domingo, 30 de mayo de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,39-56

 

Evangelio según San Lucas 1,39-56
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,

exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".

María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos, paz y bien.

Deberíamos comenzar a leer el libro de Tobías. Un ejemplo de hombre que teme al Señor, y que por eso actúa como, en conciencia, cree que debe. Eso le acarrea un montón de problemas, pero, mucho antes que san Pedro, Tobías piensa que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

Pero termina el mes de mayo, mes dedicado a la Virgen María, y lo hacemos con la Visitación de la Madre de Dios a su prima, santa Isabel. Resuenan aún en nuestros oídos las reflexiones sobre la Santísima Trinidad, que celebrábamos ayer, domingo. Un Dios, Uno y Trino, un Dios amor, que quiere que nos relacionemos, que nos pongamos en camino.

Eso es precisamente lo que hizo María, al saber que Isabel la necesitaba. Sin dudarlo, sin pensar en los riesgos del camino, sin pensar en su propio estado, con prontitud se marcha a servir a aquella que estaba en necesidad.

El encuentro entre las dos futuras madres fue una explosión de gracia, de Espíritu Santo. San Juan Bautista saltó de gozo en el vientre de su madre, María fue proclamada bendita, Isabel se sintió especialmente agraciada por la visita, todos se sintieron tocados por la mano de Dios.

Para nosotros es difícil, a veces, salir de casa para ayudar a un familiar o a un vecino, levantar el teléfono o buscar en el móvil un contacto para hacer una llamada. María sale rápidamente a remediar una necesidad. Los santos son siempre un ejemplo a seguir. Santa María, sobre todo. Ejemplo de humildad, paciencia, fe, confianza, alegría… Todas las virtudes estaban en María. Y, si nos esforzamos en imitarla, pueden estar también en nosotros.

Porque todos los títulos de María, todo lo que la Iglesia nos propone para la contemplación, no son cosas que la alejen de nosotros. Son recordatorios de que María, una de los nuestros, nos muestra un camino a seguir, por el que se puede andar, si nos esforzamos, si lo pedimos día a día, si lo rezamos con fe.

Hoy, sobre todo, conviene ser agradecido. El “Magníficat” nos muestra a María, plena de gracia, agradeciendo a Dios por todo lo que ha hecho en su vida. Revisa todo lo que el Padre Bueno ha hecho por ti, vuelve a Él tu mirada, en un rato tranquilo de oración, y dile lo feliz que te sientes por saberte elegido para llevar a cabo una misión. La tuya.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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