viernes, 18 de junio de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,24-34


Evangelio según San Mateo 6,24-34
Dijo Jesús a sus discípulos:

Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.

Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?

Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?

¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?

¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.

Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.

Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!

No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'.

Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.

Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.

No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Todos sabemos ´que San Pablo fue un santo y gran apóstol. Pues bien nos ha dejado escrito en esta carta a los Corintios: “Toca presumir. Ya sé que no está bien, pero paso a las visiones y revelaciones del Señor. Yo sé de un cristiano (se está refiriendo a sí mismo) que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo, con el cuerpo o sin el cuerpo, ¿qué sé yo? Dios lo sabe. Lo cierto es que ese hombre fue arrebatado al paraíso y oyó palabras arcanas, que un hombre no es capaz de repetir. De uno como ése podría presumir; lo que es yo, sólo presumiré de mis debilidades”.

¿De dónde consigue Pablo tanta fortaleza? De la cruz de Cristo. No hay nada más poderoso en este mundo que la santa Cruz de Jesús nuestro Señor. La experiencia de la vida cristiana nos enseña que Dios nuestro Padre siempre nos escucha. ¿Cómo lo hace? No reduciendo la carga, el sufrimiento, sino duplicando las fuerzas de quien le pide ayuda.

Hoy justamente el evangelio nos habla de la confianza en Dios, porque Él es nuestro Padre y nos cuida. Jesús no nos explica cómo o cuándo se hace presente la providencia; simplemente nos invita a abandonarnos en manos de nuestro Padre Dios, para quien sus hijos e hijas son las criaturas más importantes de toda su creación, y así, pasar del miedo a la confianza.

Jesús resume cómo debe ser la actitud de sus seguidores ante la providencia de Dios: «buscad ante todo el reino de Dios y su justicia». Este reinado se recibe como don gratuito, con la alegría y confianza de quien experimenta la paternidad de Dios en los momentos más inesperados de la vida. Pero esta ayuda de Dios nos llama también a la colaboración para realizar su plan de salvación contando con nosotros en. Dice el salmo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él”.

La sierva de Dios Maria Florencia Domínguez Netto (Piché) nació en Asunción (Paraguay) el 27 de octubre de 1917. Desde los primeros años de su infancia vivió en Encarnación donde sus padres pusieron su domicilio. A los cinco años de edad comenzó su enfermedad de parálisis, que ya no la dejaría en toda su vida. La parálisis fue inmovilizando los miembros de su cuerpo y a los nueve años se vio obligada a vivir postrada en cama, de la que ya no salió hasta su muerte, acaecida el 17 de noviembre de 1982. Total 56 años postrada en cama.

Ella, con la luz del Espíritu Santo, penetró en el misterio de la cruz y aprendió a ver en el dolor un favor del Señor y una muestra de su predilección. Cuando más arreciaba el dolor, que según los médicos tenía que ser muy fuerte, ella solía repetir: “Son caricias de mi Jesús”.

Adquirió el difícil arte de hacer de la renuncia y el dolor, una fuente de amor y un medio de apostolado, porque acercaba a Dios a cuantos la visitaban.

Al cumplir los cincuenta años hizo imprimir un recordatorio en el que escribió : “En recuerdo y eterna gratitud al Señor porque me ha elegido para servirle durante 50 años, a través de la enfermedad, desde esta cama”. “Sea mil veces bendito el sufrimiento que me ha acercado a Dios”.

Nuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 17 de junio de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,19-23

 

Evangelio según San Mateo 6,19-23
Jesús dijo a sus discípulos:

No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.

Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben.

Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado.

Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Para entender la primera lectura de hoy hay que ponerse en la piel del apóstol Pablo que desde un principio ha acompañado a la comunidad de Corinto.

Pero poco después han aparecido otras personas que quieren desacreditarlo como enviado de nuestro Señor Jesús. Sí, era verdad, anteriormente en Jerusalén había perseguido a los cristianos hasta meterlos en la cárcel. A éstos que le desacreditan, Pablo los llama “Superapóstoles” que quieren echar por tierra lo que Pablo con tanto sacrificio ha ido sembrando en la comunidad.

Entramos aquí en un tema muy real que puede destruir la fe y la vida de los cristianos y de las comunidades: las envidias entre quienes quieren servir y guiar a la comunidad cristiana.

Es un peligro muy cierto que puede echar a perder años de trabajo de los animadores o responsables de la comunidad sembrando la calumnia y el desprestigio.

