lunes, 30 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,21-24

 

Evangelio según San Lucas 10,21-24
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:

"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!

¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Las lecturas de hoy ponen en el centro de la escena al Espíritu Santo. O mejor aún, los efectos de vivir bajo su sombra.

Por un lado, para Isaías es la señal del Mesías: “sobre él se posará el Espíritu del Señor”. ¿Cómo lo notaremos?: por su sabiduría y ciencia (no acumulación de datos), entendimiento (no soberbia intelectual), consejo (no maledicencias), fortaleza (no cobardíaa)…

Los que viven a la sombra del Espíritu, dejándose llevar por él, no juzgan por apariencias ni colaboran en habladurías de oídas. Quizá por eso son personas justas, rectas en sus decisiones y nada tibias con los violentos y abusadores. Da gusto vivir cerca de gente así, a no ser que nosotros mismos andemos enredados en deslealtades, mentiras o ansias de notoriedad y poder.

Si nos molesta alguna persona llena de Espíritu Santo, preguntémonos si acaso no estamos yéndonos al otro lado. Porque los que viven desde la sabiduría de lo pequeño y simple, se alegran profundamente y sólo pueden dar gracias. Como Jesús en el Evangelio.

¡Dichosos nosotros si nos sentimos más cómodos, libres y seguros con aquellos que han elegido vivir según el Espíritu de Dios y, por eso, generan conflicto y rechazo a su alrededor!, ¡dichosos nosotros si los vemos y oímos y no nos ponemos en guardia, sino que sentimos que se nos esponja el alma y sólo deseamos dar gracias a Dios por mantenernos a su lado!

Nuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 29 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 4,18-22

 

Evangelio según San Mateo 4,18-22
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.

Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".

Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.

Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.

Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Hoy celebramos a San Andrés, apóstol.  La tradición lo recuerda como el primer llamado, junto a Juan, cuando aún eran discípulos del Bautista. Emocionado con este Jesús que le cambió la vida, enseguida fue a compartir con su hermano Pedro que había conocido a alguien que merecía la pena. Por lo que nos cuenta el Evangelio, Pedro le hizo caso y aunque ambos hermanos seguían con sus obligaciones habituales (pescar, en este caso), empezaron a escuchar al Maestro. Y como nos ocurre a todos, llega un momento en que tienes que elegir. Sólo se elige cuando uno de los “dos amores” pide dedicación exclusiva, cuando notas que -sin querer- te ocupa todo el corazón y todas tus fuerzas.

Algo así, quizá, vivió Andrés aquella mañana en que Jesús les invitó a dejar sus redes (su agenda habitual, sus costumbres, su sustento, su modo cotidiano de proceder…) y hacerse pescadores de hombres. Cuando San Gregorio Magno comenta este pasaje (Homiliae in Evangelia, 5, 1), dice: “El reino de Dios no tiene precio: vale tanto cuanto tienes”.

Y creo que es verdad: el Reino de Dios no es barato ni caro, no tiene precio, no cuesta mucho ni poco. Vale lo que tienes y lo que eres. Para unos esta llamada implicará un giro radical en su vida; para otros se traducirá en alguna decisión concreta que no pide un cambio “de agenda” pero sí de estilo, de modo, de corazón. Para unos, ser apóstoles conllevará el peso y el servicio de ser cabeza, como Pedro, el hermano de Andrés. Y para otros, como Andrés, aun habiendo sido llamados primero, el Reino de Dios y ser pescador de hombres se traduce en ser un buen y fiel “segundo”. No importa. Eso es lo de menos. La cuestión es encontrar el sentido de tu vida, atreverte a quedarte con él, contarlo a otros porque es tan bueno que no puedes guardártelo y, a partir de ahí, vivir…. El Dios del Reino nos irá llevando si nos dejamos llevar. Como Andrés.

Nuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 28 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 13,33-37


Evangelio según San Marcos 13,33-37
En aquél tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

"Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento.

Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.

Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.

No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.

Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".


RESONAR DE LA PALABRA


PERO TÚ, SEÑOR, ERES NUESTRO PADRE

La primera lectura del profeta puede servirnos para describir nuestra actual situación de crisis y pecado. Andamos extraviados de los caminos de Dios:

§ Somos "duros de corazón hasta dejar de temerte". Un corazón duro es el que no procura comprender lo que ocurre, que se enfrenta a la realidad desde sus ideas fijas, de su absoluta seguridad de que tiene la verdad y los que no están de acuerdo son enemigos. Un corazón duro es el que se «enroca», se encierra en sí mismo para que nada ni nadie le hiera. Un corazón duro no se inmuta ante los que se amontonan incontables en un puerto de nuestras Islas, ante los que se hunden en el mar queriendo alcanzar nuestras costas, ante un personal sanitario desbordado por no recibir los apoyos necesarios, ante los que tienen que quedarse en casa solos por miedo o incapacidad física, o ante el abuso y maltrato de mujeres y niños... Muchos tse quejan también hoy de que ya no tenemos temor (= respeto, reverencia a Dios). Tememos a la pobreza, a la falta de trabajo, a que quiebre nuestra empresa, al contagio de este maldito virus, a no recibir a tiempo una vacuna, a la soledad, a la falta de prestigio, a la crisis económica, a la muerte... Pero ¿quién teme a Dios? Dios se nos ha quedado muy lejos, parece que le da lo mismo lo que estamos pasando por aquí abajo, por muchos rezos y liturgias que se le dirijan. ¿Existirá un Dios? Y si existe, ¿para qué tenerlo en cuenta, si permanece tan callado? Y si, cuando nos hablan de Dios, nos invitan a la solidaridad, al cambio de estilo de vida, a la austeridad, al respeto por esta maltrecha naturaleza que favorece las plagas... Nuestra dureza de corazón hace que le ignoremos, que no le temamos en absoluto.

