domingo, 31 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 5,1-20

 

Evangelio según San Marcos 5,1-20
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.

Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro.

El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.

Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.

Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él,

gritando con fuerza: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!".

Porque Jesús le había dicho: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!".

Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". El respondió: "Mi nombre es Legión, porque somos muchos".

Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.

Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.

Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos".

El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.

Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido.

Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.

Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.

Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.

En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.

Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti".

El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

En lenguaje hiperbólico, muy propio de los orientales, decía Jesús que la fe mueve montañas (Mt 17,20). Más allá de la hipérbole, conocemos la fuerza espiritual y moral que la fe ha infundido en tantos creyentes; las biografías de mártires, de antaño y de hogaño, algunos quizá de nuestros días, nos muestran lo casi inimaginable. El autor de la carta a los Hebreos, en su lenguaje tan académico y pulido, nos habla de los mártires del judaísmo, profetas perseguidos, etc., a los cuales la fe en el Dios de la alianza y la esperanza en la tierra prometida les dieron aguante frente a persecuciones, rechazos, lapidaciones, torturas…

Ese autor, para nosotros desconocido, se dirige a una comunidad atribulada, a la cual quiere infundir ánimo mediante el ejemplo de predecesores. Y lo hace con una argumentación rigurosa (la carta a los Hebreos es el escrito más culto del NT, en un estilo a veces algo árido, como de conferencia de universidad): aquellos no tenían todo el tesoro de fe que tenemos nosotros, sino que estaban en camino hacia él. Es el pensamiento que expresa Jesús en la conocida felicitación a los suyos: “dichosos vuestros ojos por lo que ven y vuestros oídos por lo que oyen; muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y oír lo que oís” (Mt 13,16). A estos “justos” del pasado se refiere el autor de Hebreos, diciendo de paso a sus contemporáneos: si ellos, con una fe todavía imperfectas, fueron capaces de tales heroísmos, ¿qué no se podrá esperar de vosotros, a quienes se ha dado a conocer el misterio del Reino de Dios? (cf. Mc 4,11).

Frente a un estilo tan académico tenemos la narración popular del evangelio, llena de detalles pintorescos. Es posible que algunos de ellos se encontrasen ya en historietas judías, y que la tradición evangélica se haya servido de ellos para presentar con más viveza el poder sanador de Jesús. Ante todo debemos notar que Jesús “sale” –quizá la única vez- del suelo judío; se va al territorio pagano (una “Iglesia en salida” quiere el papa Francisco) y se encuentra allí con mucha miseria humana: un enfermo mental violento y masoquista que vive en la muerte. Pero Jesús ha venido a recuperar lo perdido, y ahora tiene una gran oportunidad. Según la mentalidad judía, las enfermedades eran causadas por demonios, y el lugar adecuado para estos es el cuerpo “impuro” de los cerdos. De paso el evangelista deja claro que el poder del mal (“el espíritu inmundo”) siente temor ante el poder superior de Jesús: se encoge y le pide que no le atormente. No son poderes equiparables.

El mensaje de conjunto es que la cercanía a Jesús sana y pacifica y que el sanado por Él se convierte en un heraldo del poder de Dios. El hombre deja de estar atormentado, y hasta desea irse con Jesús, ser su seguidor. Pero Jesús quiere de él otra forma de adhesión, no menos digna que la de los seguidores itinerantes: será un evangelizador de la propia casa, de la propia familia. Para el evangelista esto tiene un sentido muy especial: ha comenzado la misión universal, también en un país pagano, en la Decápolis, hay que anunciar el Reino del único Dios, del Dios de todos, que tiene compasión para con todos.

Nuestro hermano

Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 29 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,35-41

 

Evangelio según San Marcos 4,35-41
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".

Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.

Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".

Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos todos:

“Vayamos a la otra orilla”, les dijo Jesús. Uno se lo imagina diciéndonoslo a nosotros, cristianos de hoy, en medio de esta crisis sanitaria, económica, social, global… La Iglesia, también enfrentada a su propia crisis, debe escuchar al Señor que nos invita a movernos, a cambiar perspectivas, pastorales, estructuras, modos de entender la fe y de vivirla. Vayamos; no podemos quedarnos quietos, ni mirar eternamente atrás, ni dejarnos llevar de la desesperación.

Aquellos discípulos se pusieron en marcha y, con él en la barca, se lanzaron hacia un futuro nuevo, incierto, fiados sólo en El. “Vamos a la otra orilla”. También hoy se desatan tempestades. Terribles: rompiendo contra la frágil barca de la Iglesia en medio de un mundo que parece encaminarse hacia su propia destrucción.

“Maestro: ¿no te importa que perezcamos?” Y es que a todos nos llega la hora de la desesperación. Y sentimos que ya no podemos más. Y nos parece que nos hundimos. Que ni la Iglesia ni la fe van a resistir. Que el ser humano está irremisiblemente perdido… No tengamos miedo en decírselo a EL, en gritarle: ¡Maestro!, ¡que no podemos más!… Que nos hundimos. Que me estoy hundiendo…

El responde. Siempre lo hace. No sabremos cuándo o cómo, pero lo hace. Y de nuevo escuchamos aquellas palabras suyas: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” Nos habíamos olvidado de quién es el que va con nosotros en la barca, y de que nos ama, y de que no nos dejará solos nunca.

