viernes, 30 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 14,7-14

 

Evangelio según San Juan 14,7-14
Jesús dijo a sus discípulos:

"Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta".
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."
Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré."


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

En el texto de los Hechos de los Apóstoles, en la primera lectura, se nos presenta una problemática muy sentida por la comunidad cristiana primitiva: el rechazo del Evangelio por parte de los judíos y la predicación posterior a los paganos. Esta experiencia de la primera comunidad nos ofrece también a nosotros elementos que siguen siendo válidos para la misión de la Iglesia hoy. En primer lugar, debemos ser conscientes de la contradicción que genera la predicación del Evangelio.

Si bien es cierto que muchos se convirtieron con la predicación de los apóstoles, muchos también rechazaron fuertemente este anuncio. Esto nos consuela a nosotros hoy. Porque el anuncio de la Buena Noticia sigue chocando con la incredulidad, la indiferencia, la hostilidad. El texto de los Hechos de los Apóstoles nos hace ver que es normal que la predicación del Evangelio encuentre obstáculos y dificultades, ante los cuales no podemos desanimarnos. Llama fuertemente la atención cómo en medio de la persecución y del rechazo los discípulos del Señor se llenan de la alegría que viene del Espíritu Santo, por la certeza de seguir las huellas de Jesús, el justo rechazado por la humanidad y exaltado por Dios.

El tema fundamental del texto del evangelio es la relación entre Jesús y el Padre. El evangelista nos presenta que Jesús es el mediador que nos conduce a la comunión con el Padre. Jesús es el camino al Padre porque nos lleva a través de su misma persona: él está en el Padre y el Padre en él. De esta comunión reciproca entre Jesús y el Padre se comprende que el conocimiento de Jesús nos lleva al conocimiento del Padre (v.7). Para los discípulos el lenguaje del Maestro es confuso. Felipe le pide: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».

Hasta ese momento los discípulos no comprendían que se trataba de llegar al Padre en la persona de Jesús. Los discípulos no lograban reconocer en la presencia visible de su Maestro las palabras y las obras del Padre. Esta es una gracia a pedir: descubrir en Jesús el rostro del Padre. Solo mediante la fe llegamos a conocer y vivir desde está experiencia de comunión. Y esto es lo que permite a sus discípulos continuar la misión iniciada por Jesús. Jesús quiere animar a todos los que creerán en Él a participar de su misma comunión con el Padre y de su obra de salvación.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 29 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 14,1-6

 

Evangelio según San Juan 14,1-6
Jesús dijo a sus discípulos:

"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.

En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.

Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.

Ya conocen el camino del lugar adonde voy".

Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?".

Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Una vez más la lectura de los Hechos de los Apóstoles (13,26-33) nos presenta una realidad particular de la Iglesia del siglo primero: la fuerza de la conversión presente en la Palabra y en el estilo de vida de los discípulos de Jesús, testigos de su resurrección. Surge de forma espontánea una comparación con cuanto nosotros, como Iglesia y como cristianos, vivimos en el hoy de nuestra historia. Pareciera que es tan difícil que el Evangelio «haga brecha» en el corazón humano. Vemos tan distinta nuestra capacidad de suscitar entusiasmo por Jesús y su Reino que nos conformamos con la Iglesia de los Hechos.

Sin embargo, al vernos a la luz de la Iglesia primitiva no debemos desanimarnos, sin perder la esperanza o el entusiasmo. Nos pueden estimular dos mociones que descubrimos en el texto de hoy. Confiar que Dios obra siempre para nuestro bien, aun en situaciones que nos podrían parecer un rotundo fracaso, como la condena injusta y ejecución en la cruz del Hijo de Dios. No siempre podemos tocar con nuestras manos el fruto de nuestra entrega en la misión. Solo Dios es quien ve y escruta el corazón del ser humano, y el que lleva a buen término la obra de su gracia. Por eso, el aparente fracaso de nuestras acciones no debe atenuar nuestro entusiasmo. Estamos llamados a resignificar todo lo que vivimos desde una visión de fe en Dios.

La segunda moción que nos puede servir de estímulo es la de aprender a «vivir como resucitados ya en la historia». Es decir, dejar que nuestra vida y nuestra misión estén impulsadas por el gran protagonista de esta experiencia de salvación: el Espíritu Santo. Pablo en su discurso no solo nos presenta un esquema ya elaborado. Nos invita ante todo a hacer nuestra propia experiencia de resurrección. Confiando que la gracia de Dios puede vencer el mal que hay en nosotros y en nuestro mundo. De esto debemos ser testigos, de lo que hemos recibido, de «la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús».

El texto del evangelio (Jn 14,1-6) nos ofrece un interesante diálogo entre Jesús y Tomás. Los discípulos están reunidos en torno a Jesús en el Cenáculo, después del anuncio de la traición de Judás, de la negación de Pedro y de la inminente partida del Maestro. Están profundamente conmovidos. En este contexto de una profunda turbación, Tomás expresa su completa incomprensión. No sabe cuál es la meta hacia la que se dirige Jesús, y cuál es la vía para llegar a ella, porque entiende las cosas en su sentido material. Jesús en cambio va al Padre y precisa el medio para ese encuentro personal con él: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí» (v.6).

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 28 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 13,16-20

 

Evangelio según San Juan 13,16-20
Después de haber lavado los pies a los discípulos, Jesús les dijo:

"Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía.

Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.

No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí.

Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy.

Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

Hoy celebramos la memoria de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora. Patrona de Europa. Las lecturas propias que nos ofrece la liturgia en este día nos ayudan para captar el sentido profundo de su figura y de su obra. La primera lectura de la carta del apóstol San Juan nos ofrece una clave importante de interpretación para comprender en qué consiste la santidad. Quien «camina en la luz» y «practica la verdad» (vv. 7-8) vive en comunión con Dios y con los hermanos y es purificado de sus pecados por la sangre de Jesús. Este es el testimonio que encontramos en Catalina de Siena. Una mujer que en su tiempo supo caminar en la luz y practicar la verdad.

El texto de la carta de Juan también nos interpela. Continúa diciendo: quien «camina en las tinieblas» y «no practica la verdad» (vv.6.8) se engaña a sí mismo, no vive en comunión con Cristo y sus hermanos y está lejos de la salvación. De hecho, el creyente auténtico sabe reconocer su pecado delante de Dios, lo confiesa, y confía en el perdón del Señor siempre «fiel y justo». Este es el itinerario de santidad que todos los bautizados estamos llamados a recorrer, para dejarnos transformar por la gracia de Dios que se nos ha dado en la vida entregada de su Hijo, Jesucristo.

En el evangelio de Mateo encontramos el llamado «Magnificat de Jesús». Nos permite conocer el corazón del Hijo y nos invita a poner en Él nuestra morada. Jesús alaba a Aquel que es «Señor del cielo y de la tierra», llamándolo familiarmente «Padre», lo alaba por la sabiduría, que insondable en su simplicidad, no puede ser conquistada por el esfuerzo humano de perspicacia o erudición. La sabiduría de Dios es siempre puro don, es un regalo a aquellos que abren su corazón con absoluta simplicidad. (v.25). Solo estos «pequeños» son capaces de recibir con naturalidad los grandes misterios del Reino de los Cielos anunciado por Jesús. Considero que en esta misma perspectiva debemos ver los santos y santas de la Iglesia.

Jesús afirma que esta es la voluntad del Padre. En esta afirmación descubrimos su propio rostro interior definido por su total adhesión a la voluntad del Padre, de quien todo lo recibe y a quien todo lo entrega en una «obediencia de amor». Esta experiencia es la que nos abre a la comunión perfecta con Dios, que en el lenguaje bíblico se expresa con el término: «conocimiento», no como un conocer racional, sino como una relación vital, en la cual Jesús nos puede llevar. De ahí la invitación a cargar con su yugo y a aprender de Él, a hacer nuestro su modo de ser y actuar, para sabernos ubicar en nuestro mundo. De esto también nos da testimonio Catalina de Siena, a quien le pedimos que interceda por nosotros.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 27 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 12,44-50

 

Evangelio según San Juan 12,44-50
Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió.

Y el que me ve, ve al que me envió.

Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.

Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.

El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.

Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar;

y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

Hay dos detalles que llaman mucho la atención en el texto de los Hechos de los Apóstoles de este día. En primer lugar, es significativo que Bernabé y Saulo, después de haber regresado a la comunidad de una misión, sean enviados de nuevo por el Espíritu del Señor a una nueva e importante misión de evangelización. De este modo el texto de los Hechos de los Apóstoles nos hace ver la fuerza y el estímulo que infunde, sin interrupción, el Espíritu Santo en el corazón de los discípulos de Jesús. No hay espacio para detenerse, para lo estático. La misión urge y hay necesidad de salir. De la misma forma la vida cristiana de cada uno, si es vivida en «complicidad con el Espíritu», está en un dinamismo continuo, en fidelidad creativa, impulsada al anuncio del Evangelio.

Esta lectura de los Hechos subraya dos modos a través de los cuales la comunidad y cada cristiano pueden realizar un verdadero discernimiento de la voluntad de Dios. Estos dinamismos espirituales son la oración y el ayuno. Justamente, a través de la oración y el ayuno la comunidad cristiana puede tomar una mayor conciencia del proyecto de Dios. En este hecho encontramos una preciosa indicación válida también para nosotros hoy. Cuando nos disponernos para una búsqueda consciente de la voluntad de Dios tenemos en nuestras manos estos medios: la oración asidua y el ayuno. De esta manera la misión de la Iglesia es fruto de su discernimiento eclesial, esto la edifica y hace que su obrar sea más conforme a la acción del Espíritu.

El evangelista introduce las palabras pronunciadas por Jesús diciendo que gritó con fuerza. Juan en este texto quiere abrirnos al mensaje de salvación de Jesús. Representa la conclusión última de su ministerio público. Es una llamada vehemente a escuchar y guardar su Palabra. Jesús enviado por el Padre, está íntimamente unido a Él, quien lo ve a Él ve al Padre. Su venida al mundo constituye nuestra salvación, lo que ilumina nuestra existencia y humaniza nuestro mundo. ¡Su palabra nos da vida! Por eso, en la actitud que tenemos hacia Él y su Evangelio nos jugamos la plenitud de nuestra vida cristiana. ¿Qué es lo que se expresa en este grito de Jesús? Nos manifiesta el fuerte deseo del corazón de Jesús de ser escuchado, seguido, amado. Este es el sentido del grito de Jesús: él grita para que lo escuchemos, grita para que sigamos su palabra, grita para que dejemos nuestra mediocridad e indiferencia, grita para que finalmente nos decidamos por Él y su evangelio.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 26 de abril de 2021

RESONAR DE LAPALABRA - Evangelio según San Mateo 9,35-38

 

Evangelio según San Mateo 9,35-38
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.

Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.

Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha."