§ El miedo, la ira y el fracaso se extienden. Para muchos esto no tiene arreglo, no es posible la salvación. O si acaso «sálvese quien pueda». ¿Quién podrá frenar la concentración de recursos económicos y el enriquecimiento de unos pocos a costa del sufrimiento de muchos? ¿Cómo alcanzaremos la paz si sigue aumentando el comercio de armas? ¿Quién nivelará los enormes desajustes y desigualdades del mundo y en cada país? ¿Quién nos salvará de estos políticos que se empeñan en imponer sus ideologías a toda costa, y ganar adeptos/votantes, mientras la oposición se dedica al ataque, al desgaste, al «frentismo»... en vez de sentarse juntos y buscar soluciones para los problemas reales y urgentes que nos afectan?

§ "Nuestra justicia está como un paño manchado, como follaje marchito". Sí, nuestra justicia corrompida y manchada. Todo se politiza, se judicializa. Los altos tribunales dependen en buena medida de los jueces que nombran los políticos y de las filias y fobias que cada cual tenga. O los interminables retrasos en los procesos, o leyes que favorcen sobre todo a los de siempre... Y las presiones y chantajes, y el enchufismo, y los fondos reservados.. en quienes debieran darnos ejemplo de honradez, de objetividad... En unos países peor que en otros... pero en general muy manchada.

§ "Nadie invoca tu nombre, ni se esfuerza por aferrarse a ti". Parece comprensible que nos agarremos a otras muchas cosas, para al menos distraernos de tal panorama: a nuestras compras (preblack, black, cibermonday, rebajas...), nuestras series favoritas, los culebrones de los famosillos, los realitys y concursos televisivos... Nos aferramos como podemos a nuestros amigos y familiares... Pero ¿quién se esfuerza por «agarrarse» a Dios y preguntarse por su voluntad? ¿Por intentar colaborar con él, que anda empeñado en contar con nosotros para sacar este mundo hacia delante?



Lo que Isaías propone para su tiempo (tan similar al nuestro) nos pueden servir de mucho:

• La más pesimista de las situaciones puede convertirse, desde la fe, en una llamada a la esperanza, a la resistencia y a la conversión/cambio de lo que no nos sirve. La desesperanza, el pesimismo y el desánimo son ausencia de Dios. Porque consideran que está todo exclusivamente en nuestras manos y no habrá salida. Pero Isaías nos recuerda que Dios siempre es fiel, y que está presente en toda circunstancia. Nos lo ha dicho también San Pablo: "Dios es fiel y nos sigue llamando a participar en la vida de su Hijo". Aunque acechen el pecado, los fallos, los fracasos, el desánimo, la desesperanza, la tristeza... Dios es nuestro Padre. Por grandes que sean nuestras equivocaciones, por mucho que nos hayamos alejado de Él, Dios no deja de ser lo que es: nuestro PADRE. No podemos dejar de ser ARCILLA DE DIOS, Y ÉL NUESTRO ALFARERO. Y él nos quiere seguir remodelando. Nos toca a nosotros, sí, cambiar todo lo que vemos que no ha funcionado (aunque tampoco funcionaba mucho antes, pero ahora se ha hecho todo más evidente). Por eso es posible la esperanza. La esperanza no consiste en que encontremos una vacuna (que será estupendo, claro), sino en cambiar, mejorar, responder mejor a su voluntad de Padre y en el mundo que él ha soñado para todos.

• PERO ES PRECISO VELAR

Porque Dios es "Enmanuel" y está continuamente viniendo a nosotros. Vino ayer, VIENE HOY y vendrá mañana (este es el sentido del Adviento). No estamos abandonados en nuestro mundo gris. En cualquier momento, llama a nuestra puerta. Pero si estamos dormidos, no lo escucharemos; si salimos huyendo, si andamos en otras cosas (desquiciados, deshumanizados, ideologizados, descontrolados, polarizados...), no podrá encontrarnos. Sólo quien está en vela, puede descubrirle. 

Pero ¿qué es estar en vela? Isaías nos lo ha aclarado: "Sales al encuentro de los que practican la justicia". Está en vela quien practica la justicia (Parábola del Juicio Final del pasado domingo). Y quien no lo hace, está dormido, no se encuentra con el Dios que salva. Dormido, soñará con otros «dioses», esos que consuelan aletargando, ayudándonos a huir de la realidad y de nuestras responsabilidades. Pero nos ha recordado San Pablo: «habéis sido enriquecidos en todo... de modo que no carecéis de ningún don gratuito...». (Parábola de los Talentos). Así que tenemos mucho que hacer con la ayuda de Dios. "Dios es nuestro Padre, tu nombre de siempre es Redentor", es decir, rescatador de esclavos y cautivos, de pozos, de prisiones, de laberintos.... El creyente es aquel que, apoyado en Dios, es capaz de vivir, resistir y salir de las mayores dificultades con esperanza.

• Y ES PRECISO ORAR

También se queda dormido quien se olvida de la oración. Pero no cualquier oración. La oración que Jesús nos enseña se llama "buscar la voluntad de Dios para nuestra vida". Ir dejando que la Palabra de Dios cale, como la lluvia que rasga el cielo y cae sobre la tierra, haciendo fecundo nuestro corazón reseco, nuestra vida estéril, nuestro mundo desesperanzado. Es la oración que nos ayudará a ver el mundo con los ojos de Dios, para ir poniendo ternura, misericordia, comprensión, alegría, esperanza, solidaridad, justicia, paz allá donde no los haya. Es la oración que seguirá dando valentía a tantos cooperantes y comprometidos con los Derechos de los más desfavorecidos de la tierra, hasta el punto de jugarnos incluso la vida; es la oración que hará surgir corazones generosos que quieran poner toda su vida al servicio del Evangelio del Señor; es la oración que nos ayudará a poner una palabra distinta en el mundo frío y competitivo y anónimo del trabajo; una oración que nos impedirá dejarnos arrastrar por la fiebre de comprar y comprar que se nos viene encima. Por cierto que «la Navidad» no necesita que nadie la salve. Necesitamos "salvarla" los que nos sabemos creyentes y celebramos la continua presencia de Dios en nuestras vidas. Porque Dios sigue rasgando el cielo y bajando a nuestro suelo. Aunque estemos confinados o en cuarentena, o en la cama. Él viene, viene siempre. Y es la oración que permita a nuestro Alfarero irnos modelando como sólo Él sabe hacerlo, como hizo con la Sierva del Señor y con tantos otros y otras.

No podemos ser catastrofistas, ni recluimos en nuestras pequeñas cosas, porque nada se puede cambiar. El mundo está sediento de esperanzas, quizás más que nunca. Pero la esperanza no depende de nuestras manos, nuestros deseos, logros o proyectos. La esperanza auténtica sólo nos viene de quien nos mantendrá firmes hasta el final, de modo que nadie pueda acusarnos en el tribunal de Jesucristo, de que vivimos dormidos, aletargados, descomprometidos de este mundo que Dios tanto ama. Tanto... que rasgó el cielo y bajó... y no dejará de bajar cada día.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 27 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,34-36

 

Evangelio según San Lucas 21,34-36
Jesús dijo a sus discípulos:

"Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes

como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.

Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

¡Qué preciosas las palabras del Apocalipsis que nos ofrece la liturgia de hoy! Llenan de esperanza al más desanimado: “… lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz porque […] el Señor Dios irradiará sobre ellos”. La oración de Completas, que se reza de noche al finalizar la jornada, recoge estas palabras llenas de esperanza. Son casi las últimas de la Biblia; los siguientes versículos hablan de la última y definitiva venida de Cristo. Pero mientras esto acontecerá en el tiempo que Dios tenga previsto, nosotros nos preparamos para una venida intermedia de Dios, su nacimiento de nuevo entre nosotros. Este Dios no se cansa de venir a nuestras vidas y nacer año tras año en nuestro mundo. Mañana iniciamos un tiempo de preparación y esperanza al que llamamos Adviento.

Jesús nos propone hoy que estemos despiertos, que no se nos “embote la mente” con vanidades y superficialidades que no nos ayudan a crecer y que tanto nos asedian estos días en la Navidad comercial, este año afectada por la crisis de la pandemia. Quizá esto sea una oportunidad para vivirla más auténticamente, sin tanto artificio que empañe su sentido.

Estar despierto, vivir el Adviento con capacidad de sorpresa y apertura, especialmente en este año tan difícil que nos ha tocado vivir. Recordar, en lenguaje del Apocalipsis, que llevamos “su nombre en la frente” y que con este sello no hay noche; no hay noche que valga para los que seguimos creyendo en esta Luz que vendrá a nosotros dentro de veinticinco días.

Y como en todo sábado, miramos hoy a nuestra Madre María, protagonista del Adviento, que llena de esperanza supo aguardar la venida de su Hijo y que se mantuvo en pie, delante de la cruz, en el momento de máxima dificultad. ¡Madre de la Esperanza, ruega por nosotros!

¡Feliz Adviento!

Nuestro hermano en la fe: 

Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 25 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,20-28

 

Evangelio según San Lucas 21,20-28
Jesús dijo a sus discípulos:

"Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima.

Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella.

Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.

¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo.

Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.

Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.

Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.

Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

Que te quede claro que el mal nunca tendrá la última palabra porque será vencido. Ninguno de sus imperios a lo largo de la historia ha prevalecido. El último libro del Nuevo Testamento nos habla hoy de la caída de Babilonia, el imperio del mal de entonces. Su autor escribe en tiempos del emperador Domiciano y anuncia la caída del poderoso imperio romano que estaba oprimiendo y persiguiendo cruelmente al pueblo de Dios. El anuncio de la caída de Roma y el final de las persecuciones está narrado en estilo épico, como se narraban las tragedias griegas en la antigüedad: distintos personajes importantes como príncipes y comerciantes cantan estrofas de lamentación. Este llanto contrasta con la alegría de santos, apóstoles y profetas que ven el final de esta crueldad, la victoria del bien. Esto es para que entendamos mejor el significado de la caída de Babilonia en este capítulo dieciocho del Apocalipsis. Aunque lo realmente importante es la frase con la que he comenzado: el mal nunca tendrá la última palabra.

Jesús hoy se lamenta por lo que le sucederá a la ciudad de Jerusalén. Está profetizando lo que luego sucedió en el año 70, la destrucción por parte del ejército romano comandado por Tito. A diferencia de la lamentación del Apocalipsis en la que los poderosos lloran porque se les acaba su privilegio, la lamentación de Jesús es porque el pueblo ha sido sordo a su voz.

Ciertamente la destrucción del Templo y de la ciudad fue un hecho histórico, pero el lamento de Jesús se extiende a todas aquellas situaciones en las que el mal con todos sus rostros, la terquedad de corazón, la injusticia y el sufrimiento de los inocentes producen un dolor inconcebible. Buena ocasión para orar hoy por todas las situaciones de tantos hombres, mujeres y niños que sufren el mal, la injusticia, la violencia, la pobreza y la exclusión principalmente en estos tiempos del Covid. Por todos aquellos que son destruidos de múltiples y viles formas. Volvemos a recordar que el mal no tendrá la última palabra. La última palabra la tiene Dios, su Reino; nos lo recuerda Jesús: “levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”.

El que se lamenta ya no tiene tiempo, llega tarde. Nosotros no queremos arrepentirnos porque no hicimos las cosas a su debido tiempo. Queremos tener la sensación del que llega a tiempo para tomar las riendas de su vida. El Adviento que vamos a comenzar dentro de dos días nos invita a ello. No debemos dormirnos, el tiempo pasa. ¡Que no nos sorprenda desprevenidos!

Nuestro hermano en la fe: 

Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 24 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,12-19

 

Evangelio según San Lucas 21,12-19

Jesús dijo a sus discípulos:

«Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,

y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.

Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa,

porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.

Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.

Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.

Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.

Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»


RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

Cuando leemos el número “siete” en la Biblia tenemos certeza de que se nos está hablando de algo perfecto, bien hecho. Es el número de la perfección, la suma de lo terreno –los cuatro puntos cardinales de la tierra-, más lo divino, -la Trinidad-. Podríamos decir que si bíblicamente quieres ser perfecto, elige el siete. Pues de esto nos habla hoy el Apocalipsis: siete ángeles con siete plagas. Un nuevo septenario que de alguna manera repite o renueva los siete sellos y las siete trompetas, sólo que este es el último septenario, las siete plagas, es decir, la última prueba que fortalece la fe de la comunidad.

Las siete plagas nos indican que llega el final del juicio, por eso los que están de pie en la orilla, están contentos cantando con arpas y salmos el Cántico de Moisés y del Cordero, porque vencieron y llegó el momento de hacer justicia, de recibir su recompensa, en la que nunca dejaron de creer a pesar de la tribulación: «grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos” –Salmo 97 que rezamos en la liturgia de hoy-. Estos sí que son creyentes espectaculares, “creyentes siete”, diríamos en lenguaje bíblico.

Los creyentes siete son aquellos hombres y mujeres que no dejaron de confiar, ni de esperar, ni de creer. Como nos dice hoy Jesús al final del evangelio: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Algunos de estos creyentes fueron canonizados y reconocidos oficialmente. Otros permanecen en el anonimato, alumbrando sólo a los que vivieron a su lado. Fueron perseguidos de muchas maneras y lo siguen siendo, pero el Señor los cuida y mima tanto que, efectivamente, “ningún cabello de su cabeza perecerá”.

Necesitamos creyentes siete que nos ayuden a creer y esperar contra corriente, que nos enseñen a cantar, que nos contagien entusiasmo y alegría, que nos muestren que el evangelio es posible, encarnable en ti y en mi, a pesar de las dificultades y persecuciones de las que nos advierte Jesús en el evangelio de hoy. Precisamente las persecuciones más dolorosas son las que provienen de tu propio entorno familiar y de amistad, ¿verdad?

En nuestra oración de hoy, lo más importante es recordar que no estamos solos: “os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro”. Jesús, con su amor incondicional por ti, siempre camina a tu lado, nunca lo olvides. Por eso hoy cantamos con los creyentes siete el Salmo 97: “Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas…” ¿o no las ves en tu vida?

Nuestro hermano en la fe: 

Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 23 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,5-11

 

Evangelio según San Lucas 21,5-11
Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:

"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".

Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".

Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan.

Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".

Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino.

Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo."


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

La siega y la vendimia de la que hoy nos habla el Apocalipsis, son símbolos del juicio de Dios. ¿Cuándo ocurrirá esto? no lo sabemos, aunque a lo largo de las distintas décadas y generaciones no han faltado ni faltarán predicadores baratos que han afirmado conocer el día y la hora, los planes de Dios. De ellos nos previene hoy Jesús: “Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: -Yo soy-, o bien -El momento está cerca-; no vayáis tras ellos”.

Ninguno de nosotros sabemos nuestra hora de partir de este mundo. Sabemos que algún día daremos ese paso y ojalá estemos bien preparados, como los ciento diecisiete mártires vietnamitas de los siglos XVII y XVIII que recordamos hoy. Lo que sí sabemos es que nuestras obras serán vistas a la Luz. Lo que contará es el amor. Este amor se “medirá” en la balanza, será “pesado” y entonces se verá con claridad si estamos preparados o no para ir al “banquete” de nuestro Señor. Esto no nos debe atemorizar, más bien nos debe estimular, nos recuerda que somos peregrinos y que estamos de paso, que nuestra estación de destino no es esta, por lo que hay que dejarse la piel y vivir con intensidad.

El tema de la muerte es hoy es un tema tabú para la civilización occidental, un asunto del que no gusta hablar porque muchos no saben encontrar un sentido a este inevitable destino humano. El libro del Apocalipsis nos ofrece la visión de Dios a este respecto. Meditémosla. No nos viene mal una dosis esperanzadora de realismo. 

En el evangelio de hoy, Jesús quita importancia a la belleza del templo, a la “calidad de la piedra y los exvotos” porque es efímera, porque algún día desaparecerá, porque no es eterna. No le faltaba razón; el templo de Jerusalén fue destruido el año 70 d.C. Para Jesús, la belleza que importa y permanece es otra. Que nadie nos engañe. La apuesta importante y decisiva es por aquello que permanece. Hay muchas señales muy espectaculares, pero en muchos casos no son más que artificios. Sólo el buen fruto será vendimiado. Sólo lo importante será tenido en cuenta. El Señor nos llama a ser fértiles, a estar preparados, a tener nuestras manos rebosantes para que cuando llegue el momento podamos mostrarlas llenas de satisfacción por el deber cumplido. El deber de amar y darlo todo allí donde y con quien te “tocó” vivir. Aprovechemos el tiempo que se nos regala cada día, no sabemos cuánto nos queda.

Nuestro hermano en la fe: 

Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 22 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,1-4

 

Evangelio según San Lucas 21,1-4
Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo.

Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre,

y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie.

Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir."


RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

Entramos en la recta final del tiempo ordinario. A las puertas del Adviento, en tiempos del Covid, la Esperanza llamará este año con fuerza a tu puerta, porque Dios quiere entrar en ti. Acabamos de celebrar que Jesús es Rey, una verdad que ojalá muchos más pudieran afirmar: Jesús es mi rey, mi Señor, quiero que lo sea, a pesar de mis torpezas. Y Él quiere un año más ser tú Señor, mi Señor, nuestro Señor.

Precisamente por ser la recta final del tiempo ordinario, toda la liturgia de la Palabra de esta semana tiene un tono apocalíptico. Nos invita a ser conscientes que, de parte de Dios, algo importante va a pasar y debemos estar preparados. Él pasará más cerca, nacerá de nuevo entre nosotros y esto no es un acontecimiento cualquiera.

El Apocalipsis, que nos acompañará a lo largo de esta semana, no es un libro misterioso, ni de terror, sino de esperanza. Es una joya escrita en tiempos de gran persecución, en un lenguaje cifrado y simbólico que hay que traducir para llegar a morder el fruto sabroso que esconden sus palabras. La rica tradición y el estudio de la Escritura por parte de la Iglesia, nos ayuda a ello. Hoy encontramos un claro ejemplo en Ap 14, 3 “los ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra”. Más de un predicador sectario ha amenazado con esta cifra afirmando que este es un número cuantitativo: se salvarán ciento cuarenta y cuatro mil, lo dice la Biblia. No se puede interpretar la Sagrada Escritura al margen del Magisterio de la Iglesia ni de su estudio exegético. Este número resulta de multiplicar 12 (tribus de Israel, Antigua Alianza de Dios con los hombres) x 12 (apóstoles, Nueva Alianza) x 1000 (que en la Escritura significa multitud). Luego los 144.000 mil salvados, significa la mayoría del pueblo que ha permanecido fiel en la fe y la tribulación.

Su mensaje revelado de salvación no es una rebaja ni una bajada de listón. No vayamos a creer lo que algunos de los primeros cristianos imaginaban, una “apocatástasis”, un borrón y cuenta nueva final donde habrá una amnistía general porque todo vale. No. Dios es misericordioso, pero el amor es exigente y la puerta es estrecha. Por ello hay que permanecer y esperar en el amor contra viento y marea, como la viuda pobre del evangelio de hoy, cuya ofrenda es mayor que la de todos los asistentes juntos.

Esto es, en segundo lugar, a lo que nos invita la Palabra. A no ser huraños, a no regatear con la entrega personal. La vida es para darla, para repartirla. Ofrécete, no seas rácano ni miserable. No caigamos en la tentación de acumular para nosotros mismos tiempo, la satisfacción de nuestros intereses particulares, bienes, proyectos individualistas de vida… porque esto, al final, nos empobrece. ¿Qué significa ser rico? Para Dios ser rico significa darlo todo, como hace la viuda de hoy. Y pobre es aquel que todo lo guarda para sí. Lo contrario de la lógica mercantilista.

Señor, nos enseñas con la Palabra de hoy y con tu propia vida, que hay que darlo todo. En esto consiste la felicidad humana. Pero no acabamos de creer completamente esta verdad revelada por ti y tendemos a guardarnos para nosotros mismos, por miedo, desconfianza, inseguridad… Necesitamos de tu fuerza y de tu apoyo para ser desprendidos con nuestra vida, de modo que así sirvamos a los demás, dándonos.

¡Que en la celebración de tu nacimiento en esta próxima Navidad, nuestro corazón crezca en amor entregado!

Nuestro hermano en la fe: 

Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 21 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,31-46

 

Evangelio según San Mateo 25,31-46
Jesús dijo a sus discípulos:

"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.

Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,

y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,

porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;

desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.

Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?

¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?

¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.

Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.

Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,

porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;

estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.

Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.

Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.

Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".


RESONAR DE LA PALABRA


UNA RELIGIÓN QUE ME DESCENTRA Y ME SACA DEL INDIVIDUALISMO

Este relato de Jesús tuvo que chocar enormemente a los judíos que lo escucharon. Ellos estaban acostumbrados a «ganarse» a Dios con sus prácticas religiosas, con el cumplimiento de los mandamientos y normas mil, con sus rezos, estudiando las Escrituras... Conocían de sobra lo que nosotros llamamos «obras de misericordia», pero eran un «plus» de libre opción, un complemento no necesario para estar en regla con Dios.

Me atrevo a decir que una mentalidad similar se ha ido extendiendo entre nosotros desde hace bastante tiempo. Esta cultura «narcisista» y «selfie» (según subrayan muchos pensadores y analistas) ha condicionado mucho nuestra espiritualidad, y hemos aprendido a estar muy pendientes de nuestro «yo»: nos revisamos frecuentemente de nuestros fallos y defectos personales, a los que no terminamos de vencer, y que seguramente nos acompañen hasta el final de nuestra vida: el mal genio, la pereza, la envidia, los deseos, el carácter, las manías... En los exámenes de conciencia a menudo nos acusamos del incumplimiento de algunas obligaciones y prácticas religiosas, de nuestros compromisos de oración hechos un poco a medias, de si hicimos o no ayuno o abstinencia... Y con frecuencia nos quedamos en estas cosas. Una espiritualidad individlualista y escasamente comunitaria.

El sentido común dice que todo lo que hagamos por ser dueños de nosotros mismos, por mejorarnos como personas, por luchar contra nuestros fallos y debilidades... ¡pues está muy bien! ¡Claro que sí! Pero para la mayoría de estas cosas no es necesario ni ser creyente, ni discípulo de Jesús. Es propio de todo ser humano. Pero el Señor, a sus discípulos, les ha puesto el acento en otras cosas, las que leemos en el Evangelio de hoy: el «otro» necesitado y la voluntad salvadora y liberadora de Dios debieran ser lo principal de nuestra espiritualidad y nuestros exámenes de conciencia. No parece que la vida espiritual, la fe, las prácticas religiosas formen parte del juicio final. No son relevantes para Cristo Rey.

