miércoles, 14 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 3,31-36

 

Evangelio según San Juan 3,31-36
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo

da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio.

El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.

El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.

El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.

El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Nos habían ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre. ¿Qué tuvo tanta fuerza como para transgredir la orden de sus legítimas autoridades y llenar la ciudad de su enseñanza?

“Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»”. Y por si fuera poco afirman que Dios les da su Espíritu Santo porque han obedecido. Es curioso porque pareciera mentira que alguien que intenta escuchar a Dios, obedecerle aunque le traiga problemas, y recibe el Espíritu Santo para confirmarle en su decisión, pueda crispar tanto a las autoridades legítimas. “Al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos”, nos dicen.

¿Dónde está el límite entre ser fiel a Dios y desobediente a las autoridades o a la tradición o a lo que socialmente se espera que hagas? ¿Cómo distinguir esa línea fina entre la libertad que da el Espíritu Santo y la soberbia de quien se cree mejor que los demás, especialmente los que tienen mayor experiencia y gobierno?

Es difícil. Mucho. Quizá, como ocurrió con Jesús, solo podemos saberlo después, cuando ya no se puede rehacer nada. Se trata de dar la vida, con honestidad, aun cuando todo sea fácilmente interpretable desde claves incluso contradictorias.

Por eso no siempre dar testimonio es creíble. No siempre es fácil aceptarlo. Así lo dice hoy Jesús en el evangelio. Quizá sólo nos queda una certeza: sea como sea, “el Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano”. Al final, sólo nos quedará el amor. Y como bien dijo el teólogo von Balthasar, “sólo el amor es digno de fe”.

Nuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz rmi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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