Un apóstol que se estime –parecen decir Pablo a sus rivales– se hace pagar dignamente sus servicios, como hacían los que servían en el Templo de Jerusalén. Pablo, en cambio, es un pobretón que no se aprovecha de sus oyentes ni de su autoridad.

Y a continuación, enumera una paradójica lista, no precisamente de éxitos, no de comunidades fundadas o viajes realizados, conversiones y bautismos, de los que podría presumir. Recuerda su largo camino misionero, recorrido a la sombra de la cruz de Cristo: sufrimientos, privaciones, fatigas, persecuciones y castigos, peligros de muerte…

Sólo la «cruz de Cristo» que lleva a cuestas todo apóstol confirma su legitimidad y el poder de su palabra. Ésta es la lección fundamental que nos da aquí Pablo. Termina poniendo a Dios por testigo de que todo lo dicho es verdad y que si de algo tiene que presumir, es de sus debilidades.

En el texto evangélico de hoy san Mateo nos recuerda las palabras que dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo,… porque donde está tu tesoro allí está tu corazón”.

En una conversación con amigos, alguien dijo una frase que se me quedó grabada: “El árbol no come sus frutos”. Me pareció una manera muy plástica de decir que todos los seres, incluyendo los humanos, existimos para darnos, no para encerrarnos en nosotros mismos.

San Pablo recordó estas palabras: “Hay más dicha en dar que en recibir” Este proverbio de Jesús parece que Pablo lo aprendió de otros cristianos. Y es que los seres humanos hemos sido hechos para dar y para darnos. Nuestra vida cambiaría si pudiéramos comprender que − como el árbol – no estamos hechos para comernos nuestros propios frutos, sino para donarlos como alimento a otros. Igual que los frutos se pudren si nadie los recoge, de igual modo nuestros dones resultan infecundos si no los ponemos al servicio de los demás.

La capacidad de compartir no está ligada a la abundancia de recursos, sino a la generosidad del corazón. La persona generosa, aun cuando atraviese períodos de escasez, encuentra en su interior la fuente del gozo porque − como nos reveló Jesús – “hay más alegría en dar que en recibir”.

La raíz de la tristeza y la soledad que viven muchas personas está en su incapacidad dar, de compartir.

Nuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 16 de junio de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,7-15

 

Evangelio según San Mateo 6,7-15
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Hoy encontramos en el texto bíblico de Mateo la oración que más solemos rezar junto con el avemaría, el padrenuestro. En su brevedad es una verdadera escuela de oración. De hecho para relacionarnos con Dios no hay una oración mejor, pues es el mismo Jesús nuestro Señor quien nos la ha enseñado.

La gran novedad de esta oración está en la primera palabra con la que comienza: «Padre», pues es la que da verdadero sentido a todo lo demás. Si bien la expresión «Padre» referida a Dios es frecuente en la tradición bíblica del Antiguo Testamento, nunca se había llegado más allá de un significado simbólico: Dios era padre del pueblo en general o se comportaba como un padre. En Jesús, el símbolo se hace realidad; Dios es realmente su padre, al que llama con el diminutivo entrañable con que los niños se dirigen a la persona que les dio la vida: «abba», «papá». Pero Dios no sólo es el padre de Jesús, sino también nuestro padre; de cada uno en particular y de todos como familia suya y hermanos de su Hijo primogénito. Aquí encontramos expresado todo el mensaje espiritual de la Biblia. Cuando la rezamos con atención, lo que expresamos con nuestros labios transforma nuestro corazón, nuestros sentimientos, nuestra forma de pensar y de actuar.

Esta oración contiene siete peticiones, tres en honor de Dios: que su nombre sea santificado, respetado, alabado; que su reino se extienda por todo el mundo y llene el corazón de todas las personas; que su divina voluntad se cumpla en la tierra, como se cumple en el cielo.

Y a continuación siguen cuatro peticiones a favor nuestro: en primer lugar pedimos a nuestro Padre el alimento para cada día y el perdón de todas nuestras ofensas. Por último pensando en nuestros errores y pecados le pedimos a nuestro Padre que aparte de nuestro camino las tentaciones que nos acechan y los males que nos amenazan en la convivencia familiar, en el trato con nuestros amigos y vecinos. Porque la amistad renovada con Dios sólo es posible cuando también se ha mejorado la relación con las personas con quienes convivimos o encontramos en nuestro día a día.

El perdón es un punto central en la oración cristiana.

Y por último decimos: “y líbranos del mal” o del Malo, con mayúsculas, que es el demonio. Él busca siempre nuestra perdición. Cuando abrimos la Biblia, vemos que él fue el tentador para arruinar a la humanidad. Y así termina la oración cristiana que, en su brevedad, resume todo el evangelio.

Decimos con toda razón que la oración es la fuerza del cristiano. Lo sabía muy bien aquella madre cristiana que cuando llegaba la noche encontraba la tranquilidad para hablarle al Señor. Dormían los hijos, dormía el marido. Ella abría su Biblia y leía el evangelio del día siguiente. Y rezaba despacito el padrenuestro y el avemaría poniendo a su familia en las manos del Padre Dios. Así es la oración que brota del corazón.

Nuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 15 de junio de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18

 


Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18
Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

En la segunda carta a los Corintios S. Pablo les insiste sobre la importancia que tiene para nuestra vida de fe la práctica de la solidaridad con los hermanos que están sufriendo especiales dificultades. El mismo apóstol les había informado sobre las calamidades que seguían padeciendo los cristianos de la región de Jerusalén, que él conocía muy bien. De aquellas primeras comunidades cristianas habían surgido los primeros misioneros que estaban difundiendo la fe en Jesús por muchas ciudades y regiones del imperio romano. De ahí que el deber de gratitud por la fe recibida, se debía expresar a través de una ayuda concreta a sus hermanos en Cristo.

Les recuerda que si son generosos con sus hermanos necesitados: “Siempre seréis ricos para ser generosos, y así, por medio vuestro, se dará gracias a Dios”.

En el evangelio se nos habla de la forma como hay que compartir, qué sentimientos e intenciones debemos cultivar cuando se trata de colaborar, dar limosna y hacer el bien. Las obras de piedad no deben practicarse para ganar prestigio ante los demás, posición de poder o privilegios.

Siempre recuerdo de mis tiempos de misionero en Paraguay recorriendo los campos de Yhu, Caaguazú, lo que me sucedió en una pequeña comunidad campesina. Tenían escuela, pero querían construir también un Oratorio o Capilla. El deseo era muy bueno, pero no tenían fondos para conseguir las maderas que se necesitaban. Alguien de los que se habían reunido conmigo para tratar el tema sugirió que había que formar una pequeña comisión e ir a pedir ayuda a un estanciero rico que vivía en la zona. A todos les pareció muy bien. Pero uno de los reunidos dijo: “Padre, las obras comunitarias se hacen con las promesas de los ricos y la platita de los pobres. Sí, te prometen una vaca o lo que haga falta, pero lo prometido nunca llega y nosotros necesitamos construir pronto nuestro Oratorio”.

No todos los ricos son iguales en sus sentimientos y ganas de colaborar, gracias a Dios. Pero ya en el evangelio advierte nuestro Señor: “Cuando tú hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Mateo, 6, 3). Es decir, ayudar sí, pero sin ostentación ni por vanidad.

No cabe duda que muchas personas que encuentran a veces dificultades para practicar la fe, pero se consideran creyentes y quieren vivir de verdad una relación personal con Dios encuentran en la práctica de la solidaridad con los necesitados la expresión concreta de su fe. En una palabra, no son de mucho rezar o leer la biblia, pero practican con generosidad la caridad. El apóstol Santiago ha dejado escrito en su carta: “Yo te mostraré por las obras mi fe”.

Nuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 14 de junio de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,43-48

 


Evangelio según San Mateo 5,43-48
Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.

Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;

así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.

Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?

Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?

Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.


RESONAR DE LA PALABRA 


Queridos hermanos:

En la carta que San Pablo escribe a los cristianos de Corinto les habla de cómo se están comportando los cristianos de la región de Macedonia, en Europa. Y les dice: ”Queremos que conozcáis, hermanos, la gracia que Dios ha dado a las Iglesias de Macedonia: En las pruebas y desgracias creció su alegría; y su pobreza extrema se desbordó en un derroche de generosidad”.

En el evangelio Jesús nos enseña que «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”.

Este cambio radical sólo podrá partir de la fuerza creadora del amor y será la única respuesta que pondrá fin a toda clase de violencia. Y sigue insistiendo el Señor: «Pues yo os digo: amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores». Esta es la máxima aspiración de Jesús: el amor a todos, sin condiciones, tal y como es el amor del «Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos»

Tal vez alguien me diga: “Padre, eso es imposible. No hay nadie que lo practique”. Ciertamente es una meta altísima. En los comienzos de la comunidad cristiana en Jerusalén, S. Esteban, el primer mártir después de la muerte de Jesús en la cruz, es apedreado, mientras con voz potente grita: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado».

Es cierto, sí. La historia de la humanidad es un reguero de sangre inocente fruto del odio de las personas y de las naciones, pero también es un reguero de perdón en los millones de mártires que siguieron el ejemplo de S.Esteban.

El Cardenal Narciso Jubany, que fue arzobispo de Barcelona, España, aseguraba en el traslado de las reliquias del Obispo Mártir Manuel Irurita: La Iglesia católica existe a lo largo de sus dos mil años de historia gracias a sus Mártires. Ellos son los discípulos de un Maestro, que, siendo inocente, no sólo fue asesinado, sino además, colgado en una cruz.

La Diócesis donde yo vivo en España, Barbastro-Monzón, es toda ella una Diócesis martirial y gracias a sus mártires mira con esperanza el futuro.

La casa donde vivo está construida para conservar las reliquias de los 51 Misioneros Claretianos, 42 de ellos jóvenes de 21 a 25 años. Durante la guerra civil en España en 1936 prefirieron la muerte antes que pisotear sus compromisos religiosos como Misioneros. Podéis conocer su historia y hacer una visita virtual al Museo donde se conservan sus reliquias abriendo esta web: www.martiresdebarbastro.org

Nuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 13 de junio de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,38-42

 

Evangelio según San Mateo 5,38-42
Jesús, dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.

Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.

Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;

y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.

Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

De nuevo volvemos a encontrarnos en estas páginas de ciudadredonda. Hoy la primera palabra que escuchamos es la de san Pablo que nos dice: “Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación. Y para animarnos a vivir nuestra fe con alegría y confianza nos recuerda los desafíos y calamidades que el apóstol Pablo ha tenido que enfrentar para sembrar la Palabra de Dios en el corazón de aquellos cristianos de Corinto. ¡Cuántas alegrías y cuántos disgustos compartió con ellos! Así es la vida de todo el que se entrega al apostolado. Pablo termina dirigiéndose a sus queridos corintios con una conmovedora petición: que hagan un hueco en su corazón para él, Pablo, y para el evangelio que les anuncia.

En el texto del evangelio recibimos una de las enseñanzas que tal vez más desconciertan al ser humano: Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente". Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os ofende”. Y es que en el centro del evangelio está el respeto sagrado a la persona y la denuncia contra todo aquello que, aun camuflado de artificio legal, atente contra la dignidad del hombre y de la mujer.

Pero es, sobre todo, en las dos últimas antítesis donde aparece toda la revolucionaria novedad del mensaje de Jesús, el NO rotundo a la ley del Talión: «ojo por ojo, diente por diente». ¿No sería utópica una sociedad sin esta ley? En realidad, la ley del Talión ha existido en todas las culturas, no sólo en la bíblica, como “mecanismo” para que la sociedad no se disuelva en el caos de una violencia indiscriminada y que no tiene fin.

Hay que recordar que la pena de muerte ha sido eliminada del catecismo de la iglesia católica ¿Por qué? Porque la vida es sagrada y nadie está autorizado a destruirla, a matar a otro ser humano.

Por eso es tan difícil ser cristiano de verdad y cumplir las enseñanzas de nuestro Señor Jesús. Pero no es imposible. El saber perdonar es una gracia muy grande que hay que pedir a Dios nuestro Padre.

No se me borran de la memoria las palabras de un pobre, ya anciano, que vivía sólo en una especie de cueva en las laderas de un castillo aquí en España. Me avisaron de que estaba muy enfermo y que se iba a morir. Yo le fui a visitar y hablando con él me dijo: “Padre, si alguien me hace un mal, yo le haré un bien”. Comprendí que su pobreza era muy grande, pero tenía un corazón de oro. Y como al pobre Lázaro del evangelio, los ángeles lo llevaron al cielo.

Estos corazones generosos no tienen fronteras y se dan en muchas personas que practican con sinceridad su fe. El 6 de mayo de 2015 el padre de una víctima de homicidio perdonó al asesino de su hijo y logró salvarle la vida pocos minutos antes de la ejecución. La víctima era un oficial de la seguridad, que fue asesinado en 2010.

En 2014 dio la vuelta al mundo un caso semejante, en el que dos madres, conmovidas, se abrazaron y consolaron recíprocamente: una era la madre del asesino, la otra era la madre de la víctima, que había concedido el perdón.

Nuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 12 de junio de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,26-34

 

Evangelio según San Marcos 4,26-34
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:

sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.

Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".

También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?

Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,

pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".

Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.

No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.


RESONAR DE LA PALABRA

SEMILLAS QUE CRECEN

Estas parábolas parecen haber sido presentadas por Jesús ante la sensación de la gente en general, y de los discípulos en particular, de que su misión no responde a las expectativas judías que se tenían con respecto a la llegada del Reino. Una decepción ante la lentitud, la «pobreza de medios», y la pequeñez o discreción de los resultados obtenidos hasta el momento. Como también reflejaría la sensación de desánimo de las primeras comunidades, una vez que Jesús ya no está físicamente con ellos. Es el propio «contenido» del Reino de Dios tal como lo entienden, lo que ha de ser «corregido». Y Jesús echa mano de algunas parábolas. Hoy reflexionamos sobre dos de ellas.

«Con el Reino de Dios «sucede» como le «sucede» a un hombre que echa semilla en tierra». El sembrador/hombre podría ser el mismo Jesús, tal como se presenta en otras parábolas. Pero también cualquiera de los discípulos empeñados en continuar la misión de Jesús. Lo primero que se señala es que se echa semilla «en la tierra». El hombre está hecho de tierra, de buena tierra, y ha recibido múltiples semillas. Dios nos ha sembrado, no sólo una vez, sino muchas, como hacen todos los sembradores. Las semillas nos hablan de vida. Hay muchas semillas de vida ya plantadas en mí, y otras que irán llegando y que darán fruto. Los evangelios están llenos de referencias a la vida: Jesús sana, es pan de vida, agua de vida, sacia el hambre de las multitudes, ofrece las claves de la felicidad (bienaventuranzas), multiplica los panes, rehabilita e integra en la comunidad, perdona, etc. La palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto. (Isaías 55,10-11). La presencia del Reino en mí y en tantos otros.

Así que lo primero que han de saber sus discípulos es que su tarea principal es sembrar, no cosechar. No deben vivir pendientes de los resultados. No tienen que andar preocupados por la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús han de ser sembradores. Nada más. Como dice José Ángel Buesa (1910-1982):

Alza la mano y siembra, con un gesto impaciente,

en el surco, en el viento, en la arena, en el mar...

Sembrar, sembrar, sembrar, infatigablemente:

En mujer, surco o sueño, sembrar, sembrar, sembrar...

Hay que sembrar un árbol, una ansia, un sueño, un hijo.

Porque la vida es eso: ¡Sembrar, sembrar, sembrar!

Por lo tanto, siembra, padre, siembra catequista, siembra profesor, siembra evangelizador, siembra sanitario, siembra cuidador, siembra, seas quien seas, con constancia y con esperanza, aunque tal vez te dé la sensación de que estás sembrando en el asfalto. A veces, cuando menos se espera, la semilla nace, crece y da fruto. Incluso puede ocurrir que no lleguemos a ver el tallo germinado de la semilla. No importa, Dios se encargará de hacer fecundo.

El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos, pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria. Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca.» (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 279).

§ En segundo lugar: LA ESPERANZA Y PACIENCIA. Probablemente lo más duro y necesario de un labrador sea la esperanza. Cuando se siembra es porque se espera la cosecha. Nadie siembra por sembrar, para pasar el rato. Se siembra para crear vida: Toda siembra supone que hay que saber esperar (esperanza) con calma y paciencia.

Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida. A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo mucho más profundo, que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos.

(Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 279).

En cuanto a la PACIENCIA... pues este relato me parece sugerente. Y como tal os dejo que os sugiera su lectura, sin más comentario.
EL JARDÍN DE SAPO



Rana estaba en su jardín. Se le acercó, de paso, Sapo.

- Rana, qué jardín más bonito tienes -le dijo.

- Sí -respondió Rana-. Es muy bonito, pero tengo que emplear mucho tiempo en cuidarlo.

-Me gustaría tener un jardín -dijo Sapo.

- Aquí tienes algunas semillas de flores. Siémbralas en tu campo, y pronto tendrás un jardín.

- ¿En cuánto tiempo? -preguntó sapo.

- Muy pronto -le respondió Rana.

Sapo corrió a casa, sembró las semillas y pensó: Ahora las semillas empezarán a crecer. Sapo se paseó arriba y abajo unas cuantas veces. Las semillas no empezaban a crecer. Pegó su cabeza a la tierra y dijo con fuerte voz: -¡Venga, semillas, comenzad a crecer!

Se agachó de nuevo hasta el suelo. Las semillas no empezaron a crecer. Sapo puso su cabeza más cerca todavía de la tierra y gritó: - ¡Ahora, semillas, empezad a crecer!

Rana pasaba por el sendero. -¿Qué es todo ese ruido? -preguntó.

- Mis semillas no crecen -se quejó Sapo.

- Naturalmente -dijo Rana-. Déjalas tranquilas durante unos días. Deja que el sol caiga sobre ellas y que reciban la lluvia. Pronto empezarán a crecer tus semillas.

Aquella noche Sapo miró por la ventana.

- Caramba -dijo-. Mis semillas no han empezado a crecer. Deben tener miedo a la oscuridad.

Sapo se fue al jardín llevando unas cuantas velas.

- Les leeré un cuento -dijo-, y así perderán el miedo.

Sapo leyó un largo cuento a sus semillas. Al día siguiente les cantó unas cuantas canciones. Al otro día les leyó unos poemas. Al día siguiente les tocó unas piezas de música.

Sapo miró la tierra. Las semillas seguían sin crecer.

- ¿Qué voy a hacer? ¡Deben ser las semillas más miedosas del mundo!

Entonces, Sapo se sintió muy cansado y se durmió.

- Sapo, Sapo -le dijo Rana-, despierta. ¡Mira el jardín!

Sapo miró su jardín. Unas pequeñas plantas verdes empezaban a asomar de la tierra.

- Al fin -gritó sapo-, ¡mis semillas han dejado de tener miedo a crecer!

- Ahora tú también tendrás un hermoso jardín -le dijo Rana.

- Sí -asintió Sapo, pero Rana, tenias razón. Ha sido un trabajo muy difícil.

ARNOLD LOBEL

§ En tercer lugar: la opción por LO PEQUEÑO. La comunidad cristiana formada por Jesús es de origen muy humilde. Jesús inicia su obra, el pueblo de la Nueva Alianza, con un puñado de pescadores, hombres de pueblo sin poder, sin preparación y sin dinero. La primera comunidad de Jerusalem está compuesta por lo más humilde de la sociedad judía. Lo mismo sucede con las comunidades de Pablo: "Y si no, hermanos, fijaos a quiénes llamó Dios: a los ignorantes, a los plebeyos, a los débiles, a los que no cuentan" (1Cor 1, 26-29). Aquellos diminutos granos de mostaza llegarían a ser con el tiempo árboles con ramas suficientes para que se cobijaran personas de todo el imperio romano.

LAS PEQUEÑAS COSAS

Son cosas chiquitas.

No acaban con la pobreza,

no nos sacan del subdesarrollo,

no socializan los medios de producción y de cambio,

no expropian las cuevas de Alí Babá.

Pero quizá desencadenan la alegría de hacer,

y la traducen en actos.

Y, al fin y al cabo,

actuar sobre la realidad y cambiarla

aunque sea un poquito,

es la única manera de probar

que la realidad es transformable. (Eduardo Galeano)

En momentos cruciales de la vida, Dios puede pedirnos opciones y decisiones drásticas o difíciles. Pero lo más frecuente es que nos pida la siembra de pequeños gestos: un detalle de cordialidad hacia quien vive deprimido, una sonrisa acogedora a quien está solo, un gesto de simpatía o solidaridad hacia quien se siente abandonado o necesitado, la colaboración con un movimiento o grupo humanitario, una afectuosa llamada de teléfono, una alabanza oportuna, una palabra de estímulo... Cuando nacen de lo hondo del corazón, son semillas del Reino que pueden dar mucho fruto, pueden producir estímulo, amistad, fe. Con pequeños esfuerzos se pueden dar grandes alegrías. "Si fuera sacerdote... si tuviera más tiempo... si tuviera autoridad... si estuviera más preparado"... Actuar sobre la realidad y cambiarla aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable. Es cuestión de hacer lo posible.

El reino de Dios no necesita medios espectaculares, sino servidores/sembradores pobres e incondicionales. Jesús empezó sembrando su palabra, pero al final de su vida comprendió que tendría que sembrarse a sí mismo: Si el grano de trigo caído en tierra no muere, permanece él solo; en cambio, si muere, produce mucho fruto (Jn 12, 2-4).

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA