miércoles, 18 de noviembre de 2020

TRANSFORMANDO LA MURMURACIÓN EN ALABANZA


Mucha gente ni siquiera se da cuenta que una de las grandes brechas para una vida no tan bendecida es la murmuración. ¡Sí, eso mismo: la murmuración! ¡Hay quien se queja de todo y todo el tiempo! ¿Has notado que el tráfico siempre es peor para algunas personas, o el sol más caliente y la crisis financiera más aguda? Y mira lo que encontramos en la Palabra: “Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús.” (1 Ti 5,16-18)

Sinónimo de murmurar es “maledicencia”: el acto o efecto de hablar mal. La murmuración es la letanía de las tinieblas, es el "Rosario del Diablo". ¿Eres de esos conductores que, dentro del auto y con la ventanilla cerrada, maldice a los demás? Pues bien, entiende lo obvio: ¡llorar solo lastima a quien lo escucha! O sea, ¡eso es para ti! Pero incluso estando el vidrio abierto o si haces  esas "señales" nada gentiles ni cristianas, ¡la primera víctima serás tú mismo! “Debemos hablar en ausencia de una persona sólo lo que tendríamos el valor de decir en su presencia” (Santo Antonio de Lisboa).

Mira qué hermosa promesa del Señor a sus amigos: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra»” (Génesis 12,3). Hay quienes hablan hasta por los codos. Habla sobre todo, habla de todo, habla con todos, habla para todos. Hay quienes no tienen “papas en la lengua”, pero no siguen lo que dice el Papa. Y el Papa Francisco nos exhortó, en una de las oraciones marianas del Ángelus: “Evitar las quejas y los chismes es un camino hacia la santidad. ¡Las palabras también matan!”.

¡Mantén la calma y para con el reclamo!

Quejarse no te ayudará en absoluto. ¡Invocar el Nombre de Jesús marcará la diferencia!

¿Amén?

Oración

Señor Jesús, renuncio a la murmuración. Ya no estaré llorisqueando. Invoco sobre mí mismo y sobre toda realidad que me toca vivir la unción que está contenida en tu Santo Nombre, Jesús.

¡Suplico, clamo el poder de sanación y liberación, de restauración y redención que está en tu Nombre, Jesús! Me abro a la alabanza y la adoración. Cierro las brechas que abrí por las palabras de murmuración que dije un día.

Bendice, Señor, a los que me bendijeron o maldijeron, a los que me bendicen y a los que me maldicen. Amén.

p. Marlon Mucio


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