El viento cesa y llega la calma. Ahí fuera aún es de noche. La otra orilla todavía no se ve. Los relámpagos siguen amenazando con nuevos temporales. No sabemos hacia dónde vamos ni qué nos esperará allá, ni cómo será la nueva Iglesia, ni cómo pondremos en marcha un mundo nuevo. Pero todo llegará.

El está. No le veíamos, pero está: increpa al viento y enmudece al mar. Y el corazón se pacifica, poco a poco: El está aquí. Renace la fe, y con ella la esperanza.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 28 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,26-34

 

Evangelio según San Marcos 4,26-34
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:

sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.

Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".

También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?

Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,

pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".

Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.

No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Un día más comparto con vosotros lo que en mi corazón queda resonando después de leer las lecturas de este viernes. Me ha llenado de paz.

Me he sentido invitado por Dios mismo a “recordar aquellos días primeros…”, cuando comenzaba mi búsqueda vocacional por el camino de la fe; o aquellos primeros encuentros con Dios en la oración que removieron mi vida; o aquellas primeras experiencias misioneras y pastorales en las que Dios tocaba el corazón de aquellos jóvenes, niños, parejas, adultos…

De vez en cuando necesitamos volver a recordar aquel “primer amor” en nuestra relación con Dios, cuando se fraguaban las decisiones fundamentales de la vida y de la fe. Con el tiempo han podido venir dificultades de todo tipo, tiempos duros, equivocaciones y errores, quizás incluso el desánimo o la desesperanza, la apatía o la acedia. Necesitamos volver a aquellos primeros tiempos de enamoramiento, de compromiso, de radicalidad, de fuerza… y recuperar, ahora más realistas, aquel Amor del que, como Fuente, todo mana.

También nos hace falta paciencia, como también nos dice Pablo hoy, “para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa”. Y es que en las situaciones que vivimos hoy día en todo el mundo lo más fácil es desanimarse y abandonar toda lucha. Necesitamos recordar, es decir, volver a pasar por el corazón, aquel primer Amor. Y necesitamos paciencia confiada y activa, para seguir caminando y luchando, en medio de tanta negatividad.

Os invito a uniros al salmo de hoy y a orar despacio, haciendo suyas cada uno sus palabras: “Confía en el Señor y haz el bien… Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará… El Señor te tiene de la mano…”

Y termina tu oración, con en el corazón lleno de paz, escuchando a Jesús cómo te explica que el reino de Dios se parece a aquella semilla que va germinando y creciendo sola, sin saber cómo, hasta dar su fruto…, aunque sea como el grano de mostaza: la más pequeña de las semillas… Y descansa en El.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 26 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,1-20

 

Evangelio según San Marcos 4,1-20
Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.

El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:

"¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.

Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron.

Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda;

pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.

Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto.

Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno".

Y decía: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!".

Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas.

Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola,

a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón".

Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?

El sembrador siembra la Palabra.

Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.

Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría;

pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Sobre el Evangelio de hoy todos hemos escuchado muchos comentarios, y todos sabríamos hacer una aplicación sencilla a nuestra vida y nuestra misión. El sembrador hace llegar la semilla de la Palabra a todos, pero cada uno la recibe de modos diferentes: en el camino sin protección alguna, entre piedras sin tierra donde echar raíces, entre zarzas que ahogan los brotes tiernos, o como tierra buena. El mismo Jesús se encarga de explicarles la parábola a sus discípulos.

Podemos fijarnos hoy en los distintos públicos a los que se dirige Jesús… Fijaos: Jesús primero relata la parábola a un gran gentío que se había acercado a él, con motivaciones seguramente muy diversas. La explicación vendrá luego, en cambio, para un pequeño grupo de seguidores que quieren vivir lo que Jesús les va enseñando… La muchedumbre ejemplifica la diversidad de terrenos de la propia parábola. Entre ellos habría quienes solo buscaban intereses egoístas, quizás sólo un sanador que les curara; quienes solo irían atraídos por la curiosidad; quiénes irían ya con sus planes de descubrir cómo acabar con él; y al fin quiénes sí tenían el corazón dispuesto para recibir la Palabra y dejarse transformar por ella… Estos últimos son la tierra buena: han escuchado el mensaje de Jesús, han creído en él, y están dispuestos a cambiar su modo de vivir.

Podemos preguntarnos qué buscamos nosotros en Jesús. Es evidente que también nos acercamos a escucharle. Quizás hacemos oración con la Palabra y celebremos la Eucaristía muchos días, quizás le buscamos en el rostro de los más pobres y sufrientes a los que nos acercamos. Pero… ¿qué hay en nuestro corazón? Quizás nos muevan otros intereses: ¿defender nuestras ideas, normas y seguridades?, ¿soluciones fáciles a nuestros problemas?, ¿nuestros miedos y angustias?… Quizás sí que vayamos a su encuentro con la sola intención de escuchar al Señor y cumplir su voluntad, pero nos falte profundidad y raíz. Quizás nuestro corazón esté demasiado atado por otros deseos, económicos, materiales, o los ideales narcisistas del yo, como para dejarnos llevar por el Espíritu y que la Palabra nos transforme.

Pidamos al Señor para que nos ayude a limpiar el corazón para ser tierra buena, que acoge la Palabra y se deja hacer por ella, hasta dar buenos frutos. Que así sea…

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 25 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,1-9

 

Evangelio según San Lucas 10,1-9
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.

Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.

¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.

No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.

Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.

Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.

En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;

curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos la fiesta de San Timoteo y San Tito. “Querido hijo”, comienza la carta que San Pablo dirige a Timoteo. Hay una cercanía, un cariño y una profundidad espiritual tremendas en ella. Timoteo es un hijo querido a quien se siente entrañablemente unido Pablo. La fe compartida en Cristo y el amor que nace de saberse hermanos en Él crea unos lazos muy profundos. Pero aún más que hermanos: entre Pablo y Timoteo hay una relación de padre a hijo. Pablo ha sido padre en la fe y en la vocación de Timoteo; también ha sido Pablo quien impuso sus manos sobre Timoteo, compartiendo con él el envío recibido por el Espíritu. Aunque no es el único que le vio nacer en la fe: también su madre y su abuela, a las que también alude la carta…

Y es que la fe, al igual que cada modo concreto de vivirla, aunque son dones en último término de Dios, los recibimos de otros que nos los transmiten: nuestros padres, madres o abuelos en la fe y en la vocación. La vivencia de la fe, al igual que las llamadas de Dios, nos llegan mediadas por otros que, en momentos o etapas concretas de nuestra historia personal, nos ayudaron a vivirlas compartiendo con nosotros sus propias vivencias de fe. Todos podemos recordar a esas personas. Es un buen día hoy para dar gracias a Dios y pedirle por ellos y ellas. Y si podemos también, para darles las gracias directamente.

También es un buen día para recordar a otros a los que nosotros hemos transmitido nuestra fe o la inquietud de una posible llamada de Dios. Oremos, como Pablo, por ellos, alegrémonos con ellos, demos gracias a Dios por ellos. Y continuemos transmitiendo el Espíritu con nuestra vida, nuestras manos y nuestra palabra a todos los que podamos, “reavivando” así “el don recibido de Dios”. Y a seguir tomando parte “en los duros trabajos del Evangelio”. Que el Señor, y los Santos Timoteo y Tito, nos ayuden a hacerlo.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 24 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,15-18

 

Evangelio según San Marcos 16,15-18
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;

podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".


RESONAR DE LA PALABRA


Hermanos y hermanas:

Este lunes, coincidiendo con la fiesta de la conversión de San Pablo, termina el octavario de oración por la unidad de los cristianos. En este contexto, escuchar la llamada de Jesús a ir al mundo entero y proclamar el Evangelio, me ha llevado a pensar en aquellos que hoy día la están escuchando y están respondiendo. La llamada es universal, a todo cristiano, laicos, seglares y sacerdotes, sí, y también a los cristianos de todas las Iglesias, no sólo la católica. No solo nosotros anunciamos la buena nueva a los pobres: en todas las Iglesias cristianas lo hacen, y a veces tan bien o mejor que nosotros. Conozco a dos grandes evangelizadores de iglesias evangélicas, pastor y una pastora, que anuncian la Buena Nueva a los que más sufren en realidades sociales muy difíciles. Cuánto ganaríamos si empezáramos a reconocernos como hermanos, a aceptarnos respetando nuestras diferencias, y a colaborar en la misión de anunciar y construir el Reino. Gracias a Dios, algunos pasos ya se han ido dando.

San Pablo respondió a la llamada de Jesús con un cambio radical de vida, pasando de ser perseguidor de los cristianos a anunciar a Cristo a todos en las diversas culturas con las que se encontró. Es el encuentro con el Señor el que le cambió la vida; también es así en nuestra experiencia como cristianos. Eso sí, de maneras diferentes: ese encuentro puede ser repentino o progresivo, puede ser desde fuera de la fe, o ya perteneciendo a diversas iglesias cristianas. Pero la conversión, la escucha de la llamada y el compromiso evangelizador surgen siempre del encuentro personal con Jesús. No hay otro camino: en la oración personal y comunitaria, en la escucha de la Palabra, en los pobres, en los sacramentos que cada Iglesia reconozca…

Necesitamos encontrarnos con Jesús. Todo lo nuevo nace de ese encuentro. La novedad del Reino, y con ella, la novedad de la unidad reconstruida de los cristianos y la novedad de una humanidad justa, pacífica, fraterna y respetuosa con la naturaleza.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 23 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 1,14-20

 

Evangelio según San Marcos 1,14-20
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:

"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".

Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores.

Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".

Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.

Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó,

y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.


RESONAR DE LA PALABRA


EL NACIMIENTO DEL REINO

“Establezco que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos” (Papa Francisco). 

El Domingo de la Palabra que hoy celebramos es una invitación a acercarnos a ella como Palabra de Vida, transformadora, que nos interpela, que espera de nosotros una respuesta, que nos hace de algún modo contemporáneos y protagonistas de lo que en ella se nos narra. Vamos a intentarlo con el Evangelio de hoy.