RESONAR DE LAPALABRA


Queridos amigos y amigas:

En el texto de los Hechos de los Apóstoles de hoy encontramos esta afirmación sugerente: «Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos». Es interesante, bien por la forma como nos presenta una comunidad cristiana que por su estilo de vida ha sido capaz de dar a conocer que pertenece a Cristo; o bien porque esta pertenencia transparente se realiza también por la presencia y la obra de Bernabé y Saulo.

¿Cómo sería la vida de esta comunidad? ¿Cómo debió ser la presencia y la misión de Bernabé y Saulo? Nos cuestionamos no por una simple curiosidad, sino porque anhelamos reavivar también hoy esa fuerte experiencia de los cristianos de Antioquía: ser reconocidos por el mundo como cristianos. Tener esos pastores capaces de generar ese amor apasionado por el Señor y dar la vida por una comunidad cristiana así de fervorosa.

El diálogo entre Jesús y los judíos en el texto del Evangelio (10,22-30) tiene un tono particular. Los judíos le piden a Jesús que diga con claridad si es o no es el Mesías. Jesús responde diciendo que ellos no creen porque no escuchan su voz. ¡No escuchan su voz! Sin embargo, se da un diálogo muy intenso y cerrado entre Jesús y los judíos. ¿Qué significan las palabras de Jesús? Los judíos escuchan, pero no son capaces de acoger el mensaje de Jesús. Su corazón está cerrado por los prejuicios que les imposibilitan una comprensión auténtica de su mensaje. Esto nos les permite llegar a la fe y al conocimiento del misterio de Jesucristo.

Esto que vale para los judíos tiene también validez para nosotros hoy. Nuestra fe y la comprensión del evangelio de Jesús crece en la medida en que escuchamos con sinceridad y con total apertura de corazón sus palabras. Nos podemos cuestionar si esto se realiza en nosotros; si escuchamos con atención, prontitud, disponibilidad, si nos dejamos cuestionar por la voz de Jesús. También hoy tenemos el riesgo de ser parte de ese grupo hostil a Jesús e incapaces de ponernos en sintonía con su palabra.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 25 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 10,1-10

 


Evangelio según San Juan 10,1-10
Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante.

El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.

El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir.

Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.

Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz".

Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.

Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.

Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.

Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento.

El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

El evangelio de hoy nos invita a seguir contemplando el rostro de Jesús Buen Pastor. Imagen que caracteriza la liturgia del cuarto domingo de Pascua. El evangelio de Juan nos ofrece en este hermoso texto (10,1-10), cuáles son las características de una auténtica representación de Jesús como Buen Pastor.

En primer lugar, se nos habla de un pastor que llama sus ovejas una a una porque las conoce por su nombre; luego se nos dice que es un pastor que tiene un cuidado particular por su rebaño. Más aún es un pastor que quiere que sus ovejas tengan vida y la tengan en abundancia. En definitiva, las palabras de Jesús nos muestran que la característica típica del buen pastor es la del amor por su rebaño. En este sentido, estamos llamados a volver nuestra mirada al Pastor que ama sus ovejas, que nos ama uno a uno, que nos tiene en su corazón. Nosotros, tantas veces distraídos y superficiales en nuestra relación con el Señor, somos llamados por él mismo a hacer una memoria grata del inmenso amor que nos tiene. Esta experiencia la podemos cultivar en nuestra cotidianidad, partiendo de la escucha asidua de su Palabra. Con esa apremiante necesidad que expresa el salmista: ¡Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo!

Ese profundo anhelo de encuentro con el Señor, «como busca la cierva corrientes de agua», nos da una pista de interpretación para comprender la primera lectura. En este texto de los Hechos de los Apóstoles (11,1-18) Pedro se refiere al modo como el Espíritu Santo lo inspiró a que llevara el Evangelio a los paganos. La primera comunidad cristiana se abre a la dimensión del mundo entero. El salmo responsorial de hoy nos sugiere que cada ser humano lleva en su corazón una sed insaciable de Dios y de su misterio, del sentido más profundo de la vida; incluso aquellos que pueden parecer más distantes, distraídos, indiferentes, contrarios. De este modo somos invitados a una doble consideración. En primer lugar, a tomar conciencia de que todos somos «una espera viviente» del Señor. En segundo lugar, a alimentar el deseo, que luego es también necesidad, de anunciar a todos con nuestra vida y palabras la buena noticia del Evangelio: porque de hecho todos tenemos necesidad.

El auténtico discípulo del Señor está llamado a encarnar en su historia los rasgos esenciales del Buen Pastor, cuya identidad propia, como hemos visto, es la del amor gratuito por su rebaño. De esta manera, reproduciendo los gestos y actitudes del Buen Pastor, seremos capaces de ofrecer una gota de agua que calme un poco la sed de este desierto que nos está tocando vivir.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 24 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 10,11-18


Evangelio según San Juan 10,11-18
Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.

El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.

Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí

-como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.

El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.

Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".


RESONAR DE LA PALABRA


¡MIRAD QUÉ AMOR!

La segunda lectura de hoy comienza con una invitación a la sorpresa, al agradecimiento, a la emoción, a la contemplación: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre». En el Salmo hemos orado: «Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación, yo te ensalzo». Y en el Evangelio: «Yo soy el Buen Pastor que da su vida por las ovejas; que conozco a las mías, y las mías me conocen, tengo poder para entregarla por esto me ama el Padre». Es decir: Que el Padre nos ama hasta el punto de hacernos sus hijos. El Buen Pastor nos ama hasta el punto de dar la vida por nosotros y hasta por ovejas que aún no están entre las suyas. Y el Espíritu, que es el amor de Dios derramado en nuestros corazones y que clama «Abbá, Padre». ¡TODO EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN Y LA PASCUA ES UN MISTERIO DE AMOR!. Dios es amor, es el que ama y se entrega, y es el que hace posible el amor entre sus ovejas: la comunidad. Por eso me ha parecido necesario detenerme en ese amor de Dios, tal como nos ha invitado el Apóstol Juan.

 • Si Dios es Amor no significa simplemente que Dios «a veces ama», de vez en cuando. O que Dios ama a algunos (que se lo merecen y ganan), y a otros no tanto. Sino que Dios no puede dejar de amar, por muy malos que seamos los hombres. Si dejara de amarnos, ya no sería Dios. O si en ciertas circunstancias no amara, no podríamos decir que «es Amor». El amor ama, aunque no reciba respuesta (los padres lo saben muy bien desde su propia experiencia).

• Si Dios es amor, no necesitamos cumplir ningún requisito para que Dios nos ame, me ame. De modo que, aunque seamos pecadores, Dios no se aleja de nosotros, ni se enfada. ¡Es que somos sus hijos! Si acaso, -así me lo imagino yo-, se le escapará alguna que otra lágrima de pena, mientras espera a ver Si decidimos volver. Porque amar es también tener esperanza, nunca dar algo por perdido. Como decía san Pablo a los de Corinto: «el amor no lleva cuenta de las ofensas, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta». Ya que, como dice un Salmo: «el Señor se acuerda de que somos barro», él nos creó frágiles, y por ser frágiles fallamos...le fallamos. Pero el amor siempre cree y espera que el otro sea mejor. Decimos: «Alguna vez se dará cuenta», «ya madurará, ya cambiará...». eSO MISMO dice el Dios-Amor. Y aunque nos creamos merecedores de castigo, nos recuerda la Primera Carta de Juan: «Si nuestra conciencia nos condena, Dios es más grande que nuestra conciencia». Y también: "el amor no consiste en que nosotros amemos a Dios, sino en que él nos amó primero a nosotros"... Todo esto lo sabemos con la cabeza, claro, pero nos cuesta acoger la bondad, el amor, la misericordia de Dios, y andamos pensando que necesitamos «merecer» su amor. Pero la lógica de Dios es que Él ama primero, sin límites y gratuitamente.

• Si Dios es amor, significa que me necesita, que desea continuamente encontrarse conmigo para decírmelo y hacérmelo notar. No otra cosa es la oración, como dice la conocida definición de Teresa de Jesús: "Orar es estar (no habla dice nada de decir, o de hacer: estar) muchas veces tratando de amistad/amor con quien sabemos que nos ama». Tan pronto como nos recogemos en silencio y nos ponemos a la escucha del corazón, suena dentro como una voz que nos dice:«Tú eres mi Hijo amado». ¡Pues lo somos! Pero también me necesita para que su amor llegue a otros: el amor es expansivo y el Buen Pastor tiene otras ovejas lejos... a las que tiene que salir a buscar, acoger y cuidar. Y yo debo ser un «instrumento de su amor». (Hoy precisamente celebramos en muchos lugares la Jornada de oración por las vocaciones): extender, multiplicar, compartir, testimoniar el Amor recibido de Dios.

• Si Dios ama al hombre, significa que el hombre es tremendamente importante. Tanto amó Dios al mundo que se bajó de su cielo, para meterse en nuestra carne y experimentar en sí mismo lo que somos y sentimos. Un Amor solidario: haciéndose uno de nosotros, y pobre entre los pobres... estaba atribuyendo al hombre, al pobre, al que «no sirve ni pinta nada» un valor infinito. Y cuando nos ponemos a amarles, nos parecemos mucho a Dios: Somos dioses. Y tanto nos amó que dio la vida por nosotros, que es un signo incomparable de amor. El amor llega hasta ese extremo: que el otro importe más incluso que mi propia vida.

  • Si Dios es amor, todas nuestras cosas le afectan e importan. Sufre, pelea y se alegra y triunfa conmigo. Le interesan mis pequeñas y grandes preocupaciones, y disfruta cuando las comparto con él: «Yo conozco a mis ovejas». Así es como me doy cuenta de que no se aparta de mí ni de día ni de noche: «Te doy gracias porque me escuchaste» (Salmo). Conocer es una consecuencia de amar, y amar exige conocer.

El Amor de Dios se convierte en compañía cuando sufrimos, es fortaleza para que salgamos adelante. Por Amor se convierte en Pastor Bueno cuando necesitamos protección o guía porque atravesamos por cañadas oscuras. Y nosotros en su nombre, haremos lo mismo.

• Si Dios es Amor, yo no soy su siervo, ni su esclavo. No tiene celos de mi libertad, porque me la ha dado precisamente él. Me quiere libre y responsable de mi vida. Y está a mi disposición para levantarme cada vez que me caigo. O cuando el sufrimiento o el mal parecen derrotarme. Le gusta verme de pie, ni postrado ni humillado. Me ayuda a liberarme cuando me dejo enredar con otros falsos dioses y señores: Ellos sí que me enganchan, me «atan», me esclavizan. En cambio él no tiene inconveniente en arrodillarse a lavarme los pies cansados de los caminos. Arrodillarse para servir y amar sí.

