Evangelio según San Mateo 8,18-22
Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla.Entonces se aproximó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde vayas".Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre".Pero Jesús le respondió: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".
Quemando puentes atrás
Dejar a los muertos para enterrar a los muertos podría parecer una exigencia demasiado cruel; pero cuando se trata de seguir al Señor, sólo significa un compromiso inmediato y absoluto. Así le siguieron también los primeros discípulos: "inmediatamente"; "dejando atrás la barca y a su padre" (cf. Mt. 4,22). Hay que quemar los puentes con el pasado, sea bueno o malo; Cristo se convierte en el único foco de atención a partir de entonces. Jesús lo dejó más claro cuando dijo: "Nadie que ponga la mano en el arado y mire hacia atrás es apto para el reino de Dios" (Lc 9,62). Como dijo David Lloyd George: "No tengas miedo de dar un gran paso si es el indicado. No se puede cruzar un abismo en dos pequeños saltos". Seguir a Cristo es un salto completo, largo y duro: un salto de fe a través del abismo de la vida. Hay que saltar con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y con toda la mente (cf. Lc 10,27) para aterrizar en su seno, donde podemos reclinar la cabeza.
Paulson Veliyannoor, CMF
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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