Lo primero es darnos cuenta que la escena de hoy no es «simplemente» la presentación de unos personajes que van a acompañar a Jesús en su tarea misionera. Tampoco es «simplemente» la descripción histórica de cómo comenzó todo, de manera que nosotros quedaríamos como espectadores lejanos de lo que allí les ocurrió a algunos llamados por Jesús. Uno de los objetivos de los evangelistas es ayudar a las futuras generaciones a conocer y seguir a Jesús, y con ese criterio (no sólo) redactan los evangelios.

Y es significativo que en los primeros pasos de Jesús en su tarea misionera busque unos discípulos, unos compañeros que irán siendo transformados por él, y que interactúan también entre ellos. O sea: que el Reino que trae Jesús comienza por formar una comunidad, y que sus seguidores le responden personalmente, claro está, pero su respuesta supone aceptar y caminar con otros que el Señor va escogiendo. 

También es relevante que el «escenario» que elige Jesús para dar comienzo a su misión no es el sagrado Templo ni en la Ciudad Santa, ni en un contexto religioso: es en el lago, en Galilea, en el lugar de la vida cotidiana de las gentes. Como lo es también qué «perfil» busca Jesús: no son especialistas en la Ley, no están especialmente formados intelectualmente, no consta que sean «fieles cumplidores» de los muchos preceptos judíos, ni forman parte de ninguna de las castas político-religiosas de la época: son gente normal. De algunos sabemos que eran pescadores, o un cobrador de impuestos (mal visto y despreciado por su profesión). De otros no sabenos gran cosa. No era lo habitual que el Rabino eligiese a sus discípulos. Era justamente al revés. Y además Jesús les invita a seguirle sin explicaciones, sin proyecto (bueno: ser "pescadores de hombres", pero seguramente no lo entendieron mucho de momento), sin promesas... y sin excusas, en exclusividad (dejando redes, mostradores de impuestos...). No busca «seguidores» a tiempo parcial, ni quiere que los trabajos, la familia, etc estorben en su seguimiento. Se trata de «estar con él» como prioridad absoluta.

Poco antes de estas llamadas, y como un eco de la predicación de Juan Bautista, proclama: «Convertíos y creed en el Evangelio». Pero es un eco y un tono diferente al del Precursor: Está encabezado por una Buena Noticia (=Evangelio) de Dios, no hay asomo de amenazas (como las de Juan o de Jonás, por ejemplo: la ciudad será destruida...). Se trata de que Dios (su Reino) está cerca y eso despierta la esperanza, las expectativas, la alegría, el consuelo de las gentes, sobre todo de los que están peor. 

Esa cercanía de Dios no está «atada» a un lugar, ni a unas prácticas religiosas, ni a una doctrina, ni tiene más condiciones que «creer» en esa presencia cercana y bondadosa de Dios. Jesús aquí no reprocha ni menciona el pecado o el arrepentimiento. Su llamada a la conversión significa y supone un cambio de mentalidad, capaz de abrirse a la novedad que Jesús trae con su presencia y su Evangelio. Es lo mismo que le decía a Nicodemo: «hay que nacer de nuevo», hay que hacer limpieza mental y vital de muchas cosas que se han aprendido y bloquean o condicional o limitan el auténtico encuentro con Dios. Precisamente los que no quisieron cambiar su mentalidad, para seguir con lo de siempre y como siempre y defenderlo y protegerlo a toda costa... serán precisamente los que le lleven a la cruz.

En cuanto al «acento» y contenido principal de su misión es la preocupación primordial de su Padre Dios por el hombre. Y habrá de ser la preocupación y tarea principal de sus seguidores de entonces y de todos los tiempos: los hombres, ser «pescadores de hombres». Buscar las «ovejas perdidas», acoger a los «hijos pródigos», poner la tierra patas arriba hasta que aparezca la moneda que se perdió. Por tanto, su Evangelio no será una colección de doctrinas, ni ritos, ni prácticas, ni... ¡Será la «cercanía», «acercarse» en el nombre de Dios al que tiene hambre, sed, falta de justicia, está desnudo, enfermo, el marginado, el que no tiene derechos...! Esta es la Buena Noticia. Esto es lo que Jesús «hará», del verbo «hacer», acompañado por sus palabras: buscar, perdonar, sanar, bendecir... Y el grupo de discípulos que le acompañan tendrán que «visibilizar» con sus hechos, actitudes, prioridades y palabras («ved cómo se aman») la propuesta de vida de Jesús.

Pues... nada más (¡y nada menos!). Ahora se trata de ver qué me dice personalmente esta palabra en estos momentos de mi vida: orarla, aceptarla, asumirla en la propia vida y... caminar con otros por las nuevas Galileas.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 22 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,20-21

 

Evangelio según San Marcos 3,20-21
Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer.

Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos, paz y bien.

Hay muchos lugares en el mundo que son centros de peregrinación. Para algunas religiones, es obligatorio, al menos una vez en la vida, visitarlos (La Meca, por ejemplo, para los musulmanes, o Jerusalén para los judíos del tiempo de Jesús). Para los católicos siempre es un sueño visitar Roma, Lourdes, Fátima o Santiago de Compostela. Son lugares donde se siente algo especial, hay una atmósfera concreta, son centros de espiritualidad.

Antes del nacimiento de Jesús, el culto estaba unido a un templo determinado, el de Jerusalén. Con Jesús, la situación cambia. El “santo de los santos” ya no está oculto dentro de una tienda en medio de otra. El Santo se ha hecho presente, uno de nosotros, para ser accesible en cualquier lugar.

Y cambia el modo de adorar a Dios. El autor de la Carta a los Hebreos remarca la diferencia entre los sacrificios del Antiguo Testamento y el sacrificio de Jesús. La sangre de los animales ha sido sustituida por la sangre de Cristo, y se constituye en el sacrificio definitivo. Ya no nos obligan las antiguas normas y ritos veterotestamentarios. La sangre de Cristo nos ha facilitado las cosas. Con su sangre nos ha redimido. Lo recordamos cada día, en la Eucaristía. “Sus heridas nos han curado y su sangre nos da la salvación”, cantamos en Semana Santa. Es algo nuevo, algo que solo el Hijo de Dios encarnado podía hacer.

Tan radical es la novedad de Jesús, que no le entiende ni su propia familia. Se lo quieren llevar, pensando que estaba mal de la cabeza. Les asustaba lo que Jesús estaba haciendo en su pequeño mundo. Y no solo. Su fama se extendía con mucha rapidez. “No le dejaban ni comer”. Es normal que la familia no lo viera claro. Muchas personas se sienten así, cuando intentan vivir su vida de fe en serio. A su alrededor no hay mucha comprensión (son “bichos raros”) y no digamos nada si se habla de una vocación al sacerdocio o a la vida consagrada. Cuántas vocaciones han tenido que luchar contra la oposición de los padres o de los amigos.

Son momentos para decidir de Quién nos hemos fiado, en Quién hemos puesto los ojos (sabiendo Que Él nos miró primero) y permanecer fieles en su amor. En nuestra vida diaria, también tenemos momentos de flojera, de cansancio, de sentir que lo que hacemos no tiene sentido. Es bueno volver la vista atrás, recordar los momentos vividos cerca del Señor y, apoyados en su amor, seguir hacia delante, con mucha fe, con todo el amor de que seamos capaces, y siempre con esperanza.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 21 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,13-19

 

Evangelio según San Marcos 3,13-19
Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él,

y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar

con el poder de expulsar a los demonios.

Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro;

Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno;

luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo,

y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos, paz y bien.

Una nueva Alianza, que no necesita de los cruentos sacrificios de la Antigua, como veremos en las lecturas de mañana. Una Alianza eterna, con Aquel que nos es siempre fiel, aunque nosotros no lo seamos tanto. Un Dios que nos conoce mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos, y que ha puesto sus normas en nuestros corazones. Va a ser por eso que, cuando algo hacemos mal (o no tan bien como deberíamos), la voz interior que se llama conciencia nos avisa. Como una alarma que se dispara en presencia del enemigo.

Dios nos quiere de su parte, y por eso insiste, a tiempo y a destiempo. Y nos llama, para que estemos con Él. Para que seamos de los suyos. El Evangelio nos presenta la versión de Marcos de la llamada de los Discípulos, en el monte. Después de ascender a la montaña, llama a los que Él quiere. A su alrededor había muchas personas, hemos visto que a veces no podía ni andar, pero Él se fija en algunos. No los más listos, no los más altos, no los más guapos y, desde luego, no los que más sabían de Teología. Pero sí que, en cada uno de ellos, vio una chispa de lo que ahora llamamos santidad. Los quiso cerca, para irlos moldeando a su imagen y semejanza.

Los llamó para una misión muy concreta: ir a predicar y expulsar demonios. Hablar a todos de que el tiempo se había cumplido, y que era hora de convertirse y creer en el Evangelio, en la Buena Nueva. Eso es predicar, con el ejemplo (que es la mejor manera de predicar) y de viva voz, cuando haya posibilidad. Como Jesús.

Siempre que escuchamos la lista de los elegidos por Cristo, podemos hacer el ejercicio de añadir a dicho elenco nuestro nombre. Sentir su mirada amorosa detenerse sobre mí, levantar los ojos, sentirse cautivado por su sonrisa, y escuchar cómo Él nos llama. Levantarnos, acercarnos a Él, y sentarnos cerca, para verle mejor, para oírle mejor, para amarle mejor.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 20 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,7-12

 

Evangelio según San Marcos 3,7-12
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea.

Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.

Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.

Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.

Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!".

Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos, paz y bien.

Una alianza basada en promesas mejores. A todos nos gustaría alguna mejora en nuestra vida. En lo económico, en lo social, en lo laboral, en lo espiritual… La mayoría de los anuncios que vemos en la tele u oímos en la radio nos hablan de esto. Juegan con nuestros deseos.

Los contemporáneos de Jesús también querían mejorar. Escuchaban rumores acerca de un hombre, que hacía cosas grandes, y empezaban a creer que podía ser el Mesías. Quizá por eso las multitudes se reunían alrededor de Jesús. Porque veían que su mensaje, sus palabras de amor iban acompañadas de obras. Promesas hay muchas, pero no todas se cumplen. Ahora, y en tiempos de Jesús. Por eso, un mensaje coherente, acompañado de una vida coherente, era capaz de enamorar. Demasiado, incluso. Demasiada gente. Por un lado, las autoridades civiles y religiosas, que buscaban acallar su voz, y por otro, las multitudes, que buscan en Jesús la posibilidad de salvarse. En principio, parece que ganan las autoridades, pero sabemos cómo acaba la historia.

¿Qué partido tomaremos nosotros? ¿Con quién nos identificaremos más? ¿Con los dirigentes del pueblo, celosos de su poder y de sus costumbres? ¿O con la gente del pueblo que confía en Jesús, que pone en Él su esperanza, que quiere ser “curada”?

El salmo nos da una clave para poder elegir bien: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.” En cada momento clave de nuestra vida, en cada decisión importante, podemos ponernos en presencia de Dios, antes de optar, y repetir estar palabras en nuestra oración. Sabemos – nos lo dice la primera lectura – que tenemos un Sumo Sacerdote que vive siempre para interceder en nuestro favor. Por eso podemos confiarle nuestro futuro. Con Él está en buenas manos.

Pidámosle a Jesús que nos dé un corazón sencillo, como el de la gente, que hace kilómetros para encontrarse con Jesús, que está “abierto” para recibirlo, que quiere encontrar en Jesús motivos para seguir esperando, que reconoce en sus milagros que “a Dios le gusta vivir en medio de su Pueblo”.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 19 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,1-6

 

Evangelio según San Marcos 3,1-6
Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada.

Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.

Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante".

Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron.

Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada.

Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos, paz y bien.

El Reino de Dios está entre vosotros. Con palabras, y con obras. Nueva Alianza, nuevas normas. Pero no se entiende. Jesús se enfada, porque para muchos la norma está por encima de la persona. “Hay muchos días en la semana, no vengáis en sábado a ser curados”. Los fariseos y los herodianos, en principio enemigos políticos y religiosos, en este caso se unen contra un “enemigo” común. Y observan a Jesús, para acusarlo.

A Jesús le duele que no sean capaces de empatizar con el sufrimiento ajeno. Que sea más importante el sábado, el día consagrado a Dios, que la persona de ese pobre con la mano paralizada. Con todos los inconvenientes que eso conllevaba en tiempos de Jesús. En el plano social, e incluso religioso.

Jesús opta por hacer lo bueno, o sea, sanar al enfermo. La mirada de Jesús, siempre atenta, descubre dónde puede hacer el bien. Y lo hace. No le importa la opinión ajena. Aunque sea el motivo de que sus enemigos se alíen contra Él.

Vivimos una época en la opinión ajena influye mucho en la vida de las personas. Lo “políticamente correcto” se va imponiendo, la ideología de género, las corrientes a favor del aborto y la eutanasia… Hay muchos motivos para mirar alrededor, ver qué necesidades hay, y hacer lo correcto. Como hizo Jesús. A pesar de todo. Ojalá que sepamos ser coherentes con nuestros ideales.

Es el tercer día de la semana de oración por la Unidad de los Cristianos. Formar un solo cuerpo: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15, 12b), es el lema de hoy. Que sepamos buscar lo que los une, en medio de tantos problemas. Como Melquisedec, rey de la paz, que supo reconocer a Abrahán como líder del pueblo de Israel.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 18 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 2,23-28

 

Evangelio según San Marcos 2,23-28
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar.

Entonces los fariseos le dijeron: "¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?".

El les respondió: "¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre,

cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?".

Y agregó: "El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.

De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos, paz y bien.

“No seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido.”

Cuántas veces, sobre todo a principio de año, nos hacemos buenos propósitos, que luego se quedan en buenas intenciones. Nos falta constancia, nos dejamos llevar por la pereza y, cuando vemos que no podemos, nos rendimos.

A lo largo de la historia, sin embargo, hemos tenido ejemplos de personas que SÍ han sido capaces de ser fieles. La primera lectura nos recuerda el caso de Abrahán. Ya de mayor, tuvo que dejarlo todo, y emprender una marcha que le llevó a un lugar para él desconocido. Con muchos peligros, con riesgo para su vida, pero fiado en la promesa de Aquel que le pidió que saliera de su tierra. Se fio de Dios. Por eso es modelo de fe para todos.

En el Evangelio, siguen las disputas de Jesús con las autoridades civiles. Como “paparazzi”, espiaban a Cristo, para ver qué hacía, cuándo lo hacía y como lo hacía. En esta ocasión, el problema es unas espigas, doradas por el sol. También los apóstoles tenían hambre. En vez de tiendas abiertas 24 horas, había campos de espigas. El problema, la norma que prohibía realizar tales tareas en sábado. Con la norma hemos topado.

Jesús se remonta, en su respuesta, al rey David que, aunque al final de su vida se desviara “un poquillo”, hizo más de una cosa bien. Tanto es así, que el Mesías vendría de su estirpe. El mismo David no cumplió las normas, cuando huía en un momento difícil de su vida. La persona es más importante que la norma, si se trata de cosas que afectan a la dignidad y a la supervivencia. Muchos enfermos y endemoniados pueden dar fe de que, para Cristo, lo primero era la persona.