 Por otra parte, habría que remarcar que todas nuestras prácticas religiosas y compromisos de rezar lo que sea todos los días, o acudir al culto, o a visitar al Santísimo... tienen un criterio de valoración y validación: si me ayudan y empujan a amar más, a ser más misericordioso, a entregarme a los demás... tendrán sentido y agradarán a Dios. Y de paso, los otros saldrán beneficiados. Si el proyecto de Jesús (lo que él llamaba el «Reino»), y si nuestro Padre Dios está especialmente preocupado y pendiente de los que peor lo pasan (por ejemplo lo que dice la Primera Lectura: «Yo mismo buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma...» ) los que nos consideramos suyos... tenemos que ser sus instrumentos, sus principales agentes para que este mundo sea de otra manera, sea suyo, sea de la misericordia y del amor. Lo que «ofende» gravemente a Dios no son esas cosas que a veces decimos y confesamos referidas a nuestro propio «yo», sino antes que nada y sobre todo la falta de atención a «mis hermanos más pequeños».

Jesús estaba «cansado» (incluso enfadado, si recordamos aquella escena a la entrada del Templo) de esa religión llena de solemnes liturgias y procesiones, de prácticas, de distinciones sobre lo puro y lo impuro, de normas y prohibiciones, de rezos, sacrificios y ofrendas «por mí y por los míos» ... que se dejaban «fuera» -llegándose a veces al extremo de «excluir» y «condenar» en el nombre de Dios- ... a los que más necesitaban la cercanía y la ternura de Dios por parte de los que se consideraban «el pueblo de Dios». Para los profetas y para el mismo Jesús esto no era sino una religión «vacía». Y con sus palabras, actitudes y gestos, deja claro lo que sí tiene sentido, lo que vale a los ojos de Dios. Intenta iluminar el presente (que es donde nos jugamos el «más allá»), dándole profundidad humana, contagiando esperanza, aliviando... Y así, hasta los gestos más triviales, como el de dar un vaso de agua, se convierten en semillas de eternidad, en opción decisiva, en algo agradable a Dios.

También un no creyente puede obrar a favor o en contra de Jesucristo, aunque no lo conozca, según decida servir o no servir al hombre. Matar a un semejante o ayudarle a vivir; oprimir al hermano o liberarlo; ofender a alguien o mostrarle respeto; pisotear la dignidad de un desgraciado u honrarl; explotar al prójimo o compartir el pan con él: rechazar o acoger a un emigrante/forastero; contribuir al hambre o alimentar a los pobres... significa atentar contra el señorío de Cristo o promoverlo. Ser «benditos de mi Padre» o no serlo.

- Es significativo que en el texto de Mateo falta el verbo amar. Cristo no dice: «... y me amasteis», sino «me disteis de comer, me disteis de beber, me visitasteis, me hospedasteis, me vinisteis a ver... ». «Amar» es un término que puede quedarse en demasiado vago. Es difícil saber o medir si le amamos sobre todas las cosas. Jesucristo Rey se fijará más bien en si «Hicisteis esto» o «no hicisteis esto». La sentencia del juicio final está más en el verbo «hacer» en favor del hermano. O sea que para Jesús el cumplimiento y valoración del primer mandamiento está en practicar/hacer el segundo.

- Resulta asombroso que los «justos» (que no tienen por qué coincidir con los «creyentes») declaren que... no reconocieron a Cristo en el pobre, en el que pasa apuros. Que no se supieron que el necesitado al que atendían era... Otro (con mayúsculas). Admitirán que lo hicieron todo por amor al hombre. Sin embargo, se salvarán igualmente, aunque no hayan logrado descubrir a Cristo en el hermano. Para Dios es suficiente que te hayas encontrado ante un rostro humano (por muy desagradable que sea) y que, sin necesidad de echar mano de motivaciones religiosas, le hayas abierto tus puertas. Lo esencial no es tu fe, sino la caridad. El amor al hombre.

- Las seis «obras de misericordia» que ha enumerado Jesús se refieren a cuatro necesidades fundamentales de la condición humana:

- La alimentación (hambriento y sediento).

- El reconocimiento social (ser extranjero, estar desnudo).

- La salud (enfermo).

- La libertad (la cárcel).

Y podríamos añadir otras en esa misma línea. Por ejemplo: 

- Una palabra amable o un oído atento pueden redimir a una persona desesperada. ¡Y hay tantas!

- Ofrecer un poco de gasolina al que se quedó tirado en la carretera, o ayudarle con un pinchazo, u ofrecer un bocadillo y acompañar mientras se lo toma... 

- Visitar al que estaba viejo, enfermo y solo en su casa, y hacerle la compra, limpiar un poco...

- «Me vieron accidentado y me llevaron al hospital».

- «Era inmigrante y me enseñaron el idioma, me ayudaron con los papeles, me facilitaron un trabajo o una vivienda, o unos libros para los críos, me acogieron bien...»

- «Estaba ingresado en una residencia, con la cabeza un poco perdida, y me acompañasteis o me sacasteis de paseo».

- "Había una pandemia mundial... y me ofrecí/arriesgué a probar una posible vacuna..."

Precisamente, con la que está cayendo en todas las esquinas del planeta muchas voces, eclesiales o no, incluido el Papa, llaman continuamente a la solidaridad, a la proximidad, a la atención a los más desfavorecidos... Con confinamientos y sin ellos. Una ocasión urgente para ejercitar la misericordia. O nos salvamos todos juntos... o no se salva nadie.El individualismo y el «sálvese quien pueda»... cuentan a favor de la difusión del virus.

Ojalá que los seguidores de Jesús destaquemos y se nos reconozca principalmente por hacer de nuestra vida una entrega, un servicio, un compromiso por cambiar lo que sea necesario de modo que no haya tantos descartados, para que no haya tanta soledad, para que no haya tantos «prisioneros» de sus circunstancias. Y desterremos el individualismo/narcisismo de nuestra vida cristiana, así como todo lo que pueda ser sospechoso de «espiritualismo», de religión vacía. Nuestra vida entonces merecerá la pena, y el Señor podrá decirnos: «Venid, benditos de mi Padre».

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 20 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 20,27-40

 


Evangelio según San Lucas 20,27-40
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección,

y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.

Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.

El segundo

se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia.

Finalmente, también murió la mujer.

Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".

Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan,

pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán.

Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.

Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él".

Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien".

Y ya no se atrevían a preguntarle nada.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Celebramos hoy la fiesta de la Presentación de la Virgen en el Templo. Los evangelios canónicos no dejan constancia del hecho, como hacen los apócrifos. Sin embargo, la Iglesia mantiene esta fiesta ya que expresa algo que perduró siempre en el alma de la Madre de Jesús: Su libre disposición ante los planes del Señor.

El evangelio se sitúa en el contexto de final de vida pública de Jesús. Narra un debate de Jesús con los saduceos. Estos argumentan en contra de la resurrección de los muertos, tratando de ridiculizarla con un ingenioso cuento. Jesús termina desbaratando sus tesis. Quedémonos tan solo con dos pinceladas:
Jesús no devalúa el matrimonio. En absoluto. Jesús lo ha defendido en otras ocasiones y ahora no se contradice. Ha sido instituido por Dios, que nos ha creado como hombre y mujer y no sólo para la reproducción de la especie. De ahí que el motivo biológico no justifique la necesidad del sacramento. El matrimonio alcanza su sentido más alto en la realización del amor recíproco, expresión del mismo amor de Cristo. Los seres humanos no podríamos vivir sin un amor concreto, hecho de estabilidad y fidelidad, abierto a la nueva vida. Con la muerte de uno de los cónyuges, el vínculo se deshace… pero pasan a vivir en una condición libre del condicionamiento del sexo, en una vida distinta. 
¿Qué es eso se “ser como ángeles”? Es una manera de expresar lo que queda aún oculto en el misterio. Dios nos tiene destinados a la vida sin fin, no a la muerte. La vida de resucitados no es una simple continuación de esta vida terrena. Acontece de otra manera. Para hacerse entender, Jesús opone «este mundo» y «el mundo futuro» ... un mundo en el que las personas morimos y otro mundo en el que no se muere más, y por lo tanto donde no es necesario engendrar nuevos seres. No hace falta explicar más para refrendar que "sí se puede resucitar". Nosotros creemos, sin elucubrar ni dudar, que al final de todo, la última palabra es la del Dios de la vida. Y su palabra siempre es palabra vivificadora, resucitadora, creadora... siempre lo fue. Por tanto, “¡sí se puede!”.

Nuestro hermano en la fe

Juan Carlos Martos cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 19 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 19,45-48

 

Evangelio según San Lucas 19,45-48
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores,

diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".

Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo.

Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

La historia que se cuenta en el evangelio de hoy se desarrolla en los patios del Templo de Jerusalén, lugar que visitó Jesús antes de su pasión. Allí purifica y predica: Su furioso gesto va seguido de una explicación. La reacción de los testigos, como suele ocurrir en las páginas del evangelio, varía entre las autoridades y el pueblo. Resaltemos tres detalles de esta página.
Los motivos de la condena de Cristo. Los cuatro evangelios registran la expulsión de los vendedores del Templo, aunque Juan no lo emplaza en la misma víspera de su pasión. Los cuatro coinciden en que la relevancia del relato se funda en contener el motivo que dio pie a las autoridades religiosas del tiempo para condenar a muerte a Jesús: Su actuación pública y blasfema contra la institución más augusta de la religión judía: El Templo.
La razón de un gesto profético. Lo denuncia Jesús con claridad: Haber convertido un espacio de encuentro con Dios en antro de turbios negocios. Lo más sagrado se puede depravar. Ocurre cuando se corrompen las intenciones y los intereses que mueven la conducta religiosa: No se ama ni se sirve a Dios, sino que se le utiliza para conseguir sórdidos bienes. Esto para Jesús fue inaguantable.
El estupor de la gente. No pasó desapercibida esa actuación de Jesús, atrevida y escandalosa. Tampoco pasa desaperciba para nosotros. Pero no deberíamos dedicar mucho espacio a debatir si se trató o no de un acto violento de Cristo. El meollo consiste en entender que una reacción tan vehemente del Príncipe de la Paz, del manso y humilde de corazón, debía deberse a una causa grave en extremo.

Nos toca a nosotros repasar -y acaso reparar- la intención y orientación de nuestra vida cristiana. Porque puede convertirse en algo parecido a un negocio. Cuando falta el amor, inevitablemente se ambicionan ganancias, ventajas o privilegios. Dios no se presta a compraventas. ¡Así no!

Nuestro hermano en la fe

Juan Carlos Martos cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 18 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 19,41-44


Evangelio según San Lucas 19,41-44

Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella,

diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.

Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.

Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

El breve relato que nos trae el evangelio de hoy nos coloca ante un hecho de la vida de Jesús, que mantiene un posible fondo histórico. Existe actualmente una pequeña capilla, llamada “Dominus flevit”, que recuerda el hecho. Está situada en la ladera del monte de los Olivos, al otro lado del torrente Cedrón, y frente a la Puerta Hermosa de la ciudad Santa de Jerusalén. Cercana ya su muerte, Jesús llora contemplando desde allí la ciudad.
El sentido de las lágrimas. No fue la única vez que Jesús lloró en público. Sus lágrimas constituyen un mensaje. Son un lenguaje no verbal para comunicar lo que no pudo decir con palabras. El llanto surge cuando se ha alcanzado el límite de lo inexpresable. La persona que llora capta la atención de los otros. Nunca pasa desapercibida. Tampoco pasó desapercibido el llanto de Cristo para sus compañeros, del que dejaron noticia en esta página evangélica.
El dolor del fracaso. Las lágrimas de Jesús no fueron narcisistas como patentiza la profecía que añade. Sus funestos presagios sobre la ciudad no son de condena sino la triste constatación de que toda sociedad construida al margen de la Palabra de Dios y que rechaza a sus enviados ya está en vías de su destrucción. El presentimiento de Jesús sobre la suerte de la ciudad se cumplió en su sentido más hondo: El rechazo de Dios acaba siendo el mayor desastre para el ser humano.
La ceguera del corazón. Jesús lamenta profundamente la dureza del corazón de sus coetáneos. No reconocieron que les había llegado el momento decisivo, que era su gran oportunidad. No comprendieron lo que conduce a la paz. Rechazaron a su salvador. Esa fue su gran incongruencia: lo tenían delante y no lo veían. Les fue enviado y no lo reconocieron. Mantener los ojos cerrados es como si Dios ocultase la salvación cuando los hombres la rechazan.

