domingo, 12 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,17-37

 

Evangelio según San Mateo 5,17-37
Jesús dijo a sus discípulos:

«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»

Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.

Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,

deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.

Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.

Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.

Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio.

Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.

Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.

Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios,

ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.

No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.

Cuando ustedes digan 'sí', que sea sí, y cuando digan 'no', que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.


RESONAR DE LA PALABRA


Pero yo os digo...

Manos Unidas: «Frenar la desigualdad está en tus manos»

No suelen resultarnos muy atractivos pasajes evangélicos como el de hoy. Es frecuente que nos sintamos incómodos con las prohibiciones, las órdenes, las obligaciones... incluso aunque puedan ser razonables y recomendables o necesarias. Este tiempo de pandemia nos ha mostrado muchas veces a quienes se «saltaban» las instrucciones de las autoridades (sanitarias o civiles) como una «limitación» a su santa libertad. Incluso aunque pusieran en riesgo, no ya su bienestar, sino el de otros.
Dios presentó a Israel los Diez Mandamientos como garantía y como «camino» para que pudieran conservar la libertad tan duramente conquistada en su peregrinación por el desierto, y como claves necesarias para evitar conflictos, divisiones y problemas que rompieran con la unidad y entendimiento como pueblo suyo. Incluidos los tres primeros, que conviene leerlos en esa clave de no someterse a nada ni a nadie, y reservarse espacios de encuentro familiar, comunitario, religioso, sin ataduras laborales ni de ningún otro tipo.

 Sin embargo, aquellas leyes de la Alianza del Sinaí eran muy «generales» y progresivamente se fueron añadiendo otras que las concretaran y aclarasen en distintas circunstancias: no era lo mismo el tiempo del desierto, que los tiempos prósperos del rey David, o los destierros que padecieron. Y se fueron «colando» excepciones, precisiones, prioridades etc que no siempre tuvieron en cuenta la voluntad de Dios, en asuntos como el «no matarás», o el adulterio y el divorcio, o usar el nombre Dios en juramentos... etc.

La Ley revelada a Moisés en el Sinaí no era, sin embargo, la palabra definitiva de Dios. Se la consideraba eterna e irrevocable, era un dogma rabínico, pero en algunos de sus textos hablan de la futura "Ley del Mesías", que sería como una profunda y definitiva interpretación de la Ley de Moisés. El Mesías -pensaba el judaísmo- aportaría la luz para comprender finalmente toda la riqueza de los pensamientos ocultos de la Torah (Ley).

En este sentido podemos leer estas palabras de San Jerónimo:

«Cuando contemplo a Moisés, cuando leo a los profetas es para comprender lo que dicen de Cristo. El día que haya llegado a entrar en el resplandor de la luz de Cristo y brille en mis ojos como la luz del sol, ya no seré capaz de mirar la luz de una lámpara. Si alguien enciende una lámpara en pleno día, la luz de la lámpara se desvanece. Del mismo modo, cuando uno goza de la presencia de Cristo, la Ley y los Profetas desaparecen. No quito nada a la gloria de la Ley y de los Profetas; al contrario, los enaltezco como mensajeros de Cristo.

Sobre el Monte de las bienaventuranzas Jesús ha reconocido su validez pero, considerándola solamente como una etapa transitoria, y ha indicado una nueva meta, un horizonte mucho mayor: la perfección del Padre que está en los cielos, su voluntad (el mandamiento del Amor) como clave de interpretación y profundización. Su punto de referencia no era la letra pura y dura del precepto, sino el bien de hombre, que a menudo se había orillado. Y por eso no tuvo inconveniente, por ejemplo, en «violar» la sagrada ley del Sábado (3er mandamiento) para curar, o el comer con «manos impuras». No le parecía aceptable la postura descrita en la parábola del fariseo y el publicano: cumplimiento ante Dios y lejanía y dureza con el pecador. O del hermano mayor del pródigo: cumplidor... pero con un corazón inmisericorde y lejano al del padre.

Y así, poniéndose a la altura de Moisés, y sin abolir cambiar nada... resalta la intención y el sentido que están detrás de algunos de esos preceptos, y que forman parte de la voluntad de Dios. En el Evangelio de hoy encontramos cuatro ejemplos.

+ El primero es «no matar». El hombre no tiene poder sobre la vida de sus semejantes, es sagrada e intocable, es sólo de Dios. Pero... llegaron los «matices»: si el otro es un pueblo enemigo, si sorprendemos a alguien en adulterio, si se trata de un pecador, si es un pagano... Nos ha pasado también a los cristianos: las Cruzadas, la pena de muerte, el enemigo al que declaramos la guerra... Y yendo a las raíces del mandamiento, afirma Jesús que hay actitudes y comportamientos que llevan a matar al otro, puede que no literalmente (menos mal), pero... La cosa empieza por un proceso previo de auto-convencimiento de que nuestra posible víctima no es persona humana, no tiene dignidad, no merece respeto: el insulto, el desprecio, el asilamiento, etc... En la historia de Caín, Dios intenta recordarle varias veces que es su «hermano», pero él lo ha mirado como el competidor, el objeto de envidia... y acaba matándolo. También el padre del pródigo insiste y repite al hermano mayor «ese hermano tuyo»... al que juzga y rechaza por pecador. Jesús insiste aquí por tres veces: «hermano», y va más allá al decir que sobran las ofrendas en el altar y los rezos y el culto si no estás reconciliado con «tu hermano». Se trata, pues, de mirar el propio corazón y detectar toda ira, todo juicio, todo enfrentamiento, toda agresividad que impiden la fraternidad que quiere Dios. Por eso los que pasan hambre, son también hermanos y nos tiene que preocupar mucho más allá de alguna generosa limosna. Nos dice Manos unidas: «Frenar la desigualdad está en tus manos», sobre todo cuando la desigualdad desemboca en la muerte.

+ En cuanto al problema del adulterio, también Jesús «afina» mucho: Hay amistades, sentimientos, relaciones que son ya adúlteras, aunque no hubiera «hechos» pecaminosos. La «codicia» o deseo ansioso de poseer a otra persona (mejor que el «deseo» entendido como atracción sexual), comienza con las miradas (el ojo que escandaliza), los pensamientos, las fantasías, los roces (la mano que escandaliza)... son ya un modo de adulterio. Pueden venir bien estas palabras de San Juan Crisóstomo:

«Porque no dijo absolutamente: “El que codicie...” —aun habitando en las montañas se puede sentir la codicia o concupiscencia—, sino: “El que mire a una mujer para codiciarla”. Es decir, el que busca excitar su deseo, el que sin necesidad ninguna mete a esta fiera en su alma, hasta entonces tranquila. Esto ya no es obra de la naturaleza, sino efecto de la desidia y tibieza. Esto hasta la antigua ley lo reprueba de siempre cuando dice: “No te detengas a mirar la belleza ajena” (Ecle 9,8). Y no digas: ¿Y qué si me detengo a mirar y no soy prendido? No. También esa mirada la castiga el Señor, no sea que fiándote de esa seguridad, vengas a caer en el pecado. Mirando así una, dos y hasta tres veces, pudiera ser que te contengas; pero, si lo haces continuadamente, y así enciendes el horno, absolutamente seguro que serás atrapado, pues no estás tú por encima de la naturaleza humana. Nosotros, si vemos a un niño que juega con una espada, aun cuando no lo veamos ya herido, lo castigamos y le prohibimos que la vuelva a tocar más. Así también Dios, aun antes de la obra, nos prohíbe la mirada que pueda conducirnos a la obra. Porque el que una vez ha encendido el fuego, aun en la ausencia de la mujer que lascivamente ha mirado, se forja mil imágenes de cosas vergonzosas, y de la imagen pasa muchas veces a la obra. De ahí que Cristo elimina incluso el abrazo que se da con solo el corazón».

 + Y refiriéndose al divorcio, también se habían establecido algunas excepciones («el que se divorcie de su mujer...»). Dios quiso el matrimonio monógamo e indisoluble. Así lo indican las primeras páginas de la Biblia: "los dos serán una sola carne/persona" (Gn 2,24). Por la dureza del corazón del hombre, sin embargo, había entrado también el divorcio en Israel. Contra las costumbres, las tradiciones y las interpretaciones de los rabinos, Jesús devuelve el matrimonio a la pureza de los orígenes y excluye la posibilidad de separar lo que Dios ha establecido que permanezca unido. Las palabras claras de Jesús, sin embargo, no dan a ningún discípulo la licencia de juzgar, criticar, condenar, humillar y marginar a aquellos que han fracasado en su vida matrimonial. Se trata, en general, de personas que han pasado a través de grandes sufrimientos y vivido situaciones dramáticas. No han conseguido el ideal planteado por Dios, muy a su pesar.

+ Echar mano de juramentos, poniendo a Dios por testigo es no respetar el Nombre de Dios. Como dice el Eclesiástico 23,9: "No te acostumbres a pronunciar juramentos, ni pronuncies a la ligera el Nombre Santo”. Y dice Jesús: "No juréis en absoluto…Que tu palabra sea sí, sí, no…no. Lo que se añada viene del Maligno”. En la comunidad de los discípulos de Jesús, el juramento es inconcebible puesto que se trata de una comunidad constituida por personas de "corazón puro" (Mt 5,8) y guiada por el espíritu de la verdad (cf. Jn 14,17; 16,13) que ha desterrado de su vida toda mentira, como recomienda Pablo: "Eliminad la mentira y decíos la verdad unos a otros ya que todos somos miembros del mismo cuerpo" (Ef 4,25).

Estos son los caminos del Nuevo Mundo del Reino que propone Jesús. Es exigente, claro que sí, pero hace falta exigencia (y libertad y decisión para asumirlo) de modo que este mundo sea de otra forma, tal como Dios lo ha querido, y tal como nos haría bien a todos. Si quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras (primera lectura). ¡Elige!

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 11 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 8,1-10

 

Evangelio según San Marcos 8,1-10
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

"Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer.

Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos".

Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?".

El les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete".

Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud.

Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.

Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado.

Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió.

En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

El pasaje del Génesis que nos ofrece la celebración de hoy es designado por los entendidos como una etiología, es decir, un intento de explicar los fenómenos por sus causas. El autor sabe que las serpientes reptan sobre la tierra, que la mujer da a luz con dolor, que el varón -en aquella sociedad agrícola- suele pasarse el día en el campo, y que ese campo regado con su sudor a veces le es rebelde y produce espinos en vez de hortalizas o cereales. Y la culminación de tanta desgracia será la muerte, la vuelta al polvo. El hombre desea identificar el origen de tanto mal, y sobre todo busca una salida. Y en medio de la narración se muestra esa salida, esa “liberación de la vanidad” (Rom 8,21): el principio del mal (simbolizado aquí por la serpiente) será aplastado, y el ser humano disfrutará de la felicidad a la que Dios originariamente le destinó.

El Apocalipsis se hace eco de esa esperanza, y, en su último capítulo, muestra el paraíso sin pecado, con agua y luz superabundantes. Un río caudaloso y cristalino riega el árbol de la vida, árbol en constante, mensual, producción de frutos (¡sin que el hombre se fatigue!) y cuyas hojas curan toda enfermedad. A la desgraciada historia del Génesis Dios le da la vuelta. Si junto al árbol hubiese una serpiente, sería aquella con la que el niño puede jugar sin sobresalto (Isaías 11,8). Es la imaginería que San Pablo resumió en frase magistral: “ni el ojo vio ni el oído oyó ni subió a la imaginación humana lo que Dios ha preparado…” (1Cor 2,9).

Jesús quiso anticipar ya ese mundo nuevo, saciando el hambre de la gente. La multiplicación de los panes y los peces es ante todo un acto de misericordia: ¡dar de comer al hambriento!, y el punto de partida del acontecimiento está en que Jesús “tiene entrañas”. El verbo griego (splanjnizomai) que se ha traducido por “siento compasión” significa literalmente “se conmueven mis entrañas”. Así es el Padre y así es Jesús: no soportan el sufrimiento de la humanidad. Siguen dando la vuelta a la historia de dolor descrita en el Génesis.

El evangelista ha querido recordar también que esa comida no es un hecho aislado, sino que empalma con un antes y un después. Comer pan gratuito en el desierto recuerda la historia del maná, en la época del Éxodo, cuando Dios mismo guiaba y alimentaba a su pueblo. Y las acciones de Jesús (tomar el pan, dar gracias, partirlo y distribuirlo) son exactamente las de la institución de la Eucaristía (Mc 14,22): Dios, a lo largo de la historia, a veces espinosa o desértica, seguirá alimentando a su pueblo con pan natural y pan celestial. El Dios del paraíso, que no abandonó al hombre en su pecado, le sigue cuidando y acompañando hasta que le acoja para siempre en su seno y en su gloria.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 10 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 7,31-37

 

Evangelio según San Marcos 7,31-37
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.

Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.

Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.

Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".

Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.

Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban

y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

El rito “Effatha” (así nos ha llegado la transcripción griega del arameo hithpetah), aunque es opcional en la administración del bautismo, está lleno de significado. A un Dios que se nos ha hecho Palabra, e incluso Palabra encarnada, hay que escucharle y hay que responderle. La apertura de los oídos significa obediencia (“habla, que tu siervo escucha”: 1Sam 3,9), y la de los labios designa confianza (“inclina el oído y escúchame”: Salmo 86,1). El bautizado se dispone a vivir en comunión con su Dios, y la palabra, pronunciada y escuchada, será el gran medio de cultivar esa relación amistosa.

Hoy nosotros vamos a prestar oído especialmente a la narración del Génesis. Nos es muy conocida y hasta podríamos recitarla de memoria. Pero, ¿estamos seguros de captar toda su profundidad? Algo ciertamente resulta claro: la posibilidad de aceptación o de rechazo de Dios por parte nuestra, la actitud de fe o de no fe, de dejarnos guiar por Dios o de oponernos a su proyecto. San Pablo habla algunas veces de la “obediencia de la fe” (Rm 1,5; 16,26), expresión que la mejor exégesis entiende como genitivo explicativo (técnicamente lo llaman epexegético): la fe se traduce en obediencia (=ob-audiencia), es sencillamente obediencia, o bien, la obediencia demuestra la autenticidad de la fe. Quien cree, quien se fía de Dios, le escucha, le ob-audit, se deja llevar por él; no tiene recelo ni reticencias respecto de él, no le ve como contrincante a eliminar o desarmar, sino como aliado y amigo, de cuya presencia y compañía se puede gozar.

La narración bíblica del “pecado original” presenta al hombre engañado respecto de quién es Dios para él: alguien que le pondría prohibiciones, receloso de que pudiera privarle de su gloria. Para ello echa mano de mitologías extrabíblicas que depura y conduce a su campo. El hombre sería seducido por la serpiente, presente en el imaginario de muchas mitologías, a veces vista como un segundo dios, el del mal. Pero la biblia elimina todo residuo de dualismo, pues el temible áspid nunca está al nivel de Dios.

El contenido de los mitos es siempre antropológico. Parece que hablan de otras cosas, pero lo que abordan son problemas humanos. La carta de Santiago, al oponerse a quienes piensan que Dios tienta, no corrige tal pensamiento diciendo que quien tienta es el demonio; más bien, “cada uno es tentado por su propia concupiscencia, que le arrastra y le seduce” (Sant 1,15). Lo cantábamos hace algunas décadas: “dentro de cada uno hay un bien y hay un mal”. La serpiente podemos llevarla dentro; prestémonos atención.

Anteayer nos decía Jesús que solo lo que sale de su corazón puede manchar al hombre. Lo peor que nos podría salir de él sería el sentimiento de que Dios es un estorbo a nuestra libertad o nuestra felicidad. Y a veces, por influjos extraños, o por causas desconocidas, la imaginación o el sentimiento nos pueden traicionar. Ellos serían la serpiente, que debemos tener “a raya” para que no nos seduzca. Cuando el hombre intenta eliminar a Dios de su vida, o cree haberlo logrado, de pronto se encuentra “en cueros”.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 9 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 7,24-30

 


Evangelio según San Marcos 7,24-30
Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.

En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.

Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.

El le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros".

Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos".

Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija".

Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

A lo largo de la historia, por factores cuyo origen en buena medida se nos escapa, la mujer ha quedado relegada a un segundo plano en relación con el varón. Tal realidad cultural se encuentra también en la Biblia, incluido el pasaje del Génesis que hemos leído: se la considera, en principio, como una “ayuda para el varón”, el cual le pone nombre igual que antes ha hecho con los animales, es decir, toma posesión de ella.

Pero el texto del Génesis dice mucho más, y cosas que no se encuentran en el resto de literaturas antiguas: sólo ella está al nivel del varón (no los animales), es carne de su carne, y están llamados a ser una sola carne, y a vivir en apertura mutua, transparencia y confianza. Hermoso proyecto de Dios: matrimonio monogámico, complementariedad de sexos, vivencia serena y gozosa de la diferencia, felices los dos por el jardín…

Jesús encontró este plan divino muy conculcado: la mujer era objeto del capricho del varón, de un supuesto derecho a “usar y tirar”. Él proclamó solemnemente que “al principio no fue así” (Mt 19,8), e intentó rectificarlo. ¿Qué nos diría hoy? Pienso que no sintonizaría con un feminismo resentido y agresivo (que es otra forma de poner guerra entre los sexos, y en la sociedad), pero sí con los movimientos, humanos y eclesiales, de apoyo a las parejas para que vivan en felicidad, sin “sentir vergüenza” mutua, ni rencores y resentimientos. ¡Qué bella la sana vida matrimonial! Y al mismo tiempo, ¡qué frágil la afectividad y la sexualidad humana, capaz de lo más bello y noble y también de lo más abyecto! Nos conviene volver a algunas páginas del papa Francisco en su Amoris Laetitia.

Pero no concluyamos nuestra reflexión de hoy sin hacer unos subrayados en el evangelio. Hay de entrada algo llamativo. ¿Cómo es posible que Jesús vaya a Tiro y al mismo tiempo rehúse hacer el bien a los tirios? ¿A qué ha ido entonces? Probablemente el evangelista designa como “regiones de Tiro” zonas fronterizas de Galilea, que, intermitentemente, han pertenecido a un Estado u otro; pero el lugar debe de ser más bien judío. Jesús se atiene normalmente al plan veterotestamentario de poner “firme el monte de la casa del Señor” (Is 2,2; Miq 4,1), es decir, reconducir al pueblo de la alianza a su fidelidad primigenia, de modo que resulte un luminoso “reclamo” y las demás naciones se apresuren a participar de su tesoro religioso.

Pero hay miembros de esas naciones que se adelantan, que encuentran un “atajo”: el de una fe sencilla y confiada, como esta cananea. Son los últimos que se convierten en primeros y que de algún modo “trastocan” los planes profético-mesiánicos de Jesús. En más de una ocasión él, encarnado cultural y religiosamente en Israel, tendrá que exclamar con cierta extrañeza: “en ningún israelita he encontrado tanta fe” (Lc 7,9; Mt 8,10).

Nuestra pertenencia a Jesús y su comunidad no puede basarse en una herencia cultural, en costumbres a las que nos aferramos a veces incluso irracionalmente. Se es de los suyos por una actitud del corazón, por una fe sencilla y confiada, por participar en su forma de ser, sentir y actuar.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 8 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 7,14-23

 

Evangelio según San Marcos 7,14-23
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien.

Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.

¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".

Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola.

El les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo,

porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.

Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro.

Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,

los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.

Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos Hermanos:

En una hoja parroquial de hace medio siglo existía una sección de “consultorio moral”, en la que aparecían preguntas de la más variopinta casuística. No se me olvida una referente a si los caracoles son carne o pescado, es decir, si pueden comerse en viernes de cuaresma o no. Y no puedo evitar este recuerdo cada vez que me encuentro con el texto paulino “el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14,17).

San Pablo no coincidió con Jesús por los caminos de Palestina, pero estuvieron muy cercanos en su crítica a la superficialidad religiosa, las exterioridades y la casuística moral. Ni uno ni otro se hizo problema de la posible suciedad física (purificación de las manos) o de la distinción entre alimentos puros e impuros. Y la escuela paulina relacionó esa libertad con el mensaje del Génesis: “todo lo que Dios ha creado es buen, no hay que desechar nada, basta tomarlo con acción de gracias” (1Timoteo 4,4).

¿Cuánto tiempo y energías habremos perdido los cristianos en disquisiciones bizantinas, sin consistencia ni sentido? En nuestras discusiones, a veces seculares, con hermanos de otras confesiones, sobre sutiles y refinadas formulaciones teológicas, ¿hemos cuidado los sentimientos del corazón, como Jesús pedía? Y cuando hemos rechazado a un sacerdote de la propia parroquia, o de la comunidad religiosa, a causa de una nimia “irregularidad” litúrgica, ¿hemos pensado dónde están los acentos del evangelio? Jesús lo dijo magistralmente: “coláis el mosquito y os tragáis el camello” (Mt 23,24). Que Él nos ayude a poner nuestra atención en lo que se la merece.

Y no nos despidamos sin una nueva mirada al texto del Génesis que hemos leído. Sin entrar en profundidades metafísicas, el autor ha querido decirnos algo sobre la “naturaleza” del ser humano: está hecho de barro, es frágil como las demás criaturas, con las que vive en comunión; pero es superior a ellas porque lleva consigo el aliento de Dios, el “espíritu” de Dios. Por eso se lo declara señor y administrador de la creación. Quedan establecidas las claves del más sano ecologismo, el de la encíclica Laudato si’. El cosmos no debe esclavizarnos (“no adoréis a nadie, a nadie más que a Él”), pero tampoco nos es lícito esclavizarlo, abusar de él o destruirlo: Dios dispuso que el hombre “cuide” el jardín; le dejó como un administrador, que deberá rendir cuentas. Más que administrador, es hermano de las cosas (Francisco de Asís); deberá respetarlas y amarlas.

Finalmente –alargando un poco la reflexión– el Génesis nos habla del misterioso fruto prohibido. Aquí en realidad se cambia de tema, y el autor echa mano de préstamos culturales extraños para afirmar una verdad elemental: el hombre no debe invadir el mundo de lo divino, sino admitir con sencillez y agradecimiento la presencia de Dios en su vida. La magia, brujería, adivinación, etc., tan seductoras en tiempos de dura y fría secularidad (¡!), son formas de hurgar irreverentemente en lo reservado a Dios. Nos toca adorarle, esquivando toda tentación de dominarle.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 7 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 7,1-13

 

Evangelio según San Marcos 7,1-13
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús,

y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.

Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados;

y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.

Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?".

El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos.

Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres".

Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios.

Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte.

En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...'

En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre.

Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos Hermanos:

Algunos lectores del Génesis, observando que Dios declara que las hierbas y semillas servirán de alimento, mientras que de los animales no dice otro tanto, han querido entender que por naturaleza el hombre debiera ser vegetariano. Los rebuscamientos son siempre arriesgados. Lo que el Génesis enseña con seguridad es que el hombre no debe dar culto a la tierra y lo que contiene, sino ser dueño de ello, o al menos guardián, como se dirá en el capítulo siguiente.

El autor del Génesis, varios siglos antes de nuestra era, está liberado de todo fetichismo, tiene una mentalidad “sanamente secular”. Nada es divinizado por él, excepto, en cierta medida, el hombre mismo; éste es imagen de Dios, porque tiene inteligencia y voluntad (no por emanación, parecido físico, etc.) y porque es señor de lo que existe a su alrededor: “someted”, “dominad”, “os servirá…”. ¡Qué buen correctivo para unos tiempos en que, contradictoriamente, junto a la increencia crecen los fetichismos, animismos y tabúes! La divinización del cosmos, esperanza de los cristianos (“Dios lo será todo en todo”: 1Cor 15,28; cf. Rm 8,21), es de otro orden.

Jesús participa de esa mentalidad “secular”: las cosas materiales no son portadoras de impureza o pecado. Lo exterior puede ser signo de algo interior, pero puede también estar vacío. La práctica de restregar bien vasos y ollas es en sí misma indiferente; pero se convierte en algo negativo, malo, cuando se toma por un acto de religión o de ética que acalla otras llamadas más profundas.

El evangelista hace una observación de gran interés, quizá algo caricaturesca: los judíos se purifican bien “cuando vuelven del mercado”. Allí se han rozado con toda clase de gentes, quizá con judíos inobservantes y hasta con paganos, han tocado objetos que no se sabe por quién han sido elaborados, etc.; y el judío “puro” se siente incómodo, por si se ha “contaminado”, y se lava y restriega. Aquí el choque con Jesús es inevitable: él ha superado la distinción puro-impuro (“Vio Dios que todo era muy bueno”), que quizá solo sirve para nutrir orgullo interior y menosprecio del prójimo.

Jesús siente y actúa de otra forma. Como portador de salud (de “pureza”, si se quiere), vive “en salida”, hacia aquello que hay que sanar y limpiar; no le importa “mancharse” él, que la única suciedad peligrosa es la que nos embarra el corazón.

Seamos libres en relación con las cosas; respetémoslas sin que ellas nos dominen. Vivamos libres de temores, que llevamos en nosotros nada menos que la imagen de Dios y participamos de su señorío.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 6 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 6,53-56

 

Evangelio según San Marcos 6,53-56
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.

Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,

y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.

En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos Hermanos:

El autor del Génesis no conoció las inquietudes ecológicas de la encíclica Laudato Si’, ni mucho menos las extravagancias de “clorofílicos” modernos, que pierden el sueño por si se seca o desaparece una hierba de la tundra siberiana, pero son insensibles ante la existencia de lujosas clínicas abortistas.

Existen interpretaciones del Evangelio, y de la Biblia en general, llamadas “materialistas”. Con alguna reserva, me apunto a esa hermenéutica, que no es exhaustiva pero tiene un lado correcto. El Dios de los cristianos (y los judíos) es muy de este mundo, es Creador, amante de la belleza, de la materia, ¡hasta el punto de encarnarse él mismo!

Cuando se contempla el universo con los ojos del corazón, como hace el autor bíblico, se lo percibe como un gran templo. No es un caos amorfo, sino un conjunto lleno de harmonía. Como el templo de Jerusalén, tiene su bóveda, su decoración… Los astros marcan las fiestas, invitan a dar culto al Creador. ¡Cuánta razón tenían los santos que se entregaron a la oración en forma de inspiración poética!: “Loado seas, mi Señor, por el hermano sol; de ti, Altísimo, lleva significación” (S. Francisco de Asís). “Oh bosques y espesuras/ plantados por las manos del Amado; / oh prado de verduras/, de flores esmaltado/, decid si por vosotros ha pasado/. Mil gracias derramando/ pasó por estos sotos con presura… con sola su figura/, vestidos los dejó de su hermosura” (S. Juan de la Cruz).

No neguemos el interés a los conocimientos astronómicos, botánicos o atómicos; agradezcamos a Dios el don de la inteligencia y del progreso científico. Pero no perdamos de vista la otra dimensión, seguramente más cálida, más humana. Y contemplemos lo existente con los ojos de Dios: “Vio que todo era muy bueno”.

Misteriosamente el mal se introduce en la creación buena. Ahí están las catástrofes naturales, las enfermedades y la muerte, lo uno y lo otro originando indecible sufrimiento humano. No son lo proyectado por Dios, cuya gloria consiste en que el hombre viva (S. Ireneo, siglo II). Jesús aparece en el mundo como el restaurador -siquiera mediante pequeños signos- de una creación deteriorada.

En los evangelios encontramos tradición y redacción; el evangelista recoge y transmite hechos singulares, concretos (tradición), y de vez en cuando hace sus resúmenes (redacción). Hoy hemos escuchado uno de estos resúmenes generalizantes. En esa presentación de Jesús sanador, el autor no se propone principalmente recordarnos una historia (tan cierta que ni siquiera sus enemigos pudieron negarla, y la calificaron de magia), sino sobre todo definirle como fuente de vida e invitarnos a vivir “tocándole”.

Seamos, como él, restauradores de la hermosura creada, y sanadores de dolencias.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA