viernes, 2 de abril de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,1-8

 


Evangelio según San Marcos 16,1-8
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús.

A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro.

Y decían entre ellas: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?".

Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.

Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas,

pero él les dijo: "No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto.

Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho".

Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.


RESONAR DE LA PALABRA

Hoy no hay Evangelio. Hoy no hay celebración de la Eucaristía. La Vigilia Pascual es ya parte de la celebración de la Pascua, del Domingo de Pascua. Y no hay que adelantar acontecimientos ni celebraciones. Cada día tiene su afán. Y la liturgia cristiana ha querido hacer de este día un tiempo de silencio, de meditación, de acogida en nuestro corazón del misterio de Jesús muerto y que va a resucitar.

Nosotros, creyentes con casi dos mil años de tradición, ya no vivimos la desolación de los primeros discípulos, de los que vieron a Jesús morir y pensaron que ahí terminaba todo porque pensar cualquier otra cosa iba contra el más común de los sentidos. Hoy nosotros sabemos que a la medianoche vamos a celebrar la resurrección de Jesús. Lo sabemos, lo creemos. Su resurrección es el centro de nuestra fe tanto o más que su muerte. La cruz cobra sentido desde la resurrección. Y sin ella es una realidad aborrecible. Por eso, hoy no toca vivir ni la desolación ni la desesperación en que se hundieron casi con toda seguridad aquel grupito de seguidores de Jesús al ver a Jesús ajusticiado.

Pero quizá sea bueno aprovechar algún momento de este día para echar una mirada al dolor y al sufrimiento que nos rodea. Ciertamente, será una mirada desde la esperanza. Pero también desde el silencio y la compasión. No es tiempo de soltar discursos fáciles. El hecho irrebatible es que el dolor, el sufrimiento, la soledad, la injusticia, la opresión siguen siendo la realidad cotidiana para muchos hombres y mujeres de nuestro mundo. Basta con atender a las noticias que desparraman continuamente los medios de comunicación. Y abrir un poco la mente para darnos cuenta de que hay muchos dolores, muchas injusticias que no llegan ni siquiera a convertirse en noticias porque no interesan.

Es bueno que hoy abramos el corazón a todo ese dolor que está presente en nuestro mundo, ayer, hoy y mañana. Es bueno dejar que se remanse en nuestro interior, que nos duela. Lo viviremos en la esperanza pero en silencio. Como he dicho más arriba, no es un día para dar respuestas facilonas. Con Jesús muerto y enterrado acompañamos las esperanzas muertas y enterradas de tantos hombres y mujeres que viven sin esperanza, que luchan por sobrevivir en un mundo que les es adverso y que quizá se conforman con lograr lo suficiente para llegar hasta mañana.

No hay que adelantar acontecimientos. Ya llegará la celebración de la vigilia pascual. Ahora lo que toca es sentir todo ese dolor del mundo en nuestro corazón.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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