Es impresionante ver llorar a Cristo… Sus lágrimas tienen el poder de estrechar un vínculo íntimo con cada uno de nosotros. Que esas lágrimas nos conmuevan y nos agiten para no ser el fracaso de Dios. Que nos sacudan el alma y nos muevan a enjugarlas, repitiendo con ardor la confesión de Tomas: ¡Señor mío y Dios mío! ¡Ten misericordia de mí!

Nuestro hermano en la fe

Juan Carlos Martos cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

TRANSFORMANDO LA MURMURACIÓN EN ALABANZA


Mucha gente ni siquiera se da cuenta que una de las grandes brechas para una vida no tan bendecida es la murmuración. ¡Sí, eso mismo: la murmuración! ¡Hay quien se queja de todo y todo el tiempo! ¿Has notado que el tráfico siempre es peor para algunas personas, o el sol más caliente y la crisis financiera más aguda? Y mira lo que encontramos en la Palabra: “Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús.” (1 Ti 5,16-18)

Sinónimo de murmurar es “maledicencia”: el acto o efecto de hablar mal. La murmuración es la letanía de las tinieblas, es el "Rosario del Diablo". ¿Eres de esos conductores que, dentro del auto y con la ventanilla cerrada, maldice a los demás? Pues bien, entiende lo obvio: ¡llorar solo lastima a quien lo escucha! O sea, ¡eso es para ti! Pero incluso estando el vidrio abierto o si haces  esas "señales" nada gentiles ni cristianas, ¡la primera víctima serás tú mismo! “Debemos hablar en ausencia de una persona sólo lo que tendríamos el valor de decir en su presencia” (Santo Antonio de Lisboa).

Mira qué hermosa promesa del Señor a sus amigos: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra»” (Génesis 12,3). Hay quienes hablan hasta por los codos. Habla sobre todo, habla de todo, habla con todos, habla para todos. Hay quienes no tienen “papas en la lengua”, pero no siguen lo que dice el Papa. Y el Papa Francisco nos exhortó, en una de las oraciones marianas del Ángelus: “Evitar las quejas y los chismes es un camino hacia la santidad. ¡Las palabras también matan!”.

¡Mantén la calma y para con el reclamo!

Quejarse no te ayudará en absoluto. ¡Invocar el Nombre de Jesús marcará la diferencia!

¿Amén?

Oración

Señor Jesús, renuncio a la murmuración. Ya no estaré llorisqueando. Invoco sobre mí mismo y sobre toda realidad que me toca vivir la unción que está contenida en tu Santo Nombre, Jesús.

¡Suplico, clamo el poder de sanación y liberación, de restauración y redención que está en tu Nombre, Jesús! Me abro a la alabanza y la adoración. Cierro las brechas que abrí por las palabras de murmuración que dije un día.

Bendice, Señor, a los que me bendijeron o maldijeron, a los que me bendicen y a los que me maldicen. Amén.

p. Marlon Mucio


domingo, 15 de noviembre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 18,35-43


Evangelio según San Lucas 18,35-43
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.

Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.

Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.

El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!".

Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".

Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó:

"¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez".

Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado".

En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

El relato que recoge el evangelio de hoy tuvo gran importancia para la primera comunidad cristiana. De hecho, lo repiten los sinópticos, lo cual es claro indicio de su significación y alcance. Los hechos discurren en Jericó a unos 20 kms. de Jerusalén, la ciudad santa hacia donde se encamina Jesús para culminar su vida terrenal. ¿Qué resalta el relato? ¿En qué centra nuestra atención?
En la ceguera, que es una enfermedad que los humanos no somos capaces de curar. Afecta no solo a los ojos de la cara, sino al fondo del corazón, a su capacidad de ver claro y entender el sentido más profundo de la realidad y de la vida. Y, lo peor, un ciego es alguien que ha perdido la luz de visión, de orientación y de esperanza.
En el camino, que es lugar de paso, de avances y de encuentros. También de baches, pérdidas y retrocesos. Representa la misma vida como espacio insustituible por el que transcurre nuestra historia en constante movimiento… Ahí, y no en otro lugar, es donde en ocasiones Jesús se hace el encontradizo.
De una pregunta, absurda en apariencias: “¿Qué quieres que haga por ti?” -le dice Jesús. Pero que no es desatinada en absoluto. Al formularla, además de entablar una conversación personal y directa, el Hijo de David le despierta el deseo de cambiar. Le da un motivo de esperanza. Le abre las puertas del futuro.
De sanación. Es posible la sanación. Para el Señor nada hay imposible, cuando nos dejamos afectar por su amor. El mal tiene arreglo. Hay alguien que lo supera y lo vence.

¡Cómo envidiamos a este ciego! Se atrevió a hacer lo que está también al alcance de cualquiera de nosotros: Gritar y pedir. Y eso solo se hace cuando se está necesitado y uno escucha el paso del Nazareno por su camino.

Nuestro hermano en la fe
Juan Carlos Martos, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONA