martes, 26 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,1-20

 

Evangelio según San Marcos 4,1-20
Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.

El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:

"¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.

Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron.

Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda;

pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.

Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto.

Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno".

Y decía: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!".

Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas.

Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola,

a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón".

Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?

El sembrador siembra la Palabra.

Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.

Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría;

pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Sobre el Evangelio de hoy todos hemos escuchado muchos comentarios, y todos sabríamos hacer una aplicación sencilla a nuestra vida y nuestra misión. El sembrador hace llegar la semilla de la Palabra a todos, pero cada uno la recibe de modos diferentes: en el camino sin protección alguna, entre piedras sin tierra donde echar raíces, entre zarzas que ahogan los brotes tiernos, o como tierra buena. El mismo Jesús se encarga de explicarles la parábola a sus discípulos.

Podemos fijarnos hoy en los distintos públicos a los que se dirige Jesús… Fijaos: Jesús primero relata la parábola a un gran gentío que se había acercado a él, con motivaciones seguramente muy diversas. La explicación vendrá luego, en cambio, para un pequeño grupo de seguidores que quieren vivir lo que Jesús les va enseñando… La muchedumbre ejemplifica la diversidad de terrenos de la propia parábola. Entre ellos habría quienes solo buscaban intereses egoístas, quizás sólo un sanador que les curara; quienes solo irían atraídos por la curiosidad; quiénes irían ya con sus planes de descubrir cómo acabar con él; y al fin quiénes sí tenían el corazón dispuesto para recibir la Palabra y dejarse transformar por ella… Estos últimos son la tierra buena: han escuchado el mensaje de Jesús, han creído en él, y están dispuestos a cambiar su modo de vivir.

Podemos preguntarnos qué buscamos nosotros en Jesús. Es evidente que también nos acercamos a escucharle. Quizás hacemos oración con la Palabra y celebremos la Eucaristía muchos días, quizás le buscamos en el rostro de los más pobres y sufrientes a los que nos acercamos. Pero… ¿qué hay en nuestro corazón? Quizás nos muevan otros intereses: ¿defender nuestras ideas, normas y seguridades?, ¿soluciones fáciles a nuestros problemas?, ¿nuestros miedos y angustias?… Quizás sí que vayamos a su encuentro con la sola intención de escuchar al Señor y cumplir su voluntad, pero nos falte profundidad y raíz. Quizás nuestro corazón esté demasiado atado por otros deseos, económicos, materiales, o los ideales narcisistas del yo, como para dejarnos llevar por el Espíritu y que la Palabra nos transforme.

Pidamos al Señor para que nos ayude a limpiar el corazón para ser tierra buena, que acoge la Palabra y se deja hacer por ella, hasta dar buenos frutos. Que así sea…

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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