Creo que a todos nos hubiera gustado conocer a Jesús en persona. Claro que sabemos muchas cosas de Él. Y como creyente, me bastan y me sobran para seguirle. Pero uno siempre tiene esa curiosidad de haber estado allí, de haberle escuchado en directo, haberle visto con los propios ojos... Volviendo del deseo a la realidad, uno se da cuenta que eso es imposible... al menos hasta el final de los tiempos. Pero en los versículos del capítulo primero de Marcos que hoy se leerán en la misa, siempre me ha parecido ver como un breve guión de una película que se titulara “Las 24 horas de Jesús de Nazaret”. ¿Quieres verla?
Comienza con un tiempo de familia, de dejarse querer. Está con sus amigos, va a casa de dos de ellos, se acerca a sus problemas, comen juntos... Continúa con un tiempo de trabajo, de hacer el bien. Hace su tarea: curar enfermos, expulsar demonios, anunciar el Reino. Después suponemos que dormiría algo. Aunque, de madrugada, es el tiempo de orar: en descampado, a solas con el Padre. ¿Qué se dirían? Y estando en esas, llegan sus compañeros a avisarle de que la gente le busca. Más trabajo. Es tiempo de tomar decisiones, tiempo de avanzar hacia otras aldeas, para predicar también allí. Para eso ha venido. Incansable. Vivir para Dios y vivir para los demás. De los que también busca tiempos para contemplar y disfrutar de la compañía de los cercanos.
Mírale con calma, contémplale, escúchale... y que se nos pegue algo.
Fuente Ciudad Redonda
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