lunes, 10 de mayo de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,5-11


Evangelio según San Juan 16,5-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

"Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?'.

Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido.

Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.

Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio.

El pecado está en no haber creído en mí.

La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán.

Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado."


RESONAR DE LA PALABRA

Jesús se va y el corazón de los discípulos se llena de tristeza. Es normal. En él habían encontrado no solo la orientación y la guía para seguir el camino. También habían encontrado la comprensión y la misericordia ante sus debilidades. Con Jesús habían experimentado la grandeza del corazón-amor de Dios que nos ama más allá de cualquier límite, más allá de todas nuestras miserias. Con Jesús se habían sentido fuertes y capaces de transformar el mundo.

Pero ahora se va. Se quedan solos. Cunde el desánimo entre sus filas. ¿Qué van a hacer? El líder desaparece y parece que nada tiene ya sentido, que el camino que habían comenzado con Jesús no conduce a ninguna parte y que más vale volverse a casa. El sentimiento de fracaso les embarga.

Pero Jesús promete que les va a enviar su Espíritu. El Espíritu les dará fuerzas. El Espíritu les ayudará a encontrar el camino. Nos podemos imaginar el Espíritu como una aparición que continuamente les va a decir lo que tienen que hacer. Pero eso sería caer en el infantilismo. Y lo último que Dios quiere es que nos convirtamos en unos niños eternos que necesitemos siempre de la mano que nos lleve y nos guíe. Dios nos quiere adultos, libres y responsables de nuestras propias decisiones, capaces de arriesgar y, por supuesto, de equivocarnos y de volver a empezar. El Espíritu no está para decirnos lo que tenemos que hacer en el minuto siguiente sino para ayudarnos a crecer y a tomar nuestras propias decisiones. El Espíritu nos ilumina el horizonte al que nos tenemos que dirigir: el Reino, la fraternidad y la justicia de los hijos e hijas de Dios, donde nadie está excluido. Y nos anima a ir haciendo nosotros el camino, a ir tomando las decisiones que vayan haciendo de este mundo la casa de todos los hijos e hijas de Dios. El Espíritu no es una vocecita sino una llama que incendia nuestro corazón y nos anima a crecer y vivir en libertad al servicio del Reino. Y como Pablo y Silas (primera lectura) enfrentaremos las dificultades y no nos desanimaremos. Porque el Reino vale la pena.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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