El Cristianismo, desde siempre, ha entendido que lo más importante es salvar a la persona. Hasta el último canon del Código de Derecho Canónico, el 1752, lo recuerda (teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema en la Iglesia). Y la Doctrina Social de la Iglesia, también. Desde el comienzo del “Compendio”, hasta las diversas intervenciones de la Conferencias Episcopales. Nos toca a nosotros llevarlo a cabo, en nuestra vida diaria. Ser como Jesús, atento a las necesidades.

Por cierto, antes de ser “paparazzis” de nuestros hermanos, recordemos las palabras de san Francisco de Sales: "Antes de juzgar al prójimo, pongámosle a él en nuestro lugar y a nosotros en el suyo, y a buen seguro que será entonces nuestro juicio recto y caritativo". Pues eso.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 17 de enero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 2,18-22

 

Evangelio según San Marcos 2,18-22
Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?".

Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo.

Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande.

Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos, paz y bien.

Comenzamos la segunda semana del tiempo ordinario. Hemos ido dejando atrás las luces de Navidad, y la vida ordinaria (que no aburrida) nos ha ido absorbiendo de nuevo. Para que no nos relajemos, nos acompañan esta semana la Carta a los Hebreos y el Evangelio de Marcos.

Al autor de la Carta a los Hebreos le preocupa mucho explicar quién es Jesús y cuál es su función. Y, gracias a su obediencia, tenemos un Sumo Sacerdote que es capaz de entendernos, porque es un hombre (acabamos de celebrar su nacimiento, su Navidad) y que puede darnos la salvación, porque es Dios.

En todas las religiones, los sacerdotes hacen de intermediarios entre los dioses y los creyentes. Los sacerdotes llevan a cabo los ritos necesarios para que los dioses estén “tranquilos” y sean propicios.

Jesús es un nuevo sacerdote, que trae consigo sus propias normas y sus propios ritos. Por ello, muchas veces choca con el sistema establecido y con sus defensores. Incluso con los partidarios de Juan el Bautista. Hoy el problema es el ayuno.

Desde el principio, el Evangelio de Marcos es una “Buena Noticia” (Mc 1, 1). Es una fiesta, porque Jesús, el Cristo, está entre nosotros y nos habla, y nos alegra la vida. No hay tiempo para la desesperanza y el llanto. A pesar de los pesares. Con la que está cayendo, podíamos pensar que hay más motivos para llorar que para reír. Pero, con la Palabra de Dios en la mano, podemos ver las cosas de otra manera. Dios está con nosotros, y no nos dejará, porque siempre es fiel. En la primera, en la segunda y en la tercera ola.

Los ejemplos del remiendo en el paño y del vino nuevo en odres nuevos nos pueden decir poco. No hay muchos vinateros entre nosotros, y, por lo que yo veo, poca gente remienda ya la ropa. Habría que hablar de “no añadir nuevas placas de memoria a ordenadores viejos”, o “no instalar aplicaciones que ocupan mucha memoria en teléfonos móviles antiguos”. En todo caso, el mensaje es claro: la Buena Nueva de Jesús obliga a pensar de otra manera. A vivir en una nueva clave. En clave de fiesta. Cada día. Porque Dios está cerca.

Empieza la Semana de oración por la unidad de los Cristianos. “Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia” (cf. Jn 15, 5-9), estas palabras de Jesús a sus discípulos son el lema de este año. Aquí tienes el enlace para ver lo que los obispos nos invitan a meditar. Reza mucho. A ver si podemos conseguir, un día, celebrar todos juntos, como verdaderos hermanos la Eucaristía. 

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,35-42

 

Evangelio según San Juan 1,35-42
Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos

y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios".

Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.

El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?".

"Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.

Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.

Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo.

Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro.


RESONAR DE LA PALABRA 


DISCERNIR LAS LLAMADAS DE DIOS

Vaya por delante que la reflexión que sigue no se refiere exclusivamente a los jóvenes, ni sólo a una «vocación» o estado de vida. Se refiere a todas las llamadas del Señor, en todos los momentos de la vida, y probablemente no sólo «una vez».

La primera lectura nos presenta al joven Samuel, y esa «inquietud» interior que Dios le hace sentir varias veces, hasta que consigue de él la respuesta deseada.

• Está en el Templo, al ladito mismo de Dios, «donde estaba el arca de Dios». Como si dijéramos «pegado al Sagrario». Habrá dado mil vueltas por los alrededores del arca. Habrá estado presenciado muchas ceremonias en el Santuario, y habrá visto a muchas personas orando en aquel lugar sagrado... Pero él «NO CONOCÍA TODAVÍA AL SEÑOR, porque no le había sido revelada su Palabra». 

Es sorprendente que este joven, que habría servido ya varios años en el Templo, no conociera todavía al Señor. Sus padres lo habían consagrado al servicio del Templo, agradecidos a Dios por ese hijo por el que tanto habían suspirado. En el lenguaje bíblico «conocer» indica una experiencia íntima, un abandono convencido e incondicional en los brazos de la persona amada (y también de Dios), así que no es tan extraño que Samuel, aun sirviendo en el templo del Señor, no hubiera tenido todavía esa experiencia personal e íntima, y por tanto no le hubiera dado su plena adhesión, su completa disponibilidad para colaborar en la obra de la salvación.

Y la razón de esta carencia está en que «desconoce» su Palabra. Lo cual puede significar dos cosas: Que todavía no le suena, no la ha leído, no la ha escuchado, no le ha prestado atención... ... O bien, que no ha descubierto que esa Palabra «tiene que ver con él», que le afecta, que está «viva». 

 Pongamos un ejemplo: Es como si nosotros, al escuchar hoy esta primera lectura, hubiéramos pensado: ¡mira qué cosas pasaron hacen miles de años! ¡Mira qué experiencia tan curiosa tuvo el bueno de Samuel! ¡Hoy no pasan estas cosas! Nadie oye las «voces» del Señor. Pero si la Biblia ha conservado esta experiencia es para iluminarnos, para ayudarnos a interpretar nuestras propias vivencias. No se trata de un caso aislado. En esta «historia» se está hablando de ti y de mí. Y por eso hemos dicho después de leerla: «Palabra de Dios»: Dios nos ha hablado, hemos «oído» su voz. Pero quizá nos ocurra como a Samuel: no hemos sabido entenderla, no nos hemos sentido aludidos...

• Samuel está escuchando una llamada, y no ha descubierto todavía que esa llamada proviene de Dios... y se dirige a lugares equivocados y a personas equivocadas. No vayamos a pensar que Samuel realmente estuviera «oyendo voces» de Dios. El Autor Sagrado están intentando describir o «escenificar» una experiencia interior, personal... que nadie más podría «oír». 

Cuando tú estás en silencio en medio de la noche, o en cualquier lugar recogido, sin distracciones, en la presencia de Dios, repasando lo que has visto, oído, sentido, al cabo del día... puedes «ver» con cierta claridad que «te falta algo», que no estás tranquilo, que no te sientes satisfecho, que tienes que hacer algún cambio, tomar una decisión, dar algún paso concreto, que tienes que responder a una petición, que estás inquieto... Te pasa como a Samuel. Y como le pasó a Andrés o Pedro: Necesitaban y esperaban algo más, distinto de lo que ha hacían o tenían. No es Juan Bautista, ni se trata de conformare echando las redes en el mar de Galilea,como siempre, ni es acudir al Templo... Pero ellos sí que acertaron con la persona y lugar adecuados. 

Cada cual podría analizar dónde está yendo para dar respuesta a esas llamadas interiores. Porque tal vez nos podamos estar confundiendo de personas, de sitio, de ocupación... Y Dios nos hace «notar» que quiere de mí otra cosa... 

• Samuel no es capaz de reconocer o encontrar por sí mismo al Señor. Tampoco Andrés y el discípulo amado son capaces por su cuenta de descubrir quién es el verdadero y único Maestro. Necesitan «guías» o mediadores que hayan tenido esa experiencia. Personas que orienten sus pasos por caminos que ellos han recorrido antes y siguen recorriendo todavía. En una palabra: Maestros de vida, personas con «experiencia de Dios». Así Elí enseñará a Samuel la actitud de disponibilidad y el modo de escuchar la Palabra que está «oyendo». Y Juan Bautista invitará a dos de sus discípulos a marcharse de su lado para que «convivan» con el Señor al menos durante un día. Hace falta, por tanto, salir de la comodidad de «la cama», de mi barca y mis redes, de mi «grupo de siempre», de mis costumbres y mis oraciones de siempre... para encontrarse con el Señor... donde el Señor está, donde Él «vive», donde él va, con los que él prefiere estar.

• Los llamados, los que ya han tenido la experiencia de «conocer» aunque sólo sea un poquito más, se convierten en «llamadores». Esa ha sido la tarea de Elías, de Juan Bautista, y de los dos primeros discípulos de Jesús: «Hemos encontrado al Mesías»... y llevaron (a Pedro en este caso) hasta Jesús. Ellos han sido los responsables de que otros se encuentren con Dios y le respondan. 

Por eso es indispensable que todo cristiano hable y comparta con otros hermanos su experiencia de haber encontrado al Mesías, de haber pasado «todo un día con él», de haber escuchado su llamada, de haber tenido que hacer sus renuncias para hacer posible el encuentro, de haber sentido cómo puso en él su mirada para encomendarle alguna tarea...

• Por último: Quiero subrayar que Dios Padre y su Hijo Jesucristo «necesitan» siempre de colaboradores a tiempo pleno para sacar adelante su proyecto de vida. Ni el Padre ni el Hijo hacen las cosas ellos solos, y por eso derraman continuamente su Espíritu en nuestros corazones. Cuando hay tanto que hacer en la Iglesia y en el mundo, y cuando hay tantas cosas que no se hacen... ¿no será que no estamos escuchando la Palabra, que no acudimos a algún maestro de vida, que no nos levantamos «de la cama», que no salimos de nuestras redes, que no damos la respuesta adecuada a nuestras inquietudes interiores...? Cada oración que dirigimos a Dios pidiéndole algo, tiene que ir acompañada necesariamente de otra oración: «Habla, Señor, que tu hijo escucha», «aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad...». Porque orar no es esperar que Dios arregle nuestras cosas, sino ponernos en sus manos para que Él pueda arreglarlas.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA