aquellos tiempos todavía no escrita, era fuente de sabiduría permanente. Poco a poco fueron alumbrando un nuevo estilo de vida. La Iglesia iba tomando forma. Con errores y equivocaciones, sin duda, pero también con mucha esperanza y mucha ilusión.
Hoy recordamos a Felipe y Santiago. Ellos, y muchos otros, son los fundamentos de nuestra fe. Por ellos tenemos que dar gracias a Dios. Son nuestros padres en la fe. De ellos tenemos que aprender el coraje para enfrentarnos a las situaciones nuevas tratando de dar una respuesta cristiana, de no dejarnos llevar por las costumbres, de ser críticos con nosotros mismos y con nuestra historia, de no dar nada por supuesto y de buscar siempre inspiración en el Evangelio, en Jesús. Para seguir pasando a las futuras generaciones la llama del Evangelio en toda su pureza. Como ellos lo intentaron con todas sus fuerzas.
Fernando Torres, cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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