• Si Dios es Amor, quiere decir que el Amor es lo único que tiene importancia. El 1er mandamiento de la Antigua Alianza decía «Amarás a Dios sobre todas las cosas». Y todos los demás son derivaciones de él. Seguramente no haría falta ningún otro mandamiento. Pero cuando falta el amor... se multiplican las leyes, normas, prohibiciones... Pues después de mostrarnos hasta dónde llega el amor (entregarse, dar la vida, cuidar, proteger, acompañar...) Jesús nos dejó un solo mandato: «Amad/amaos como yo», que viene a ser lo mismo que «poner el amor al hermano por encima de todas las cosas».

¿Por qué digo todas estas cosas tan conocidas por todos? Uno sospecha que la «falta» de vocaciones (cualesquiera que sean) puede deberse a un déficit de amor: y por eso se hace cada vez más urgente y necesario que se noten mucho más los gestos de amor de los pastores de la Iglesia, la preocupación real por el bien de las ovejas, por encima del propio bien y de la propia vida. Y hacer crecer la frecuente escasez de amor entre los hermanos de las comunidades cristianas (¿mirad cómo se aman?); que no parezca más relevante el cumplimiento de leyes, normas y ritos... que el esfuerzo por entregarse, por la caridad, por amar como Cristo nos amó. Y por supuesto: contemplar, profundizar, gozar, orar, meditar... el amor del Dios-Padre-Hijo-Espíritu (¿quizá habría que enseñar cómo hacerlo?).

Termino como comenzaba: ¡MIRAD QUÉ AMOR NOS HA TENIDO DIOS! Pues eso.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 23 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,60-69

 


Evangelio según San Juan 6,60-69
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?

¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".

Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos todos:

A veces uno se pregunta por qué en la Iglesia de hoy no ocurren maravillas como aquellas que nos cuenta el libro de Hechos. Curaciones, conversiones, persecuciones, milagros, comunidades vivas que crecen a pesar de todas las dificultades… ¿Dónde están hoy esos signos del Resucitado? Quizás sea que con los siglos la Iglesia se haya “institucionalizado” en exceso, perdiendo la frescura carismática original; o quizás que muchos vivamos una fe un poco muerta, de ricos acomodados, una fe que no nos compromete mucho. Pero sí que hay comunidades cristianas en las que siguen sucediéndose maravillas y milagros. Quizás de otro modo y en circunstancias distintas.

Conocí en La Ceiba a un viejito de etnia garífuna, sin hogar y sin nada, en la pobreza más absoluta. Llevaba años durmiendo en los restos de un viejo coche abandonado en un terrenito donde trabajaba Sergio, un Delegado de la Palabra muy comprometido con su comunidad. Todas las mañanas Sergio le despertaba con un pancito y un café, quizás su única comida del día, y hablaban un rato de la vida y de Dios. No tenía a nadie que se ocupara de él, y todo el dinero que conseguía lo gastaba en licor barato. Aquella mañana le había dicho a Sergio que ya no iba a beber más: “Diosito me va a llevar con él. Vos me llevaste muchas veces al hospital o a tu casa, y muchas veces me ayudaste. Ya no hará falta: Diosito me espera esta noche, y por fin tendré familia y casa, y ya no tendré que beber nunca más”. El viejito le dio un fuerte abrazo y le agradeció que le hubiera hablado de que el Señor siempre perdona y salva a la oveja perdida… “como al Buen Ladrón”, añadió. Al día siguiente lo encontraron muerto, con una sonrisa llena de paz. “¿Lo ve, Padre?” -me dijo Sergio- “Ahorita él está ya en el cielo: ¿ve cómo sigue habiendo milagros?”

La Iglesia sigue viva, en muchas comunidades y en muchos cristianos. El Espíritu sigue actuando y el Señor sigue regalando a los más pobres el Pan de la Vida Eterna.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 22 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,52-59

 

Evangelio según San Juan 6,52-59
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

En este tiempo de Pascua vamos escuchando relatos y personajes de los primeros años de la Iglesia naciente. El testimonio de los Apóstoles, los discursos de Pedro, los signos que les acompañaban, la persecución de los judíos, el martirio de Esteban, la actividad misionera de Felipe … La Iglesia iba avanzando, perseguida, pero a la vez asistida por la fuerza del Espíritu del Resucitado.

Hoy escuchamos un nuevo episodio de los sucesos de aquellos primeros tiempos: la conversión de Saulo, el gran perseguidor de los cristianos. El encuentro personal con el Señor, que le sale al paso tirándole del caballo, transforma radicalmente su vida. Conversión radical a una Vida Nueva, provocada por su encuentro en persona con quien nos hace nacer de nuevo, Jesús, el Pan de la Vida. Y así nació Pablo, el gran apóstol de los gentiles. De perseguidor a apóstol.

San Pablo respondió a la llamada de Jesús con un cambio radical de vida, pasando de ser perseguidor de los cristianos a anunciar a Cristo a los gentiles. Es el encuentro con el Señor el que le cambió la vida; también es así en nuestra experiencia como cristianos. Eso sí, de maneras diferentes: ese encuentro puede ser repentino o progresivo, puede ser desde fuera de la fe, o ya participando en alguna comunidad cristiana. Pero siempre la conversión, la escucha de la llamada y el compromiso evangelizador surgen del encuentro personal con Jesús. No hay otro camino: sólo el encuentro con el Señor cambia nuestro corazón y nuestra vida; sólo Él es capaz de hacernos nacer de nuevo, a una vida nueva, y sólo Él es capaz de alimentar esa vida en nosotros …

Necesitamos encontrarnos con Jesús. Todo lo nuevo nace de ese encuentro: la novedad del Reino, y con ella, la novedad de una humanidad justa, pacífica, fraterna y respetuosa con la naturaleza. En Él la vida renace, renovada, plenificada.

Danos siempre de ese Pan…

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 21 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,44-51

 

Evangelio según San Juan 6,44-51
Jesús dijo a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.

Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.

Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.

Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.

Yo soy el pan de Vida.

Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.

Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Hace una semana le escuchábamos a Jesús decir a Nicodemo: “… el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo el que ha nacido del Espíritu”. Y, en efecto, así ocurrió con los discípulos en la primera Iglesia: lo hemos escuchado en el relato de Hechos de hoy. Felipe, impulsado por el Espíritu, se encuentra con el etíope a quien anunciará la Buena Nueva de Cristo Resucitado y al que bautizará. Y de nuevo, llevado por el Espíritu, aparecerá en otro lugar, para seguir anunciando el Evangelio.

De otras maneras, quizás, pero también hoy en la Iglesia sigue habiendo hombres y mujeres que nacen de nuevo, del Espíritu, y llevados por él, siguen dando testimonio de la Vida Nueva en Cristo en todos los rincones del mundo, hasta en los más oscuros y perdidos. En Jesús, el que murió y resucitó por todos, encontramos el alimento que hace nacer en nosotros esa Vida Nueva, que a su vez se convierte en nosotros en pan multiplicado que podemos llevar donde el Espíritu nos lleve para que otros puedan encontrar también la fe, el amor, la esperanza que necesitan.

Jesucristo es el Pan de Vida Eterna, sí. Los que hemos tenido la suerte de gustarlo y hemos recibido su Espíritu, ahora hemos de llevarlo, multiplicado, a tantos y tantas que hoy andan en la oscuridad, en la desesperación o en el engaño de falsos sentidos para la vida, de falsos dioses. Sólo Él da verdadero sentido a la vida; sólo Él es fundamento y origen de una Vida realmente plena, a la que ni la muerte podrá poner fin. Llevemos este mensaje, esta alegría, a tantos y tantas que en este mundo asolado por tantas “pandemias” buscan sentido sin encontrarlo. Transmitamos Vida Nueva. Dejémonos llevar por el Espíritu sin miedo.

Feliz viaje.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 20 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,35-40

 

Evangelio según San Juan 6,35-40
Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.

Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré,

porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.

Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

Conforme se van acumulando años, uno se hace cada vez más consciente de la caducidad de la vida. Es un gran regalo, sí, y a veces nos depara grandes alegrías. Pero también llegan dificultades, tristezas, y, con el tiempo, los achaques de la enfermedad y de la vejez. Y es que esta vida, tan maravillosa e increíble, es limitada y tiene un final. Esta es la realidad. Cuando llegan esos signos hay quienes desesperan: ¿para qué vivir cuando ya no se puede disfrutar de todo? ¿Qué sentido tiene vivir? Hoy día, todo parece querer convencernos de que lo único que merece la pena es el disfrute “a tope”; pasarlo bien y punto. ¿No hay nada más? ¿Y cuando ya uno no pueda seguir disfrutando?

Jesús pasó por esta vida proponiendo otro modo de vivir. Nos propuso otro sentido para la vida…, y para la muerte. Vivir para amar…; vivir y morir amando. Así vivió y murió Él: amando hasta el extremo. Y así nos dijo que viviéramos, dando la vida, entregándola. Así lo entendieron Esteban y los primeros discípulos, y tras ellos generaciones y generaciones de cristianos entregados por amor al Evangelio y a los pobres. Sólo quien entrega su vida la encuentra, nos había enseñado Jesús.

No parece fácil, pero aprender a amar es el único sentido que tiene esta vida. Y el que va aprendiendo a vivir así, olvidándose de sí y amando, es el que encuentra el camino hacia la verdadera Vida. Para vivir así necesitamos ayuda: un alimento y un agua especiales. Sin ellos no podríamos. Jesús mismo es quien nos los ofrece. Aún más: Él en persona es el Pan de la verdadera Vida y el Agua Viva. Sólo Él es capaz de alimentar en nosotros esa Vida Nueva que no tendrá fin.

Y ese es, nos dice hoy Jesús en el Evangelio, el deseo del Padre: que todo el que le abra su corazón y se deje hacer por su Espíritu viva, y viva para siempre, amando en plenitud, sin límites; que tenga vida eterna y que resucite.

Señor, danos siempre de este Pan…

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 19 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,30-35


Evangelio según San Juan 6,30-35
La gente dijo a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?

Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo".

Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;

porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".

Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".

Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

Escuchamos hoy, por un lado, el relato del primer martirio por la fe en Jesucristo, el de Esteban; y, en el Evangelio, el inicio del discurso del Pan de Vida. Ambos textos se introducían ayer. A propósito de la multiplicación de los panes, Jesús les hacía ver que hay otro alimento, el verdadero Pan de Vida; en el Evangelio de hoy, aprovechando la petición de un signo como el del pan llovido del cielo en el desierto, Jesús empieza a explicarles que Él es, en persona, el verdadero Pan del Cielo, el que da la Vida eterna, el que el Padre ha regalado a la humanidad para que tengamos la verdadera Vida.

Nuestra vida en este mundo es limitada, efímera, sometida al mal, al pecado, a la muerte. Y no podemos por nosotros mismos salvarnos. Sin embargo, por puro amor Dios Padre ha querido enviarnos a su Hijo para darnos Vida nueva. Por la Encarnación, Jesús es uno de nosotros, con todas las consecuencias: el Hijo de Dios hace suya la pequeñez, limitación y temporalidad de nuestra vida. Por amor, acabará entregando su vida a la muerte en una Cruz; muerte de la que Dios mismo le levantará, Resucitado. Jesús, Hijo de Dios, muerto por nosotros, ha resucitado, y así nos ofrece la Vida Nueva, Resucitada. Quien quiera aceptarla, quien quiera comer de ese Pan de Vida que el Señor es, tendrá en sí Vida Nueva…

Acoger al Señor en el corazón, confiar en Él, comenzar a vivir desde Él, escuchándole y viviendo conforme nos enseñó, construir así Mundo Nuevo, el Reino de Dios, … Nada de ello es posible si no nos alimentamos de esa Vida Nueva que Él nos regala, del Pan de Vida que es Él mismo, en persona. Y por eso, no hay Sacramento más significativo que la Eucaristía.

San Esteban, como aquellos primeros cristianos, dejaron que el Espíritu de Jesús les cambiara el corazón y la vida. Alimentados así con el Pan de la Vida Nueva, comenzaron a amar y a servir anunciando la Buena Nueva de la Resurrección del Señor, sin que nada ni nadie les detuviera. Incluso hasta dar la vida por Él.

“Danos siempre de este Pan, Señor”.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 18 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,22-29

 


Evangelio según San Juan 6,22-29
Después de que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos.

Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias.

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.

Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello".

Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?".

Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".


RESONAR DE LA PALABRA

A veces, al escuchar la Palabra de Dios, una pequeña frase se queda resonando con fuerza en el corazón. Es bueno abandonarse en ella, dejar que resuene, como una campana en lo profundo del valle de tu vida… Los discípulos le habían preguntado, después de tantas cosas vividas junto al Maestro: “¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?”. En medio de tantas cosas que vamos viviendo, nuestra intención es hacer lo que Dios quiere de nosotros, cumplir su Voluntad, hacer su obra. Por ello le preguntamos también al Señor: ¿qué tenemos que hacer? Pero no es fácil discernir, no es fácil saber cuál sea su Voluntad.

En aquella ocasión, la respuesta de Jesús fue sorprendente. Y lo es también para nosotros. “La obra de Dios es que creáis en el que Él ha enviado”. Lo que Dios quiere es que creamos en Jesucristo. Y ya está. ¿Da lo mismo lo que hagamos con tal de que creamos en Él?

En realidad, no da lo mismo, claro. Pero es que si crees de verdad en Él no va a darte lo mismo hacer o no hacer unas cosas u otras, y no las vas a hacer del mismo modo, ni con las mismas actitudes. La decisión de qué hacer, qué vivir, a qué dedicarte, cómo y con quién hacerlo, sigue siendo de cada cual. La fe no nos quita la libertad de decidir nuestra propia vida, no nos deshumaniza. Todo lo contrario. La fe en Cristo Jesús nos hace plenamente libres. El que cree en él pasa a ser una criatura nueva, renace a la verdadera libertad. En tus manos sigue estando tu propia vida. Pero, hagas lo que hagas, si realmente crees en Él, lo harás de un modo nuevo: amando, olvidado de ti, entregado al servicio de los que más sufren, con una esperanza inquebrantable, sembrando alegría, consuelo, justicia, paz a tu alrededor, construyendo fraternidad…

La obra de Dios es que creamos en su Hijo porque unidos a él construimos comunidad y nueva humanidad, Reino de Dios.

Haz, pues, tu obra en nosotros; alimenta nuestra fe, Señor, para que creyendo de verdad en ti vivamos como Dios quiere de nosotros.

Amen

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 17 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 24,35-48

 

Evangelio según San Lucas 24,35-48
Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".

Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,

pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?

Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".

Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.

Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".

Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;

él lo tomó y lo comió delante de todos.

Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".

Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras,

y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,

y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.

Ustedes son testigos de todo esto."


RESONAR DE LA PALABRA


“¿Por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón?

El texto evangélico de este domingo nos presenta a los discípulos llenos de dudas, ante la repentina presencia de Jesús resucitado ."Pero Jesús les dijo: –¿Por qué estáis asustados? ¿Por qué tenéis estas dudas en vuestro corazón? ... Les enseñó las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo...". Parece que Jesús se asombra ante la reacción de sus amigos.

Ante esta pregunta de Jesús, muchos hombres y mujeres de hoy desplegarían una larga lista de motivos para dudar, para no terminar de creer. La situación sanitaria que estamos pasando ha servido para que algunos profundicen, retomen, fortalezcan y renueven su fe. Pero también se han multiplicado los hermanos que se han ido llenando de dudas, o dicen estar perdiendo la fe, como consecuencia de su desconcierto ante la falta de respuesta de Dios, o por haberse alejado temporalmente de la práctica religiosa... y no saber cómo recuperarla, e incluso... si realmente la necesitan para algo.

Ciertamente que ya pasaron los tiempos de «creer a ciegas». El haber sentado en un trono a la razón y la ciencia, y el no ser ya (si es que alguna vez lo fue) la fe algo generalizado en el ambiente social, e incluso que se mire con recelo, sospecha y hasta rechazo a quienes se dicen llamar creyentes... El haber confundido las prácticas religiosas y las tradiciones sociales con la auténtica fe... han puesto las cosas más difíciles a eso de ser creyentes.

 El escepticismo, la incredulidad, la desconfianza, las dudas respecto a la «identidad» de aquel que se les aparecía, son rasgos del camino lento y fatigoso que irían conduciendo a los apóstoles hacia la fe. La realidad de la resurrección les parecía demasiado bella como para ser verdad. A veces los apóstoles tuvieron la impresión de tener delante a un fantasma; otras veces, como en el lago de Tiberíades, no «reconocieron» en el Resucitado al Maestro al que habían seguido por los caminos de Palestina. O aquellos dos de Emaús del Evangelio de hoy, que no se dieron cuenta de quién era aquel peregrino hasta la Fracción del Pan. Incluso después de su última manifestación antes de la Ascensión sobre un monte de Galilea –nos cuenta el evangelista Mateo– “algunos dudaron” (Mt 28, 17).

Sus dudas, persistentes incluso después de tantas señales dadas por el Señor, prueban, ante todo, que los apóstoles no eran unos ingenuos. Y además, muestran que la fe no es un rendirse sin más ante la evidencia, ya que el Señor no quiere «imponerse», sino que es la respuesta libre a una llamada. Existen razones respetables para rechazarla, y el hecho de que haya incrédulos prueba que Dios actúa de manera muy discreta, que respeta la libertad humana.

Por eso, lo primero podemos afirmar que la fe no es nunca una certeza absoluta. Que lo normal es tener dudas. Nadie, que de verdad se haya arriesgado a creer, puede decir que alguna vez no lo han sorprendido las dudas frente a las verdades que confiesa y y que han formado parte de su vida. Según vamos avanzando en la vida y vamos acumulando experiencias, aparecen unas dudas y otras. La biografía de grandes creyentes de nuestra historia así nos lo muestran. Recordemos cómo San Juan de la Cruz hablaba de la "noche oscura del alma". O cómo Madre Teresa de Calcuta confesaba haber tenido dudas terribles durante muchísimos años. O Unamuno (entre otros muchos) en permanente lucha entre el creer y el no creer, que dejar como epitafio : «Méteme Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar. Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo».

Las dudas no se pueden confundir con la falta de fe. La acompañan y empujan a madurar y buscar. Sólo quien duda, avanza. No pocas veces el problema está más bien en nuestras falsas ideas y expectativas sobre Dios. Como los de Emaús es que «nosotros esperábamos, creíamos...» y resulta que la cosa se les había quedado en nada.

En segundo lugar: no todas las dudas tienen el mismo peso. Hay dudas sobre aspectos centrales y esenciales de la fe y otras que no. Por ejemplo: dudar de la resurrección del Señor, de que Él esté vivo en medio de nosotros, o de su presencia en la Eucaristía, o las verdades recogidas en el Credo son cuestiones fundamentales... Pero no es raro que el problema esté más bien en las explicaciones que nos dieron o en el lenguaje utilizado... que tal vez ya no nos valen. Hay cristianos que pretenden que las catequesis que recibieron en su infancia, o las explicaciones más o menos acertadas de las homilías, o de un cura o catequista en concreto... tienen que valerles para siempre y para todo. Y también decir que no pocos confunden sus dudas sobre la Iglesia, la moral o ciertas tradiciones... con la propia fe.

Quiero recoger apenas algunas sencillas pistas que podemos aprovechar de los relatos de san Lucas:

- "Hablar de estas cosas". Jesús se hace presente cuando sus discípulos se están contando mutuamente sus experiencias (estas cosas), no sus ideas. Comparten, expresan, dialogan, contrastan, reflexionan e interpretan lo que les ha pasado, lo que no entienden. Buscan juntos. La fe cristiana es comunitaria. Y en estos tiempos es muy conveniente buscar alguien experimentado que nos acompañe en nuestros caminos de fe.

- La paz del Resucitado. Cuando las cosas están confusas, cuando hay miedos, cuando perdemos las referencias... la presencia del Resucitado pacifica (aunque también nos pueda dejar "inquietos"). Es un signo de que él anda por medio y nos permite identificarlo. Me gusta decir que «Dios no nos saca las castañas del fuego» (como esperaban los dos de Emaús y tantos otros), sino que «nos ayuda a no quemarnos con las castañas», a enfrentar las dificultades sin venirnos abajo. Es necesario, por tanto, dirigirnos a él para pedirle la paz, la serenidad, la luz que necesitamos.... Los Sacramentos son medios especialmente favorables para encontrar luz, fuerza y paz.

- A Jesús le gusta hacerse presente en medio de nuestras cosas cotidianas. «¿Tenéis ahí algo que comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado». Con demasiada frecuencia nuestra oración no intenta descubrir a Jesús o invitarle a nuestras cosas de cada día: comer, trabajar, compartir, la amistad y los diálogos... La oración y la vida cotidiana andan demasiado a menudo por cauces distintos. Por eso invita a los discípulos a ir a Galilea (donde compartieron la vida): «allí me veréis».

- Comprender las Escrituras. Lucas insiste en que no podemos «entender» a Jesús si desconocemos las Escrituras. No se trata sólo (aunque también ayuda) de tener unos mínimos conocimientos de su lectura e interpretación (esta es tarea pendiente de buena parte de los cristianos). Sino de aprender a poner en relación lo que estamos viviendo con la Palabra escrita. Aquello que dice tan bellamente un Salmo: «Lámpara es tu Palabra, Señor, para mis pasos, luz en mi sendero».

Muchos de nosotros tendremos que seguir creyendo a tientas, entre dudas y búsquedas permanentes, pero sin asustarnos ni huir de ellas. Y si acaso gritaremos, como aquel padre que pedía la curación de su hijo:“¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!” (Mc 9,24).

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA