jueves, 16 de diciembre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 1,1-17

 

Evangelio según San Mateo 1,1-17
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:

Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.

Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón;

Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.

Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé;

Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.

Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá;

Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías.

Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías;

Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías;

Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel;

Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.

Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud;

Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.

Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.

El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.


RESONAR DE LA PALABRA


Genealogía de Jesús

Comienza hoy la semana de la O. De manera inmediata preparamos la inminente Navidad. Y, no por casualidad, nos topamos con el pasaje tal vez más aburrido de todo el evangelio: La genealogía de Jesús. Esa interminable lista de nombres extraños, además de fatigosa, parece inútil. Cuesta encontrar en ese cansino catálogo rigor histórico y contenido teológico. ¿Por qué la propone la liturgia en esta semana que corona el Adviento? ¿Por qué la recogió Mateo en su evangelio? ¿Tiene algún sentido ese dechado superfluo de erudición inútil?

Pues, ¡lo tiene!... Basta detenerse un poco y mirar entre líneas para comprender que Mateo persigue un objetivo sencillo y sublime: Mantener viva en la fe de los cristianos la condición humana de Jesús y fijar así su origen, misión y destino. Y eso afecta decisivamente a la misma fe.
Jesús no fue un ángel de caramelo, ni un sutil espíritu etéreo, sino hombre de carne y hueso, con sus raíces genéticas hundidas en la historia de carne y sangre. Su nombre se hilvana en el largo lienzo de personajes que abarcan a toda la humanidad. No fue un meteorito, ni un bello sueño, ni una invención... Nació en una familia como hombre y le vieron crecer y madurar. Tuvo nombre y apellidos. Lo vieron y trataron sus contemporáneos. Y esto, que hoy ya nadie duda, debía quedar muy clarito desde el principio y para siempre. Moraleja: Ser persona humana es cosa grande porque es una manera de ser de Dios.
Jesús se hizo vecino de todos. Repasando esa larga lista genealógica, los estudiosos reconocen entre sus predecesores no solo honorables personajes de noble cuna, sino además otros nombres, -¡también mujeres y... paganas!- de más que dudosa reputación. ¿Empaña eso la limpieza de su linaje? En absoluto. La dignifica y engrandece, al asumirla. Dios quiso a Jesús inserto en el claroscuro de la historia del pueblo que no siempre fue ejemplar. Jamás despreció nada humano por deformado que estuviera. Moraleja: Despreciar a una persona, a cualquiera de ellas, es despreciar a Dios que se ha hecho familia de los hombres.
También entronca Jesús con lo más santo de Israel. Fue hijo de Abraham e hijo de David. Su nombre queda vinculado a personajes que ocupan la cúspide del Pueblo elegido. El listado teologiza así la historia, sin importarle mucho jugar con nombres y fechas. La compone y organiza de tal manera que entiende que, con Jesús, la humanidad ha alcanzado su cota más alta. El la preside. Ante el nombre de Jesús sólo vale descubrirse, doblar la rodilla y adorar. Moraleja: Ser persona es una manera deficiente de ser Jesús.

Este árido relato, leído en la fe de la Iglesia, nos dispone a vivir bien la Navidad: Cuando miramos a Dios vemos al hombre y cuando miramos a los hombres vemos a Dios. Se ha superado la separación Dios-hombre.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

No hay comentarios:

Publicar un comentario